Bajo la amenaza del COVID-19 y la cuarentena obligatoria se modificó el calendario académico. ¿Qué rol puede jugar la casa de estudios que aporta nada menos que el 10% de la producción científica nacional en la crisis sanitaria?
Lucien Kerplunk @LuK3rplunk - Alerta Roja
Lunes 6 de abril de 2020 22:19
Tras los anuncios del rectorado sobre la modificación del calendario académico para la Universidad de Buenos Aires, a tono con las indicaciones del gobierno, las autoridades proponen cerrar las puertas de la UBA hasta el invierno para retomar la cursada presencial e iniciar clases virtuales desde el 13 de Abril.
El coronavirus mostró la necesidad de poner los sistemas de salud y todos los recursos científicos al servicio de las grandes mayorías. En un contexto de crisis social ¿Cursar es lo único que podemos hacer quienes estudiamos en Exactas?
En distintas universidades del país, estudiantes, docentes e investigadores impulsaron iniciativas para enfrentar la pandemia. En Ciencia y técnica de la UNSAM, junto a trabajadores de la fábrica recuperada MadyGraf, están produciendo sanitizante de alcohol y mascarillas.También lo hacen en la UNLP junto a trabajadores del Astillero Río Santiago y en la facultad de medicina de la UBA cientos de estudiantes se ofrecieron como voluntaries para prestar servicio en los centros de salud.
Son importantes muestras del rol fundamental que puede jugar la Universidad y que sin impedimentos podrían multiplicarse desde la FCEN.
Sin embargo, escasos recursos de la UBA se están utilizando para este fin. Según la web de la FCEN, nuestra facultad aporta al 10% de la producción científica del país, cuenta con 20 prestigiosos institutos de investigación y varios laboratorios. El Rectorado dice que "gran parte de nuestra universidad está colaborando día y noche con el país", pero no contamos con información de acceso público que dé cuenta de la utilización de esos recursos.
Es fundamental que las autoridades informen la cantidad de laboratorios, equipamiento y recursos humanos con los que cuenta, que los ponga a disposición y que el Estado Nacional garantice los insumos necesarios. Así estudiantes, docentes, investigadores y trabajadores podremos decidir cómo utilizarlos para enfrentar la pandemia.
Algunos aportes que podríamos realizar desde las licenciaturas y profesorados son la realización de test de detección, producción de elementos de bioseguridad, analizar y procesar datos epidemiológicos, desarrollar modelos diagnósticos, y comunicación científica para la salud a través de la divulgación.
Con formación para estudiantes podría aprovecharse al máximo la capacidad de la facultad, generando desarrollo y producción científica desde toda la comunidad educativa orientado a la sociedad.
¿Quién se beneficia?
Sabemos que Exactas tiene convenios con multimillonarios laboratorios como Gador, que facturó $13.893 millones en 2018 o Elea Phoenix, uno de los principales productores de alcohol en gel que, obtendrá cuantiosas ganancias en esta crisis.
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En tiempos de pandemia resulta irracional que el lucro privado este sobre la vida de millones de personas. Urge declarar de interés público toda la industria farmacéutica, democratizar la investigación científica y terminar con la injerencia de intereses privados en la universidad pública.
Se vuelve imprescindible la toma de decisiones por parte de la comunidad educativa y científica. Profesionales, representantes de los gremios docentes, no docentes y estudiantes están en condiciones de organizar, con un comité de crisis, el rol de la UBA.
Frente a esto, las organizaciones estudiantiles podrían ser una vía para movilizar a la comunidad académica ante al enorme desafío que plantea la crisis. El centro de estudiantes no puede permanecer paralizado hasta el reinicio de la cursada, sino que es fundamental para organizar el rol de les universitaries.
Exactas y la comunidad científica podrían desempeñar una importante función social frente a la amenaza del COVID-19. Para que sus potencialidades no queden maniatadas será fundamental que las decisiones dejen de tomarse entre cuatro paredes y de espaldas a quienes sostienen la producción científica.