La unidad obrero-estudiantil, el anticapitalismo y el cuestionamiento del estalinismo europeo también llegaron a las facultades y fábricas del Estado español. El 68, el PCE y el nacimiento de la extrema izquierda de los 70.
Santiago Lupe @SantiagoLupeBCN
Jueves 3 de mayo de 2018 18:07
¿Cómo influenció la noche de las barricadas del Barrio Latino en la universidad española? ¿Qué impacto tuvo la mayor huelga general de la historia de Europa que le siguió? ¿Qué consecuencias tuvo el rol del Partido Comunista Francés en la izquierda antifranquista? En el cincuenta aniversario del mayo francés, nos proponemos rastrear como se vivió aquel 1968 bajo una dictadura a la que obreros y estudiantes le estaban empezando a roer los cimientos.
La lucha contra el SEU y la hegemonía del PCE en el movimiento estudiantil de los 60
Los acontecimientos franceses coincidieron con el cuarto curso de profunda agitación estudiantil en las universidades del Estado español, en especial las de Madrid y Barcelona. Como precedente abortado por la represión encontramos, una década antes, las protestas de febrero de 1956 en Madrid, con posteriores répilicas en Barcelona, contra el Sindicato Español Universitario (SEU). El intento de algunos estudiantes antifranquistas de celebrar un Congreso Nacional de Estudiantes al margen de la organización vertical controlada por el Frente de Juventudes de Falange, acabó con una brutal represión, encarcelamientos y la destitución de algunos profesores que los habían apoyado.
En los cursos posteriores los intentos de parte de la dictadura de apuntalar el SEU abriendo la puerta a la elección de consejos de curso y cámaras de facultad resultarían un total fracaso. Los estudiantes “no afectos” serían los que irían copando dichos espacios que quedarían totalmente restringidos por las autoridades académicas.
La hegemonía política de este primer antifranquismo recaía fundamentalmente en el PCE y sectores católicos, e incluso algunos provenientes de Falange, que apostaban por una democratización y apertura del Régimen.
Es el momento en que el PCE aprueba su política de reconciliación nacional, por la cual “la pasada Guerra Civil deja de ser la línea divisoria entre los españoles, y en primer plano, aparecen ante éstos los problemas de la libertad, de la soberanía nacional y del desarrollo económico del país”. El partido de Carrillo comienza la búsqueda de alianzas con los monárquicos de Carlos Serrer, los liberales de Ridruejo o Marañón y la democracia cristiana, que acabará plasmándose 18 años más tarde en la Junta Democrática.
Todo ello le llevará a apostar por un movimiento estudiantil que se limitara a la defensa de un programa democrático, alejado de toda radicalidad o unión con la clase obrera. No había que asustar a monárquicos, liberales y democristianos.
Paralelamente, el PCE también desarrollará una intensa actividad en la clase obrera,, tanto infiltrando el sindicato vertical, como fundando las CCOO y dirigiendo huelgas como la de la minería asturiana de 1962, que supone el arranque de una oleada de huelgas y organización que no será clausurada hasta bien pasados los Pactos de la Moncloa y la aprobación Constitución del 78. Sin embargo, siempre trabajará la dirección carrillista en mantener la gran fuerza de la clase trabajadora alejada del contacto con la juventud estudiantil y limitada a la lucha económica o antirepresiva, y sobre todo nunca como un sujeto político independiente.
La represión del régimen incentiva la radicalización
A la izquierda del PCE surgirá en 1958 el Frente de Liberación Popular (FLP). Un agrupamiento heterogéneo y ecléctico que nace de sectores cristianos impactados por luchas anticoloniales como la de Argelia o revoluciones política como la de los consejos obreros de Hungría en 1956. Después de dos grandes caídas, una ese mismo año y otra en 1962, logrará reorganizarse en 1963 sobre bases marxistas heterodoxas que rechazaban tanto a los partidos socialdemócratas como a los estalinistas como el francés o el italiano, convertidos en piezas sostenedoras de sus respectivos regímenes políticos capitalistas.
En el curso 1964-1965, el movimiento estudiantil se convirtió en un problema político de primer orden para el régimen. En Madrid se pone en pie la Asamblea Libre y se produce la primera gran manifestación de estudiantes en febrero. Arranca así un intenso proceso de organización por fuera del SEU que lo llevará a su colapso: asambleas, huelgas, cierres administrativos de las facultades, presencia policial en los recintos universitarios...
El hecho más significativo se produce en Barcelona en marzo de 1966, con la reunión de delegados de estudiantes en el convento de los capuchinos de Sarriá para la fundación del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona. En abril el gobierno trata de maniobrar acabando con el SEU y formando las Asociaciones Profesionales de Estudiantes (APE). Sin embargo, este intento resulta en vano. El movimiento estudiantil boicotea masivamente las elecciones a las APE y la agitación se mantiene durante los dos cursos siguientes.
En 1967 en Madrid los estudiantes se unen a la jornada de lucha convocada por CCOO en enero y en abril se creará en Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Madrid. En febrero de este año en Valencia se realiza una reunión preparatoria de delegados para la conformación de un SDEU en todo el Estado, los participantes son detenidos y esto provoca la primera huelga general de todas las universidades por su libertad.
Todavía la hegemonía del PCE y los católicos se mantiene y su programa se limita a reclamar una universidad democrática, la promoción de la investigación científica al servicio de la sociedad y la lucha por las libertades políticas. A pesar de ello, los permanentes golpes represivos del régimen hacen que las movilizaciones se mantengan y una parte de los estudiantes comiencen a radicalizarse.
Entre 1966 y marzo de 1968 se abren 64 sumarios judiciales contra activistas universitarios, con un total de 163 procesados por cargos como “manifestación ilegal”, “propaganda ilegal”, “desórdenes públicos”, “reunión ilegal” o “asociación ilícita”. Manuel Fraga, por entonces ministro de Información, llega a calificar la situación de las universidades en enero de 1968 de “paz armada” y los informes del Consejo Nacional del Movimiento de ese mismo año advierten de que en algunas reuniones “se aboga por el establecimiento en España de un régimen socialista popular”.
El ministro de Educacion, Vilar Palasí, plantea la necearia “presencia de una policía paralela permanente y secreta en el interior de las Facultades” y criticaba al ministro de Información por permitir que se difundieran noticias sobre las protestas estudiantiles como las que se estaban produciendo en Francia.
El Mayo francés desnudó también al PCE
Las noticias del mayo francés habían cruzado ya los Pirineos y eran seguidas por los estudiantes y obreros que venían enfrentando a la dicatuda. En aquel mes de mayo se produce un concierto del cantautor catalán Raimon en la Facultad de Políticas y Económicas de Madrid que deviene en un acto de apoyo a la “Comuna” francesa.
La experiencia francesa impactó de lleno en muchos de los debates que habían comenzado a surgir en el seno del movimiento estudiantil, en tensión con la política del PCE. Quien más se identificó con este proceso fue el FLP, hasta el punto de que cambiarían el nombre de su órgano de expresión, de “Acción Universitaria” a “Barricada”, con el lema de “el mejor parlamento cuando el poder se debate en la calle”.
Para una gran parte de los militantes del FLP y también dentro de las filas del PCE, el mayo francés demostraba que los estudiantes no sólo eran la caja resonancia de las grandes contradicciones sociales, sino que podían también ser un sujeto que contribuyera a despertar la fuerza de la clase obrera para ponerse en movimiento y poner en jaque nada menos que a la república francesa de De Gaulle. La unidad obrero-estudiantil pasaba a ser un eje central para conseguir acabar con la dictadura.
Pero además el horizonte de enfrentar el sistema capitalista y el imperialismo ganaba peso al ver a los obreros y estudiantes franceses combatir contra uno de los mayores ejemplos de democracia capitalista de Europa.
Por último, el rol traidor del PCF será un gran golpe para el PCE. Sus ataques contra los estudiantes franceses y su política activa para levantar las huelgas en junio, demostraban que el estalinismo de Europa occidental, con el que el PCE se referenciaba cada vez más camino al giro eurocomunista, había actuado como el médico de cabecera del imperialismo francés.
El PCE reproduce los descalificativos contra los estudiantes izquierdistas franceses, que son tildados de “expresiones ideológicas pequeñoburguesas”. Carrillo en su obra “Eurocomunismo y Estado” hace balance del 68 francés achacando la derrota a estos gupos “inmaduros y anárquicos” que atemorizaron con su actitud a las clases medias. Todo un adelanto de las consignas de acabar con las huelgas con las que el PCE se dispuso a pacificar la calle del 76 en adelante para hacer posible la Transición.
De la radicalización en la acción a la política
Las consecuencias inmediatas del mayo francés se produjeron en el movimiento estudiantil y en un principio en el nivel de la acción. El movimiento obrero, vivía paralelamente un relativo auge de las CCOO y la conflictividad, pero todavía bajo una hegemonía del PCE apenas cuestionada.
El 68 aceleró y profundizó la formación de una nueva camada de militantes universitarios más radicalizada. En lo organizativo se pasará a abogar por la constitución de organizaciones más político-ideológicas, como los comités de lucha. También por acciones como los “juicios críticos” a catedráticos fascistas, las acciones ejemplares (que debían generar una reacción de protesta mayor) o los “saltos” o manifestaciones relámpago en el centro de la ciudad. El discurso anticapitalista va ganando peso en las asambleas, octavillas y pancartas, unido a las demandas de libertades y contra la represión y la Dictadura.
Contrastaba con los métodos anteriores, más concentrados en la creación de las “zonas de libertad” en las facultades de las que hablaba en PCE, la conformación de organismos estudiantiles limitados a las demandas democráticas y universitarias y un menor nivel de movilización.
El curso siguiente arrancó con con un grado de protestas nunca visto hasta el momento, tanto en su extensión como en la radicalidad de algunas de ellas. Paralelamente se comenzaban a abrir debates y crisis tanto en el PCE como en el mismo FLP, expresión de la búsqueda de nuevas ideas, programas y estrategias.
Este ascenso tuvo sin embargo un paréntesis brusco y cruento. El 17 de enero miles de estudiantes se concentraron en la plaza universidad de Barcelona, un grupo ocupó el Rectorado y defenestró un busto de Franco. El gobierno decretó el cierre gubernativo y la protesta se extendió a Madrid. Por primera vez ambos epicentros del movimiento estudiantil vivían un ascenso simultáneo, ya que hasta el momento siempre había habido una cierta desincronización entre ambas capitales.
El 20 de enero en Madrid la policía detiene al estudiante y militante del FLP, Enrique Ruano, de 21 años. Su asesinato en comisaría incendiará el movimiento y el día 24 el gobierno decretó el estado de excepción. Se impone la censura previa, se cierran las universidades y se llevan adelante detenciones masivas de militantes obreros y estudiantiles. Hasta el 21 de marzo se detienen a 735 personas, 315 estudiantes. Las torturas en comisaría serán la tónica general y se impone un reflujo en el movimiento que no se revertirá hasta diciembre de 1970, con las movilizaciones contra el proceso de Burgos.
El nacimiento de la extrema izquierda de los 70
Enero del 69 será pues un punto de inflexión tanto para el movimiento estudiantil como para la izquierda del antifranquismo. Ésta vivirá un proceso de escisiones genralizado que dará origen a la extrema izquierda de los años 70.
La mayor parte de estas organizaciones adoptarán el maoismo como estrategia, que era visto por muchos militantes como una alternativa a la URSS y los PC estalinizados, pero que mantenía una estrategia etapista que los dejará desarmados ante la política de ruptura pactada que acabará desplegando el PCE. Así surgen el PCml, el PCI (posterior Partido del Trabajo), la ORT (proveniente del cristianismo de base) o el MCE (surgido de la escisión de ETA-V Asamblea). También nacerán grupos consejistas como la Organización de la Izquierda Comunista o el principal grupo trotskista, la Liga Comunista Revolucionaria, proveniente de un FLP que implosionó y que fue el semillero de cuadros tanto para este grupo como para otros muchos partidos de izquierda y extrema izquierda.
Pasados los estados de excepción de enero de 1969 y diciembre de 1970, el movimiento estudiantil comenzará a recuperarse y a vivir nuevos años de intensa movilización a partir de 1974. Sin embargo habrá “cambiado de piel”, el PCE aparece en un claro retroceso respecto a la década de los 60 y su hegemonía está discutida, cuando no liquidada, entre la juventud estudiantil.
La extrema izquierda tendrá en la universidad su principal bastión, aunque también estará presente en el movimiento obrero y con un peso mucho mayor que el que le reconoce la mayor parte de la historiografía. En especial en Euskadi o Catalunya, donde jugará un rol destacado en huelgas clave como las de Vitoria del 76 y la experiencia de las coordinadoras obreras. El cuestionamiento a la política hegemónica del PCE empezará a ser un hecho en fábricas, facultades y barrios. Las razones de porque este no llegó a evitar su previsible y anunciada traición con el pacto con Suárez y el Rey, será objeto ya de un siguiente artículo.
Bibliografía consultada:
Agnoli, J. y otros. 1968 El mundo pudo cambiar de base.
Carrillo, S. La difícil reconciliación de los españoles.
Lou, S. Maoísmo y Trotskismo contra Franco (1969-1977).
Sánchez Rodríguez, J. Teoría y práctica democrática en el PCE.
Vigna, X. y otros. Cuando Obreros y Estudiantes desafiaron el poder.
Ysas, P. Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista por su supervivencia, 1960-1975.
Santiago Lupe
Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.