Martes 20 de octubre de 2020
De 1590 a 1631 Santa Bárbara fue el primer y fundamental asentamiento de los conquistadores españoles en su avance al norte, esto al sur del actual estado de Chihuahua.
La búsqueda de nuevos reales mineros toparía con la escasez de mano de obra que, planteamos, sería resuelta mediante la caza y esclavitud de los indios de la zona y de más al norte en la Nueva Vizcaya.
En este contexto, una oligarquía de origen portugués prosperó y se extendió (en competencia con los españoles) por el Septentrión, haciendo fortuna mediante la caza y venta de indios como esclavos para haciendas y reales recién instalados.
Una rama de estos portugueses se consolidaría en Santa Bárbara hasta su declive alrededor de 1640 (Chantal Cramaussel), año que coincide con la prohibición de la esclavitud en los dominios españoles (1639) y con la separación de los reinos de Portugal y España (1640).
Te puede interesar: La Conquista de la Apachería (1590-1631): poblar y esclavizar el Septentrión
Te puede interesar: La Conquista de la Apachería (1590-1631): poblar y esclavizar el Septentrión
Chantal Cramaussel señala como es que, contrario a lo que suele pensarse, las misiones religiosas se instalaron en lo que sería Chihuahua con posterioridad a los Reales y Haciendas, levantados, como hemos planteado, mediante trabajo esclavo. Tras la prohibición de este, la llegada de las Misiones Franciscanas, y posteriormente Jesuitas, traería consigo un nuevo mecanismo de reclutamiento de mano de obra para las haciendas, minas y para ellos mismos mediante las llamas Encomiendas y Repartimientos.
Es importante recordar que la llegada de los españoles al llamado Nuevo Mundo trajo consigo la instauración “de facto” de la Encomienda, una institución medieval de la que la Corona Española intentaría regular sus abusos mediante las Leyes de Burgos (1512), esto sin mayores resultados.
El negativo impacto demográfico de la conquista sobre los indígenas (epidemias, trabajos forzados, masacres, etc.), darían pie en España a una serie de debates, políticos, teológicos y filosóficos, que culminaron con las “Leyes Nuevas” (1542) que pretendían poner fin a las Encomiendas; eliminando su perpetuidad, confiscando no pocas y estableciendo nuevas disposiciones contra el trabajo forzado.
La implementación de las “Leyes Nuevas” sería rechazada en los Virreinatos del Perú y de la Nueva España. En el primero se daría el levantamiento de los encomenderos encabezados por Gonzalo Pizarro que, tras suspenderse las nuevas medidas, sería derrotado y ejecutado. En la Nueva España el desacuerdo igualmente detendría los aspectos más lesivos a los mezquinos intereses de los encomenderos. No obstante, la Encomienda a perpetuidad había quedado restringida a dos vidas y limitándose nuevas asignaciones.
Las “Leyes Nuevas” suelen considerarse el inicio de la decadencia de la Encomienda en los centros virreinales y el inicio de los no menos repudiables Repartimientos (trabajo comunitario obligatorio y rotativo).
No obstante, La Encomienda continuó de manera excepcional sobre todo en los enclaves coloniales (fronteras), tal es el caso aplicado a los aguerridos Araucanos al sur del Continente y de los llamados “Indios Bárbaros” en el Septentrión de la Nueva Vizcaya y el Nuevo Reino de León, donde infinidad de territorios y sus habitantes nómadas y seminómadas fueron encomendados muchísimo antes de que cualquier Misión, Hacienda o Real se asentara en esos territorios.
Es decir, La encomienda de frontera consistía en que cada encomendero incursionaba hacia el norte para cazar a sus “encomendados” y así asignarlos al trabajo forzado en las haciendas y/o en los Reales de minas instaladas al sur, en este caso de la Nueva Vizcaya.
En teoría, la Encomienda era un sistema por el cual ciertos españoles distinguidos obtenían la obligación de cristianizar a un grupo de indígenas y a cambio recibían un tributo de estos; pero en los hechos, como es sabido, la Encomienda no dejó de ser un mecanismo para someter a trabajos forzados a los indígenas.
En 1549, mediante Cédula Real, al encomendero se le prohibía expresamente implementar el trabajo forzado de indios como sustituto del tributo en especie.
Tales disposiciones solían no aplicarse del todo en la Colonia, pero en las alejadas fronteras, como en la Nueva Vizcaya, estas disposiciones eran absolutamente letra muerta. Encomiendas, Repartimientos y la Esclavitud fueron generalmente tres formas diferentes de nombrar a la tercera. No se trataba de mera servidumbre.
Las Encomiendas a la par que los Repartimientos comenzarían en la Nueva Vizcaya en 1562, en los territorios de lo que hoy es Durango y continuaría su asignación como un estímulo a aquellos que se aventuraban hacia el Norte. Esto explicaría el por qué su tardía implementación y vigencia hasta 1670 y el usufructo de estas hasta la muerte de los encomenderos ya asignados ya muy entrado el siglo XVIII, ya cuando estaba en pleno desuso en el centro de la colonia.
Poblar el Septentrión Novohispano fue, como lo hemos dicho, de la mano del privilegio de esclavizar a los “Indios Bárbaros” de territorios tan alejados como el Nuevo México.
Te puede interesar: La conquista de la Apachería: del origen de los apaches al primer combate con los conquistadores
Te puede interesar: La conquista de la Apachería: del origen de los apaches al primer combate con los conquistadores
La prohibición de la esclavitud en 1639, y la caída de la oligarquía portuguesa en Santa Bárbara, modificó el tablero político, pero el desarrollo de nuevas haciendas y reales continuó. Para 1631 se funda el Real de Parral, de cuyo archivo parroquial tenemos la primera mención de los Apaches (Chantal Cramaussel).
El Real de Parral se convertiría en uno de los más ricos del Septentrión Novohispano, y en el detonante de una explosión demográfica que repercutió en una amplia zona a su alrededor. Así, el Real de Parral pasó de 1,200 personas en 1633 a 5,000 en 1635 y a 8,500 en 1640, hasta convertirse en el segundo Real con más habitantes del norte, solo después de Zacatecas. Los poblados agrícolas establecidos también experimentaron crecimiento demográfico, al tener un mercado necesitado de alimentos como el real de Parral.
Hacia 1645, la población bajo el dominio español en la provincia de Santa Bárbara alcanzaría alrededor de veinte mil personas (Chantal Cramaussel). Tal prosperidad, insistimos, sobre la base del trabajo esclavo, y no mera servidumbre, de los indios de la región que estuvieron a la mano de quienes los cazaban, indios muchos de ellos borrados del mapa en esta ofensiva.
La explosión demográfica de región de Santa Bárbara se detuvo a mediados del siglo XVII, a decir de algunos debido a la decadencia de las vetas mineras, pero paradójicamente esto se dio al tiempo que surgían otras.
Explicar, por ejemplo, que el Real de Parral se redujera a 2 mil habitantes, cifra que se mantendría a lo largo de ese siglo, pasa por tener en cuenta la migración a nuevas vetas (San Francisco del Oro, Cusihuiriachic, Chihuahua, etc.), pero también por considerar el impacto de las epidemias entre los indígenas y de las no pocas rebeliones de estos a lo largo del siglo XVII, donde hubo no pocas alianzas entre Tarahumaras, Apaches y otros pueblos (hoy extintos) contra la explotación de los conquistadores, periodo de lucha y resistencia que podría cerrar con la estrepitosa derrota de los españoles en 1680 a manos de los indios Pueblos y de sus aliados Apaches, derrota que los expulsaría durante una década de los territorios del Nuevo México. De esto último hablaremos en nuestra siguiente nota.
Fuente:
Chantal Cramaussel (2007), Poblar la frontera. La provincia de Santa Bárbara en Nueva Vizcaya durante los siglos XVI y XVII. Zamora. El Colegio de Michoacán. 479 pp.