Analizamos la trayectoria del último gran corredor argentino de Fórmula 1 y su mejor temporada, 1981. No abordamos aquí su carrera política, que podés encontrar en otras notas de La Izquierda Diario.
Eduardo González Peña @gpeduardop
Viernes 9 de julio de 2021 14:14
El punto cumbre de la carrera deportiva de Carlos Alberto Reutemann fue la temporada 1981 de Fórmula 1. Allí mostró una actuación que quedó envuelta en una polaridad: por un lado, fue criticada en base a la idea, preeminente en el mundo anglosajón, de que todo lo legal es necesariamente moral; y, por otro lado, fue descalificada por la mirada ingenuamente resultadista de gran parte del público argentino. Esta polaridad, ¿da cuenta de los méritos deportivos del último gran corredor argentino de Fórmula 1?
Al inicio del campeonato de Fórmula 1 del año 1981, Carlos Reutemann se acercaba a los 40 años de edad. Debido a ello, su tiempo para lograr el ansiado campeonato de se acercaba al final. Como capital para coronarse campeón, contaba con un probado talento y una experiencia de ocho años en la categoría, donde había dado sobradas muestras de su coraje y templanza. En su ansia de lograr coronarse campeón de la Fórmula 1, Reutemann estaba atento a todos los detalles, desde la mecánica de su auto, hasta el estado de su físico. Además, se encontraba contratado para representar a la escudería Williams, cuyos vehículos ostentaban grandes cualidades técnicas y, de la mano de Alan Jones, se habían alzado con el campeonato de 1980. Sin embargo, el Lole había firmado un contrato que debilitaba sus chances de ser campeón: tenía una cláusula que establecía que, si estaba a una diferencia menor a 7 segundos sobre su compañero Jones, debía ceder la delantera al australiano.
Aun así, el automovilismo es un deporte donde las proyecciones contienen un alto grado de incertidumbre, por lo que nadie pierde o gana de antemano. Reutemann inicia la temporada con un triunfo en Sudáfrica. Sin embargo, la competencia fue declarada como no puntuable debido a un conflicto entre federaciones. La primera fecha que otorgó puntos fue el Gran Premio del oeste de los Estados Unidos (Long Beach, California). Allí, el Lole logró colocarse en la punta de la carrera, mientras que Jones lo seguía unos metros detrás. Repentinamente, ambos se encontraron con auto rezagado que dificultaba la tarea del sobrepaso. En tal acción, Reutemann se subió al pianito de una chicana, y Jones aprovechó el error para pasar a la punta y lograr la victoria. En aquel tiempo, el Lole afirmó que había tenido “una pérdida de concentración”. Esto es algo perfectamente factible, aunque la cláusula a favor de Jones podía generar alguna suspicacia.
El momento más importante para el desenlace de la campaña del corredor argentino en el año 1981, ocurrió en Brasil (la segunda carrera puntuable). En esta competencia, el Lole posiblemente construyó la victoria más pírrica de su carrera. Los dos días previos a la gran final, el argentino se alzó con mejores tiempos que Jones en las calificaciones. Así, en la largada de la carrera, Reutemann se encontraba segundo, detrás de Nelson Piquet. La largada se iba a producir en medio de un clima lluvioso. El brasileño apostó que la lluvia pasaría y que la pista se secaría, por lo que eligió neumáticos para correr en pista seca. De forma inversa, Reutemann observó el tiempo y eligió cubiertas de lluvia. Al momento de la largada, la lluvia aumentó en intensidad y Piquet no logró dominar su auto sobre el piso mojado. Aprovechando el error del brasileño, Reutemann se alzó con la punta. Luego impuso un ritmo infernal en un circuito de diseño complicado, haciendo un surco en la lluvia que no se detenía. Mientras, Jones se ubicó segundo, a 4 segundos de Reutemann. Al llegar la vuelta número 9, Williams ordenó que Jones pasara a la punta. Para ello se utilizó un cartel que decía “Jones-Reut” durante 5 vueltas. Reutemann no acató la orden, afirmando que no había visto el cartel o que Jones venía detrás de él. La bandera a cuadros recibió primero a Reutemann y segundo a Jones.
La actitud de Reutemann (de haber visto el cartel) se explica por la existencia en él de un espíritu amateur: había hecho todos los méritos deportivos para lograr el primer puesto. Sin embargo, el australiano sintió que Reutemann no había cumplido con lo pactado y, en una actitud poco deportiva, no fue al podio para festejar su segundo puesto. Se trató de una conducta que, de alguna forma, anticiparía la confusión que Peter Shilton tuvo (y tiene) frente al primer gol de Maradona en México 86: declarar deplorable la “trampa” en base a confundir la legalidad con la legitimidad y la moralidad. En el caso de Reutemann, la victoria en Brasil fue deportivamente justa, y eso no cambia por el contenido de la fría letra de un contrato. A diferencia de él, Jones quiso hacer valer su rango (la legalidad) sobre la legitimidad del mérito deportivo de Reutemann. Para empeorar las cosas, la escudería –con Frank Williams a la cabeza– apoyó el equívoco del corredor australiano y accionó a su favor.
La tercera carrera se produjo en Buenos Aires. Durante la carrera, los hinchas mostraron ingeniosos carteles que invertían la orden de Williams en Brasil. La respuesta de Jones nuevamente fue poco feliz: le mostró a la hinchada argentina el cartel “Jones-Reut”. Todo ello ocurrió con la venia de Frank Williams. Mientras que los silbidos atronaban los oídos del australiano, Reutemann mostró un rasgo de su carisma que se impuso a su clásica frialdad, y levantó un cartel de la hinchada con la leyenda “Reut-Jones”. De esa forma, la relación entre el Lole y el resto de la escudería se resintió aún más.
A nivel deportivo, en el Gran Premio de Argentina, Reutemann se ubicó como segundo de la prueba. Con esos puntos, pasó a estar en la punta del campeonato. En las dos fechas siguientes, Reutemann obtuvo un tercer puesto y un primer puesto. El triunfo fue en Bélgica y estuvo envuelto en una tragedia, al resultar muerto un mecánico luego de ser envestido por el auto de Reutemann. A partir de allí, el rendimiento de los Williams se resintió por un cambio en la marca proveedora de neumáticos. A ello se sumaron anomalías técnicas en el Brahman que triunfó en las competencias argentina e italiana al mando de Piquet. Aun así, el Lole se destacó en el Gran Premio de Gran Bretaña, donde obtuvo un segundo puesto. La expectativa del público argentino por la posible consagración de Reutemann era tal que, para la anteúltima fecha del campeonato de Fórmula 1, la AFA tuvo que cambiar el horario del Boca 2 (Maradona y Gareca) / River 3 (Kempes, Passarella y García) del campeonato Nacional que finalmente ganaría el equipo de Núñez.
Las ilusiones de volver a tener un campeón de Fórmula 1 terminaron en octubre de 1981. El lugar elegido para cerrar el campeonato era Las Vegas (Estados Unidos). Reutemann había tenido que sobrellevar algunas deficiencias en su vehículo durante la temporada, pero para la última fecha su vehículo ya no se encontraba en condiciones de rendir aceptablemente. Esto era un incumplimiento de contrato por parte de Williams. Paradójicamente, era justamente lo que le reclamaron a Reutemann como fundamento para sostener la ilegitimidad de su victoria en Brasil. De esa forma, Williams prefirió apoyar a Jones, sin posibilidad en el campeonato, antes que cumplir su obligación contractual de apuntalar a su piloto con grandes chances de ser campeón. Principalmente, el vehículo de Reutemann había tenido un choque mal reparado y presentaba un problema en el funcionamiento de la caja de cambios. Las quejas e indicaciones del santafesino fueron desoídas por el equipo de Williams, lo que llevó a una discusión entre Reutemann y Frank Williams antes de la largada. Impedido de pelear la punta, a Reutemann solo le quedaba sumar puntos y que Piquet no hiciera lo mismo. El final de la carrera encontró a Reutemann en octavo lugar y a Piquet en el quinto lugar. Con esas posiciones, el brasileño se consagraba campeón por un punto de diferencia respecto al argentino. En favor de Reutemann debemos decir que él tuvo la posibilidad de hacer alguna maniobra para dejar afuera de la competencia a Piquet y alzarse con el ansiado campeonato, pero tuvo templanza para no hacerlo. Jones, paladín de la ética deportiva como Shilton, ¿hubiera hecho lo mismo?
Uno de los mejores pilotos de su tiempo
Más allá de las cuestiones éticas y morales que envolvió el subcampeonato de Reutemann, su carrera deportiva fue un momento sobresaliente de una época pletórica de grandes corredores. Entre los 22 corredores que la Argentina aportó a la Fórmula 1, Carlos Reutemann fue uno de los más trascendentes y siempre fue considerado como uno de los mejores pilotos de su tiempo. Sus méritos lo ubican en el podio de los mejores corredores de Fórmula 1 nacidos en la Argentina, por debajo de Fangio (quíntuple campeón) y por arriba de Froilán González (también subcampeón de la categoría).
Debutando en 1965, sus primeras victorias ocurrieron al volante de un Fiat 1500 en el Turismo Mejorado. Allí se consagró campeón de la categoría D dos temporadas seguidas (1966 y 1967). Las destacadas actuaciones en el Turismo Mejorado, le permitió llegar al Turismo Carretera. En esta categoría corrió con un Ford Falcon V8 “angostado”, vehículo mecánicamente inferior a las Liebres (Torino) y al Trueno Naranja (Chevrolet). También tuvo participación en Sport Prototipos y en la Fórmula 1 Mecánica Argentina. Incluso, pudo realizar sus primeras incursiones a nivel internacional, al participar en competencias de la Fórmula 2 Europea realizadas en la Argentina. Tal vez, de esos tiempos, su mayor “debe” fue no ser seleccionado por Fangio para integrar la comitiva que compitió con los Torino 380W TC en las “84 Horas de Nürburgring” (Alemania, 1969).
Al llegar 1970, el talento de Reutemann lo posicionaba como uno de los más destacados pilotos nacionales. Es entonces que se le abrió la posibilidad de trasladarse a Europa para continuar su carrera. Contando con el apoyo económico del Estado y sus empresas (como YPF), junto al sostén del ACA, Reutemann logró ingresar de forma plena a la Fórmula 2 Europea. Pero hay algo más: también expresa la subjetividad de Reutemann como deportista. Él podría haber optado por quedarse compitiendo en las principales categorías nacionales, a la protección económica de un equipo oficial de las terminales transnacionales que abastecían al mercado interno. La elección de competir en Europa, cuando Reutemann ya se encontraba cerca de los treinta años de vida, implicaba dejar (o postergar) la comodidad económica, para poner todos los recursos económicos en función de consolidar un camino que le abriera las puertas de la Fórmula 1. En ese sentido, la elección demostró ser acertada ya que Reutemann despertó el interés del equipo Brabham de Fórmula 1.
Entonces, en 1972 se inicia su carrera en la Fórmula 1. Sus primeros podios los logrará en la temporada 1973. Ya para 1974 se alzará con tres victorias (Sudáfrica, Austria y Estados Unidos). En esa temporada se destacó su actuación en el Autódromo de Buenos Aires, donde redujo el espacio y el tiempo a la condición de simples dimensiones de su conducción matemática. Lamentablemente, faltando una vuelta para ser saludado por la bandera a cuadros, se quedó sin nafta. Sin embargo, es en 1975 que Reutemann termina de forjar su condición de leyenda del volante: gana el Gran Premio de Alemania. Esto ocurre en el temible circuito de Nürburgring. El mismo era el más largo del mundo (23 kilómetros), y se lo consideraba el más peligroso y agotador que existía, por sus curvas, contracurvas y mortales precipicios. ¿Cómo no querer a ese “infierno verde” que fue escenario de las hazañas de Fangio (1957), los Torinos (1969) y de Reutemann?
La tercera posición obtenida en la temporada 1975 y el terrible accidente de Niki Lauda en Nürburgring en el año 1976, le permiten al Lole pasar a la escudería Ferrari. Para 1977, Reutemann, era el piloto principal de la escudería del “Cavallino Rampante”. Durante ese año logra el primer puesto en el Gran Premio del Brasil. En 1978, volverá a consagrarse ganador en Brasil. Además, ganará las dos carreras realizadas en los Estados Unidos. La primera de ellas realizadas en el circuito callejero de Long Beach (California, Estados Unidos). Pero su victoria más importante se dará en el Gran Premio de Gran Bretaña, donde nuevamente mostró todo su talento.
Al terminar la temporada 1978, las cuatro victorias y su tercer puesto en el campeonato, no sirvieron para solucionar el desgaste en la relación Reutemann / Ferrari. Por lo que, para la temporada 1979, el Lole decidió emigrar a la escudería Lotus. Los resultados fueron magros (cuatro veces se subió al podio, pero no pudo obtener ningún triunfo) debido al escaso rendimiento de los vehículos ingleses. Para 1980, Reutemann aceptó ser el segundo corredor de la escudería Williams. Ese año obtuvo el Gran Premio de Mónaco. A principios de 1982 dejó la Fórmula 1.
En el público argentino, que batió récords de audiencia para ver las transmisiones de la Fórmula 1, la decepción del resultado final obtenido Reutemann en la temporada 1981 caló muy profundamente. Al calor de una hoguera de apasionadas argumentaciones, Reutemann fue declarado un “pecho frío” en base a un consenso básico: una extraña y contradictoria mezcla entre la sacralidad de la capacidad individual y la omnipotencia del deportista nacional, con un determinismo mecanicista del resultado sobre el mérito y la gloria deportiva. Sin dudas, se trata de una lamentable forma de significar la realidad, ya que anula lo mejor que tienen deportes como el automovilismo y el fútbol: la zona de incertidumbre que contienen antes de cada enfrentamiento. ¿Qué sentido tiene competir si no existe la posibilidad de perder?
En síntesis, el mérito deportivo no refleja una condición innata, un destino manifiesto o una superioridad ontológica que ubicaría estamentalmente a determinado deportista en la cúspide de su actividad. Además, se trata de un concepto que no se puede reducir a la condición de un mero dato fáctico. Es decir, sin dudas habla de una dimensión cuantitativa, pero es mucho más que eso. La obsesión por el éxito deportivo, genera la incapacidad de soñar con la gloria deportiva: el éxito es sombra, mientras la gloria es un ideal de perfección que empuja a derrumbar límites humanos.