Publicamos en castellano el artículo aparecido en el diario Le Monde de Francia el 2-12-2014 firmado por: Etienne Balibar, Emmanuel Barot, Sebastien Budgen, Judith Butler, Stathis Kouvélakis, Michael Löwy, István Mészáros, Guillaume Sibertin-Blanc y Slavoj Žižek entre otros.
Jueves 4 de diciembre de 2014
Mientras que un joven adolescente, negro, de 12 años acaba de ser abatido por la policía de Cleveland, Darren Wilson, el policía que asesinó al adolescente Michael Brown, poniendo en marcha la primera revuelta de Ferguson en agosto pasado, ha visto cómo era absuelto de los cargos emitidos contra él por el gran jurado. “Yo he hecho mi trabajo siguiendo las reglas”, “tengo la conciencia tranquila” ha podido declarar, así, Wilson.
Al finalizar el veredicto, miles de personas salieron a las calles para condenar su carácter abiertamente racista. La represión policial y militar impulsada contra las manifestaciones pone de manifiesto el hundimiento de las ilusiones de la “democracia post-racial”.
Pero Francia no es Estados Unidos, la profundidad histórica de su sentido de la democracia, se dice, no tiene igual: todo esto es en efecto muy lamentable pero queda bien lejos de nosotros.
Y sin embargo, después del asesinato de un joven estudiante ecologista Rémi Fraisse, el 25 de octubre en Sivens en el Tarn, el gobierno francés y sus instituciones no dejan de acumular declaraciones para redimirse de cualquier responsabilidad en su muerte.
La clase política ha puesto mala cara, pero sin hacer tampoco un “casus belli” (“motivo de guerra”) contra esto. ¿Quién diablos, hoy, ha reaccionado contra las declaraciones lacrimógenas del abogado del que lanzó la granada asesina? Según ellas, los hechos son que el gendarme: “Está en el mismo estado que un conductor que ha cumplido perfectamente el código de circulación, pero que choca mortalmente con un coche de otro usuario que no ha respetado una prohibición. Lo que pasó es un accidente. Él no es ni culpable ni responsable, pero estaba presente y es su granada la que ha matado a Rémi Fraisse. Él aprende a vivir con el drama a pesar de la importante presión emocional”.
Pobre aparato represivo
Las retóricas varían, pero el fondo es el mismo: el culpable, es la víctima. Esta forma de pensar no es sino el complemento de la negación del hecho mismo de que las violencias policiales, mandadas por el jefe de gobierno, sus prefectos y sus magistrados, sostienen el “orden republicano” y un “Estado de derecho” fortalecido.
Pobre aparato represivo: ¿Seriamente, vamos a creernos esto? ¿Qué es entonces esta pretendida “democracia a la francesa” que absuelve la represión? Y sobre todo, ¿quién se atreve hoy a levantarse y desafiar esta banalización del hecho de que hay “permiso para matar” a los que se rebelan y que son contestatarios? ¿Quién denuncia la “normalización” de la prohibición de manifestar la cólera, como en Toulouse donde después del homicidio de Sivens cuatro manifestaciones contra las violencias policiales han sido prohibidas en noviembre, tres de las cuales fueron violentamente atomizadas, con una serie de detenciones y denuncias arbitrarias? Algunas incluso susceptibles de ir a prisión firme, entre las penas que podrían imputarles en los juicios que comienzan en Toulouse este jueves 4 de diciembre.
Por su parte, los estudiantes movilizados de la Universidad de Toulousse II - “Le Mirail” no han tomado todavía el control de su universidad, pero su revuelta es profunda y profundamente política. Ellos han comprendido que la supervivencia exige desafiar el ajuste arbitrario, sobre todo si se engalana con el traje de la democracia. Por el momento ellos se sienten solos. Aunque comienzan a ocupar su universidad y a tomar regularmente la calle. ¿Hace falta esperar, como en el poema de Niemöller, a menudo atribuido a Bertolt Brecht, a que todos hayan sido apresados, y que nos descuidemos de sentirnos implicados, y que nos extrañemos finalmente, cuando después de todo nos pase a nosotros también?
La luz en un océano de pesimismo
¿Necesitamos un nuevo Charonne 1962 (1), un "Ferguson a la francesa", para recordar que el poder le toma gusto a prohibir las manifestaciones, a justificar lo injustificable, a la criminalización y persecución política, y recién ahí señalar con el dedo este “Estado de excepción” donde todo está permitido?
¿Olvidamos que en 2005, dos jóvenes adolescentes, inocentes pero perseguidos por la policía, habían muerto electrocutados, siendo el punto de partida de la gran revuelta de los suburbios que la izquierda en su conjunto se abstuvo de mirarlas en exceso de cerca?
En 1964, Herbert Marcuse, símbolo del intelectual americano que intentaba pensar a la altura de su tiempo, escribía en El hombre unidimensional que una de las esperanzas de revolución que resistía, al lado de un movimiento obrero americano en crisis, eran los estudiantes en rebelión.
Su "Gran rechazo " permanecía como una luz en un océano de derrotismo y de repliegue defensivo no sólo de los reformistas, sino también de la extrema-izquierda. Mayo del ‘68, en Francia, también había comenzado contra la represión policial, por una revuelta estudiantil con la que se había solidarizado más tarde el movimiento obrero, abriendo así la vía a la huelga general más importante de la lucha de clases en Europa occidental.
Por supuesto que las condiciones históricas no son las mismas y que tal comparación no es de actualidad. Pero la defensa de las libertades democráticas, el derecho a expresarse y a manifestarse, y la condena de las violencias policiales no son negociables. Es intolerable que un manifestante pueda ser detenido y condenado solamente porque se manifiesta, pero es todavía más intolerable que esto se produzca sin levantar una indignación masiva.
Los que firmamos este artículo de opinión somos "intelectuales" según la fórmula consagrada.
Pero así como Sartre, en tiempo de la guerra de Argelia, había recordado, no hay intelectuales, y las masas, hay una gente que quiere cosas y se pelea para conseguirlas, y son todos iguales. Hoy la situación es grave, los derechos democráticos más elementales están en peligro, y la rebelión gruñe con toda legitimidad.
Ayer, “todos los judíos alemanes”, hoy, “todos los participantes de las manifestaciones prohibidas”. Justicia de excepción, prototipo de Estado de excepción, una vez más la democracia del capital entra en una fase de odio y se le cae la máscara. Quienquiera que no la mire a los ojos y se subleve antes de que sea demasiado tarde, necesariamente será, a un nivel u otro cómplice.
Los firmantes de este texto son:
Etienne Balibar (filósofo, profesor de la Universidad Paris-Ouest), Emmanuel Barot (filósofo, Universidad de Toulouse “Le Mirail”), Sebastien Budgen (editor de Historical Materialism), Judith Butler (filósofa Universidad de Berkele, California), Vincent Charbonnier (filósofo IFE-ENS Lyon), Mladen Dolar (filósofa, Universidad de Ljubljana, Eslovenia), Bernard Friot (sociólogo y economista, Universidad Paris Ouest-Nanterre), Isabelle Garo (filósofa, profesora), Eric Hazan (éditeur), Stathis Kouvélakis (filósofo, King’s College, Londres), Frédéric Lordon (economista, CNRS), Michael Löwy (filósofo, CNRS), István Mészáros (filósofo, Universidad de Sussex, Inglaterra), Beatriz Preciado (filósofa philosophe, Museo de arte contemporáneo de Barcelona), Guillaume Sibertin-Blanc (filósofo, Universidad de Toulouse “Le Mirail”), Joan W. Scott (historiadora, Instituto de Estudios Avanzados, Princeton, New Jersey) y Slavoj Žižek (filósofo, Universidad de Ljubljana, Eslovenia).
(1) En febrero de 1962 el Estado francés reprimió una manifestación de la CGT y la izquierda convocado contra el colonialismo en Argelia en la que murieron 9 manifestantes en la estación Charonne del Metro parisino.