Según las últimas cifras hoy a día 14 de abril ya son 26.672 los contagiados entre el personal de la sanidad y la cifra sube hasta 28.000 entre positivos y aislados según las cifras aportadas por las CCAA.

Sara Povo Zaragoza | @sarapovo
Martes 14 de abril de 2020
En el estado español 31 profesionales de la salud han muerto, en una batalla incansable contra el coronavirus, pero también contra la situación de desabastecimiento que se ha dado en hospitales y centros de salud. Pero la situación puede ser más dramática aún. En Italia, por ejemplo, se vive un escenario horroroso con más de 100 trabajadores de la sanidad fallecidos en el combate contra el coronavirus.
En nuestro país la falta de medios de protección en hospitales y centros de salud es escandalosa a un mes de que se declarara el estado de alarma. Las denuncias de esta escasez por parte de las y los trabajadores de la sanidad vienen corriendo por las redes de forma vertiginosa, videos, declaraciones, etc. Son el grito desesperado de estos y estas trabajadoras que están pagando con su vida y con su salud la falta de medios de protección.
Días atrás hemos sido testigos como el ingenio y el ímpetu de los y las trabajadoras, que se producen de forma precaria sus propios medios de protección, incluso con bolsas de basura, se suman a las donaciones que se hacen desde sindicatos como CGT, trabajadoras del textil, o manteros, etc. Estos son un ejemplo de solidaridad de clase entre otros muchos que se han dado de voluntarios y voluntarias a lo largo y ancho del estado español y que de forma solidaria intentan solventar esta vergonzosa escasez.
Las administraciones públicas, las Comunidades Autónomas, lideradas por de partidos de izquierda y derecha y el gobierno de PSOE-Podemos, se han demostrado completamente incompetentes ante esta crisis y dejan desnudos ante el covid-19 a los trabajadores de la sanidad, que son los que están en primera línea de fuego en esta dura batalla contra el virus y la pandemia que este ha provocado.
La guerra entre potencias imperialistas de las mascarillas
Hace unos días comenzábamos a ver como se desataba la llamada “guerra de las mascarillas” entre las distintas potencias imperialistas. En los aeropuertos este preciado bien se vende al mejor postor como si de una puja se tratara. Ante un tema tan serio, en el que millones de vidas están en juego, el país que más paga se las lleva. Eso es el capitalismo.
Entre otros ejemplos que inundan los medios encontramos las declaraciones de Jean Rottner, presidente de la región Gran Este en Francia, la cual está siendo golpeada brutalmente por la pandemia, declaró en alusión al papel de los EEUU: “En la pista del aeropuerto, los americanos sacan el dinero en efectivo y pagan tres o cuatro veces más por los pedidos que hemos hecho, así que hay que pelearse de verdad”.
Pero no son sólo los EEUU, con el malvado Trump a la cabeza, como dice el dicho popular, cada uno “barre para su casa”. El día 3 de abril, Macron decretó requisar todas las existencias de mascarillas que se encontraran en territorio francés, hasta 4 millones de este producto fabricado por Mölnlycke, una empresa sueca que tiene situada en China su plataforma logística, de estas un millón iban destinadas a Italia y otro tanto al estado español.
Las disputas provocadas por estas prácticas están generando mucha tensión entre las potencias imperialistas. El capitalismo se demuestra otra vez el garante de los intereses de las grandes patronales y corporaciones frente a nuestras vidas, que no les importan nada. La guerra desatada por la codicia capitalista lo pone de manifiesto hoy más que nunca.
Este es un nuevo y lucrativo negocio que lleva inevitablemente a la subida desorbitada de los precios. El colegio de farmacéuticos en el Estado español ha denunciado en un comunicado “las prácticas de especulación” que están provocando esta subida de precios tanto de mascarillas como de geles hidroalcohólicos o guantes.
Esta situación contrasta y mucho con la solidaridad y la generosidad que están demostrando los y las trabajadoras haciendo donaciones y trabajando incansablemente a cambio de nada para ayudar a los profesionales sanitarios a protegerse y al resto de la sociedad. Demostrando que los intereses de la clase obrera, que se basan en la solidaridad y la ayuda mutua, distan mucho de los de la codicia del capital y las potencias imperialistas y hoy con los actos de unos y otros podemos comprobarlo de primera mano.
Las cifras son insoportables. De momento ya llevamos 1,9 millones de afectados en todo el mundo y 120.000 muertos y seguimos sumando, no se sabe aún hasta cuánto. Datos terroríficos que suponen un desastre de vidas destruidas a lo largo y ancho del planeta, y lo peor puede estar aún por llegar.
De sus ganancias no pueden depender nuestras vidas
Son las grandes patronales, el capital financiero, las potencias imperialistas y los gobiernos de turno que las sustentan, las que quieren hacer recaer como siempre las consecuencias de la crisis del covid-19 sobre la clase obrera y los sectores populares. Ellos permiten nuestras muertes para mantener sus beneficios empresariales, mantienen la producción no esencial aunque esto vaya a costar vidas, mantienen a Inditex fabricando ropa en lugar de ponerla a producir materiales a gran escala de protección para los sanitarios y el resto de la sociedad. Su objetivo es proteger sus ganancias a costa de nuestras vidas, por eso se ha levantado el confinamiento a millones de trabajadores sin garantizar las medidas de protección necesarias. Nuevamente se salvaguarda a las grandes patronales a costa de las vidas y la miseria de los trabajadores y trabajadoras.
Por otro lado, el coronavirus ha llegado a los países semicoloniales. Según los últimos datos obtenidos, de momento las cifras no alcanzan lo desorbitado de las potencias imperialistas. En Brasil por ejemplo las últimas cifras hablan de 23.723 afectados y 1355 muertos. En África los países más afectados son Argelia 1.983 casos y 313 muertes, Egipto con 2190 afectados y 164 muertos y Sudáfrica con 2.272 contagio y 27 muertes. Pero este es sólo el comienzo de cómo se va diseminando la pandemia en los países semicoloniales. Algo que ya hemos aprendido es que estas cifras pueden subir exponencialmente de forma muy rápida. Una situación terrible que puede hacer estragos en estos lugares del mundo, con sistemas sanitarios mucho más débiles y con situaciones en la población de pobreza y desabastecimiento muy brutales.
En primera línea de fuego en el Estado español tenemos a los trabajadores de la sanidad a los que se han mantenido desprotegidos: 26.672 contagiados al momento de escribir este artículo. Una cifra espeluznante para los que nos están cuidando, los que tienen que sanarnos, a los que el estado no garantiza su seguridad. De los que hoy tenemos que llorar la muerte de 31 de nuestros compañeros, 31 trabajadores sanitarios con sus nombres y apellidos con sus familias, con sus vivencias, dejando atrás todo lo que ayer tenían. Mientras vemos como sus políticas siguen arruinando nuestras vidas y garantizando las ganancias y beneficios de los poderosos.
No podemos esperar que sean aquellos que ya han demostrado que ponen en riesgo nuestras vidas para garantizar sus beneficios los que solventen el problema de la forma más segura para la mayoría de la sociedad. No van a ser ellos los que se “aprieten el cinturón” en esta crisis para salvar las vidas de los y las trabajadoras y el pueblo. Ni dentro de sus fronteras nacionales ni muchísimo menos en aquellas zonas del mundo más pobres donde las necesidades se hacen mucho más violentas.
Para luchar contra esta pandemia, tanto “en casa”, como en el resto del mundo, es necesario situar la vida en el centro y para ello hay que reconvertir y poner a producir las industrias para que se pongan a pleno rendimiento a fabricar medios de protección, medicinas, test para el diagnóstico, materiales tan necesarios como respiradores, etc. Estamos ante una necesidad imperiosa de nacionalizar las industrias bajo control de los y las trabajadoras. Nosotros somos los que tenemos pleno interés en resolver esta crisis con el menor número de afectados posibles, salvando el mayor número de vidas, nuestras vidas. Porque hoy somos los que estamos poniendo sobre la mesa los muertos.
Nosotros, la clase obrera y los sectores populares, no tenemos intereses económicos en ello, y por esto somos los únicos capaces de llevar adelante este proceso. Para llevar a cabo tanto la producción como el reparto de todos los medios necesarios, en aquellas zonas del mundo donde más se necesite sin intereses económicos ni fronteras de por medio.