Los pisos de Comodoro Py se convirtieron este miércoles en terreno de combate. El “Partido Judicial”, cuasi-árbitro de la política nacional.

Eduardo Castilla X: @castillaeduardo
Jueves 7 de julio de 2016
Fotografía: Enfoque Rojo
La jornada de este miércoles tuvo su foco en los tribunales ubicados a escasos metros de la estación de Retiro. En una suerte de cadena nacional sostenida en el tiempo, estuvo marcada por el desfile de personalidades, sus comentarios y las denuncias cruzadas. Lázaro Báez, Cristina Fernández, Claudio Bonadio, Margarita Stolbizer y el recientemente “repatriado” Ibar Pérez Corradi fueron los y las protagonistas centrales.
Ese profuso movimiento debe entenderse en el marco de una situación marcada por una economía que aún no logra el ansiado despertar a pesar de haber atravesado el umbral de tan mentado “segundo semestre”.
También debe medirse en el marco de la construcción de consenso alrededor del nuevo gobierno. Si la aguja de la economía se mueve hacia abajo, es necesario agregar una dosis de “circo judicial” que permita compensar y reforzar a los sectores que votaron “contra la corrupción”. Los tribunales devienen entonces escenarios de la política nacional.
El llamado Partido Judicial es un actor central de la obra. Los personajes se presentan como feroces vengadores, en nombre de la moral pública, contra quienes ejercieron el poder político hasta ayer nomás.
Como señaló ayer el periodista Andrés Fidanza “los jueces son medianamente oficialistas hasta que el oficialismo abandona el poder. Un ciclo político se apaga y ahí se aceleran las causas contra los funcionarios salientes”.
La casta judicial actúa como un factor político, inclinando la cancha hacia el interés del gobierno nacional, buscando encontrar el chivo expiatorio de todos los males que sufre la población actual en la anterior gestión y su figura emblemática, Cristina Fernández.
El discurso sobre el “latrocinio más grande de la historia” tiene por función política construir un relato que dé marco y justificación al ajuste en curso.
¿Esa política contra la figuras del kirchnerismo está acordada con el macrismo? La pregunta no está demás. Es el discurso que sostiene la ex presidenta y es de aquello que se defiende el oficialismo actual.
Difícil dar respuesta clara a la pregunta. Nada parece indicar que Macri quiera ver a Cristina Fernández en el mismo lugar que Lázaro Báez. Nada parece indicar tampoco que esté dispuesto a impedirlo.
Más allá de los deseos, está la realidad. Como afirmó hace pocos días un columnista de La Nación, el presidente todavía espera que Daniel Angelici traiga alguna buena nueva desde Tribunales.
No es la única decepción de Macri. El ministro Garavano tampoco tiene mejor suerte. Su pedido de que los jueces paguen el impuesto a las ganancias, reiterado en varias ocasiones, tuvo tanta efectividad como los intentos de Martino de conformar el equipo olímpico de fútbol.
Desorden
Juan Domingo Perón afirmó que “conducir es manejar el desorden”. La frase, por estas horas, debe estar sonando fuerte en los oídos de muchos militantes del kirchnerismo.
El desorden se disparó fuertemente después de que un ex funcionario nacional, responsable de la obra pública, intentara lanzar por arriba de la tapia de un convento, un bolso con varios millones de dólares. Obviamente, la crisis surgió del hecho de haber sido detenido.
Ayer, la “jefa” -como se estila decir en el kirchnerismo- se presentó en los Tribunales Federales de Comodoro Py. Todo parece indicar que, por ahora, sigue lejos de aportar a solucionar el desorden. La conducción le es ajena y así lo hace saber. El domingo por la noche, el primer desencantado fue el periodista Roberto Navarro que se quedó esperando un sí que nunca llegó.
Cristina Fernández “usa” Comodoro Py para recuperar fuerza política y defenderse de la ofensiva que se desarrolla en su contra. Es preciso reconocer que se desempeña en el escenario mucho mejor que muchos de sus rivales. Ya lo mostró, en ese mismo lugar, el pasado 13 de abril cuando habló ante una multitud y lanzó el mentado Frente Ciudadano, “táctica” que hoy pertenece al baúl de los recuerdos.
El kirchnerismo elige librar sus batallas a través de la misma casta judicial que criticó y vapuleó una y mil veces. Allí se hicieron las denuncias contra el juez Bonadio y la diputada Margarita Stolbizer. Si elige esas armas y esos medios es porque no tiene otros a su alcance.
En el terreno parlamentario el FpV sufre una sangría constante. La retirada del Movimiento Evita hace pocos días fue un golpe no menor. Allí, la oposición no reviste una forma más que testimonial.
La “resistencia” en las calles hace ya tiempo ha pasado a retiro. De las primeras plazas masivas en defensa de la Ley de Medios y el “proyecto” se pasó a la nada misma. El frío otoñal -que adelantó el invierno- podría hacer hecho su labor. Pero seguramente la desorientación política hizo mucho más.
Poder Supremo
El llamado Partido Judicial juega hoy una suerte de arbitraje en la política nacional.
Esa casta goza de un carácter privilegiado que tiene mucho para ser envidiada por el resto de los funcionarios públicos: sus cargos son vitalicios; posee ingresos intangibles –privilegio asentado en la misma Constitución- y la capacidad de regular sus propias prebendas. Un ejemplo reciente lo muestra el hecho de que los jueces no pagan Ganancias como resultado de una acordada de la Corte Suprema que solo ella puede rectificar.
Que esa casta goce de tanto poder no puede separarse del pacto que el kirchnerismo sostuvo con ella durante más de una década. Hoy sufre los avatares del “monstruo” con el que convivió durante tanto tiempo.

Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.