Se cumplen ya 10 años de la segunda victoria lograda por el Torino del Pato Di Palma, ese auto que alguna vez condujera su padre y eterno ídolo del automovilismo, el "Loco" Ruben Luis Di Palma. Un pequeño homenaje a un auto que marcó una época.
Lunes 29 de septiembre de 2014 10:16
Ni Bernie Ecclestone podría explicar cómo el Turismo Carretera, una categoría con autos que ya no se fabrican desde hace más de 20 y 30 años, es una de las más populares en todo el globo. Hinchadas del óvalo, el chivo, la "doye" y el "toro" se mezclan en las tribunas, entre asadito, choris, bebidas varias y un ambiente de camping familiar en cada carrera que corre por todo el territorio argentino. Tiene la convocatoria de un superclásico entre River y Boca, holgadamente supera las 40 mil personas. Y si bien la competencia hoy por hoy es un calco de la patética historia de la industria automotriz nacional (no se puede esperar una nueva evolución, como si lo fue el salto de las cupecitas a los primeros Chevrolet 400 y Torino) el negocio sigue dando sus millones para la TV, la ACTC y los sponsors.
En ese negocio aún perdura esa historia fierrera, tan identificada con parte de la clase trabajadora argentina. ¿Quién hoy no tiene sino al "viejo", algún familiar, algún compañero de laburo de 40 pirulos o más, que prefiere una buena carrera de TC junto con los tallarines con tuco en la mesa el domingo al mediodía? Y ni que hablar en el autódromo mismo: uno llega a ese circo un jueves a la noche, y ya las mejores ubicaciones están repletas con las carpas, las casillas rodantes, los camiones y camionetas improvisando algunos andamios para ver mejor todo el circuito. Y de a ratos un Torino ruge queriendo meterse entre el estacionamiento ante el vitoreo de algunos, mientras otro Chivo de vidrios polarizados muestra su lustre con bocina doble. Y la gente se carga, entre bifes al disco con unos huevos fritos, esperando la clasifica o viendo un espectáculo de avionetas espectacular, como a veces solían hacer para deleite del publico.
Hoy ya no es lo mismo. Casi ningún joven trabajador tiene acceso a un auto propio, a lo sumo una 110 Smash, una YBR 125, o algo por el estilo. Pero el circo del Turismo Carretera sobrevive. Es un fin de semana entero, viendo las carreras y escuchando la radio para no perderse qué pasa en las curvas que uno no puede ver. Eso sí, que no falte la línea machista de la mujer objeto en las promociones de boxes y para la cámara, eso es parte de la tinellización del espectáculo.
Y entre carreras que pasan, con dominios de Chevrolet y Ford, las Dodge peleando cada tanto algún campeonato; los Torino están en una sequía enorme. Más grande que la de Racing antes de salir campeones con el "Mostaza" Merlo. Es que el toro no sale campeón desde 1971, con el "Loco" Di Palma. Por eso cada victoria es como un ritual especial. Los contrincantes aplauden respetuosos, mientras los pocos fanáticos de aquél autazo de las 84 hs de Nurburgring, gritan hasta las lágrimas de alegría.
Por eso queremos recordar hoy a un auto en especial. Cuando el Loco Di Palma murió en aquel accidente aéreo, estaba construyendo un Torino para correrlo en el TC. El "Pato", uno de sus hijos, y quizás el más virtuoso de todos, logró ponerlo a andar para 2003. Con ese auto, con la trompa dedicada al viejo "resistente al olvido", iba a lograr, un 26 de Septiembre de 2004, su segunda victoria con ese Torino. Fue la segunda y última de ese auto, pero el Pato lo festejaría junto a toda su familia en el podio, con el saludo de toda las hinchadas. Para el Pato quizás fue la más importante de sus victorias, incluso más valiosa que el subcampeonato que lograría en 2006, con otro Torino. Es que aquél auto fue quizás uno de los últimos que tenía todo lo que el Turismo Carretera tenía que tener: un piloto también mecánico-preparador. Esa cosa de manejarlo, saber qué hace el auto y como mejorarlo metiéndole mano. "Pato" Di Palma tenía eso, y resistente a la profesionalización y mercantilización de los equipos (con la buena plata de su familia) podía hacer estas cosas.
Hoy el Turismo Carretera perdió estos condimentos, pero sigue siendo la categoría patriarca de centenares de categorías regionales, que en cada pueblo, alimenta esa pasión fierrera que, a pesar de la importación automotriz, se resiste al olvido. Como ese ídolo de Torino, el Loco Di Palma.