La clave del equipo de Trump es aumentar el porcentaje del contenido material de los productos que deben ser fabricados en América del Norte. Ese es el planteo de Peter Navarro, principal asesor comercial del presidente estadounidense Donald Trump.
Jueves 16 de marzo de 2017
Sin estar en el centro de la escena, Navarro está buscando cambiar la alianza comercial con México, a pesar de las amenazas de Trump de romper el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Se trata del funcionario que encabeza el Consejo de Comercio Nacional en la Casa Blanca y jugará un papel clave en los esfuerzos para renegociar el TLCAN. Señaló en una entrevista con Bloomberg que la administración estadounidense busca que México y Canadá se unan para formar una fuerte alianza en materia manufacturera regional, “que la consolide como potencia mundial”.
Contrario a las declaraciones previas de Trump, cuando afirmaba que el TLCAN era un acuerdo “complemente desastroso”, Navarro plantea la reevaluación del TLCAN y en particular de las reglas de origen, como se conoce a la norma que establece qué porcentaje de un producto debe ser manufacturado en América del Norte.
Declaró Navarro a Bloomberg “Tenemos una gran oportunidad con México de usar las reglas de origen para desarrollar un beneficio mutuo regional para que los trabajadores y las empresas de ambos lados de la frontera se beneficien enormemente”. Abundó: “Está en nuestro interés y en el de ellos el incrementar las reglas de origen”.
Puso como ejemplo que en la actualidad, un 62.5% del total de valor de los automóviles vendidos en América del Norte debe originarse en EE.UU., Canadá o México, a fin de evitar impuestos arancelarios por importación. Es decir, 62.5% de las partes que integran el automóvil terminado deben ser fabricadas en alguno de los tres países de la región. Si no, pagan gravamen por importación.
La medida que propone la administración Trump es aumentar ese porcentaje de contenido material, para bloquear el ingreso a la cadena de producción de partes manufacturadas en otros países. Una acción que golpearía a empresas de países como China, Alemania, Japón, que también tienen presencia en México y a los que se les reduciría la ventana de participación (un máximo de 37.5% de cada producto “de origen”) en la manufactura regional.
Asimismo, el gobierno estadounidense quiere revisar las reglas bajo las que los materiales se produzcan en el continente, y también recortar el déficit comercial de Estados Unidos, de 500 mil millones de dólares.
Así, esta medida apunta a una mayor explotación de la capacidad industrial instalada –incluyendo la mano de obra mexicana, una de las que percibe los salarios más bajos del mundo– en beneficio de los capitales estadounidenses.
Nada bueno para las trabajadoras y los trabajadores de los países de América del Norte.