Con casi un tercio del PIB chino, el sector inmobiliario y, si es necesario, el propio Evergrande, recibirán ayuda. También en China hay empresas capitalistas "demasiado grandes para caer".
André Barbieri @AcierAndy
Martes 21 de septiembre de 2021 12:32
La crisis en la empresa de desarrollo inmobiliario Evergrande, la segunda más grande del sector en China, sacudió el mercado financiero mundial. La empresa, cuyo pasivo se estima en 355 mil millones de dólares, informó a los acreedores que no podría cumplir con los pagos de intereses de la deuda vencida el lunes.
En Estados Unidos, el Dow Jones, S&P 500 y Nasdaq cayeron 1,78%, 1,70% y 2,19%, respectivamente. En Europa, el índice Euro Stoxx 50 (zona euro) retrocedió un 2,11%. También cayeron las bolsas de valores de Londres, París, Frankfurt, Brasil y Argentina.
La magnitud de la empresa, el volumen de la deuda y la actitud de espera del Gobierno chino fueron suficientes para generar rumores confusos sobre la posibilidad de un “Lehman Brothers” chino. En septiembre de 2008, el banco estadounidense Lehman Brothers quebró al reconocer la insolvencia de los créditos inmobiliarios, sin recibir rescates de la Reserva Federal (el banco central de Estados Unidos), lo que provocó un efecto dominó de pérdidas en instituciones financieras de todo el mundo.
Esta crisis no es solo una “oportunidad para regular el sector”, como quiere hacer creer una opinión interesada, junto con la propaganda de la burocracia china. Es demasiado pronto para anunciar una versión china de Lehman Brothers, ya que el gobierno chino difícilmente quiera que la crisis llegue a ese nivel.
La crisis de Evergrande es el eco explosivo de una burbuja inmobiliaria que no pudo sostenerse por mucho tiempo en China. Una parte considerable del crecimiento económico chino en los últimos años se ha debido a la inversión pública y privada en el sector inmobiliario, ya que el deterioro de los beneficios sociales, como las viviendas subvencionadas por el Estado durante la era de Mao, tuvo que dar paso a nuevas formas de responder a las necesidades de la población. La tasa de urbanización china ha aumentado ininterrumpidamente desde la década de 1990. Por un lado, oleadas sucesivas de trabajadores migrantes del campo llenaron las ciudades industriales; por otro, más recientemente, a partir de mediados de la década de 2000, la nueva clase media emergente en las grandes ciudades también ha impuesto exigencias a la planificación urbana.
La construcción de viviendas, edificios y complejos habitacionales provocaron un auge en los sectores inmobiliario y de la construcción civil, que ahora representan un componente sustancial del PIB chino (hoy alcanza el 29%). La propia Evergrande, que es propiedad de Xu Jiayin, fundador de la empresa, y Jack Ma, del gigante Alibaba y objeto de la disciplina gubernamental sobre las "grandes tecnológicas", tiene 778 proyectos en marcha en 223 ciudades. Este volumen de negocio es una radiografía del patrón de crecimiento económico de China en el período reciente, y un eventual default de la empresa implicaría la quiebra de varias otras empresas vinculadas al sector inmobiliario en el país.
Dado que el sector inmobiliario está impulsado, entre otras cosas, por ciertos commodities como el mineral de hierro, la crisis de este sector productivo afecta directamente a países como Brasil, que, junto a empresas como Vale, es exportador de esta materia prima a China.
Por lo tanto, este no es un "detalle pasajero". El gobierno busca reducir la carga estatal sobre el financiamiento, y en algunos casos rescate, de determinadas empresas que utilizan dinero público, en un momento en el que intenta contener los efectos de la enorme desigualdad en China, con decenas de millones de desempleados por un lado, y una esa porción de multimillonarios por el otro, que supera en números absolutos a los multimillonarios de los Estados Unidos.
Además, una gran parte de las huelgas de trabajadores en China se concentran en el sector de la construcción, según el China Labour Bulletin. La provincia de Henan superó a la provincia de Guangdong (donde tiene su sede Evergrande) en el número de huelgas en 2021, realizadas precisamente por la construcción civil, en las que los trabajadores no reciben salarios, o los tienen atrasados o en cuotas menores a las estipuladas, en innumerables fraudes contractuales. El temor del gobierno a las huelgas de trabajadores genera preocupaciones sobre los posibles efectos de una quiebra inmobiliaria.
Intelectuales como Elias Jabbour disminuyen artificialmente la preocupación económica que los problemas de Evergrande causan a la burocracia de Xi Jinping, confundiendo este factor real con el evidente interés del gobierno en regular ciertos monopolios en China para garantizar mejor el negocio del capitalismo chino, reduciendo la posibilidad de explosiones sociales derivadas de la desigualdad.
Por otro lado, es difícil para el gobierno chino permitir un “crash” generalizado de las pequeñas y medianas empresas dependientes del sector inmobiliario, solo para “dar una lección” sobre Evergrande. La posición expectante de la burocracia de Beijing tenderá a cambiar si el escenario se vuelve sombrío. Es cierto que Xi, en un momento de acaloradas disputas internacionales con Washington, que acaba de cerrar el acuerdo del submarino nuclear con Australia y el Reino Unido, llamado AUKUS, no puede admitir grandes baches económicos en la economía. Con casi un tercio del PIB chino, el sector inmobiliario y, si es necesario, el propio Evergrande, recibirán ayuda. También en China hay empresas capitalistas "demasiado grandes para caer".
Por eso, Pekín está inmerso en un ejercicio sumamente delicado. El gobierno, que controla el sector bancario, necesita infligir suficiente dolor a Evergrande para demostrar que "se toma en serio" la necesidad de que las empresas inmobiliarias reduzcan sus niveles de deuda y pongan fin a su dependencia de la financiación estatal. Xi no quiere gastar dinero salvando empresas, quiere sectores capitalistas robustos que puedan garantizar sus propios beneficios, y que se disciplinen al Partido Comunista Chino. Pero no puede permitirse el lujo de ir demasiado lejos. El intento de dar una lección no puede convertir a un sector estratégico de la economía en un fantasma moribundo.
No todo está bajo el control de la burocracia de Beijing y surgirán crisis que escapen a los planes de Xi. Veremos cómo lidiará con la que está en curso.
André Barbieri
Nacido en 1988. Licenciado en Ciencia Política (Unicamp), actualmente cursa una maestría en Ciencias Sociales en la Universidad Federal de Río Grande el Norte. Integrante del Movimiento de Trabajadores Revolucionario de Brasil, escribe sobre problemas de política internacional y teoría marxista.