Cultura heterosexual versus práctica heterosexual. La heterosexualidad como regla general para la expansión económica.
Sábado 25 de junio de 2016
Louis-Georges Tin es profesor de literatura en la Universidad de Orléans (Francia), especialista en historia de la sexualidad y problemáticas raciales. Él es un activista y un reconocido militante por los derechos humanos y es el fundador del Día mundial de lucha contra la homofobia.
Su libro “La invención de la cultura heterosexual” (editorial Cuenco de Plata) es un hecho significativo y ambicioso ya que nos plantea una ruptura, una revolución epistemológica que nos llevará a desnaturalizar las prácticas heterosexuales y a reflexionar que estamos inmersos en un mundo heterosexual, hecho por heterosexuales, para heterosexuales, pero que no ha sido siempre así.
Esta es una construcción reproducida por nosotros sin cuestionamiento alguno, desde nuestro nacimiento, y es también reproducida por las instituciones que a todos nos atraviesan y norman. En ese juego de reproducción es donde la heterosexualidad se naturaliza, se da por sentado que debe ser así y que es así desde antes de nacer, lo que nos lleva a perder la posibilidad de vivir de otra manera.
La pareja hombre-mujer recién ocupó un lugar de privilegio en Occidente en el siglo XII. Antes de convertirse en una norma que organiza nuestra vida social, la pareja heterosexual fue cuestionada por la iglesia y la nobleza (aunque sólo en un principio) ya que vendría para sustituir el paradigma hombre/hombre, por el de hombre/dama, dejando atrás la homosocialidad (1).
La medicina Occidental, sin embargo, acompañó y aportó a la normalidad heterosexual creando la categoría de “homosexual”, para depositar en esta figura todo lo malvado (tengamos en cuenta que cuando se construye un otro, se construye un nosotros). Si nos remitimos a la historia humana, podríamos decir que la categoría “homosexual” es reciente, ya que fue construida entre el 1700 y el 1800.
Louis-Georges Tin también plantea que el hecho de haber estudiado a las mujeres, nos llevó a problematizar la masculinidad; el estudio de los negros, nos llevó a estudiar a los blancos. Existen ya hace varios años estudios destinados a analizar la cultura homosexual, lo cual nos tiene que llevar a estudiar la cultura heterosexual: “(…) hasta ahora la pregunta de los biólogos, médicos, y a decir verdad, de la sociedad toda, se ha orientado fundamentalmente a las causas de la atracción hacia el mismo sexo. Las investigaciones tratan sobre el otro, el anormal; el que debe ser explicado es el homosexual”. El heterosexual nunca tuvo que explicar por qué es heterosexual.
En los homosexuales se busca una causa biológica, y justamente ahí radica la riqueza de la propuesta del autor, en comenzar a hacer algunas preguntas a la heterosexualidad, en diferenciar el plano biológico de lo cultural, reflexionar sobre por qué a algunos sujetos se les ocurre o les nace sentir que les gustan personas del sexo opuesto.
Desde el sentido común podríamos responder sencillamente pensando en la necesidad de reproducción y perpetuidad de la especie. Pero esta teoría darwinista ¿es suficiente?. Cuando elegimos a una pareja, ¿estamos pensando en que será adecuada para reproducirnos?. ¿Qué es lo que nos lleva a vivir en una sociedad de base heterosexual?. Podemos decir que las prácticas heterosexuales entre macho y hembra ocurren en todas las especies y que es universal, pero ¿ocurre lo mismo con la cultura heterosexual? La especie humana en Occidente es la única que construye un mundo heterosexual, el hombre es el único que organiza la vida en base a un régimen heterosexual, el cual no tiene nada que ver con lo reproductivo, ni con lo biológico.
Tin señala que la sociedad industrial parece tener una obsesión por el amor romántico y justamente esta obsesión, coincide con todas las transformaciones que se dan a nivel mundial, como por ejemplo: la expansión territorial; de los imperios; de las potencias y principalmente con la aparición del mercado económico.
El mandato ideológico de pareja hombre/mujer se convierte en una estructura que ordena en clases a la sociedad, se convierte en una estructura política indispensable para la división sexual del trabajo, para la asignación del invisible trabajo reproductivo.
El mundo heterosexual se construye con la mujer, pero sin las mujeres; el rol de la mujer es el de un objeto glorificado. Los cuerpos que se presuponen con capacidad de procrear y/o parir son destinados al trabajo de crianza y, como si fuera consecuencia lógica, son los encargados de las labores domésticas y del cuidado de niños, ancianos y esposos.
El sistema económico capitalista debe lograr asegurarse una cantidad y calidad de fuerza de trabajo. La reproducción de la especie humana es vista por el capitalismo como algo vital para su propia continuidad.
La crianza de futuros trabajadores y trabajadoras será útil para sostener sus cimientos. Citamos, en paralelo, para reflexionar aún más, lo expresado por Óscar Guasch (2), que relaciona la heterosexualidad como la base de la sociedad industrial: “se trata de producir hijos que produzcan hijos. Para las fábricas, para el ejército, para las colonias durante más de un siglo, casarse y tener hijos, que a su vez se casen y los tengan, ha sido la opción considerada natural, normal y lógica”.
Queda más que claro entonces, que el único objetivo del capitalismo es el lucro comercial y eso sólo es posible si los hombres viven en una sociedad sumisa al proceso de acumulación privada del capital. Una de las estrategias de continuidad del sistema es subordinar las necesidades humanas a las necesidades de acumulación, lo que significa decir que los hombres son tratados como mercancías.
La principal arma que tiene el capitalismo es crear un ejército de desocupados que funcionará como un tope al salario y que facilitará la explotación. El capitalista pagará lo mínimo e indispensable al obrero como para asegurarle la subsistencia y el regreso a un nuevo día de trabajo, convirtiéndolo en un esclavo asalariado.
(1) Homosocialidad: Tin de esta forma hace referencia al vínculo entre hombres que imperó durante más de dieciséis siglos en Occidente (desde Grecia y Roma) y se mantuvo con vigor hasta el siglo XI en la Europa medieval.
(2) Licenciado en Historia y Doctor en antropología Urbana. Profesor de Sociología en Barcelona.