Ante inminente pelea de un pugilista este 15 de septiembre en Bahía Blanca, un relato de la trastienda: un día de entrenamiento en el gimnasio.
Lunes 4 de septiembre de 2023 15:57
El próximo 15 de septiembre en la ciudad de Bahía Blanca, al sur de la provincia de Buenos Aires se encontrarán en el ring, en un rincón Miguel Maciel y en el opuesto un rival a confirmar. Sobre sacrificios, sueños y el dar batalla todos los días “arriba y abajo del ring”, se me ocurrió escribir lo que vi un día de semana en la vida de Miguel, en un gimnasio de Valentín Alsina.
Miércoles, mitad de semana. Es de noche y sobre el ring, al fondo, la luz de la luna. La puerta de entrada al gimnasio se abre y la oscuridad de la calle no deja ver con claridad quién entra, pero saluda a todos. A quienes están entrenando y a quienes no lo están. A todos. En su pelo hay polvo de obra, y en su ropa también. Ropa de un trabajo duro, de esos donde hay que poner el “cuerpo”, como se dice en el barrio, pero él sonríe. Les sonríe a todos los que lo saludan con la misma alegría. Complicidad de colegas, compañeros y profesores.
Una jornada intensa de trabajo finalizó, lo cual le permite seguir manteniendo sus sueños en pie. Los de él y su familia. El trabajo necesario para sobrevivir. En solo 15 minutos está con ropa deportiva, cambiando de indumentaria pero no de sonrisa. Sigue sonriendo y saludando. Comienza la actividad de su “otro trabajo”: el de deportista, de boxeador profesional.
Entrada en calor, vendas en las manos, guantes, colocación de cabezal, inguinal, bucal y al ring. ¡A guantear!
Compañeros que lo esperan. Entrenadores al costado del ring, del otro lado de la soga con la mirada atenta a lo que sucede y una expectativa que se siente en el aire.
Se escucha el sonido de una campana ficticia y a boxear.
Tres minutos intensos y sale el primer “rival”.
Minuto de descanso.
Entra otro, tres minutos y sale.
Minuto de descanso.
Entra un tercero, tres minutos más.
Minuto de descanso.
Él solo descansa en ese minuto, no sale del ring. Manteniendo una clara simulación de pelea real, salvo que son “rivales” diferentes. Uno cada tres minutos separados por esos 60 segundos, que imagino, pasan muy rápido.
Me quedé mirando cómo el técnico le limpiaba la nariz desde atrás de las sogas en ese minuto de descanso. Un hilo de sangre refleja lo real de esos tres intensos minutos. Agua, muy poca, y a seguir… sin pestañear.
Golpes van, piñas vienen.
El cuerpo resiste y los sueños firmes.
La guardia alta y el sacrificio en pie.
Forjar sus deseos, sus objetivos, a base de ganchos y cross.
Aguante que viene desde muy temprano del día y que aún sigue dentro del encordado. Gancho y cross, otra vez.
Los rounds finalizaron y todos afuera del ring menos él. Ahora el ejercicio es menos violento, pero intenso. Otro técnico a su lado. Siguen siendo dos dentro del ring, pero la dinámica es diferente. Él y su entrenador en un particular ejercicio de golpes y esquives. Pareciera no tener fin esta preparación.
Termina su entrenamiento, agradece a todos su tiempo y la predisposición que tuvieron. Se lleva los consejos, sugerencias, indicaciones que le dieron quienes guiaron técnicamente el entrenamiento y que el día de la pelea estarán en su rincón. También carga con los incontables duros golpes recibidos y con el cansancio de su trabajo al iniciar el día. Sus dos intensos trabajos. Todo en su mochila invisible, sobre hombros y espalda.
Camina desde Valentín Alsina a la estación de Pompeya para tomar el tren a Laferrere, donde lo esperan su compañera y su pequeño hijo.
Esta rutina terminó tarde y comenzará muy temprano al día siguiente, cuando se ponga su overol e inicie esa dura jornada que mantendrá vivos sus sueños y los de su familia.
La constancia y esfuerzo de Miguel ponen en primer plano la necesidad e importancia de brindar apoyo económico y/o materiales a estos forjadores del destino por parte de quienes “desde los gabinetes” dicen estar bajo las banderas del deporte. Ojalá escuchen el campanazo.
Sin la convicción de deportistas como Miguel, y de quienes lo rodean, es imposible lograr este sacrificio que desde hace tiempo realiza silenciosa y constantemente porque sabe que “cuando suena la campana, te sacan el banquito y uno se queda solo” (como patentara Oscar Ringo Bonavena, ex-boxeador argentino categoría pesado 58-9-1, 44 KO).
Solo dos, a ganarse un pedacito de sueño, en busca de un objetivo cuando suene la campana y el árbitro diga “¡Box!”.
De Instagram de @suenosdoradosclub
Miguel Angel Maciel, boxeador profesional, categoría Mosca (5-1-1, 2 KO).
IG: @macielboxeador