×
×
Red Internacional
lid bot

Opinión. Coronavirus: la cepa BoJo

El biólogo evolutivo y filogeógrafo Rob Wallace, una de los más reconocidos investigadores sobre los orígenes del Sars-Cov-2, analiza la significación de las nuevas cepas de coronavirus en Inglaterra, Sudáfrica y Dinamarca.

Rob Wallace Biólogo evolutivo, ecólogo y filogeógrafo. Autor de Grandes granjas, grandes gripes (2015).

Miércoles 23 de diciembre de 2020 12:56

Rob Wallace es biólogo evolutivo, ecólogo e investigador en filogeografía en la Universidad de Minnesotta, y uno de los más reconocidos académicos dedicados al estudio de la relación entre producción industrial de alimentos, agronegocio, destrucción ambiental y generación de patógenos pandémicos. Publicó Grandes granjas, grandes pestes (Capitán Swing, 2015) y Dead Epidemiologists (2020), entre otros. En Marzo pubicamos "Covid y circuitos del capital", en el cual da una visión más detallada y de conjunto de la pandemia (que enmarca el presente análisis) y lo entrevistamos recientemente sobre la pandemia, sus orígenes, la crisis ecológica, el rol pandémico de las megagranjas porcinas y la producción industrial de alimentos. En este artículo analiza las implicancias de las nuevas cepas descubiertas por estos días.
Juan Duarte (Editor Ciencia y Tecnología)

* * *

Varias personas me preguntaron sobre la nueva variante del SARS-CoV-2 en el Reino Unido. Y, como parece, otra en Sudáfrica, siguiendo a la cepa danesa que se esparció desde los visones y volvió nuevamente a los humanos.
Así es como respondí a una de esas consultas con algunas campanas y silbatos agregados:

El SARS-2 es un virus de ARN. Con altas tasas de mutación y tiempos de generación cortos, estas infecciones agudas generalmente evolucionan de modo desenfrenado. Sucede que los betacoronavirus también tienen un "corrector ortográfico" o "corrector de pruebas" que a menudo corrige tales mutaciones. Sin embargo, y como si la pandemia actual nos ofreciera suficiente pausa, esa característica inherente difícilmente nos de tranquilidad.

Te puede interesar: Cinco claves sobre la nueva cepa de coronavirus

A medida que nos acercamos a entre 50 y 500 millones de personas infectadas, es probable que surjan una variedad de cepas. La mayoría de las mutaciones que el corrector ortográfico pierde tendrán poco efecto o empeorarán las cosas para el virus. Pero estamos tratando con tales números que mejoras raras desde el punto de vista del virus se inclinan hacia lo inevitable.

La preocupación por las consecuencias resultantes es doble:
Que las cepas participen en lo que se llama "selección interdémica" [1]. Las diversas cepas emergentes pueden competir a nivel de población huésped hasta que una supere a todas las demás y se extienda de nuevo desde su punto de origen, por debajo de cualquier inmunidad de rebaño que desarrollemos, natural o derivada de una vacuna.
Que, en segundo lugar, tal selección, tan ordenada espacialmente, seleccione una mayor virulencia [2], por pequeña que sea la probabilidad.

La cepa BoJo, por Boris Johnson, quien dejó que el COVID-19 se expandiera furiosamente por Gran Bretaña, es en este momento solo más contagiosa, en lugar de más mortal por caso. Eso ofrece poco más que frío consuelo: cuanto más rápido se infecten las personas, más morirán en un período de tiempo determinado.

La transmisibilidad y la virulencia inherente también están interconectadas. Las cepas que acceden mejor a los nuevos sujetos susceptibles de infección también podrían quedar seleccionadas para una mayor mortalidad por infección. Cuando no hay límite para los susceptibles, son aquellas cepas que se esparcen más rápido entre estos las que ganan. En el camino, replicarse más rápido hasta el umbral de transmisión para el salto hacia el siguiente huésped deja más daño atrás.

El quid es que una variación cada vez más amplia en todo el mundo proporciona al virus el combustible que necesita para explorar mejor su espacio evolutivo completo.

Entonces, la inmunidad de rebaño del tipo de negligencia neoliberal que paga solo 600 dólares de “estímulo” a las personas [en Estados Unidos, NdT.], no solo mata a más personas que otras intervenciones más integrales, sino que también permite al virus un rango libre para que desarrolle soluciones evolutivas para cualquier vacuna o medicamento que innovemos.

Dejar que el COVID se mueva también puede servir como base para una creciente evidencia de reinfección. Por deriva antigénica [mecanismo de variación antigénica de los virus, es decir una mutación en las proteínas de la superficie del virus que son las que el sistema inmune normalmente reconoce y ataca, NdT], el SARS-2 puede estar evolucionando desde el paraguas de la cobertura de anticuerpos individuales (e incluso de la inmunidad innata). Los que ya están infectados pueden volverse susceptibles de infección nuevamente.

En caso de que la mayoría de las vacunas COVID ofrezcan poca inmunidad esterilizante y al menos unas pocas cepas anuales de SARS-2 evolucionen a partir de la inmunidad de la población huésped à la influenza, es posible que nos encontremos con una infección endémica. Los resurgimientos estacionales requerirán trazar cartografías antigénicas: rastrear cuándo una cepa escapa a la inmunidad estacional de la población huésped.

Eventualmente se infectarán suficientes personas y, en combinación con vacunas parcialmente protectoras, el sistema de la enfermedad debe orientarse hacia la atenuación y/o a los tipos de extirpación fortuita a los cuales están sometidas las poblaciones más pequeñas. Lo peor del brote debería pasar. Pero, ¿cuántas personas deben morir en el camino?

Los nuevos órdenes de evolución a nivel poblacional aparentemente en curso ahora requieren intervenciones globales que el orden mundial actual está abandonando. Varios centros del capital, inclinados hacia nuevas divisiones de guerra fría nacidas en parte del esfuerzo por culpar a otros por el brote, parecen mucho más interesados en negarse a pagar por la salud pública si esto es a costa de la clase multimillonaria a la que sirven.
Expliqué algunos de estos trucos patógenos en 2009, tras la aparición de la gripe porcina H1N1 como cepa pandémica.

Es notable cuánto retuvo su poder explicativo ese análisis. Es como si la causalidad se extendiera más allá de las particularidades biomoleculares de cualquier virus particular hacia el campo de las relaciones socioecológicas que impone el capital tanto a la tierra como al trabajo.

Mientras tanto, más allá de lo que parece ser la experimentación continua del SARS-2, es casi seguro que COVID-21, -22 y -23, representando diferentes constelaciones de fenotipos específicos de humanos, también están en proceso. Han estado emergiendo durante mucho tiempo al ritmo constante en el que los murciélagos engañados se encuentran con la deforestación conducida por el capital.

*Traducción: Juan Duarte


[1También llamada selección de grupo, la selección interdémica ocurre cuando la población o el grupo continúa existiendo en base (en gran medida) al tamaño del grupo o "característica fenotípica" (Futuyma, 2009). El proceso de selección interdémica ocurre además del acto de selección individual entre poblaciones (Ibid). Este tipo de selección natural afecta a las especies dentro de una población determinada y ocurre cuando las criaturas mueren o crecen en su conjunto, dependiendo de si han heredado rasgos dañinos o beneficiosos.