Reseñamos el documental de David Attenborough “Una vida en la Tierra”, disponible en Netflix. A lo largo de décadas, ha viajado por todas partes del mundo y relata el paso de su vida y las peligrosas y dañinas transformaciones en la naturaleza que en su recorrido pudo apreciar, no solo él, sino también el mundo a través de sus documentales.
Viernes 4 de diciembre de 2020 23:48
Para quienes somos fanáticos de los documentales, y en particular los que son de la naturaleza, la voz de David Attenborough quizás nos resulte más conocida que su figura. David tiene 94 años y sigue viajando por el mundo. Desde muy joven, se recibió de Doctor en Ciencias Naturales en la Universidad de Londres, su tierra natal. Produjo y dirigió importantes documentales como Planet Earth I y II, Blue Planet, Frozen Planet y África, de la BBC, entre los más conocidos. Se convirtió en uno de los divulgadores naturalistas más importantes y reconocidos en el mundo. En tan solo 24 horas desde que se abrió una cuenta de Instagram, cosechó más de 5 millones de seguidores. Su nuevo documental estrenado en la plataforma Netflix hace tan solo unos meses, muestra cómo fueron evolucionando los cambios climáticos por el accionar de la humanidad en tan solo nueve décadas y las modificaciones que fueron sufriendo diversos ecosistemas en el tránsito de su vida. Las imágenes que se suceden muestran los paisajes de su infancia, los documentales anteriores que grabó en lugares todavía inexplorados por el ojo humano y las especies que fue conociendo a lo largo de su vida.
Finalmente problematiza los cambios en estos ecosistemas, el futuro que nos espera si no hay modificaciones profundas en relación al medioambiente y algunas posibles
soluciones más que necesarias para evitar llegar a ese punto de no retorno.
Contadores (O cuánto tiempo nos queda)
En el documental, David Attenborough intenta mostrar cómo a lo largo de su vida fueron modificándose los ecosistemas que investigaba a lo largo y ancho del mundo. Lo hace a través de “contadores” que muestran la evolución de indicadores con el paso del tiempo: los niveles de población, la cantidad de partículas de carbono en la atmósfera en partes por millón y el porcentaje de espacios naturales restantes en el planeta. A lo largo del documental podemos ver cómo van cambiando estos valores, aumentando los dos primeros y disminuyendo el tercero a una velocidad alarmante y exponencial. Su testimonio intenta mostrar el declive global en el transcurso de una sola vida: la suya. Uno de los primeros cambios que Attenborough vislumbra es la dificultad cada vez mayor de encontrar ciertos animales que había explorado en su juventud. En 1950, el territorio de la Isla de Borneo estaba compuesto por un 75% de selvas. Al día de hoy, las mismas se han reducido a la mitad. La tala las ha reemplazado por plantaciones de palmeras aceiteras: un ecosistema casi muerto.
Décadas antes, Attenborough había sido el primero en divisar y estudiar a los orangutanes que viven en esta selva. Hoy se han reducido un 66%. En las selvas viven más de la mitad de las especies terrestres y sin embargo, a nivel mundial el 50% ya han sido taladas.
Otro importante ecosistema que está siendo muy perjudicado por el calentamiento global es el océano. Un aumento de temperatura por los gases de efecto invernadero en la atmósfera genera una mayor acidificación del mar. Los arrecifes de coral expulsan las algas que viven simbióticamente en sus tejidos: terminan como esqueletos y perjudican enormemente a muchas poblaciones de peces que viven en estos ecosistemas.
El aumento de temperatura provocado por un mayor carbono en la atmósfera no es compatible con una Tierra estable como la que tenemos y tuvimos durante más de 100.000 años, en la época geológica conocida como el Holoceno. Las temperaturas no variaron más de un grado celsius en promedio durante este período. Un aumento excesivo del carbono ligado al intenso vulcanismo es un componente central en las anteriores cinco extinciones masivas de la vida, donde más del 75% de las especies desaparecieron, mucho antes del surgimiento de la humanidad tal como la conocemos.
Rumbo a la sexta extinción masiva
Attenborough intenta reflejar en sus documentales los cambios que fueron sufriendo los ecosistemas a lo largo del tiempo producto de las variaciones climáticas que afectan un delicado equilibrio que ya está roto. Este documental grafica crudamente esto. Pero no se detiene ahí, sino que es taxativo en plantear que estos cambios ocurridos en 80 años se verán completamente eclipsados por los daños exponenciales que seguirán produciéndose en caso de no tomar cartas en el asunto. Para la década de 2030, la Selva Amazónica talada hasta el agotamiento se consumirá en cenizas por la falta de humedad, alterando el ciclo del agua y convirtiéndose en una sabana seca. El Ártico se quedará sin hielo y la energía solar que reflectan los casquetes polares hacia el espacio generará un aumento mayor de las temperaturas. Para 2040, los suelos descongelados producirán mucho más metano, un poderoso gas de efecto invernadero que calentará exponencialmente la temperatura atmosférica. Para 2050 los arrecifes de coral terminarán muertos y las poblaciones de peces se desplomarán al igual que los insectos polinizadores extintos para el 2080 y una crisis de cultivos azotará a la humanidad por la sobreexplotación del suelo. En 2100, la temperatura habría aumentado 4 grados celsius. Grandes zonas de la Tierra serán inhabitables y millones más serán expulsados de sus hogares. Estaríamos camino a la sexta extinción masiva desde el surgimiento de la vida en la Tierra.
¿Es posible revertir este camino?
Contra todo fatalismo, David Attenborough es duro, pero optimista. “Regenerar el mundo es más sencillo de lo que se imaginan”. Y propone tres planteos concretos para restaurar los ecosistemas del planeta.
El primero es frenar el aumento poblacional desmedido. De acuerdo a las teorías de la Transición Demográfica, hay un descenso de la tasa de natalidad y un aumento de la esperanza de vida debido al acceso a servicios como salud y educación de muchos sectores de las poblaciones. David Attenborough propone acelerar esta tendencia sacando a millones de la pobreza y dándole mayores derechos a la mujer a nivel mundial para que pueda estudiar. Cuanto mayor es el nivel educativo de las mujeres, menor cantidad de hijos tendrá, ya sea por demorar la maternidad o priorizar su realización personal mediante otros medios que no son la familia. Un ejemplo de esto fue la URSS, que en 1920 legalizó el aborto y procuró romper con la desigualdad capitalista. Una mujer que acudía al hospital por la falta de anticoncepción le decía a su médico: “tenemos estudios y carreras en qué pensar. La vida ya es lo suficientemente difícil sin hijos.” (Goldman; 2012: 261)
Esta tendencia comenzó marcadamente a vislumbrarse luego del Baby Boom de la década de 1960, pero en la URSS fue donde por primera vez y décadas antes las mujeres fueron conscientes de lo que implicaba el acceso a otras condiciones de vida que no estuvieran atadas al hombre: “La Revolución trajo nuevas oportunidades; las campañas de alfabetización de masas y las actividades del Zhenotdel [comité de mujeres], expandían los horizontes y las opciones de las mujeres”. (Goldman; 2012: 261) Acabar con la pobreza, por otro lado, no es algo sencillo. Si todos quisieran esto, ¿Por qué el mundo es cada vez más desigual? Contrasta la fortuna de grandes empresarios con la cantidad cada vez mayor de gente que vive con menos de dos dólares todos los días, que carecen de los servicios y derechos básicos. En la actualidad, cerca de 90 millones de personas caerán en la extrema pobreza, mientras empresarios como Elon Musk ganaron más de 100.000 millones de dólares en lo que va del año. Conviene recordar que hay organismos como el FMI que imponen reestructuraciones de deuda leoninas y descargan lo peor de las crisis sobre las espaldas del pueblo trabajador, como en Grecia, América Latina, España o Portugal, entre otros.
Lo segundo que plantea es la disminución acelerada de los niveles de carbono y de gases de invernadero presentes en la atmósfera. En abril de 2020 se han registrado 416 partes por millón en la atmósfera, una de las cifras más elevadas desde que comenzaron a existir registros (cuando se midieron 315 partes por millón). Attenborough propone la utilización de energías renovables contra el gas y el petróleo, dos elementos profundamente contaminantes. Pero hay que tener en cuenta que no alcanza con una disminución de automóviles para incorporar bicicletas. El 35% de las emisiones mundiales de CO2 a la atmósfera proviene de tan solo 20 empresas petroleras, mineras y del gas.
Si bien hay avances en la investigación sobre la utilización de las energías renovables, es sabido que las empresas petroleras y eléctricas han llevado adelante una enorme pelea para tapar la existencia del cambio climático con publicidades falsas, aun sabiendo lo que provocan estas empresas en la atmósfera.
Los otros dos elementos naturales que podrían contrarrestar la cantidad de carbono en la atmósfera es la recuperación de bosques y selvas. La deforestación corresponde a 11.9 millones de hectáreas de bosque solo en 2019. Con la tala, se van perdiendo importantes ecosistemas y se debilitan los mecanismos naturales de absorción del carbono, como es la vegetación.
Por otro lado, la recuperación de la flora y fauna marina es importante, ya que los Océanos juegan un papel fundamental para el desarrollo de transferencia de energía a nivel global, llevando corrientes frías y disminuyendo la temperatura en diferentes zonas. A su vez, el fitoplancton marino absorbe por la noche una cantidad importante de carbono de la atmósfera.
Es decir que no solo necesitamos un plan estructural para reducir la cantidad de carbono emitido por las actividades antrópicas, con una transición a energías renovables que costeen las principales empresas que durante muchos años han tenido cuantiosas ganancias a costa de arruinar el medio ambiente, sino que también necesitamos una recuperación de los ecosistemas que absorben naturalmente el carbono en la atmósfera.
“Los grandes carnívoros son raros en la naturaleza, porque necesitan muchas presas para sobrevivir”. Lo que intenta plantear en tercer lugar Attenborough, es la efectividad que traería cambiar nuestra dieta para recuperar los niveles de ecosistemas existentes. El cultivo de animales requiere un espacio muy grande de tierra para la alimentación. No es un planteo moral, sino de utilización de recursos sociales. Con el desarrollo de la tecnología, se pueden producir vegetales cada vez en mayor cantidad y calidad. Un ejemplo pionero de esto es la producción que viene llevando adelante Holanda. Es una cosecha sustentable que aprovecha cada hectárea para el cultivo, ha permitido que un país con escaso territorio se convierta en uno de los mayores exportadores de hortalizas del mundo.
Con la ganadería, la única forma de sostener este crecimiento es a través de los feedlots, que encierran a los animales en pequeñas granjas, produciendo importantes perjuicios naturales como también peligrosas enfermedades zoonóticas, que llevan a tener que matar a millones de animales, como los visones en Dinamarca o los cerdos en China.
Sin embargo, esto también implica un enfrentamiento contra las empresas que producen transgénicos y pesticidas, además de los grandes terratenientes y dueños del campo, que jamás reducirán sus ganancias voluntariamente por aplicar tecnología sustentable en el campo.
Por otra parte, el desarrollo de estas tecnologías implican grandes presupuestos de investigación y aplicaciones técnicas que en muchísimos países no existen ni los gobiernos están dispuestos a financiar.
¿Alcanza con regulaciones parciales?
El documental logra mostrar una vinculación entre la naturaleza y el hombre que relata la historia, con imágenes increíbles de antiguos documentales y de David Attenborough contando su vida y su pelea para poner en agenda la necesidad de medidas drásticas para alterar el curso de un modelo de desarrollo capitalista inviable e insostenible.
Sin embargo, es necesaria una reflexión profunda sobre las responsabilidades políticas y sociales, ya que no puede compararse el accionar de un individuo con aquellos que buscan poner su ganancia empresarial y negar el cambio climático que existe, antes que desarrollar modificaciones estructurales para alterar el curso de la historia, como por ejemplo Donald Trump. Es innegable que las petroleras han hecho muchísima propaganda durante años porque no están dispuestas a pensar en el bien común antes que en sus ganancias. Aunque en Argentina se haya establecido una ley contra la tala, los grandes “dueños de la tierra” siguen deforestando ilegalmente para poder cultivar. Hemos visto cómo se han producido incendios completamente intencionales en diferentes partes del mundo como Brasil, Australia y Argentina, para desmontar importantes ecosistemas para el cultivo y la siembra. No hay un solo incriminado por este terrible hecho que arruina nuestro planeta. Por más que los gobiernos firmen tratados para disminuir el cambio climático, no hay penalidades serias en caso de no cumplirlos, y son promesas que distan mucho de ser las necesarias para recuperar la Tierra con las reformas estructurales que se necesitan.
Es por ello que, ante un sistema capitalista que no es sustentable en el tiempo, es necesario enfrentar a estos sectores que destruyen el planeta, para pensar un proyecto sustentable a largo plazo que involucre a todo el pueblo trabajador. Este documental es un gran punto de apoyo porque muestra cómo están interrelacionadas las condiciones de vida de los trabajadores, de los jóvenes y de las mujeres con el cambio medioambiental que necesitamos. Sin acabar con la pobreza, es imposible dar una pelea profunda para salvar el medio ambiente.
Si algo nos enseña este documental es que son necesarias reformas estructurales que cambien el modelo de desarrollo insostenible que existe, para poner la ciencia, la tecnología y el desarrollo humano al servicio de una transformación profunda para que las futuras generaciones puedan disfrutar la Tierra sana y plenamente.
Celeste O’Higgins
Integrante del Comité editorial de Armas de la crítica. Es Socióloga egresada de la Universidad de Buenos Aires y estudia profesorado de Geografía en el Joaquín V. González.