Se cumplen 70 años de la ley del voto femenino en la Argentina. En 9 de septiembre de 1947 fue votada en el Congreso siendo promulgada el 23 del mismo mes.
Sábado 23 de septiembre de 2017 10:10
En noviembre de 1951, después de grandes luchas nacionales e internacionales, finalmente las mujeres votarán por primera vez en nuestro país. Hasta ese momento el voto era obligatorio, secreto y “universal”, según la Ley Sáenz Peña de 1912, pero lo cierto es que estaba restringido a los hombres. A decir verdad, la primera mujer en votar fue Julieta Lanteri el 26 de noviembre de 1911, quien luego de varias presentaciones legales y varios intentos previos pudo ejercer su derecho a sufragar, pero sin lograr extender ese derecho a todas las mujeres. Luego de esto, se sancionó una ordenanza que prohibía explícitamente el voto femenino, con el argumento de que para empadronarse era necesario el registro del servicio militar.
¿Cómo conquistamos las mujeres el derecho al voto?
La conquista del derecho al voto femenino se obtuvo durante el gobierno peronista, y por eso está popularmente muy asociada a Eva Perón, pero lo cierto es que fue conseguido a raíz de una tenaz lucha de militantes socialistas y feministas, no solo en nuestro país, sino también internacional.
En Argentina desde principios del siglo XX, militantes feministas y socialistas han participado en común de la lucha por los derechos civiles y los derechos laborales. Mencionábamos antes a Julieta Lanteri, quien junto a Alicia Moreau fundan el Centro Feminista: la primera organización que luchó abiertamente por los derechos de las mujeres. Pero lejos de enfocarse sólo en el derecho al voto, Julieta toma también la lucha por otras reivindicaciones, como las condiciones de trabajo de las mujeres, el derecho al divorcio, o contra la injerencia de la Iglesia en la vida privada.
Militantes del Partido Socialista en campaña electoral
El voto femenino fue un avance en los derechos cívicos y democráticos más elementales de las mujeres que, además de ser luego de una larga lucha, no fue conseguido pacíficamente. Se dio con movilizaciones durante años, con cárcel, persecución y represión para muchas activistas en muchas partes del mundo.
Finalmente, el 11 de noviembre de 1951 miles de mujeres concurrirán al cuarto oscuro por primera vez. En esa oportunidad, el 90% del padrón femenino emitió su voto, siendo reelecto Juan Domingo Perón para su segunda presidencia.
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La igualdad formal, la igualdad real
Ahora, a 70 años de conseguido el voto femenino, nos preguntamos hasta dónde las mujeres comenzamos a tener participación real en los espacios políticos. Por estos días se volvió a poner en debate la cuestión de la paridad de género, a raíz del dictamen favorable en la Cámara baja para ese proyecto, proveniente del Senado. Nuestro país cuenta con una ley de cupo femenino, del año 91 que señala que el 30% de los cargos deben ser ocupados por mujeres. Con los años, este cupo se ha transformado en casi un techo. Y no hablamos solamente de los cargos parlamentarios, sino también en los espacios gremiales, donde vemos que incluso los sindicatos con un alto porcentaje de trabajadoras son dirigidos, mayoritariamente, por varones. Cómo afirmó Myriam Bregman, al respecto del dictamen sobre la paridad de género "sabemos muy bien que la igualdad ante la ley no es la igualdad ante la vida, que la igualdad formal no es la igualdad real", y recordó que “siendo más de la mitad de la humanidad, las mujeres sufrimos todo tipo de opresiones y discriminaciones, en especial las trabajadoras y las mujeres de los sectores populares, que tienen que hacerse cargo de las tareas del hogar y de los hijos, además de trabajar por un salario menor al de los varones y en peores condiciones (…). No nos resulta indiferente todo paso que amplíe los derechos de las mujeres, y por eso ante este debate presentamos en su momento nuestro proyecto y un dictamen propio, y apoyaremos todo paso que vaya en ese sentido".
Sabemos que ninguna ley nos garantiza esta “igualdad real”, y que la reglamentación del cupo femenino por si sola no es una solución al machismo en esta sociedad, ni a la violencia de género. También sabemos que el hecho de que haya más mujeres en el Congreso no va a eliminar las redes de trata ni va a promover la aprobación del aborto. Nosotras luchamos con todas nuestras fuerzas por cada demanda de las mujeres, por básica o elemental que parezcan, aunque solo impliquen la paridad ante la ley. Porque entendemos que cada una de ellas es un punto de apoyo, un jalón donde nos fortalecemos, para conquistar la igualdad real, que solo conquistaremos hasta el final cuando logremos derrotar al capitalismo.
Por eso, mientras reivindicamos cualquier avance legal, cualquier conquista por más pequeña que sea, al mismo tiempo no vamos a dejar ninguna de nuestras demandas en manos de las políticas burguesas que hacen demagogia con nuestros reclamos. Sabemos que la organización de las mujeres, que acompañe cualquier iniciativa parlamentaria, es la única garantía para conquistar por todo lo que luchamos. Así lo demostraron las sufragistas de principios de siglo XX. Así lo demostraron las enormes revolucionarias rusas que consiguieron hace 100 años derechos que hoy no goza una enorme porción del planeta. Y así lo demuestran, todos los días las mujeres que salen a pelear por su trabajo, las que salen cada vez que desaparece una piba en un barrio, así lo hicimos el 19 de octubre de 2016 cuando las mujeres le hicimos el primer paro a Macri y lo volvimos a hacer el 8 de marzo en el paro internacional de mujeres. Así copamos las calles los 3 de junio gritando Ni Una Menos, Vivas Nos Queremos, demostrando que solo la fuerza organizada de miles y miles de mujeres (junto con nuestros compañeros varones) puede con su lucha conquistar nuestros derechos pendientes.