El nivel inicial constantemente vive postergado. En primer lugar, no existen los jardines maternales e infantiles necesarios, lo que genera desde la primera infancia desigualdad. Ya que solo logran acceder a los mismos las familias que invierten gran parte de su sueldo en sostener la educación de sus hijos e hijas.
Jueves 18 de septiembre de 2014
Es en la primera infancia donde se construyen las bases que le permitirán a las niñas y niños evitar la repitencia, ya que se trabajan conceptos necesarios previos a la lecto-escritura, donde tienen la posibilidad mediante el juego de probar letras, reconocer números, reconocer el espacio de la hoja, arriba, abajo, etc. nociones necesarias para desarrollar la escritura y la lectura.
Las familias más humildes sin posibilidades de donde dejar a sus chicos cuando tienen que salir a trabajar, encuentran como única alternativa los jardines comunitarios. Esto les brinda seguridad al saber que sus niñas y niños están cuidados, la mayoría de las veces por sus propias vecinas, quienes están a cargo de estos jardines.
En muchas ocasiones las madres cuidadoras encuentran aquí su única posibilidad de trabajo, y no cuentan con recursos ni tiempo para formarse y capacitarse en educación infantil, lo que permitiría que esta actividad fuera más cualitativa, tanto para ellas como para los más pequeños.
Los espacios de los jardines comunitarios surgieron por necesidad dentro de los propios barrios, entre las familias y las organizaciones barriales, como respuesta a la ausencia del Estado, que todos los años deja a miles de niños y niñas sin acceso a la educación formal, por no contar con presupuesto para la construcción de escuelas, dejando la solución del problema a merced de las posibilidades de cada familia (si pueden pagarán un colegio privado). Ante la ausencia de jardines y centros infantiles, los jardines comunitarios son necesarios, pero no solucionan la necesidad de que quienes se encarguen de la formación de niños y niñas sean personas idóneas, derecho universal de todos los chicos.
Por otro lado, a la falta de jardines y escuelas se le suma un problema fundamental, que es la escasez de docentes, debido a que los constantes cambios de planes de estudios en las carreras de formación docente generan más dificultades para estudiar y recibirse. Los tiempos que imponen los profesorados, con su dinámica de cursada y prácticas a contraturno desde el inicio de la carrera, impiden que cualquier trabajador/a pueda avanzar en la carrera en tiempo y forma. En la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, para realizar las prácticas pedagógicas hay que dejar de trabajar un mes desde el primer cuatrimestre de cursada, o tener un trabajo donde permitan reducir el horario por ese período y, en el mejor de los casos, ese mes no llegar con el salario por la consecuente reducción del sueldo... Con esta dinámica, en la que además no existen becas ni apoyos económicos de ningún tipo, la mayoría de los estudiantes termina dejando la carrera, abandonándola un tiempo para ahorrar unos pesos y continuarla cuando pueda dejar de trabajar o simplemente se tarda hasta el doble o más de tiempo que los planes de estudio estipulan.
Hay experiencias, incluso en nuestro país, de formación y capacitación a madres cuidadoras, lo que les permitió a ellas desarrollarse como profesionales mientras se creaba un espacio educativo superador.