El Gobierno ante los desafíos de una nueva campaña electoral, luego de haber incumplido sus promesas anteriores. El anuncio del pago al Club de París: un dato del presente, un aviso de futuro. La propuesta de la izquierda.
Fernando Scolnik @FernandoScolnik
Jueves 24 de junio de 2021 20:50
Hace no tantos años, en la Argentina vertiginosa un candidato a presidente, rodeado de globos amarillos, prometía que el camino para retomar el sendero del desarrollo sería el de “volver al mundo”. Aquel eufemismo era usado en ese entonces para sugerir que resolviendo el pleito con los fondos buitre y los mercados financieros, el país podría finalmente “crecer y atraer inversiones que generen empleo y que nos ayuden a combatir la pobreza y la exclusión social”.
La historia aquella no terminó bien, pero, de forma llamativa, es necesario traerla de vuelta hacia el presente para poder debatir el futuro.
Disipando el humo de la vorágine informativa, puede percibirse que un eco de aquel relato volvió a la escena política, pero desde el otro lado de la grieta. Esta semana fue el ministro de Economía Martín Guzmán quien aggiornó el discurso macrista para prometer que normalizando las relaciones con el capital financiero internacional nos espera un futuro promisorio.
En declaraciones de TV, Guzmán señaló en modo ultra optimista que "estamos cada vez mas fuertes: resolvimos la deuda con acreedores privados, alcanzamos un entendimiento con el Club de París, estamos negociando con el FMI, el Banco Central ha venido acumulando reservas, el aumento del precio de los commodities nos presenta perspectivas favorables. Todos los indicadores económicos nos muestran que tenemos mayor robustez".
El discurso exitista resulta llamativo no solo por lo alejado que suena respecto de una realidad de crisis que viven millones, sino también porque choca con una memoria colectiva que en Argentina asocia con razón los acuerdos con el capital financiero internacional a la entrega menemista, la crisis de 2001 o al macrismo. Eso solo debería eximirnos de mayores argumentos respecto del futuro que promete Guzmán. Sin embargo, se impone una tarea necesaria porque el Gobierno, parafraseando a Groucho Marx, dice que tiene un discurso pero si a uno no le gusta tiene otro.
Mientras Alberto Fernández o Santiago Cafiero toman nota de la desilusión con su Gobierno y le hablan en modo electoral al que sufre la crisis con promesas sobre la recuperación del salario o sobre las vacunas, Guzmán toma otra parte de la división de tareas y le habla a los mercados. Es que la disputa política actual se ubica en el terreno resbaladizo de la conjugación entre las urgencias del presente y los dilemas del futuro. Apremiado por las malas noticias, el oficialismo transita un camino preelectoral en el que busca llegar a las urnas haciendo equilibrio entre las exigencias del capital financiero y el humor largamente golpeado de la gente de a pie.
En el desfiladero por esa cornisa, el ministro Guzmán creyó encontrar un camino al anunciar un acuerdo para evitar de momento la cesación de pagos con el Club de París. El Estado argentino pagará a esa entidad 430 millones de dólares (que podrían haber sido 4 millones de IFE), a cambio de patear para adelante la reestructuración completa de esa deuda, ahora con plazo para hacerlo hasta el 31 de marzo de 2022.
En la mirada de Guzmán, este entendimiento es una gran noticia ya que “una situación de default hubiese generado efectos desestabilizantes y de incertidumbre e imprevisibilidad que en este contexto harían particular daño”.
Mientras tanto, los que se quedaron sin certidumbre son los millones que siguen en situación de pobreza. La prioridad, otra vez, fue otra. No volvieron mejores, volvieron ajustadores.
Este gesto de reconocimiento al capital financiero internacional, no por nada, fue celebrado este jueves por el FMI con una calurosa felicitación. No es para menos: ese organismo también reclama el pago de una monumental deuda ilegal y fraudulenta y festeja la existencia de un Gobierno bien predispuesto a legitimar la estafa macrista, más allá de los discursos de campaña. Se trata de gente con experiencia que mira lo que los gobiernos hacen más que lo que dicen.
Apuntemos también, al pasar, que en esto no hubo divisiones en el oficialismo. Desde los sectores alineados con Cristina Kirchner se mantuvo un silencio cómplice de apoyo a esta nueva entrega al capital financiero internacional. Al fin y al cabo, esa deuda que tiene su origen en la dictadura de la mal llamada "Revolución Libertadora", la había renegociado años atrás Axel Kicillof.
Más allá de la campaña electoral
En las distintas versiones del relato oficialista, complementarias, hay un elemento en común: ambas ocultan que al patear hacia adelante, por motivos de especulación electoral, la resolución definitiva de las deudas con el FMI y con el Club de París, después de los comicios de este año no nos aguarda un futuro mejor sino la cruda realidad de exigencias de más ajuste fiscal y reformas estructurales para renegociar una deuda impagable, en un marco de una crisis social que ya no tiene más margen, de la cual son cómplices también la CGT y la CTA que dejan pasar todo.
Durante los meses que siguen, las promesas de campaña intentarán pedir el voto de un electorado que transmite una sensación clara desde el termómetro de la calle. Desde ambos lados de la grieta buscarán el apoyo en el marco de una realidad que muestra que, tras el fracaso del macrismo (que hoy se dirime en sus propias internas con miras a 2023), hoy son muy amplios los sectores que están decepcionados con el Gobierno del Frente de Todos, que no cumplió sus promesas electorales de “poner plata en el bolsillo de la gente”, sino que hizo exactamente lo contrario.
Contra los combos de demagogia que se desplegarán en las próximas semanas, cobra más fuerza la propuesta del PTS. Frente a la decadencia histórica a la que nos llevaron décadas de gobiernos militares, peronistas y macristas/radicales subordinando el país al capital financiero internacional, lo que está planteado es unificar a toda la izquierda clasista y socialista para las luchas que ya están en curso y copan las calles cada día por trabajo y salario, así como para las elecciones, en la perspectiva de crear una tercera fuerza nacional que sea una alternativa y cambie la historia, partiendo de cortar de raíz toda sumisión al capital financiero internacional. Sumate a esta pelea.
Fernando Scolnik
Nacido en Buenos Aires allá por agosto de 1981. Sociólogo - UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001.