El viernes se realizaron los alegatos en el segundo juicio por el asesinato de Julián Antillanca. Conmovedores testimonios de los padres del joven asesinado en 2010 por la policía chubutense.
Domingo 5 de julio de 2015
César Antillanca, padre de Julián, durante la audiencia de alegatos
El viernes, desde las nueve y media de la mañana y hasta pasadas las dieciocho horas, se llevó a cabo en el sexto piso de Tribunales la audiencia de alegatos en el segundo juicio por el crimen de Julián Antillanca, donde están siendo juzgados cinco policías de la Comisaría Cuarta de Trelew. A lo largo de toda la extensa jornada se hicieron presentes en el lugar para acompañar a la familia de Julián más de doscientas personas, entre las que se encontraban distintas organizaciones sociales, políticas y estudiantiles.
La fiscal Mirta del Valle Moreno abrió la ronda de alegatos mediante la cual cada uno de los abogados expone ante el Tribunal, en este caso integrado por los jueces Darío Arguiano, Marcelo Nieto Di Biase y Adrián Barrios, los argumentos para convencer al mismo de las razones por las cuales están ahí. Obviamente, en el caso de la fiscal Moreno se trató de probar que su investigación en el caso conduce a la condena de los acusados. Su exposición se centró en la reconstrucción de las últimas horas de vida de Julián y las pruebas que involucran a los imputados. Abrió planteando que intentará responder a la doble pregunta: ¿Cómo murió y quién lo mató?
Durante más de una hora y media expuso con detenimiento los distintos caminos que conducen a los autores del crimen. Para ello fue clave en primera instancia la declaración de los amigos que estuvieron la última noche con Julián, pero en particular los testimonios de Daiana Monsalves que relató cuando vio a cuatro policías, tres de ellos hombres que le pegaban, y una mujer que controlaba que nadie se acerque mientras todo esto transcurría en la rotonda 5 de Octubre. La otra testigo clave en el juicio fue Jorgelina Domínguez, quien vio cómo arrojaban el cuerpo del joven desde un patrullero policial en la calle Patagonia, a escasos metros de su intersección con Rivadavia. Ella fue quien identificó a Martín Solís como el policía que iba en el asiento de acompañante del susodicho patrullero.
En lo que se refiere a las pruebas científicas se detuvo en tres testimonios. Comenzó por el perito forense Diego Rodríguez Jacob, a quien en un primer momento se indicó como el responsable de la versión de que Julián había muerto por coma etílico, cuestión que el médico negó. Jacob fue quien le realizó la primera autopsia al cuerpo de Antillanca, aunque no supo determinar las causas de su deceso y descartó que el mismo se deba a violencia física ejercida contra su humanidad. Sin embargo, Herminio González, forense encargado de la segunda autopsia, fue contunden al afirmar que Julián fue asesinado ya que fue sometido a múltiples golpes vitales, es decir mientras estaba con vida, lo que derivó en su muerte. La fiscal señaló que esta prueba científica coincide con el testimonio de Daiana en la Rotonda 5 de Octubre.
Fiscal Mirta del Valle Moreno
Moreno señaló que a partir de la descripción que realiza Jorgelina sobre las características del patrullero se procedió a la búsqueda del mismo. De treinta y nueve vehículos solo el móvil 234 coincide con los datos aportados. Por lo cual se procede a su secuestro para tomar muestras que sean analizadas científicamente. El perito bioquímico Daniel Corach encuentra rastros de ADN en las mismas: para la muestra de cromosoma autosómico, que es el que determina el origen bipariental, se encontraron nueve de dieciséis marcadores coincidentes con el perfil de la víctima, y para el caso del cromosoma “Y” que señala el linaje, la coincidencia fue prácticamente absoluta. Ello llevó al perito a señalar que “el perfil genético identificatorio podría con cierta razonabilidad corresponder al de la víctima”. Otra vez la fiscal relacionó el testimonio de una testigo, en este caso Jorgelina, con pruebas científicas: el registro de ADN en el automóvil. Durante esta parte de la exposición, y ante la fuerza de los argumentos, se pudo observar el rostro de Pablo Morales, conductor del móvil 234 aquella madrugada, víctima de un mar de nervios.
Finalizó su alegato Moreno planteándole al Tribunal como autores materiales y responsables del asesinato de Julián Antillanca a Martín Solís, Jorge Abraham, Laura Córdoba y Pablo Morales del delito de homicidio calificado ejerciendo sus funciones en calidad de funcionarios públicos. Al comisario Carlos Sandoval, a cargo de la Comisaría Cuarta en aquel entonces, lo responsabilizó del delito de encubrimiento agravado en concurso real por incumplimiento de los deberes de funcionario público.
Luego de un cuarto intermedio, procedió Verónica Heredia, a cargo de la Querella, quien centró su exposición durante aproximadamente cincuenta minutos en el contexto político y jurídico en que se desarrollaron los hechos. Comenzó adhiriendo a la exposición y solicitud de pena de la Fiscal. Luego se enfocó en el accionar policial en la causa desde el punto de vista técnico-legal y, fundamentalmente, como ya dijimos, político.
Heredia puso énfasis en la impunidad con que el aparato represivo del Estado desempeña sus funciones en el país y en particular en nuestra provincia. Denunció el entramado de complicidades que involucra a toda la institución como así también al Poder Judicial que lo legitima con sus fallos. Al respecto, uno de los ejemplos que utilizó fue que veintiséis policías declararon a lo largo del juicio sin recordar nada de lo sucedido en la noche en que matan a Julián y los días posteriores. Marcó que un “policía dijo treinta y ocho veces no me acuerdo”. Recordó cuando el policía Carballo testimonió respecto a las razones por las cuales los locales bailables precisan de personal adicional de seguridad. En la ocasión Carballo señaló que al lado del boliche KU se encontraba Místico y que se dividían los mismos según “clases sociales, los chetos que escuchan dance y tecno al primero y los negros que escuchan cumbia al segundo”. Heredia denunció que “en realidad esconde en esta descripción la razón de la violencia policía: la discriminación, la desigualdad, el control policial a las clases a las que debe controlar”. También señaló que a lo largo del juicio fue el propio personal policial el que reconoció en sus distintas intervenciones la violencia a las garantías mínimas que tiene cualquier ciudadano, como por ejemplo la detención de menores de edad.
Obviamente toda esta situación, denunció Heredia, estuvo presente no solo en el asesinato de Julián, sino en el propio juicio. Julián, al igual que sus amigos, pertenecía a las barriadas populares, aquellos que más sufren el hostigamiento policial. Al respectó también señaló qué distinto juzga la Defensa los “no me acuerdo” de los amigos de Julián la noche que salieron a bailar de los “no me acuerdo” de toda la institución policial. Los primeros son sospechosos, los segundos naturales. Sobre el final se mostró indignada con los dichos de Pablo Morales, que en la última audiencia dirigiéndose a César Antillanca le dijo que “él sabía que están injustamente acusados”.
El infinito dolor de sus padres
El próximo turno fue el más emocionante de las diecisiete jornadas de juicio que llevamos. Nos referimos a las palabras finales de Sandra Tolosa y César Antillanca, padres de Julián. El temblor en el pulso y el lagrimeo de nuestros ojos al transcribir las palabras de Sandra veinticuatro horas después de su pronunciación se mantienen intactos. Por lo que no haremos más que transcribirlas, el lector sabrá entender:
“A pesar de que mí hijo fue asesinado cobardemente, yo no vengo a buscar venganza, vengo a buscar justicia. No solo por mi hija Ayelén, sino por mi hijo Diego, que a partir del asesinato de Julián se le llenó el corazón de dolor y de tristeza. Diego tenía solo cuatro años y estuvo casi tres años sin reírse. Diego era un niño triste. Yo vengo acá con el amor que les tengo a mis hijos, porque pienso que el único amor verdadero que queda en este mundo es el amor de los padres con los hijos. Nada lo puede romper, nadie se puede meter, ni siquiera la distancia y ni siquiera una muerte. Ellos hablan de condena social, nosotros tenemos una condena para toda la vida. El vacío que nos dejó Julián a la familia, a los amigos, el dolor y hasta la amargura que nos dejó, el vacío... Lo único que quiero es justicia. Mí hijo fue asesinado brutalmente, cobardemente por la policía. Mi hijo salió a divertirse con sus amigos y me lo trajeron en una bolsa. Hasta había un grupo de veinte chicos que se juntaban en mí casa, de amigos, que a partir del asesinato de Julián se separaron. Se separaron por el dolor y el vacío que les dejó Julián en su corazón”.
Luego vino la conmovedora exposición de César, el padre de Julián Antillanca, durante la audiencia, reflejada en este video.
Sandra Tolosa, madre de Julián Antillanca
Exposición de la Defensa
Luego de un cuarto intermedio procedió durante más de dos horas a realizar su alegato la Defensa, a cargo de Fabián Gabalachis y Gustavo Castro. La estrategia fue dividirse la exposición en el intento por desacreditar las pruebas aportadas por la acusación: Gabalachis se encargó en lo que se refiere a deslindar responsabilidades de los cinco policías sentados en el banquillo de los acusados, y Castro apuntó a las pruebas científicas. Comenzaron planteando que no hay pruebas suficientes para condenar a los policías.
Gabalachis centró su estrategia en la puntillosidad de las horas y minutos en que habrían ocurrido los hechos, en particular sobre el accionar de sus defendidos aquella madrugada. Para ello tomó como eje de su argumentación el cruce de llamadas desde celulares registrado por el sistema Viac, que suele utilizarse cuando se precisa tomar nota de llamadas telefónicas o mensajes de textos. Comenzó la intervención centrándose en las actividades que habría realizado esa madrugada Pablo Morales, uno de los más comprometidos a partir de las pruebas recabadas. Para ello partió de la declaración que realizó Jorgelina Domínguez en rueda de prensa en el año 2010, donde dice que entre las 6: 20 y 6:30 de la mañana vio que arrojan el cuerpo de Julián del patrullero. Gabalachis dijo que el móvil 234 entre las 6:03 y las 6:45 se encontraba en el Comando Radioeléctrico, según el libro de parte diario de dicha dependencia. Luego el móvil partió conducido por Morales hacia la Comisaría Cuarta, donde llega a las 7:05, agrega que hasta las 7:23 estuvo en dependencia y que a las 7:31 llega al lugar donde se encontraba el cuerpo de Julián. Para ello toma como prueba el libro de parte de la comisaría y el testimonio de la policía Zabala, oficial de guardia de la dependencia, quien a las 7:08 tomó una llamada de Rocío Juncos, vecina que vio el cuerpo de Antillanca tirado en la calle.
Luego se detuvo sobre la situación de Martín Solís, el otro de los acusados más comprometidos. Intentó desacreditar la rueda de reconocimiento en la que Jorgelina señala a Solís como el policía que iba en el asiento acompañante del patrullero que se baja para arrojar el cuerpo junto al chofer, al que no supo divisar. Gabalachis dijo que dicha rueda de reconocimiento no reunió los requisitos mínimos de procedimiento y que fue una suerte de “pesquisa”. Mediante el registro Viac intentó probar que al momento en que Julián habría muerto Solís no se encontraba en el lugar de los hechos. Además señaló que es muy poco creíble la declaración de Jorgelina, ya que si realmente Solís hubiera sido el que arroja el cuerpo, es imposible que fuera tan torpe de no haberla visto, siendo que ella se encontraba a escasos metros.
Intenta probar mediante el registro Viac de llamadas que el resto de los acusados no se encontraban en el lugar de los hechos al momento en que asesinan a Julián. Luego dijo que Jorge Abraham llevó a Laura Córdoba a la Comisaría Cuarta, donde se registra su ingreso a las 6:31, por lo que ambos tampoco habrían estado al momento en que Julián es asesinado. Finalmente deslindó todo tipo de responsabilidad del comisario Carlos Sandoval, planteando sobre el final que si él está sentado acá, “deberían estar sentados muchos más” (sic). Efectivamente, si hay algo que quedó claro a lo largo del juicio es que no están siendo juzgados todos los responsables materiales, intelectuales e incluso políticos del asesinato de Julián Antillanca.
Sobre el final quiso poner un manto de sospecha sobre Lucas Urbano, uno de los testigos del juicio, a quien muchos indican que ese día llevaba consigo un cuchillo con el cual amenazaba con agredir a distintos jóvenes. Sin embargo, en ningún momento se planteó la posibilidad que este hecho tenga relación con el asesinato de Julián, cuestión criticada por Gabalachis. Para ello puso como argumento el extraño hecho de que Lucas haya realizado alrededor de treinta y cinco llamadas en un período corto de minutos. Sin embargo, más adelante, cuando se realizan las contra argumentaciones de las partes dijo que en realidad lo suyo había sido “una invitación al razonamiento” y no una acusación.
Por su parte, Castro apuntó al procedimiento de secuestro del móvil 234, señalando que un precinto no se encontraba en el auto, y que los mismos no estaban firmados. Por lo cual planteó la nulidad de dichas diligencias y, por ende, la nulidad del informe del perito bioquímico Corach, ya que no habría habido garantías que las muestras sobre las que trabajó no estuviesen contaminadas. Finalizada la exposición se pasó a un nuevo cuarto intermedio.
El debate final
Se retomó la audiencia con la contraposición de las partes. Comenzó la fiscal Moreno minimizando el cruce de llamadas, entre otras cosas porque no se prueba quién estaba en posesión de dichos celulares al momento de las llamadas. Aunque su principal intervención giró en torno a la exigencia de precisión sobre los jóvenes que fueron a bailar aquella noche. Sobre el particular señaló que es imposible obtener precisión de minutos en tal situación. En relación al cuestionamiento sobre el secuestro del móvil 234 y las posteriores pericias, se expresó quitándole relevancia a los mismos. Es claro que Julián no tiene hermanos y su padre estaba en Comodoro Rivadavia al momento de su asesinato, por lo que es imposible que las muestras de ADN fueran de otro “Antillanca”. Mientras la fiscal desarrollaba su argumento se encontraba detrás suyo Pedro González, policía que se desempeña como personal de seguridad de Tribunales, pero que participó en el juicio como testigo de la causa. De mínima una situación irregular, ya que este policía tenía acceso a los documentos que leía la fiscal mientras desarrollaba su argumentación.
Verónica Heredia fue breve, pero contundente en su intervención. Señaló que no se pueden reconstruir los hechos a partir de los libros policiales, ya que durante todo el juicio quedó demostrado no solo que se falsifican los mismos, sino también que no son para nada precisos. Respecto de la supuesta torpeza de Solís, Heredia fue clara: “no hay torpeza, hay impunidad” en su accionar. Luego vuelven a intervenir los abogados defensores en el mismo sentido anterior. Cuando el Tribunal le consulta a los acusados si desean decir algunas palabras finales, responden a sugerencia de sus abogados que no.
Desde que comenzó el juicio llevamos el blog En brazos de la de la fiebre roja veinte crónicas informando de todas las audiencias que se desarrollaron. Lo hacemos con la convicción de que la impunidad no se combate solo en los estrados judiciales, sino con la movilización y participación de la comunidad, organizaciones sociales, políticas, de derechos humanos y estudiantiles. Por ello nos pareció imprescindible hacer llegar a los miles que no se podían hacer presentes en Tribunales por distintos motivos, lo que sucedía en el mismo. El lunes se dictará sentencia, según indicaron los jueces. Desde ya, volvemos a convocar a toda la comunidad a acercarse a llevar solidaridad a la familia de Julián para que su crimen no quede impune. Nuevamente, allí estaremos.
Una multitud en el sexto piso de Tribunales apoyando a la familia de Julián