Luego del intento de cierre de Cresta Roja, fallido por la presión que ejercieron los trabajadores de la planta quedan algunas dudas sobre el destino del conflicto, el cual revela un completo chantaje patronal que juega al interior de las internas del peronismo.
Viernes 24 de octubre de 2014
Durante el 2014, el grupo Rasic tuvo reuniones con el gobernador de la provincia de Buenos Aires para negociar una solución por la “preocupante” situación de sus finanzas. Karina Rasic (hija de Milenko) alegó un supuesto pasivo de 1.200 millones de pesos y denunció públicamente que “los buitres quieren hundir a la compañía”. Posterior a una reunión con el gobernador de la provincia se enojó con Clarín, que ni lento ni perezoso, tomó la noticia para caldear la interna entre Scioli y Cristina en su afán de golpear al oficialismo. Al grupo Rasic le preocupa su relación con el gobierno porque esta “década ganada” le dio enormes ganancias y le conviene mantener una relación utilitaria con este.
En medio de la disputa y ante algunos ninguneos, la patronal recurrió a burdas maniobras, como la amenaza de cierre de su planta, para exigir subsidios por un lado, y dar un golpe a los trabajadores que vienen reclamando mejores condiciones laborales. Contradictoriamente a todos los datos de alta producción y exportación, el Croata Milenko pide “colaboración” a sus trabajadores, exige horas extras que no paga y culpa de todos sus supuestos males económicos a la comisión interna. Típico accionar de un patrón de estancia que busca la sumisión de sus obreros con el verso de la “Gran Familia” para pedir más para luego atacar duro. Seguir con esta línea significa que el Grupo Rasic está en condiciones de preparar otro ataque contra los trabajadores, como vimos anteriormente en otra industria de la alimentacion de la zona sur, Calsa, donde la empresa amenazo con despedir a 60, para tener que reincorporar a mas de 40 luego de meses de paro y acampe en la planta, lo cual evidenció que la empresa quería lograr el disciplinamiento y flexibilización de los trabajadores.
Milenko Rasik, juega, además, con la pujas al interior del peronismo reuniéndose con Scioli para luego arrepentirse de las declaraciones que publica Clarín porque enturbiaría su relación con el gobierno, (Matías Longoni, periodista de ese medio a través de un Twitter dijo que Karina Milenko se enojó por la noticia publicada en su diario pidiendo que no se difunda mas el caso).
Frente a esto Scioli sacó a la luz un rasgo “presidenciable” con su sobreactuado perfil de “mediador” (entre las alas K y más conservadoras del PJ) y utilizó al ministerio de trabajo de la provincia para intentar venderle a los trabajadores el deseado logro de que se resuelva el conflicto. El ministerio es visto con desconfianza por los trabajadores frente a los ataques de la empresa ya que al día de hoy el conflicto no está resuelto del todo, solo una extensión de la conciliación obligatoria hasta el miércoles próximo. Hoy Cresta Roja está produciendo, la familia Milenko quiere tranquilizar la planta por la enorme respuesta de los trabajadores que concentraron en los portones frente a la amenaza de cierre, pero ahora las amenazas consisten en querer despedir a los más de 200 operarios que están por parte de ART.
Milenko Rasic sabe muy bien que es él mismo quien debe mover las piezas en el tablero, atacando a sus trabajadores en principio, para amasar más ganancias extraordinarias y garantizar condiciones aun más rentables de cara a un 2015 donde ve algunas incertidumbres. Así es que asume una visión política en sus desafíos planteando que "Frente a un proceso electoral siempre hay una distorsión...somos nosotros quienes tenemos que asumir la responsabilidad y el desafío" (entrevista en revista Cátedra). Parece que frente que ante esto, se quedó con la misma opción que tomó la empresa Lear, que iluminada por la luz verde del gobierno recurrió a aplicar despidos y persecuciones a sus trabajadores, quienes aun se encuentran en una dura resistencia junto a la Izquierda.
En Cresta Roja se mantienen paupérrimas condiciones laborales, sectores de la planta que son una versión terrorífica de tiempos modernos, donde se descargan más de 30 camiones por turno con 11.000 pollos cada uno, colgando vivas a las aves con la velocidad del segundo, trabajo repetitivos que causan a los trabajadores tendinitis, hernia de disco, picotadas y rasguños de las aves. La constante presión e impotencia, hacen que algunos, según confesaron a LID descarguen su ira y stress despedazando el pollo con sus propias manos. “Yo quise ser ingeniero industrial, pero tuve que trabajar y ahora con suerte me mantengo unas pocas horas despiertos cuando llego a casa, este trabajo te liquida”. Muchos asumen que el día a día es una lenta (o a veces brusca) marcha a la ART, la cual muchas veces desconoce sus enfermedades. “Si me echan de acá ¿a dónde voy a trabajar? Estoy roto, ya no sirvo” nos comenta uno de los más jóvenes mientras revela remangando su buzo unas delgadas muñecas rajadas por cicatrices de intervenciones quirúrgicas.
Muchas características asimilan el conflicto de Cresta Roja con el de la autopartista Lear, una patronal con enormes ganancias, una explicación pública de crisis económica que en la realidad no es tal, se culpa a los trabajadores entorpecer el proceso productivo por reclamar cosas elementales, justo en el tiempo de que "las avícolas tuvieron su década ganada" como le gusta remarcar a la ministra de producción Débora Giorgi. De fondo se esconde un plan para flexibilizar aún más las condiciones laborales e intentar disciplinar a la comisión interna.
El “efecto Lear” no solo popularizó un debate y una preocupación alrededor de las suspensiones y los despidos producto de ataques arbitrarios, sino que también mostró una predisposición a dar pelea por parte de una nueva generación obrera contra la desidia de las conducciones sindicales peronistas. Hay un cambio de etapa en las luchas reivindicativas del movimiento obrero, en la cual ahora se plantea enfrentar este tipo de ataques preventivos de parte de las empresas y, a los trabajadores que vienen con peleas reivindicativas de "bajo relieve" que implicaron una suerte de gimnasia sindical ahora se les plantea tener que tomar como ejemplo a los obreros de Lear y MadiGraf (ex Donnelley).