¿Literatura proletaria? ¿Cultura proletaria? ¿Son posibles? Trotsky respondía a estas interrogantes mientras dirigía el primer Estado obrero de la historia.
En el suplemento de IdZ que publicamos el pasado 12 de julio planteábamos, someramente lo que Guillermo Bonfil definía como “cultura obrera” o “literatura obrera”, en el prólogo del libro Relatos obreros mexicanos. Allí, aunque no da una definición clara de la literatura o la cultura obrera, le otorga a la primera ese adjetivo por la composición de clase de quienes escriben que, según el autor, es un terreno menos explorado que otras formas de comunicación y expresión como las pintas, los volantes, los gestos y señas que permiten “hablar” por encima del ruido de las máquinas, etc., que forman parte de la “cultura obrera”. Si es el obrero quien dice algo desde su condición de explotación, ¿debe adoptar las normas de la literatura dominante, reconocida e impuesta?, ¿habrá de expresarse con las mismas formas y reglas que caracterizan a la literatura hoy regente? Son sólo algunas interrogantes que se plantean, pero por el tipo de texto y su extensión es incapaz de desarrollar y resolver. León Trotsky escribiría, en la década de los 20, una serie de artículos que retomarían dicha cuestión, que hemos recuperado de la compilación de Literatura y Revolución. [1]
Trotsky definiría la cultura como un sistema desarrollado e internamente coherente de conocimiento y de habilidades en todos los ámbitos de la creación material y espiritual, [2] desde la administración de las fábricas y el Estado, al arte y la ciencia. Es un conjunto orgánico de conocimientos y habilidades que caracteriza a toda la sociedad o, al menos, a su clase dirigente. Toda clase dominante crea su cultura y su arte. Cabe resaltar que, en el momento en que Trotsky escribe, había triunfado ya la primera revolución proletaria del mundo y los obreros se habían hecho del poder para construir el primer Estado obrero de la historia. Aunque pudiera deducirse que el proletariado deba crear su propia cultura y su propio arte, la respuesta no es tan sencilla ni inmediata como parece.
Para esto, es necesario hacer un recuento y apelar a la historia de la humanidad. “Como enseña la historia, la formación de una nueva cultura en torno a la clase dominante exige mucho tiempo y solo alcanza la plenitud en la época que antecede a la decadencia política de dicha clase”; [3] es decir, el primer problema se basa en la temporalidad. La experiencia más reciente de la conformación de una nueva cultura es la cultura burguesa, si se considera su manifestación más abierta, nos remonta a la época del Renacimiento y alcanzó su pleno apogeo hasta la segunda mitad del siglo XIX, un proceso de más de cinco siglos.
La dictadura del proletariado se considera –en términos relativos a otras experiencias históricas– como un periodo de transición, históricamente, breve. Aunque el proceso de la revolución social a escala mundial se prolongue decenas de años, sigue siendo muy por debajo de la escala temporal de siglos o milenios. Ergo, también es de considerarse que estos años serán de una cruenta lucha de clases, razón que además dificultará y pondrá límites a una construcción cultural planificada. Esto debido a que el proletariado, a escala mundial, dirigirá su energía a la conquista del poder, su mantenimiento, consolidación y utilización para cubrir las necesidades para garantizar la existencia física (alimentación, vivienda, agua, etc.). Inversamente, cuando comiencen a surgir las condiciones que permitan y favorezcan la creación cultural, más se disolverá el proletariado en la comunidad socialista. [4]
El segundo problema es el de la lucha de clases, que de ninguna manera tiene un sentido negativo. Claramente, la toma por la fuerza del poder es necesaria para terminar, de una vez por todas, con la cultura clasista y abrir el camino a una cultura humana. La dictadura del proletariado no es la organización productiva-cultural de la nueva sociedad, sino el régimen militar-revolucionario de la lucha por su consecución [5], que crea las premisas de la nueva sociedad, pero con los métodos de la vieja sociedad: la lucha de clases, la violencia, el aniquilamiento, la destrucción. Si bien es claro que el proletariado estampará su huella en la cultura antes de disolverse, no es equiparable a plantear que será él mismo quien la desarrolle.
Para entender cómo se forma la cultura, es imprescindible el papel de la intelliguentsia, que es aquel sector cuya cualidad social principal es la intelectividad; [6] es decir, son aquellos que desempeñan un trabajo social más intelectual, desde el arte, la ciencia, la administración del Estado, etc. También tiene un carácter de clase que responderá a la clase de donde es extraída, ya sea el proletariado, la burguesía, la pequeña burguesía, etc. [7]
El tejido fundamental de la cultura se va formando por las interacciones y relaciones recíprocas entre la intelliguentsia de la clase y la clase misma. Así pues, la tarea de la intelliguentsia proletaria en los años de revolución no es la abstracción de una nueva cultura, sino el desarrollo de una política cultural que permita la asimilación sistemática, planificada y crítica por parte de las masas atrasadas de los elementos más necesarios de la cultura ya existente. [8] Lo que nos lleva a la última pregunta ¿qué características debería tener la literatura obrera?, ¿habrá de expresarse con las mismas formas y reglas que caracterizan a la literatura burguesa?
Es importante entender que, si bien la burguesía consiguió el poder político después de años de superar a las castas dirigentes en su nivel cultural y convertirse en el motor de la cultura –gracias a que tenía ya afianzado el terreno económico que les permito capitalizar la ayuda de la intelliguentsia– con el proletariado, en general, ocurre a la inversa. Para poder asimilar los elementos fundamentales de la cultura burguesa, es necesario que se haga del poder político. Necesita de la violencia revolucionaria porque esta sociedad no le da acceso a la cultura.
Trotsky debate incluso con quienes plantean que Marx y Engels son el inicio de una cultura proletaria. La realidad es que tanto Marx como Engels surgen de las filas de la pequeño-burguesía y se educaron abrevando en su cultura. Formaron su teoría sobre las bases científicas y políticas de la cultura burguesa, aunque declararon a esta última su lucha a muerte. El origen del marxismo es la negación que hace de sí mismo el pensamiento generalizador de la democracia burguesa, utilizando para ello todo el arsenal crítico preparado para el desarrollo de la ciencia burguesa. [9]
Esto es importante porque, a pesar de que debatía en torno a la poesía, los elementos que Trotsky aporta son útiles también para la literatura. Si bien, en el libro de Relatos obreros podríamos encontrar estilos considerados burdos, lo que expresan –en términos objetivos– es la consecuencia del alejamiento de las masas del arte de la literatura; ya que tanto el arte como la ciencia exigen una preparación. Trotsky intensifica el debate con aquellos pequeños círculos de poesía que comenzaban a formarse y donde se reivindicaba la negación del arte burgués.
Trotsky sería muy tajante: “El arte deforme no es arte y, por consiguiente, los trabajadores no tienen necesidad de él”, [10] respuesta que dio a aquellos que negaban la importancia de aprender y estudiar la técnica literaria burguesa, puesto que consideraban que, si bien deforme, era arte proletario. “Esto no es marxismo, sino populismo reaccionario apenas retocado con una ideología “proletaria”. El arte para el proletariado no puede ser un arte de segunda selección.” Lo cual no resta en absoluto la importancia que tienen dichos textos como material histórico, ya que reflejan la realidad que viven los obreros y su manera de interpretarla.
De esta manera podemos concluir, tal como lo hace él, que hablar de literatura proletaria o cultura proletaria, dentro de los estrechos márgenes que permite la sociedad burguesa, termina por deformar las perspectivas y cultivar la altanería de los pequeños círculos, que no alcanzan la organicidad que proporciona una relación profunda entre el arte y el Estado, así como para el desarrollo de la cultura en general. Como se ha mencionado, estos ejercicios son muy valiosos y, en el caso de la URSS, sirvieron para mostrar el proceso molecular de elevación cultural del proletariado. Razón por la cual, más que “cultura proletaria”, habría que pensar en una política cultural del proletariado, que le permita la elevación del nivel de pensamiento de la clase obrera.
El cómo será la cultura después de un proceso revolucionario internacional es algo que no podemos determinar, ya que surgirá de la estrecha vinculación entre la intelliguentsia del proletariado y la clase. De cualquier manera, para soñar y hacer realidad esta perspectiva, se vuelve necesaria la toma violenta del poder político.
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