Los acontecimientos de los últimos días, el fondo del barrio, los pibes en moto, me llevaron a escribir esta reflexión.
Jueves 26 de marzo de 2020 15:36
Ayer alrededor de las 22h pasaba por la cuadra de casa una camioneta de prefectura, se escuchaba muy fuerte el ruido de su sirena.
En el barrio donde vivo desde que nací, viven familias obreras en su mayoría, jóvenes que trabajan en fabricas, jubilados que cobran la mínima y con eso sobreviven (o tratan de hacerlo), madres y padres de familia, trabajadoras de la salud y muchos, pero muchos pibes como yo.
Algunos tenemos la posibilidad de estudiar y trabajar. En gran mayoría lo hacemos de manera superprecarizada. Otros solo se tienen que conformar con changas y así ir viviendo el día a día.
En el medio se desata la gran crisis sanitaria generada por el COVID-19. Quienes están en mi situación comprenderán más que nadie, la incertidumbre que esto genera; no saber qué va a pasar con nuestros laburos, de no tener idea cómo vamos a hacer la semana que viene para comer.
Ahora el gobierno informa de un bono de $10.000 para monotributistas y trabajadores "informales", ¿quién nos asegura a los trabajadores que estamos en negro la remuneración de los días no trabajados? ¿Cómo hacemos los que alquilamos?
No soy a la única a la que le da bronca esta situación. El Estado considera que con ese monto, que está muy por debajo de lo que necesita cualquier familia para vivir, vamos a recuperar los días perdidos.
Hoy por la mañana el municipio anunció nuevas restricciones en cuanto a la circulación de personas. Cierran los accesos a la ciudad y los únicos que quedan habilitados tendrán retenes y controles policiales para garantizar que no circule nadie.
Esas mismas fuerzas represivas que están en las calles, las que han detenido y demorado a miles de personas en todo el país. A algún que otro que andaba dando vueltas pero sobre todos a aquellos trabajadores en negro que no pueden decidir sin costo alguno el quedarse aislado, mujeres que cuidan a gente enferma y personas en situación de calle, son solo algunos ejemplos.
Creer que es necesario que las fuerzas estén en la calle para garantizar que nadie salga es parte de legitimar a estas fuerzas. Los mismos que cometieron y fueron cómplices del genocidio de ayer, hoy son lo que se meten en los barrios, el gobierno y los grandes medios de comunicación nos quieren hacer creer que son "los que nos cuidan".
Se me oprime el pecho de solo pensar que hace 44 años las mismas fuerzas se llevaron la vida de 30.000 compañeros detenidos y desaparecidos, aún más de 300 personas siguen expropiados sin conocer su identidad.
Estas fechas me hacen repensar el rol de un Estado que hace más de 40 años aplastó a toda una generación que protagonizó una seguidilla de levantamientos, huelgas heroicas, toma de fábricas con rehenes, enfrentamientos violentos con la fuerza del régimen, la persecución fascista de la triple A y de los gansters de la burocracia sindical. Todas experiencias de lucha y organización de la clase obrera, como lo fue el Cordobazo en el año 1969.
Durante todo este período el nacionalismo burgués llevaba adelante su plan bajo el discurso de fortalecer al Estado capitalista como instrumento para enfrentar al imperialismo. Los juicios a genocidas durante la última década también fueron parte del operativo de relegitimación del régimen democrático.
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Hoy intentan relegitimar a las fuerzas con la población, quieren dar vuelta la página, pero si de algo estoy segura es que no podemos permitir que avancen sobre nuestros derechos.
Les pibes y pibas del barrio estamos cansados de ver cómo la policía manda a los pibes a robar y se suman así los casos de gatillo fácil.
En esta crisis sanitaria, el rol del Estado se intensifica, imponiéndonos así que nos quedemos en nuestras casas en contra de nuestra voluntad, sin siquiera garantizar test masivos para toda la población. No tiene en cuenta que muchos tenemos que laburar para llevar la comida a casa.
Por lo tanto, nuestro rol podría ser mucho más importante si se tomaran las medidas básicas de prevención, si se invirtiera en salud, y llegarán al barrio camas, medicamentos a las salitas, barbijos, alcohol en gel , alimentos, etc, nosotros mismos podíamos ayudar a que a cada familia le lleguen las cosas necesarias para vivir, no necesitamos a las fuerzas, la organización nuestra clase es la que realmente puede garantizar que salgamos de esta crisis , en combinación de las medidas sanitarias que correspondan, por ejemplo los testeos masivos, podemos cumplir un rol esencial , como lo demostramos a lo largo de la historia.
Son muchos los ejemplos de solidaridad de trabajadores que se vienen expresando en el país pero insuficientes si no existen medidas de fondo.
Se escuchan silbidos desde el patio de casa y mi abuela por WhatsApp me dice que pone a disposición su máquina de coser para hacer barbijos. La solidaridad no tiene edades ni fronteras.
Las ciudades de Campana y Zárate se encuentran rodeadas de fábricas, químicas, siderúrgicas y puertos que bajo el control de sus trabajadores podrían producir respiradores y lo indispensable para salir de la crisis sanitaria.
Salidas hay, pero la autoorganización de los trabajadores al Estado no le conviene.
En este sentido, debemos aferrarnos a lo mejor de la generación de los 70 para pelear por una vida que merezca ser vivida, la lucha por instaurar un nuevo orden tiene que ser en esa perspectiva.
Este sistema, no tiene más para darnos que misera, explotación , hambre y opresión.
Finalmente, llegó a la conclusión que hoy más que nunca nos tenemos que organizar.
Por eso me organizo en la juventud del PTS y llamamos a todes les jóvenes a organizarse para enfrentar esta pandemia y cuando quieran desplegar la crisis sobre nuestras espaldas estar preparados. Es lo mínimo que podemos hacer hoy para mantener en alto la bandera de aquellos que lucharon para cambiar la sociedad de raíz.