El protagonismo de la juventud en los últimos fenómenos políticos y de lucha de clases a nivel mundial nos obliga a reflexionar en torno a las distintas experiencias de movilización juvenil y estudiantil: ¿qué rol pueden jugar las juventudes del país en el actual contexto? Introducimos algunas ideas en torno a este debate con el objetivo de presentar este nuevo número de "Ideas desde la Universidad".
Martes 7 de julio de 2020 23:37
Collage: Aylén Lugones
La juventud en el corazón (del imperio)
En un cielo en absoluto sereno irrumpieron las movilizaciones masivas detonadas por el asesinato de George Floyd en Estados Unidos. Más de 40 millones de personas solicitaron el seguro de desempleo mientras el gobierno del principal país imperialista persiste en responder de forma errática y criminal a la enorme crisis sanitaria. En un país con índices tan altos de riqueza como de desigualdad, la salud es un privilegio. Los indicadores no tardaron en dar cuenta de la forma específica que asumieron las articulaciones entre raza, clase, y COVID: a pesar de conformar el 31% de la población, negros e hispanos representan el 55% de la población infectada y son los que presentan mayores índices de mortalidad [1]. Los intentos de esbozar explicaciones culturales o claramente biologicistas y racistas tuvieron un alcance tan corto como su capacidad explicativa; lo que apareció como evidente para millones fue la estrecha relación entre precarización laboral -es decir, falta de derechos laborales entre los cuales se encuentra la garantía de acceso a la salud, de salarios que permitan afrontar los enormes costos de atenderse en un hospital, de estabilidad laboral- y por supuesto, el más reciente carácter esencial de estos trabajos, racialidad, exposición y riesgo frente al virus.
Pero lejos de ser un movimiento unívoco, las consecuencias sociales de una crisis capitalista de magnitud histórica tienen un particular efecto sobre la juventud. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el mundo el 77% de la fuerza de trabajo juvenil se encuentra en condiciones de informalidad [2]. No resulta difícil explicar entonces, por qué la furia expresada en las enormes movilizaciones en EEUU y en el mundo no se circunscribe a la población racializada: los protagonistas de las múltiples luchas (cuyo repertorio involucra huelgas de jóvenes precarizados, paros en sectores sindicalizados, protestas cotidianas que derriban estatuas y ocupaciones de calles enteras en dos ciudades) son jóvenes multirraciales que pusieron en agenda elementos que implican un cuestionamiento profundo al régimen: el debate alrededor de la existencia o abolición de la policía -institución fundamental para la constitución y reproducción del orden capitalista en el mundo- llegó a las primeras planas y columnas de opinión de los medios centrales; y las protestas desplegadas cuentan con altos índices de aprobación en la población en general. Las jornadas tuvieron un profundo impacto sobre la juventud en el mundo: con abrumadora participación juvenil se desplegaron masivas acciones solidarias en Alemania, Francia, Brasil, Inglaterra y otros países.
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No es la primera vez, en los últimos años, que la juventud tiene una participación destacada en los fenómenos más importantes del mapa. Los distintos ensayos de organización frente al destino de precariedad que las tendencias capitalistas imponen a este sector se conjugaron con una ineludible centralidad en distintos procesos de enfrentamiento a los gobiernos durante el 2019. El potencial dinamizador de la juventud se expresó en la revuelta chilena que en franca hostilidad con el gobierno de Piñera cuestionaba la herencia estructural del pinochetismo, mientras que en Ecuador la juventud indígena estuvo en el centro del rechazo al plan de ajuste que el gobierno de Lenin Moreno y el FMI pretendían implementar. En Bolivia, la participación de la juventud precaria del Alto, en los combates contra el golpe de Estado y su brutal política represiva fue esencial para las acciones de resistencia. Si mirar a la juventud resulta una clave para pensar el futuro de las sociedades, estas imágenes nos auguran futuros posibles de radicalización.
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¿Estudiantes a estudiar?
Aunque el carácter de las organizaciones estudiantiles en EEUU no sea igual al que revisten en Argentina, lo cierto es que las mismas existen. Durante el 2015 y en los primeros auges del movimiento Black Lives Matter, las universidades fueron un foco de protesta y organización. Los atletas estudiantiles -con la particular importancia que tienen en los mecanismos de financiación de las universidades- comenzaron una suerte de huelga en la Universidad de Missouri que logró desplazar al presidente por su historial racista. Este movimiento fue replicado en múltiples campus universitarios del país. Pero estas protestas, al desplegarse en el contexto de una pandemia, con campus y universidades cerradas, no permiten advertir -si no tenemos en cuenta estos antecedentes- el nivel de participación estudiantil. La realidad es que los estudiantes universitarios están movilizados, muchos en sus propias comunidades y lejos de los lugares donde estudian (diluyendo la posibilidad de ser identificados bajo su rol estudiantil), como también los estudiantes secundarios cuyos núcleos de organización se conforman sobre todo alrededor del movimiento anti-armas y anti-violencia empalmando de forma natural con el fenómeno.
Nos preguntamos entonces, ¿cuáles son las experiencias recientes de intervención juvenil en Argentina? El fenómeno desplegado alrededor del movimiento de mujeres -con hitos de jornadas históricas como el Ni Una Menos del año 2015 y la Marea Verde durante el 2018- mostró una amplia capacidad de movilización. En su dinámica, incorporó a generaciones muy nuevas al ejercicio de ganar las calles.
El movimiento estudiantil tuvo su propio recorrido en la última década: en el 2010 protestas por mejores condiciones edilicias por parte de secundarios que atravesaban otro invierno sin gas en las escuelas, motorizaron un proceso que se amplió hacia distintas universidades y que mediante largas tomas y ocupaciones de facultades logró arrancar determinadas concesiones a sus heterogéneas demandas, como el edificio y sede actual de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Durante el 2016 la reacción de un sector de la vanguardia del movimiento estudiantil fue instintiva ante el macrismo, un gobierno declarado enemigo de la educación pública que decretó lo que se conoció como “presupuesto 0%”, trayendo de vuelta a la escena política el reclamo histórico de boleto educativo ante los primeros tarifazos. En el 2018 aquello que comenzó como una huelga docente por el deterioro de sus condiciones salariales encontró rápidamente en el movimiento estudiantil una expresión particular: de alcance nacional y articulado con la politización del movimiento de mujeres, las tomas en universidades como la de Córdoba arrancaban vírgenes de sus altares mientras exigían más presupuesto para educación. Cuando miles de estudiantes se encontraban movilizados, ocupando facultades y espacios con clases públicas, el cierre de paritarias docentes -por parte de FEDUN [3] en el 2016 y de CONADU [4] en el 2018, ambas dirigidas por el peronismo- desarticuló al movimiento a pesar de contar con fuerzas para seguir peleando.
Pero como en todo proceso protagonizado por movimientos, en su interior, heterogéneos, otras tendencias aparecieron en el desarrollo de estas luchas. En el 2009 la “guerra de clases” enunciada por Warren Buffet -dueño de Kraft Foods y segundo hombre más rico del mundo en su momento- encontró del lado de los trabajadores de la planta Terrabusi (actualmente Mondelez - Pacheco), a cientos de estudiantes. Allí comenzaron a realizar algo muy novedoso que posteriormente se convirtió en algo común en las luchas porteñas y de alrededores: cortes 7 am en la intersección de Callao y Corrientes para visibilizar su reclamo. Acciones impulsadas por los trabajadores en lucha de Kraft junto con estudiantes del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras (CEFyL), jóvenes secundarios que irrumpieron en programas de TV para visibilizar los despidos, fondos de lucha recolectados por estudiantes de la Universidad de General Sarmiento y votaciones unánimes en las cursadas para realizar cortes en la Universidad de Luján fueron algunas de las múltiples iniciativas y acciones desplegadas.
El 2014 que encontró a los trabajadores de Lear peleando por la reincorporación de 200 trabajadores despedidos estaba atravesado por un discurso político radicalmente falseado: mientras las cadenas nacionales repetían la enérgica formulación “patria o buitres”, el gobierno nacional le proporcionaba a estos trabajadores sólo respuestas represivas, preservando la libertad de despedir de una patronal yanki. Resulta imposible encontrar alguna imagen de los cientos de cortes en Panamericana sin identificar la bandera del CEFyL. Más acá en el tiempo, el 2018 encontró también la convergencia de la pelea estudiantil con luchas más amplias, cuando cientos de estudiantes recorrieron el centro de la ciudad de La Plata en apoyo a los trabajadores del Astillero Río Santiago que peleaban contra el intento de vaciamiento impulsado por la entonces gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal. Mientras que un año antes, en 2017, se dio la lucha de los trabajadores de PepsiCo que fueron desalojados casi en cadena nacional después de intentar evitar que la patronal vaciara la fábrica y dejará a más de 200 familias en la calle, que también recibieron el apoyo y solidaridad de amplios sectores del movimiento estudiantil. Ese mismo año, la sociedad en general y la universidad en particular, a lo largo y ancho del país, se vio conmocionada por la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado a manos de la Gendarmería Nacional. Una movilización similar se había visto años antes tras el asesinato de Mariano Ferreyra a manos de la burocracia sindical. El hito más destacado en el movimiento estudiantil de la lucha por la aparición con vida de Santiago Maldonado, se dio en la Facultad de Filosofía y Letras, donde el CEFyL dirigido por la izquierda impulsó junto a las gremiales docentes (AGD y FEDUBA) un paro y acto multitudinario en el cual exigieron su aparición con vida. Producto de una iniciativa de las agrupaciones de izquierda, dicho paro obtuvo la adhesión del centro de estudiantes y se replicó en la Facultad de Ciencias Sociales.
Pero estos pequeños jalones en la tradición del movimiento estudiantil argentino que ha dejado el CEFyL, un centro de estudiantes reconocido por haber sido combativo, democrático y solidario con múltiples causas sociales, no se explica sin la presencia de corrientes de izquierda en su conducción durante 2008-2009 y durante 2013-2019, en particular de la agrupación En Clave Roja impulsada por la Juventud del PTS e independientes. Estas experiencias fueron parte de pensar las vías para articular a sectores del movimiento estudiantil con las luchas de la clase trabajadora, como una forma de retomar las tradiciones que expresan la potencialidad de esa alianza social en la lucha contra los capitalistas y sus gobiernos. Además, contrastan con la inacción y burocratismo profundo de las distintas conducciones y federaciones estudiantiles a lo largo y ancho del país, en especial de la FUBA que durante el período que sintéticamente reseñamos estuvo dirigida por una alianza entre el Partido Obrero y La Mella (K).
Movimiento estudiantil argentino: desafíos y perspectivas
Al momento, la cifra de despidos y ataques al salario de los trabajadores excede los 5 millones, casi un 50% de la totalidad de trabajadores registrados. Los jóvenes precarizados irrumpieron en el escenario nacional para demandar garantías básicas de trabajo y derechos sociales. Las huelgas en fábricas, supermercados y hospitales se multiplican con el correr de los días y la persistencia de las patronales en someter a los trabajadores a condiciones de total insalubridad, poniendo en juego no sólo sus condiciones de trabajo sino sus vidas. La violencia policial sacude permanentemente las apariencias de legalidad con su particular ensañamiento sobre los jóvenes de barrios populares, los pueblos originarios y los trabajadores. Mientras escribimos esta editorial, los que hacemos este suplemento nos preguntamos: ¿dónde está Facundo Castro?
¿Qué forma podrá tener entonces, la próxima aparición del movimiento estudiantil? ¿Puede mantenerse ajeno a la realidad catastrófica que azota al país y la región? La universidad es un terreno híbrido donde se expresan las contradicciones propias de la sociedad capitalista. Bajo el neoliberalismo, la vida universitaria no revierte la precarización tanto material como intelectual para la amplia mayoría de estudiantes y docentes, sino que la mantiene. Una minoría de quienes se reciben logra "ascender" accediendo a puestos privilegiados en la dirección del Estado burgués y de las grandes empresas. Una mayoría de estudiantes se verá expulsada antes de recibirse. Quienes logran permanecer y recibirse, transitan una cursada con dificultades materiales, un futuro laboral incierto o precario, como mano de obra sobrecalificada, y con su libertad para producir conocimientos cercenada por las necesidades del mercado. La universidad neoliberal expresa, a su manera, los rasgos determinantes de esta etapa histórica y es por eso también que el estudiantado se ha convertido en un actor potencialmente explosivo, como lo ha demostrado formando parte de muchos de los fenómenos de lucha desde el 2008 en adelante.
Los ejercicios mencionados, de alianza entre estudiantes y trabajadores -aunque puntuales- señalan una tradición de lucha y solidaridad del movimiento estudiantil que, situados en la crisis de inmensa magnitud que vivimos, convendría recuperar. Desde el punto de vista estudiantil sabemos que la crisis sanitaria y social agudiza las tendencias expulsivas preexistentes en la universidad. Para los docentes, la precarización del trabajo también se ha profundizado. Además, el régimen universitario nacional (en el cual conviven radicales, peronistas y PRO) congregado en el Consejo Interuniversitario Nacional está de conjunto alineado al gobierno nacional de Alberto Fernández y en la mayoría de los casos ha impulsado una virtualización forzosa, pregonando una normalidad que está muy lejos de ser tal.
Publicamos este nuevo número de Ideas desde la Universidad para favorecer a la reflexión en esta situación inédita y particular en que se encuentra la universidad, y para comenzar a pensar qué rol pueden jugar esta en la crisis, los estudiantes que en nuestro país son más de 2 millones y en particular, el movimiento estudiantil en alianza con los docentes, no docentes, junto a la juventud precarizada que se está empezando a organizar y otros sectores de trabajadores. Con este número, y con el suplemento en general, apostamos a desarrollar una perspectiva marxista dentro de la universidad, crítica de las ideologías dominantes.
[1] https://cnnespanol.cnn.com/2020/06/20/covid-19-golpeo-mas-duro-a-los-hispanos-negros-y-personas-con-afecciones-subyacentes-en-ee-uu-segun-datos-de-los-cdc/ / https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52219474
[2] https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/---dcomm/---publ/documents/publication/wcms_737648.pdf
[3] Federación Docentes de las Universidades y Federación de Docentes de la UBA
[4] Federación Nacional de Docentes Universitarios