En los debates políticos contemporáneos, es común que desde la derecha y el pensamiento liberal se intente asociar la idea del comunismo con el estalinismo, siendo que son cosas opuestas. En esta nota veremos las principales diferencias entre el trotskismo como una corriente que encarna la continuidad del marxismo revolucionario después de Marx, Engels y Lenin y que reivindica la lucha por el comunismo como una sociedad sin explotadores ni explotados y como un estadio superior al capitalismo, y lo que fue (y sigue siendo) el estalinismo (en algunos países conocido como izquierda “rojiparda” o “tankie”), como una degeneración reaccionaria del marxismo.
El origen del marxismo y la idea de socialismo
El marxismo, como corriente política, surge con las elaboraciones filosóficas, históricas, económicas y políticas, que desarrolla Carlos Marx junto a su compañero y amigo Federico Engels. Esta corriente, a partir de la concepción materialista de la historia y de un estudio profundo del funcionamiento del sistema capitalista, plantea que el mismo debe ser superado de la mano de una revolución social donde la clase trabajadora se haga del poder derrotando a los representantes políticos de los capitalistas, expropie a la burguesía (como una minoría propietaria que explota el trabajo ajeno de la inmensa mayoría para enriquecerse), construya sobre las ruinas del viejo estado capitalista un estado transitorio y de nuevo tipo, y reorganice la producción y la distribución económica en función del bienestar social, abriendo el camino a la construcción del comunismo.
Si bien estos planteos son en general aceptados “en el papel” por las corrientes que se referencian en el marxismo, existen importantes diferencias al interior del mismo, particularmente entre el trotskismo y el estalinismo, que remiten a cuestiones cruciales, estratégicas, que ponen en cuestión los fundamentos mismos del marxismo. En este artículo veremos algunos de los temas más polémicos que dividen aguas entre los seguidores de una y otra corriente, observando los orígenes de estas concepciones. Veremos en particular tres aspectos centrales.
En primer lugar, abordaremos las diferencias entre la teoría de la Revolución Permanente trotskista contraponiendo la posición política políticas estalinista de la Revolución por etapas y su concepción del “socialismo en un solo país”. En segundo lugar, desarrollaremos las concepciones del régimen político en el socialismo, observado las diferencias entre la democracia de consejos o democracia soviética que defiende el trotskismo, en contraposición con la concepción de la dictadura del Partido Único estalinista. Por último, veremos algunos aspectos relacionados al régimen de partido, contraponiendo la visión del centralismo democrático reivindicado por el trotskismo, versus el centralismo burocrático estalinista.
¿Revolución por etapas o Revolución Permanente?
Una diferencia fundamental entre el trotskismo y el estalinismo es la de la concepción de la revolución, su mecánica y los actores que intervienen en esta, aspectos que determinan la orientación a seguir por los partidos revolucionarios, veamos.
La revolución rusa, permite a Trotsky desarrollar la Teoría de la Revolución Permanente (TRP), sacando lección del papel de la clase obrera, minoritaria en el vasto imperio ruso, pero determinante para encabezar la lucha en contra no sólo del zarismo, sino también de la burguesía liberal. Esta minoría obrera, concentrada en las grandes ciudades, en un país que era un mar de campesinos explotados, logró forjar una potente alianza para enfrentar el viejo régimen, con un partido de revolucionarios y revolucionarias profesionales a la cabeza: el partido bolchevique que dirigía Vladimir Lenin. Esta concepción parte de la idea de "revolución permanente" que planteó el mismo Marx, resignificándola a la luz de la experiencia del siglo XX.
La revolución rusa no inicia con millones de obreros y campesinos siendo conscientes de la necesidad de la revolución socialista;, si bien el partido bolchevique tenía un nivel de influencia muy importante, son las propias condiciones de desesperación del pueblo ruso en el marco de la Primera Guerra Mundial, junto a la incapacidad de la burguesía rusa de garantizar “tierra, pan y paz” (tareas motoras del levantamiento de 1917), lo que motoriza el proceso y permite que se desarrolle en la perspectiva socialista. Las demandas democráticas, en el marco de la guerra y el descontento creciente, no son satisfechas por las clases dominantes rusas, desarrollando un proceso donde las masas se alzan con el poder. El pueblo trabajador ruso se da cuenta de que sólo los bolcheviques garantizarán la tierra, el pan y la paz y el conjunto de sus reivindicaciones, a partir de enfrentar a los patrones, los terratenientes y sus representantes al interior de su propio país.
El triunfo de la revolución permite, no sólo firma la paz, sino resolver las demandas democrático-burguesas más sentidas, como la tierra para los campesinos, la separación de la iglesia y el Estado, el derecho al aborto, la autodeterminación a las naciones oprimidas, entre muchas otras; no obstante, lo hace a partir de la derrota del régimen burgués, para avanzar posteriormente a la expropiación de capitalistas y la conformación de un Estado que tenía a los consejos (soviets) como los órganos de la toma de decisiones.
Trotsky, desde la primera revolución de 1905, analiza el peso de la clase obrera y de la huelga general, así como el papel de los soviets y la posibilidad de avanzar a una sociedad socialista (en el marco del atraso del zarismo), pero no es hasta 1917 que confirma esta hipótesis cuando es la clase trabajadora, concentrada en las grandes ciudades, la que articula una alianza con el campesinado pobre que logra vencer. A finales de los años 20 estalla en China otro proceso revolucionario que, al ser derrotado —producto en gran medida de la alianza del Partido Comunista con el nacionalismo burgués—, le permitiría a Trotsky, generalizar las lecciones rusas. Trotsky concluye la necesidad de que las fuerzas revolucionarias en el mundo luchen de forma independiente de los campos enfrentados de la burguesía, incluyendo del nacionalismo burgués en los países coloniales, semicoloniales y dependientes.
Stalin por su parte, va a alejarse diametralmente de estas lecciones extraídas de la experiencia rusa. El estalinismo, representado en los Partidos Comunistas pertenecientes a la Komintern, Internacional Comunista o Tercera Internacional —estalinizada, esto es, una vez que Stalin logró acabar con la oposición interna, entre otras cosas, mandando a miles a campos de concentración y asesinando a la disidencia—, adoptan la estrategia de aliarse con las burguesías nacionales o “progresistas” para empujar agendas “antiimperialistas” o “democráticas”. Así, en todo el mundo buscaban realizar alianzas y apoyan a partidos de la burguesía, por ejemplo, en México el Partido Comunista llamó en su momento a apoyar al entonces PRM (el antecesor del PRI) y su “nacionalismo revolucionario”.
De esta forma, los Partidos Comunistas en países semicoloniales o dependientes, bajo la órbita estalinista (aún luego de la desintegración oficial de la Komitern en 1943 como un gesto de Stalin para congraciarse con el imperialismo occidental), mantenían en buena medida los mismos argumentos de los mencheviques de que era necesario “primero” avanzar en desarrollar un capitalismo “nacional”, consolidar una democracia liberal y luego, en un segundo momento indeterminado, llegaría el momento de luchar por el socialismo. De este modo, Stalin rompía con Lenin al plantear la postura contrarrevolucionaria de colaboración de clases y eliminar la independencia de clase del partido revolucionario para subordinarlo a los partidos nacionalistas burgueses.
Diferentes marxistas latinoamericanos (no provenientes del trotskismo) rebatieron desde distintas posiciones estos planteos, pasando por José Carlos Mariátegui, El “Che” Guevara o la Teoría Marxista de la Dependencia, cuestionando, por un lado, el papel “progresista” de las burguesías nacionales de los países latinoamericanos, siendo que se encuentran subordinadas como “socias menores” al imperialismo; por ello es fundamental que las fuerzas revolucionarias luchen, no por el desarrollo capitalista “democrático”, sino por el socialismo. [1]
León Trotsky elabora una teoría integral que rebate esta concepción “etapista” desarrollando la teoría de la Revolución Permanente, basándose en la enorme experiencia histórica que significó la revolución rusa.
Para el trotskismo, la revolución es permanente en tres sentidos:
Primero, una revolución o un proceso revolucionario no necesariamente comienza con demandas anticapitalistas o socialistas, sin embargo puede avanzar en este sentido, producto de la incapacidad de las clases dominantes de dar respuestas ante las demandas motoras de estos procesos. Por su parte, si existe un partido revolucionario con influencia significativa en las masas, estos procesos tienen mayor posibilidad de profundizarse, abonando a que miles o millones rompan con las posiciones conciliadoras y radicalicen sus reivindicaciones. En el caso de países atrasados, las demandas que pueden motorizar revueltas o revoluciones tienen que ver con el sometimiento de los países imperialistas sobre países semicoloniales.
Por ejemplo, la lucha por tener salud, educación, salarios dignos, derechos sociales, contra la destrucción ambiental, pone sobre la mesa no solo el presupuesto público, dado que existe una estructura económica que favorece la explotación del imperialismo. Así, las burguesías locales se encuentran sometidas al imperialismo siendo incapaces de resolver demandas sociales que emergen de la propia estructura semicolonial, de dependencia y atraso que condicionan a las economías de sus países. Mientras el estalinismo durante buena parte del siglo XX defendía que la estructura semi-feudal de países latinoamericanos, [2] imponía la necesidad de luchar aliándose a la burguesía liberal, el trotskismo sostiene la consigna de luchar por una federación de países socialistas de América Latina, libre de todo sometimiento al imperialismo.
En segundo lugar, mientras Stalin y Nicolái Bujarín (a quien Stalin asesina en los juicios de Moscú junto a los dirigentes bolcheviques que sobrevivían para 1936-1938), elaboraron la teoría del “socialismo en un solo país”, planteando que era posible abstraer la dinámica nacional de la internacional y que, en el caso de Rusia, llegando a sostener que ya se habría llegado al socialismo, Trotsky refutaba esta concepción retomando la perspectiva internacionalista del marxismo.
Contra esta teoría antimarxista, de que sería posible construir el socialismo de forma aislada en un solo país, la TRP, sostiene que el socialismo no es posible de conquistar si no logra expandirse a los centros del poder mundial capitalista para lo cual es fundamental construir una organización internacional revolucionaria. Esto no es sino retomar el planteo de Engels en su texto Principios de Comunismo:
XIX. ¿Es posible esta revolución en un solo país?
No. La gran industria, al crear el mercado mundial, ha unido ya tan estrechamente todos los pueblos del globo terrestre, sobre todo los pueblos civilizados, que cada uno depende de lo que ocurre en la tierra del otro… (Engels, 1847).
Ahora bien, Marx entendía el capitalismo como un sistema internacional y sabía que el socialismo tenía que realizarse en el marco de un capitalismo avanzado que permitiera que los avances científico-tecnológicos se reorganizaran en función de garantizar el bienestar colectivo. Sin embargo, al pensar dialécticamente la lucha por el socialismo en países de un capitalismo más atrasado y dependiente como lo era Rusia, no negó esta posibilidad (Marx, 1881), pensando en que el impacto de la revolución proletaria en Europa pudiera ayudar a la revolución en la atrasada Rusia, permitiendo liquidar la propiedad privada para que Rusia no tuviera que pasar por el capitalismo.
Los bolcheviques, por su parte, sostendrán, a partir desarrollos teóricos como la teoría del “desarrollo desigual y combinado” de Trotsky o las discusiones abiertas por Lenin sobre el “eslabón más débil” en la cadena imperialista, la posibilidad de que Rusia avanzara al socialismo, teniendo claro que, el devenir de la revolución rusa y la construcción de una nueva sociedad libre del capitalismo, dependería del triunfo de procesos revolucionarios en países imperialistas como Alemania. Trotsky sistematiza estos planteos y los profundiza para pensar la dinámica mundial (analizando otras experiencias revolucionarias). En este segundo aspecto, la revolución es permanente porque no se termina con la toma por la clase en el poder en algún país, sino que, para avanzar al socialismo, debe adquirir una dinámica internacional y completarse a escala mundial.
Por último, pero no menos importante, la revolución es permanente también en el sentido de que una vez que la clase obrera logra expropiar a la burguesía y consolida su victoria, logrando extender la revolución a nivel internacional, comienza el proceso de construcción del socialismo, siendo que las transformaciones culturales y sociales continúan mucho tiempo después del acontecimiento mismo de la revolución. Por ejemplo, los bolcheviques en su programa desarrollaron una ruta y una serie de medidas para terminar con la opresión a la mujer, con empresas como la instauración de guarderías y comedores comunitarios que permitieran a las mujeres dedicar un menor tiempo al trabajo doméstico integrándose a la vida política en el país, así como toda una serie de medidas aprobadas en la Constitución Soviética de 1918 que apuntaban a generar una transformación radical de la sociedad en cuanto a su relacionamiento comunitario, sepultando las relaciones de explotación asalariada características del capitalismo.
La TRP condensa entonces la experiencia histórica revolucionaria, mientras mantiene el método de Marx para entender la complejidad capitalista y su dinámica mundial.
Democracia Soviética o Partido Único
Marx, a partir de 1871, escribe sobre cómo podría ser y cómo se podría organizar la sociedad futura, el socialismo y el comunismo, cuando plantea la necesidad de instaurar una dictadura del proletariado, como una sociedad de transición a una sociedad sin clases sociales y sin estado. Plantea la necesidad de establecer un “estado tipo comuna” que se encargue de la planificación económica y social una vez derrotada la clase capitalista. La Comuna de París se vuelve una experiencia que reivindica, una sociedad donde se acabaron los privilegios de los gobernantes siendo el pueblo con importantes niveles de democracia directa, nombrando representantes desde consejos y asambleas, el que tomaba las decisiones.
La Comuna ha sido una inspiración para el marxismo desde entonces fundamentalmente por su carácter de clase, siendo la clase trabajadora de París la que se hizo del poder, tomó medidas para el interés colectivo y enfrentó la embestida burguesa de forma heróica.
He aquí su verdadero secreto: la Comuna era, esencialmente, un gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta que permitía realizar la emancipación económica del trabajo…
…¡La Comuna, exclaman, pretende abolir la propiedad, base de toda civilización! Sí, caballeros, la Comuna pretendía abolir esa propiedad de clase que convierte el trabajo de muchos en la riqueza de unos pocos. La Comuna aspiraba a la expropiación de los expropiadores.
(…) A los ojos del ejército prusiano, que había anexado a Alemania dos provincias francesas, la Comuna anexaba a Francia los obreros del mundo entero (Marx, 1871).
De la experiencia de la Comuna de París, los bolcheviques sacan lección impulsando los “soviets” o consejos, primero en la revolución de 1905 que funcionó como un ensayo revolucionario, y luego en la revolución de 1917 que logra derrocar al gobierno provisional y derrotar la ofensiva reaccionaria de 14 ejércitos de países imperialistas.
Para la estrategia del marxismo revolucionario, que expresa el trotskismo, los consejos (como la máxima expresión de la autoorganización de la clase trabajadora) juegan un rol fundamental. Los consejos se convierten en el organismo que, una vez rompiendo con las direcciones conciliadoras, juega el rol de preparar a las masas para la revolución, lleva adelante la insurrección y, una vez que triunfando el proceso, funge como la dirección política de la nueva sociedad. Se convierte así en el autogobierno de la clase trabajadora con delegados votados desde los distintos sectores obreros y populares que organizan un plan colectivo de producción económica.
Ahora bien, si los consejos toman las decisiones, ¿qué pasa con el partido revolucionario?. En los primeros años de la revolución rusa, en los soviets existía la participación y el voto a delegados del partido bolchevique, del partido menchevique y del partido populista-campesino “social revolucionario”. Para fines de 1917, luego de comprobarse la traición del gobierno provisional de Kerensky que mantenía a Rusia en la guerra, el Partido Bolchevique gana la mayoría en los soviets más importantes como Petrogrado y Moscú, apoyándose desde ahí para dirigir una insurrección que proclama la revolución obrera y campesina. La mayoría de los mencheviques y la mayoría de los socialrevolucionarios rompen en este momento y pasan a ser parte de la defensa del régimen burgués y a apoyar la contrarrevolución. Sin embargo, y a pesar de los duros años de guerra civil, los soviets funcionaban con la participación de diferentes organizaciones, siempre que todas estás apoyaran la revolución. Los Socialrevolucionarios de izquierda, los “Mencheviques Internacionalistas”, organizaciones anarquistas y todos los que se sumaron a la defensa de la república soviética, podían participar en las acaloradas discusiones de los “soviets”, como relata el amigo francés de Trotsky, Alfred Rosmer, en el libro Moscú bajo Lenin, contando sus experiencias en Rusia como delegado del Partido Comunista Francés durante los primeros congresos de la Tercera Internacional.
Veamos cómo aborda Trotsky, la cuestión de la democracia soviética, explicando la medida excepcional de prohibir temporalmente otros partidos y fracciones al interior del Partido Bolchevique, en el marco de la guerra civil y el ataque contrarrevolucionario que tenía contra las cuerdas la revolución.
En cuanto a la prohibición de los demás partidos soviéticos, ésta no es producto de una “teoría” bolchevique, sino una medida de defensa de la dictadura en un país atrasado y devastado, rodeado de enemigos. Los bolcheviques comprendieron claramente, desde el principio, que esta medida, complementada posteriormente con la prohibición de fracciones en el propio partido gobernante, señalaba un peligro enorme. Sin embargo, el peligro no radicaba en la doctrina, ni en la táctica, sino en la debilidad material de la dictadura y en las dificultades internas e internacionales. Si la revolución hubiera triunfado tan sólo en Alemania, hubiera desaparecido por completo la necesidad de prohibir los partidos soviéticos. Es absolutamente indiscutible que la dominación del partido único sirvió como punto de partida jurídico para el sistema totalitario estalinista. Pero la causa de este proceso no está en el bolchevismo, ni en la prohibición de los demás partidos como medida transitoria de guerra, sino en las derrotas del proletariado en Europa y Asia. Lo mismo puede decirse de la lucha contra el anarquismo. Durante el período heroico de la revolución los bolcheviques pelearon hombro a hombro con los anarquistas auténticamente revolucionarios. Muchos pasaron a las filas del partido. Más de una vez, Lenin y el autor de estas líneas discutieron la posibilidad de conceder a los anarquistas determinados territorios donde, con el consentimiento de la población local, pudieran realizar la experiencia de abolir el estado. Pero la guerra civil, el bloqueo y la hambruna no permitieron dar cabida a tales planes (Trotsky, 1937).
En otros textos como en Si norteamérica fuera comunista, Trotsky habla de la sociedad socialista como un régimen de consejos obreros con libertad de discusión y disentimiento, así como distintas organizaciones o partidos participando en la toma de decisiones de la nueva sociedad.
Como vemos, la concepción del socialismo que reivindica el trotskismo, nada tiene que ver con un partido con privilegios y que reprime con mano de hierro acusando cualquier crítica de “contrarrevolucionaria” como lo fue el estalinismo. Para el trotskismo (como también lo concebía Marx) el socialismo es, en última instancia, la defensa de la democracia de las mayorías al tiempo que es una dictadura en contra de la burguesía y su sistema de explotación. La más amplia democracia para los trabajadores que permita construir una sociedad libre de toda explotación y opresión avanzando a terminar con el propio Estado (como una administración especial de “los gobernantes”) logrando cada vez más el autogobierno de los productores.
Es decir que para el trotskismo el socialismo (Estado organizado al servicio del interés común del pueblo trabajador que a su vez no puede darse de forma aislada en un solo país), debe concebir su propia extinción, a partir de fomentar la más amplia participación de lxs trabajadorxs en la toma de decisiones, construyendo consejos y asambleas que nombren delegados (regionales, por sector, etc.) para discutir una planificación racional de la economía con los recursos disponibles. Esta es la misma concepción de Marx o Engels quien lo expresaba en una frase: cuando la última obrera textil sepa gobernar, no se necesitará más gobierno. El objetivo es el comunismo, una red de comunas libres y asociadas, que permita un nuevo desarrollo civilizatorio para la humanidad, sin explotación, aprovechando la ciencia para el bienestar colectivo y sustentable.
El Partido Leninista y el Centralismo Democrático
Para Marx, Engels y los primeros comunistas, era clara la necesidad de organizarse en un partido revolucionario con un programa claro que se planteara la toma del poder por la clase obrera. Un partido nacional, a su vez, tendría que ser parte de una organización internacional que discutiera como avanzar en la enorme tarea de liberar en todo el mundo a la humanidad de la esclavitud asalariada.
Es Lenin quien llevará los planteamientos de Marx mucho más lejos, organizando un partido para el combate revolucionario que en Rusia que fue capaz de resistir años de represión en la clandestinidad, combinando la lucha la lucha legal y sindical, con la lucha ilegal, forjando cuadros de hierro que luego serían capaces de dirigir el proceso revolucionario más importante que ha vivido la humanidad, derrotando a la aristocracia rusa, a la burguesía y al imperialismo.
El partido leninista, se organiza a partir de un Comité Central que dirige a través del “centralismo democrático” a un partido donde se agrupa lo más avanzado y comprometido de la clase trabajadora, una vanguardia política de las clases explotadas, Luxemburgo le llamaba, en referencia al mundo militar, el destacamento de élite de la clase obrera, que irradia con su política a las masas y avanza en organizar a sectores cada vez más amplios. Esta forma de organización permite hacer frente a los poderes del Estado burgués, con disciplina y claridad política, con cuadros revolucionarios profesionales y con una militancia permanente.
Lenin y Rosa Luxemburgo discutieron mucho sobre el rol del partido y la forma en que debía organizarse, siendo la posición de Lenin la que se comprobaría como la más correcta para, en los momentos decisivos, enfrentar no solo a la reacción, sino también a las fuerzas liberales y conciliadoras para llevar a la clase obrera rusa a la toma del poder. [3] Sin embargo, el partido leninista está lejos de ser un partido sin democracia interna. De hecho, el bolchevismo, hasta que Joseph Stalin se apoderó del aparato partidario, fue una organización viva con mucha discusión interna y con la posibilidad de expresar críticas y valoraciones en acalorados congresos.
Este aspecto es fundamental en la reivindicación que realiza Trotsky de Lenin y del leninismo, veamos como lo expresa en la última fase de su vida, luego de haber sido parte fundamental del partido bolchevique en la revolución y buscando jugar un rol en la conformación de organizaciones revolucionarias a nivel internacional:
Un revolucionario se forma en un clima de crítica a todo lo existente, incluida su propia organización. Sólo se puede lograr una firme disciplina por medio de la confianza consciente en la dirección. Para ganarse esta confianza son necesarias una política correcta y también una actitud honesta frente a los propios errores… un régimen partidario democrático conducirá a la formación de un endurecido y unificado ejército de luchadores proletarios sólo si nuestras organizaciones, apoyándose en los firmes principios del marxismo, están dispuestos a combatir irreconciliablemente, aunque con métodos democráticos, toda influencia oportunista, centrista y aventurera (Trotsky, 1937).
Como vemos, el partido leninista-trotskista está lejos de ser el monolito estalinista donde todo el partido ejecuta sin discusión la política marcada por el Comité Central y este, a su vez, depende de lo que diga el “Secretario General” (aquí vale recordar que el estalinismo fomenta permanentemente el culto a la persona). Una organización trotskista, por su parte, buscará combinar aspectos centralistas derivados de las necesidades propias de la política revolucionaria y de la disciplina partidaria, con aspectos democráticos que permitan la iniciativa de los militantes, la deliberación y la discusión abierta en la organización. Los trotskistas militamos a partir del convencimiento y la voluntad, no desde la imposición de la “disciplina” del partido, por ello buscamos fomentar el pensamiento propio de la militancia, la crítica y la autocrítica.
Más aún, el trotskismo como corriente, a diferencia del estalinismo, prevé la posibilidad de conformar al interior de un mismo partido revolucionario, desde grupos de opinión, pasando por tendencias o, incluso, fracciones al interior de la organización ahí cuando fuera necesario, algo impensado por el estalinismo el cual acusa de “revisionismo”, “trotskismo” o “anarquismo” cualquier crítica o posición divergente respecto al Comité Central.
A diferencia del culto al líder estalinista y el peso de su dirección burocrática, la concepción de partido trotskista parte de que dado que el marxismo es un método que permite acercarse a entender la realidad, siendo que esta se encuentra en movimiento y se comporta de forma contradictoria, sin ser estática ni desarrollarse linealmente, es fundamental, sin demeritar la importancia de una dirección, la discusión política con la militancia donde se puedan clarificar caracterizaciones políticas y tácticas adecuadas.
Otras discusiones
Vale la pena mencionar brevemente un par de diferencias muy importantes sobre el trotskismo y el estalinismo. La primera, la concepción socialmente conservadora del estalinismo, en contraposición con la lucha contra todo tipo de opresión que defiende el trotskismo y el peso que le da a luchas como la del movimiento de mujeres o contra el racismo. La segunda, la concepción lineal de la historia y de los modos de producción del estalinismo, versus a la posición trotskista.
En cuanto a la posición conservadora del estalinismo, baste recordar como Stalin prohibe el aborto en 1936 en la URSS, siendo que en 1918 los bolcheviques se habían convertido en el primer país en legalizarlo, podemos hablar también de la persecusión de la comunidad LGBT en regímenes de inspiración estalinsita (Partido Único) o de la posición antiislamista de la izquierda “rojiparda” en Europa. Estalinistas como Roberto Vaquero en el Estado español constantemente son tachados de fascistas pues comparten posición con la derecha más reaccionaria en temas como la identidad trans, la inmigración ilegal o inclusive el hispanismo (defensa del legado del imperio español).
Por su parte el trotskismo sostiene la lucha contra la opresión de género o raza, ciertamente compartiendo una visión progresista, pero diferenciándose del progresismo-liberal, con la claridad de que, para acabar con la opresión hasta el final es necesaria la revolución obrera, forjando una poderosa alianza con todos los sectores oprimidos (indígenas, diversidad sexogenérica, migrantes, mujeres, minorías étnicas).
Así, mientras en México organizaciones que se reclamaban trotskistas como el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) retomaba ya desde los 70 la lucha por los derechos y contra la discriminación a la comunidad LGBT, la política de los Partidos Comunistas partía de concepciones conservadoras o tradicionalistas. La política anti-LGBT de Vladimir Putin, tiene así un punto de conexión con su pasado estalinismo como agente formado en la KGB.
Por último, vale la pena mencionar la concepción teleológica de la historia desde el estalinismo, solo decir que parte de una lectura antidialéctica. [4] Una concepción, en la cual el socialismo estaba garantizado “por las propias contradicciones del capitalismo que lo llevarían a una crisis final”, siendo que el papel de los marxistas sería cuando más el de “acompañar” el proceso o acelerarlo. Sin embargo, ya Rosa Luxemburgo planteaba claramente que la humanidad no va necesariamente al socialismo con su famosa frase “socialismo o barbarie”, siendo que el rol de los revolucionarios se vuelve definitorio para inclinar la balanza, esta es también la posición de los trotskistas.
No está demás decir que la concepción esquemática de la historia estalinista, servía para justificar su posición política y su apoyo a la “burguesía progresista” en países que consideraban como feudales o semifeudales y promover alianzas con partidos nacionalistas. Esto es algo que hasta la fecha repiten quienes son herederos de estas posiciones, basta ver al Partido Comunista de la Argentina (PCA) siendo parte del gobierno de Alberto Fernández y de la coalición Unión por la Patria (anteriormente apoyando al dictador Videla por considerarlo un ala “anti-pinochetista” del ejército argentino), este partido adscribe al Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros que se celebra anualmente y donde participan también Partidos Comunistas importantes como el Partido Comunista de Grecia (KKE), el Partido Comunista de Chile (PCC), el Partido Comunista de China (PCCh), el de Cuba, entre muchos otros.
¿Qué es entonces el trotskismo?
Al morir Lenin en 1924, Stalin toma el poder y rápidamente comienza a reorganizar la dinámica interna del partido, del Estado soviético y de la III Internacional. Sin embargo, ya desde 1923, 46 de los principales dirigentes soviéticos con personajes como Preobrazhensky al frente de una fuerte crítica a la “burocratización” del Partido:
El régimen instituido en el interior del partido es absolutamente intolerable; destruye la independencia del partido, sustituyendo el partido por un aparato burocrático reclutado que actúa sin oposición en tiempos normales, pero que inevitablemente la provoca en los momentos de crisis, y que amenaza con transformarse en completamente ineficiente frente a los serios acontecimientos provocados por la crisis (Plataforma de los 46, 1923).
En los siguientes años, Trotsky será perseguido por el régimen de Stalin (como lo fueron también los oposicionistas), primero deportado y luego intentando aislarlo. Trotsky, como eEl revolucionario, asume entonces, la lucha en contra de la degeneración burocrática de la URSS, por la defensa de la revolución y sus conquistas como un enorme paso adelante en la lucha por construir una nueva civilización humana librada de las cadenas del capitalismo y del imperialismo. En la URSS bajo Stalin, todo aquél que alzara la voz en contra de la política oficial del Partido Comunista era perseguido y tachado de trotskista (tuviera o no relación con el revolucionario ruso), miles de poetas, científicos, gays, anarquistas y dirigentes comienzan a ser detenidos, deportados a campos de concentración y asesinados
Sin embargo, Trotsky y sus seguidores, originalmente autonombrados como “bolcheviques-leninistas”, pues se asumían como los continuadores de los planteos de Lenin y del partido, no dejarán de luchar y organizarse. A nivel Unión Soviética siendo perseguidos casi hasta el exterminio mandando a miles a campos de concentración, mientras, a nivel internacional, logran establecer una red de contactos en múltiples países. A pesar de la represión, los siguientes años los “trotskistas”, lejos de abandonar la lucha en contra del régimen de Stalin, llaman a construir una nueva internacional revolucionaria, la Cuarta Internacional, y denuncian la degeneración en la URSS, dejan claro que el “estalinismo” nada tenía que ver con el ideal marxista.
En conclusión, el trotskismo no es sino la continuación del marxismo como corriente revolucionaria en nuestra época, una corriente que lucha por una sociedad socialista, siendo crítica de la degeneración que atravesaron distintos procesos revolucionarios en el siglo XX, explicando el porqué de esta degeneración y buscando sacar lección para el futuro.
El trotskismo mantiene la estrategia de los bolcheviques que lograron ser claves para poner en pie organismos de democracia directa (soviets) como base para la construcción de una sociedad superior, así como la lucha para construir un partido revolucionario de la clase trabajadora. La perspectiva por lograr planificación democrática de la economía y la apropiación del legado de los revolucionarios más grandes de la historia, son aspectos claves entre los que nos proponemos reconstruir una corriente revolucionaria internacional en nuestro días.
El trotskismo es entonces la corriente que, a decir de Trotsky, tiene las banderas limpias para emprender el camino por una nueva sociedad socialista por la que merece la pena luchar.
Referencias
Constitución Rusa de 1918:
http://www.asesoria-legal-ya.com/dokuwiki/lib/exe/fetch.php?media=constitucion_rusia_1918.pdf
Engels, F. (1847), Principios de comunismo:
https://www.marxists.org/espanol/me-/1840s/47-princi.htm
Marx, K. (1871), La guerra civil en Francia: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gcfran/guer.htm
Marx, K., (1881), Correspondencia de Marx con Vera Zasulich: https://www.marxists.org/archive/marx/works/1881/zasulich/index.htm
Marx, K., (1881), Proyecto de respuesta a la carta de Vera Zasulich: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/81-a-zasu.htm
Plataforma de los 46, (1923), Al Politburó del Comité Central del partido comunista ruso: https://ceip.org.ar/Plataforma-de-los-46
Trotsky, L., (1937) Bolchevismo y estalinismo:
https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1930s/bolchev.htm
Trotsky, L., (1937), Observaciones adicionales sobre el régimen partidario: https://ceip.org.ar/Observaciones-adicionales-sobre-el-regimen-partidario
COMENTARIOS