Europa se ve afectada por una ola de nuevos contagios de coronavirus. 2021 empieza con la dinámica del 2020: falta de recursos sanitarios, desorganización y vuelta a las restricciones sociales y al control policial. Mientras tanto, la esperada vacuna no se está aplicando a los ritmos esperados. Cambiamos de año, pero la gestión capitalista de la pandemia es la misma.
Jaime Castán @JaimeCastanCRT
Miércoles 6 de enero de 2021
Al final del verano vivimos en el Estado español una segunda ola de coronavirus, con un repute de casos de contagio que dejó en muchas regiones como Aragón, Andalucía o Asturias más muertes que en la primera ola de marzo. Mientras tanto, el resto de países europeos habían estabilizado la situación, pero la dinámica cambió drásticamente en el mes de diciembre, con la extensión de la segunda ola a muchos países. Con epicentro en Reino Unido, agravado por la nueva y más contagiosa cepa, las cifras de contagio y muertes han alcanzado máximos estadísticos.
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Una de las noticias más importantes de estos días han sido las nuevas medidas de confinamiento domiciliario aplicadas en Reino Unido. Boris Johnson ha implementado en Inglaterra una nueva etapa de confinamiento que se extenderá al menos hasta el 15 de febrero, con el cierre de colegios incluido. Del mismo modo, Escocia quedará sumida en un confinamiento prácticamente total durante todo enero. Para hacernos una idea de la dimensión de esta segunda ola en el territorio británico, se habla de un número de hospitalizados por covid-19 un 40% más alto que en el pico de la primera ola de abril y la nueva cepa es un 50-70 % más contagiosa.
En cambio, en el Estado español, entrado el mes de diciembre se había logrado contener en parte la segunda ola, que había llegado antes, mientras comenzaba a golpear en otros países. Así las distintas comunidades autónomas rebajaron las restricciones de cara a la campaña comercial navideña y los días de festividad. Sin embargo, ya en 2021 y tras las navidades, el repute de casos y fallecimientos que se están registrando señalan la llegada de una tercera ola que coincide con la plena segunda ola en el resto de Europa.
Del 10 al 21 de diciembre se pasó de 189 casos por 100.000 habitantes a 280, que ya indicaba el repunte y desde entonces los contagios se han disparado hasta los niveles de la segunda ola de septiembre y octubre. El 31 de diciembre se registraron 18.047 nuevos casos. En la primera ola de marzo a mayo los casos no superaron los 10.000 diarios, en buena medida debido a que se diagnosticaban menos casos, como refleja el hecho de que la ocupación de camas es menor que ahora que entonces. Pero, aun así, el aumento de los contagios está disparando las alarmas.
Teniendo en cuenta además que, durante los festivos navideños y de fin de año, el número de pruebas realizadas fue menor, lo que hace que las últimas estadísticas estén distorsionadas. Estos días van apareciendo nuevos datos, pero la realización de menos pruebas en esa semana del 24 al 30 va a hacer que no se dispongan de datos más fiables hasta el jueves 21 de enero, cuando pueda volverse a calcular la incidencia a 14 días sin la distorsión que introducen los festivos fuera del fin de semana.
Nuevas restricciones y confinamientos
Aparte de las drásticas medidas que se han tomado en Reino Unido ante el descontrol de la pandemia, son muchos los países que están aplicando restricciones, sobre todo por la falta de información real de la dimensión de los contagios por las festividades. Portugal que volvió al “estado de emergencia”, notificaba este marte 90 fallecidos por covid-19, la cifra más alta en tres semanas, en una jornada en la que también sumó casi 5.000 contagios y el número de hospitalizados volvió a crecer. Francia por su parte está registrando días con más de 10.000 nuevos contagios y el gobierno de Macron adelantó tras las navidades el toque de queda en quince departamentos, por el momento, comenzando en lugar de a las 20.00 horas a las 18.00, hasta las 6.00 de la madrugada.
En el Estado español las comunidades autónomas anunciaron tras el 31 de diciembre nuevas restricciones a las actividades sociales y comerciales. Se mantienen las limitaciones perimetrales de entrada y salida de las comunidades, aunque con excepciones de movilidad para ver a allegados por el día de Reyes, salvo en territorios como Aragón que no hará excepción, donde de hecho se ha vuelto estos días al nivel de alerta 3, la fase más elevada de intervención sanitaria regulada en la normativa autonómica.
En Catalunya se anunció este lunes que desde el 7 de enero se aplicará un cierre municipal durante al menos 10 días. Andalucía estableció el fin de semana el cierre perimetral de los ocho municipios integrados en las dos áreas sanitarias del Campo de Gibraltar, mientras el Peñón decretaba el confinamiento general de su población por un periodo de catorce días. La Comunidad de Madrid continúa con los confinamientos por zonas básicas de salud y un total de 18 zonas y cinco municipios tienen prohibida la entrada y la salida de ellas salvo por causas justificadas a partir de este lunes. Extremadura estableció el cierre perimetral de cuatro localidades.
También se mantienen o aumentan las restricciones a las reuniones sociales, así como a las actividades comerciales y los horarios de toque de queda, muchas de aplicación también a partir del 7 de enero. Reuniones de máximo seis personas no convivientes (cuatro en el caso de Ceuta y Melilla, o en La Rioja), adelanto de cierres de comercios y reducciones de aforo son algunas de las medidas que se están tomando en las distintas regiones. La hostelería continua con aforos del 30% y se restringen horarios, en Aragón cierra a las 20.00 horas, a las 18.00 en Baleares (que es una de las regiones con más incidencia de contagios), 17.00 en la Comunitat valenciana o el horario de 7:30 a 9:30 y de 13 a 15 horas en Catalunya. Extremadura cerrará la hostelería, comercio y ocio en municipios de más de 5.000 habitantes y con una incidencia superior a 500 casos por 100.000, que afecta a 16 municipios de la región, entre ellos Cáceres y Badajoz.
La sombra del confinamiento domiciliario sigue presente y no se descarta, como veíamos que está aplicando Reino Unido, y de hecho la comunidad de Castilla y León volverá a pedir al Gobierno autorización para realizarlo. La comunidad ha pedido en varias ocasiones la herramienta legal para poder aplicar la medida y ya está reforzando también las restricciones, como en Segovia, donde se baraja el cierre de centros comerciales o del consumo en el interior de la hostelería. Ávila, Salamanca o la propia Segovia son de las ciudades donde más está incidiendo la tercera ola.
Año nuevo, pero la misma lamentable gestión
Sin que la esperada vacuna contra el covid-19 haya todavía solucionado la situación y ante nuevas incertidumbres como la cepa británica, los gobiernos capitalistas europeos continúan recurriendo a las restricciones y al control social y policial para controlar la pandemia que, de nuevo, se ha disparado. Restricciones que tienen su contracara en la crisis económica que hasta el momento ha sido paliada con la inyección de dinero público a las empresas para tratar de contener la crisis; sin embargo, los desempleados se cuentan por cientos de miles. Las grandes empresas aprovechan la ocasión para hacer restructuraciones y despidos, mientras muchas pequeñas bajan la persiana arruinadas.
Tras casi un año de pandemia el capitalismo sigue con la falsa elección de elegir entre la economía o la vida, sin garantizar ninguna de las dos, salvo los beneficios milmillonarios de los grandes capitalistas. Según datos de la revista Bloomberg, las 50 personas más ricas del mundo han visto crecer 640.000 millones de euros. Mientras tanto en el Estado español la cifra de desempleo ha aumentado en 724.532 personas en 2020 llegando hasta los casi cuatro millones de parados; otros miles de personas llevan meses sin ingresos esperando los pagos atrasados de los ERTEs. A pesar de esto, de los 140.000 millones de fondos europeos de ayudas, la mayor parte va a parar a las grandes empresas del IBEX35, que además se traduce en una hipoteca con la banca que va a ser pagada a base de recortes sociales y ajustes.
Por mucho que el gobierno “progresista” haya tratado de justificarse diciendo que en esta crisis nadie puede quedar atrás, es la clase obrera y los sectores populares quienes, de nuevo, están asumiendo las consecuencias de la crisis sanitaria y social. Al tiempo que las clases medias y la pequeña burguesía empobrecidas se radicalizan, siendo un caldo de cultivo importante para el discurso de la extrema derecha y de partidos como Vox. Y mientras buena parte de la “izquierda” y las grandes centrales sindicales se encuentran desaparecidas de escena apoyando al Gobierno.
Porque más allá de que se reivindiquen progresistas o no, los gobiernos europeos capitalistas están aplicando las mismas políticas neoliberales de represión social y salvataje de los grandes capitales. Tras décadas de haber precarizado, privatizado y recortado la sanidad pública, las medidas autoritarias de confinamiento ni siquiera han ido acompañas del necesario reforzamiento sanitario. Los sistemas de salud siguen constantemente acercándose al borde del colapso y, a pesar de que las vacunas han sido elaboradas a contrarreloj, no se han dispuesto los medios para aplicarlas de forma sistemática, como se está viendo con los lentos ritmos en países como Francia o en el propio Estado español: el proceso de vacunación es la crónica de un caos anunciado.
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Todavía no se han implementado medidas como la centralización de todos los recursos sanitarios incluidos los de la sanidad privada, sino que lejos de intervenir este sector que hace negocio con la salud se le compran servicios con sobrecostes para el Estado. Sin ir más lejos, Ayuso en Madrid ya está haciendo negocio con la aplicación de las vacunas y ante la falta de medios y personal la ministra de Defensa, Margarita Robles, ofrece la ayuda del Ejército. Cualquier cosa menos un proyecto consistente de sanidad pública a la altura de las circunstancias y cuestionando los intereses privados que haya que cuestionar.
Los breves momentos de estabilización de la pandemia conseguidos a base de confinamientos no han servido para reforzar la sanidad, los transportes públicos o el sistema educativo. No ha habido aumentos sustanciales del presupuesto que la situación exige para mejorar las infraestructuras y realizar contrataciones masivas de personal, sólo chapuzas de costes desorbitados como el Hospital Isabel Zendal de Ayuso. Hemos visto incluso como en plena pandemia se seguían externalizando y recortando servicios públicos y de la sanidad.
Tampoco han servido estos meses para reestructurar y reconvertir la economía, sino que en cuanto los contagios remitían, se ha tratado de retomar las actividades que exige una economía capitalista que se sustenta en un consumismo descontrolado que no puede detenerse. Por eso la vacuna se vuelve tan importante para los gobiernos capitalistas europeos, pero desde luego no es la panacea. De lo que no hay duda es de que la privatización de las patentes ya está suponiendo un enorme negocio para las farmacéuticas.