×
×
Red Internacional
lid bot

Opinión. Cristina Kirchner: el pragmatismo de la resignación y el mal menor

La vicepresidencia reivindicó la conformación del Frente de Todos. Al mismo tiempo, volvió a avalar el accionar de Sergio Massa, el ministro que aplica el ajuste ordenado por el FMI.

Eduardo Castilla

Eduardo Castilla X: @castillaeduardo

Viernes 19 de mayo de 2023 21:00

“Nunca una decisión, nunca una estrategia, se puede tomar fuera del contexto en el que vos tenés que tomar una decisión. Las decisiones no pueden ser juzgadas cuatro años después o cinco años después, sino en el contexto y en el momento que vos tomaste la decisión”.

En sí misma, la definición de Cristina Kirchner anula el concepto de estrategia. Si cada decisión es producto necesario de las circunstancias, ¿dónde está el objetivo último? ¿Qué distingue a cualquier medio táctico de la estrategia?

El ADN peronista está impregnado del más puro pragmatismo. Se adivina en aquella frase en la que su fundador confesaba abrazar a quienes quería echar a patadas. Se descubre, también, en la reivindicación cristinista del armado político que llevó a Alberto Fernández a la Presidencia de la Nación y a Sergio Massa a su actual cargo de ministro de Economía.

Ese pragmatismo tiene, sin embargo, su raíz social. No actúa en el vacío de las puras decisiones políticas. Se desliza sobre un mar de fondo que estratégicamente trabaja para garantizar el orden capitalista. En ese pragmatismo de clase (burguesa) deben leerse, en parte, las decisiones de la coyuntura.

El peronismo ante el partido judicial

Suspendiendo las elecciones en Tucumán y San Juan, la Corte Suprema intentó delinear cierto orden en la escena política nacional. Orden, lógicamente, afín a la oposición patronal nucleada en la catártica alianza Juntos por el Cambio.

Te puede interesar: La Corte Suprema y el peronismo del ajuste: la difícil tarea de ordenar un país sometido al FMI

El panperonismo oficialista sintió el golpe. Se defendió con acusaciones y duras denuncias. Sumó lo actuado a los causales de juicio político contra el máximo tribunal. Sin embargo, la “guerra” encontró un límite: al final del día, tanto Manzur como Uñac cedieron ante la exigencia judicial.

La afirmación no implica justificar las antidemocráticas estructuras que habitan esas provincias. Solo el Frente de Izquierda intervino en la escena política denunciando mecanismos como el sistema de acoples o la ley de lemas; esquemas fraudulentos que burlan la voluntad popular y la Corte ni siquiera osó mencionar.

Te puede interesar: Bregman: "Se cruzan un fallo de la Corte que es un mensaje político y sistemas electorales totalmente amañados"

En cierto sentido, las mismas limitaciones permean la actuación de la vicepresidenta. El duro enfrentamiento político que sostiene con fracciones del Poder Judicial se limita al terreno de los recursos legales y las acusaciones discursivas. Ante la descarada ofensiva que ejerce una fracción del llamado partido judicial ha respondido, en más de una ocasión, con el retroceso. Algo que volvió a evidenciarse este jueves por la noche, en los estudios de C5N.

Pablo Duggan : “¿Por qué no ir en contra de eso? ¿Por qué no pelear eso? ¿Por qué no ir a ponerle un límite a la Corte?”

Cristina Kirchner: “¿Y dejar al peronismo en una situación de debilidad electoral en pleno proceso electoral como pasó, por ejemplo, en Tucumán o que pasó en San Juan? No gracias.”

Ese “no, gracias” debe leerse como un combate rehuido. Como el rechazo a cualquier enfrentamiento abierto contra un poder que funciona articuladamente atado al gran capital imperialista y en interés de la oposición patronal.

El peronismo y el poder

En Los cuatro peronismos, tras reseñar el brutal golpe de septiembre de 1955, Alejandro Horowicz afirmó que “el peronismo resultó el camino defensivo del movimiento obrero (no sólo del movimiento obrero), a condición de que las diferencias se dirimieran parlamentariamente; pero mostró su incapacidad de defenderse eficazmente cuando la oposición política abandonó el terreno de la legalidad constitucional”.

Esa parlamentarización de la lucha de clases implicó limitar la conflictividad social a los estrechos marcos de la legalidad capitalista. Ubicar el respeto a un orden anclado en la propiedad privada burguesa por encima de los intereses de las mayorías humildes. Ese objetivo estratégico suponía regimentar a la clase trabajadora; construir un sujeto social y político, organizado bajo las banderas de la Justicia Social, pero carente de una perspectiva política propia. La burocracia sindical de Vandor, Rucci, -y más acá en el tiempo- Daer o Martínez, es hija de esa definición estratégica.

Te puede interesar: Cristina Kirchner y el “partido del orden”

En la tensa década transcurrida entre 1945 y 1955, el peronismo convocó al combate contra la oligarquía y al imperialismo. De manera limitada, el movimiento obrero intervino en la escena nacional bajo un programa atado a la defensa del capitalismo nacional, construido en interés de las fracciones mercado-internistas de la clase dominante. En esa frontera radica la incapacidad para enfrentar la brutalidad golpista cuando la burguesía rompió el terreno de la legalidad.

Si se revisa las ocho décadas de vida del peronismo se encontrará una mecánica similar. Las tensiones con el imperialismo, la oligarquía, los terratenientes o -más acá en el tiempo- Clarín y el Partido Judicial, nunca superaron el umbral que impone la administración del dependiente capitalismo argentino. Exceptuando esa norma, deben contabilizarse los años menemistas, donde el peronismo devino vehículo directo y expreso de la agenda neoliberal.

En las últimas dos décadas, esa cobardía social y política del peronismo quedó patentizada en múltiples ocasiones. Las virulentas verbalizaciones contra el “agropower” no impidieron el triunfo de las patronales rurales en la pelea desatada por la Resolución 125. Los duros combates discursivos contra Clarín no condujeron a la desmonopolización mediática. La Corte Suprema, histórica aliada del poder, mantuvo intangible sus enormes privilegios. El relato político progresista se evidenció inocuo frente a ese poder de “las corporaciones”. Las calles, lugar de eventual confrontación con los mismos, aparecieron raleadas o semivacías. El kirchnerismo -corriente dominante en el PJ- optó por la guerrilla discursiva. Eligió el orden social por encima de una decidida pelea contra quienes impugnaban su ya limitada agenda.

Ese pragmatismo de la resignación y el mal menor volvió a operar desde diciembre de 2017. El peronismo propuso convertir la masiva y contundente respuesta a la reforma jubilatoria en un camino gradualista de construcción electoral. “Hay 2019”, la estrategia que culminó en el Frente de Todos, resulta indisociable de haber llamado a abandonar las calles.

Te puede interesar: “Hay 2019”: la fórmula peronista para no enfrentar al macrismo en 2018

Crónica de un fracaso anunciado

Este jueves, frente a un Pablo Duggan domado, Cristina Kirchner reivindicó como “una buena estrategia” aquella que terminó con Alberto Fernández como presidente.

Te puede interesar: Cristina en C5N: "Lo de Alberto fue una buena estrategia"

La misma supuso construir puentes con una porción de quienes habían brindado gobernabilidad al macrismo. Impregnando al peronismo hasta los huesos, la lógica del mal menor abrió la puerta a una alianza con Massa, la burocracia de la CGT, el Movimiento Evita y los gobernadores feudales, entre muchos otros. Quienes habían oficiado de garantes del ajuste cambiemita fueron convocados a unir fuerzas contra “la derecha”.

El peronismo gobernante ofició de continuador de la obra económica de Macri: bajo su propia discursividad política, perpetuó la subordinación a los dictados del Fondo Monetario Internacional. Devino aplicador de un duro ajuste, orquestado en función del gran capital financiero. Lo padecieron, de inmediato, millones de jubilados y jubiladas. Lo siguen padeciendo, igual que les ocurre a porciones inmensas del pueblo trabajador.

En esa continuidad radican las raíces de la aguda crisis económica y social que sacude al país. En marzo de 2022, cuando se aprobó el acuerdo con el FMI, solo el Frente de Izquierda Unidad emergió como oposición activa; en las calles y en el Congreso. Su combatividad contrastó con el furtivo silencio de parte del kirchnerismo, que eligió denunciar el pacto cuando éste ya contaba media sanción.

De cara el futuro, la vicepresidenta pareciera ofrecer la misma receta política que empujó hace un lustro. Sus reiterados elogios a Massa -firme aplicador del ajuste ordenado en Washington- funcionan como una suerte de anticipación. Presionando desde el discurso del mal menor, el pragmatismo político que edificó el fracaso del Frente Todos conduce a un nuevo callejón sin salida. Millones de personas ya se sienten transitar la crónica de un nuevo fracaso anunciado.

La salida de ese confuso laberinto, una vez más, está a la izquierda.

Te puede interesar: Para preparar las importantes peleas que se vienen: participá de las próximas Asambleas Abiertas del PTS-FITU


Eduardo Castilla

Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.

X