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Red Internacional
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Venezuela

SEGÚN EL GOBIERNO EL DESEMPLEO ES EL MÁS BAJO DESDE 1999. Cuando los indicadores falsean realidades sobre el empleo

Milton D’León Caracas / @MiltonDLeon

Viernes 31 de julio de 2015

En varios artículos anteriores nos hemos referido a los altos niveles de la carestía de la vida así cómo el salario de los trabajadores y trabajadoras es golpeado en su poder real de compra. En este artículo nos referiremos a las condiciones del tipo de empleo existente en el país que viene a acentuar los padecimientos del pueblo trabajador en medio de la agobiante crisis económica que estamos viviendo.

Los números del gobierno de Maduro

Pareciera un chiste de mal gusto, pero el ministro del Poder Popular de Planificación del gobierno venezolano, Ricardo Menéndez, informó que la tasa de desempleo llegó a su nivel más bajo desde el año 1999, quedando reducida a sólo 6,6 por ciento para el mes de mayo. Es decir, el país en una de las más grandes crisis económica en toda la etapa que va del chavismo, en plena recesión económica prolongada de casi dos años, alza de precios, inflación galopante, y que incluso se espera que el Producto Interno Bruto (PIB) del país se hundiría un 5,5 por ciento según los pronósticos para este año, tenemos el gran extraño fenómeno que el desempleo va a la baja.

Veamos los contrastes. De acuerdo a los cálculos del economista Maxim Ross que dirige una consultora económica especializada en macroeconomía venezolana, y corroborados por quien aquí escribe, si tomamos en cuenta que entre los años 2005 y 2012 la economía del país creció un promedio anual de 4,0% del PBI, tuvimos en ese período una tasa de desempleo que se mantuvo en un 8,3% en promedio. Si vemos año por año podemos constatar que el desempleo aumenta cuando se producen caídas en el PIB. Por ejemplo, para el 2009 la economía se contrajo un 3,2% del PIB aumentando la tasa de desempleo en 1,2 puntos; y en 2010 la caída fue de 1,5% también aumentando el desempleo en 0,4 puntos. Sin embargo cuando hay crecimientos del PIB la reducción del desempleo es proporcionalmente menor: en 2011 el crecimiento fue de 4,2% reduciendo la tasa de desempleo en 0,6 puntos; y en 2012 un incremento de 5,6% lo bajó en 0,4 puntos porcentuales.

Desde el gobierno, al brindar los datos del indicador del desempleo, y a sabiendas de la fuerte recesión, se dice que “a pesar de la guerra económica hay una protección de la condición de empleo”, y es por eso que el empleo sube ¡Es que según el dato expuesto por el ministro tenemos la mayor creación de empleos en los últimos años! cifra que resulta poco creíble dado el fuerte estancamiento de la economía. Cada vez que el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) publica el indicador de desempleo resulta importante inscribir esa cifra en su verdadera realidad, porque es muy fácil decir que la tasa es tal o cual, para luego añadir que está por debajo de países centrales como Francia, Bélgica, Suecia, Hungría, Países Bajos, con altos niveles de desarrollo y que no atraviesan crisis económicas, e incluso estamos apenas dos puntos encima de potencias como Alemania (4,8) y un punto arriba del Reino Unido (5,5).

Decir que tenemos el 6,6% de desempleo se cae por sí solo, salvo que se considere empleado a alguien que vende productos en la calle o una persona que alquila telefonitos celulares para llamadas, es decir, los que están en el peor grado de la informalidad laboral en el país. Según los datos que indica el ministro, “el índice de desempleo de enero de 2014, (el cual se ubicó en 9.6 por ciento), el 2015 (con 7.9 por ciento) mostró una reducción de casi dos puntos en un año”. Es decir, entre más arrecia la crisis económica, la recesión se profundiza aceleradamente, un desplome de los precios del petróleo (que es lo que empuja la economía del país) tenemos que el desempleo disminuye sin que medie siquiera “grandes planes de obras públicas”. Más aún si tomamos en cuenta que el desempleo es un factor de la economía que cada año va incorporando nuevos contingentes de potenciales trabajadores, toda vez que se incorporan personas mayores de 15 años con disposición a formar parte de la fuerza laboral del país, o aquella gran cantidad de egresados de centros educativos de nivel medio, técnico o universitario, y que un país en plena recesión económica se le hace difícil incorporar.

Ocultando fuertes realidades

El problema de fondo radica que en el país no se mide “empleo” sino “ocupación”, y dentro de esta categoría entra de todo. Para el INE se considera desempleado o desempleada a las personas de 15 años y más, de uno u otro sexo, quienes declararon que durante la semana anterior al día de la entrevista de la Encuesta de Hogares que no estaban trabajando y estaban buscando trabajo con remuneración. Es decir, un ocupado es la persona que declaró trabajar una hora o más en forma remunerada en la semana anterior a la encuesta. Menéndez argumentó que el país cuenta con una población económicamente activa de 14.106.099 personas; de las cuales 13.174.937 se encuentran ocupados, mientras que "sólo 931.162 se encuentran sin empleo".

Entonces, según la definición, de esos más de 13 millones que figuran como “empleados”, hay personas que pueden haber trabajado 2, 3 o 4 horas a la semana y que las cifras toman como ocupada cuando en realidad esas personas están en una situación de precariedad laboral más asimilable al desempleo que a la ocupación. Sumémosle a esto que en el país existe una alta tasa de inactivos que se acerca al 36%. Tomando en cuenta que la población inactiva son las amas de casa, los estudiantes, los jubilados, pero también están aquí aquellos miles de personas que quisieran trabajar pero abandonaron la búsqueda de empleo frente a la dificultad de conseguirlo, por tanto la tasa de desempleo que muestran los indicadores oficiales queda muy encubierta detrás de estas distorsiones.

Agreguémosle que en el país, según datos oficiales, aproximadamente el 40% de la población económicamente activa, alrededor de unos 5.300.000, son trabajadores y trabajadoras informales. En dicha inmensa cifra no entran solamente aquellas personas que trabajando por cuenta propia obtienen ingresos, estabilidad y seguridad social semejante a la de un trabajador del sector privado formal o de la administración pública, más bien son los menos, sino también un grueso muy significativo de personas que viven “matando tigres” (haciendo changas), es decir, en el total subempleo. La “buhonerización” (vendedores callejeros), sector más vulnerable donde se concentra gran parte del “empleo” informal, es actualmente un rasgo estructural de la sociedad venezolana, y sus consecuencias económicas, sociales, y políticas, son evidentes. Trabajadores y trabajadoras que fueron desplazados del proceso productivo o que nunca tuvieron acceso al trabajo formal. ¿Con qué cara nos viene a hablar el gobierno de Maduro que tenemos una tasa de desempleo del 6,6%?

Por empleo digno y salario digno para todos

Si a todo esto le sumamos incluso que en el llamado sector formal los niveles de precariedad laboral son muy altos vemos más en completo el problema laboral del país. Pues aquí existen empleos tanto de baja productividad, en sectores marginales, usualmente inestables y de bajos salarios, no cubiertos por la legislación laboral y con carencia de beneficios sociales. Para hablar de empleo tendríamos que hablar como mínimo de la existencia de contrato estable, la cobertura de prestaciones de salud, seguridad social, y otras prestaciones sociales, definidas las condiciones de trabajo carga horaria, y el nivel de remuneración, pero en la encuesta de hogares del INE se eliminó la pregunta que hacía referencia a la existencia de un contrato laboral, siempre buscando ocultar una triste realidad.

Es por eso que en el país la lucha por un empleo digno para todos imponiendo la escala móvil de las horas de trabajo, con un salario que cubra todas las necesidades básicas y de recreación con escala móvil de salarios está a la orden día, entre otras demandas fundamentales donde a los trabajadores y trabajadoras no les queda más que organizarse y luchar de manera independiente confiando en sus propias fuerzas.