Con este título se desarrollaba el segundo acto internacionalista de la Escuela de Verano Anticapitalista y Revolucionaria de la CRT en Barcelona el 23 y 24 de julio. Este artículo es una versión de la ponencia presentada por la autora, centrada en América Latina, uno de los epicentros de la lucha de clases, y en las reflexiones estratégicas que se abren para pensar el recorrido entre revueltas y revoluciones.
América Latina, donde la pandemia produjo una gran catástrofe social y siendo la región con mayor desigualdad del mundo, la perspectiva es a una mayor lucha de clases con situaciones agudas. Nuestra corriente internacional y nuestros grupos hermanos de América Latina vienen reflexionando sobre cómo se fueron desarrollando procesos agudos de la lucha de clases combinada con nuevos fenómenos políticos. Como definición general, a excepción de Ecuador donde se impuso el candidato de la derecha, hay una vuelta de variantes de gobiernos de centroizquierda “light”, más a la derecha que varios de los gobiernos del ciclo anterior, como Arce en Bolivia o Alberto Fernández en Argentina. En Brasil la reinstalación de Lula en el escenario político es parte de esta política ante la crisis del gobierno de Bolsonaro. En Chile la elección a la Convención Constituyente, formada para desviar un levantamiento popular desarrollado en el año 2019, de parte de las formaciones neorreformistas como el Frente Amplio que colaboraron con la llamada “Cocina” parlamentaria. Es decir, se está retomando la estrategia de Syriza en Grecia -que acabó votando los planes de ataque de la Troika- o de Podemos en el Estado español, totalmente ruinosa para la clase trabajadora y pueblo pobre.
Por tanto, se conjuga una tendencia persistente a la lucha de clases con la recreación de ilusiones reformistas, pero a través de promesas y discursos de reformas que no tienen bases materiales para hacer concesiones reales y al nivel de las consecuencias catastróficas que deja la pandemia. Y, contrariamente, las promesas se desvanecen en la aplicación de ajustes obedientes al pago de las deudas al FMI (Fondo Monetario Internacional); lo que plantea un escenario de mayor lucha de clases, así como también de una mayor experiencia de las masas con esos gobiernos y partidos reformistas o de centroizquierda, como se puede observar en Argentina.
Mientras, se han dado procesos inéditos como el de Cuba, con manifestaciones contra el gobierno que no se veían desde 1994, que expresan las consecuencias de la pandemia que significó una crisis sin precedentes social, económica y sanitaria, que hundió a amplios sectores de la clase obrera y a las masas populares en el desempleo y la pobreza y creó un enorme descontento. Los efectos del bloqueo imperialista, que tiene su continuidad con el gobierno de Trump, agravaron esa crisis. Así como también las medidas de restauración capitalista de parte del gobierno de la burocracia del Partido Comunista de Cuba [1]
El recorrido de las revueltas a la revoluciones: una reflexión estratégica
Ahora bien, nuestra corriente viene reflexionando cómo, este segundo ciclo de lucha de clases, ha dado procesos de movilización en los que las revueltas han sido una tendencia que se ha reactivado con fuerza luego de la pausa por las restricciones de la pandemia. Y esto abre reflexiones estratégicas importantes sobre la relación entre revuelta y revolución que nuestra corriente internacional viene escribiendo desde el comienzo de este ciclo. ¿Por qué? Porque los procesos más avanzados de la lucha de clases han dado grandes movilizaciones que sacudieron gobiernos en varios países que abrían posibilidades de crisis mayores. Pero que sin embargo, fueron contenidos o desviados momentáneamente por la acción de las direcciones políticas reformistas y la burocracia sindical y de los movimientos sociales, además la represión estatal.
En el Estado español, donde Catalunya ha sido parte de ese segundo ciclo de levantamiento desde el 1-O de 2017, muchas organizaciones anticapitalistas acaban idealizando las revueltas sin ver sus límites y, por tanto, embelleciendo los resultados y sus direcciones. Es el caso por ejemplo de muchos intelectuales de la CUP o de la Izquierda Independentista (muy impactada por los movimientos latinoamericanos), también de la izquierda anticapitalista, que acaban considerando a gobiernos o partidos como socialistas o incluso revolucionarios (como el caso de Venezuela) o de izquierdas a gobiernos y partidos neorreformistas. O apoyan a la centroizquierda reformista como alternativa electoral contra los candidatos de derecha y de extrema derecha (por ejemplo en Brasil y Francia) o el malmenorismo en el Estado español, como el caso de Anticapitalistas a Podemos.
Y esto plantea grandes debates de estrategia dentro de la izquierda anticapitalista, que acaban perdiendo la perspectiva de que, primero, sin una lucha consciente contra las clases dominantes y su Estado, toda revuelta termina desviada -en gobiernos que buscan reconstruir los regímenes en crisis que administran la decadencia capitalista- o derrotada. Hoy podemos ver este resultado en la experiencia catalana, con un movimiento dirigido por los partidos del procesisme para desviar todo hacia una restauración autonómica.
En segundo lugar, se acaba perdiendo una perspectiva de clase. Por ejemplo, la CUP, asimila acríticamente las formas “ciudadanas” o “movimientistas” que adoptan las revueltas en la actualidad, y de este modo abandonan una perspectiva de lucha para que la clase trabajadora tome un papel central, hegemónico.
Y en tercer lugar, se olvida la necesidad de un combate, no sólo con las instituciones de los regímenes políticos y sus partidos, sino con las corrientes neorreformistas que se preparan para desviar tales procesos de revueltas. Es decir, no se trata de negar la espontaneidad, sino de pensar en la necesidad de canalizarla, en disputa con las direcciones políticas que buscarán capitalizarla para perspectivas reformistas. En un artículo muy interesante, Matías Maiello planteaba cómo esta reflexión lleva a un problema parecido al que daba cuenta Lenin en su clásico folleto ¿Qué hacer? a principios del siglo XX: “El “elemento espontáneo” es la forma embrionaria de lo consciente, pero cuanto más poderoso es el auge espontáneo de las masas, más se hace necesario el desarrollo de los elementos conscientes, es decir, de fuertes organizaciones revolucionarias”. Sin embargo, tendencias como la CUP sostienen la ecuación contraria: que el auge espontáneo permite obviar la lucha contra el reformismo y la burocracia y, en el caso catalán, contra las direcciones del procesismo. [2]
Límites y potencialidades de las revueltas: la experiencia de Chile
De los que se trata es de luchar para que la clase trabajadora logre intervenir como tal y articular en torno a sí a los diferentes sectores en lucha. ¿Cómo?: desarrollando la autoorganización. Superando las direcciones conciliadoras. Y tomando un programa, no corporativo, capaz de hegemonizar a los sectores que salen a la lucha. Por ello, nuestra reflexión sobre los límites de las revueltas no es sólo teórica o analítica, sino que es imprescindible para actuar. Uno de los ejemplos más destacados es la intervención de nuestro grupo hermano en Chile, El PRT, que siendo aún una organización pequeña, ha tenido una destacada intervención en la enorme revuelta popular de 2019 que levantó la consigna “No son 30 pesos son 30 años” y cuestionó la herencia pinochetista, al grito de “Fuera Piñera”. Tuvo su punto más álgido con una huelga general el 12 de noviembre de ese año que paralizó el país y puntos estratégicos de enclaves mineros y portuarios.
En ese momento, el PRT impulsó organismos de autoorganización como el Comité de Emergencia y Resguardo en una importante región que se llama Antofagasta, que permitió agrupar a la vanguardia de la lucha y llegó a imponer un acto común con la CUT -el sindicato mayoritario- de más de 20 mil personas y organizar los piquetes en las minas del paro nacional del 12. Es decir, ha sido una lucha política consiente contra la burocracia sindical que siempre busca encorsetar al movimiento obrero organizado en la lucha sindical, por un lado, y la política “ciudadana” por el otro, separándolo así del resto de la clase trabajadora y coartando la posibilidad de que cumpla un papel hegemónico.
Esto tuvo su traslación política, logrando presentarse como partido político en las últimas elecciones, en las 7 regiones más populares del país (sobre un total de 18). Con candidatos como en la región minera de Antofagasta, Lester Calderon, dirigente obrero que consiguió el 13% de los votos para gobernador, y la compañera Natalia Sánchez fue electa concejal de Antofagasta, médica del Hospital Regional, organizadora de las brigadas de auxilio de la revuelta y feminista
Es decir, poder actuar como tribunos del pueblo para plantar bandera de una política de independencia de clase, en combate con todas las direcciones reformistas y de izquierda populista que le hacen seguidismo. Y esta actuación parte de la premisa de que, como decíamos, en el tiempo de la revuelta, también actúan partidos y burocracias que apuestan por liquidar o asimilar los procesos de movilización.
El ejemplo de Chile, muestra que sin la rebelión del 2019 no hubiera habido Convención Constituyente [3] ¿Qué es? Un organismo creado por los partidos del régimen, desde los más reaccionarios hasta la izquierda institucional (lo que se llama La Cocina) para evitar la caída del presidente Piñera por la vía de la huelga general. Y aquí contaron con los partidos neorreformistas y progresistas como el Frente Amplio y el PS y el Partido Comunista, operando con un desvío constitucional con la creación de la Convención constituyente, que se instaló en Chile el 4 de julio de 2021. Nuestro grupo hermano, el PRT, marchó junto a las organizaciones sociales y de izquierda y agrupaciones de familiares de presos políticos, para exigir que la Convención decrete desde la primera sesión la liberación de las y los presos políticos de la revuelta del 2019. Pero esta manifestación fue reprimida y no se decretó la libertad de los presos y exigió una ley del indulto que Piñera ya anunció que vetaría.
La encrucijada vuelve a estar planteada: sin la movilización y autoorganización será imposible enfrentar las trampas del Régimen chileno. Y también las del reformismo. Por lo que la construcción de una alternativa política de clase, un partido revolucionario, es clave para encarar esa pelea. Una encrucijada que nos lleva a pensar cómo recorrer el camino que lleva de la revuelta a la revolución, que pasa por desarrollar nuevas instituciones para la unificación y coordinación de los sectores en lucha, quebrar la resistencia de los aparatos burocráticos, y desplegar una estrategia de autoorganización capaz de articular la fragmentación de la clase trabajadora impuesta durante décadas de ofensiva neoliberal, (precaria, desocupada, sindicalizada, etc.) junto con el movimiento de mujeres, estudiantil, medioambiental o antirracista en la perspectiva de constituir consejos o soviets que sean la base de un poder alternativo capaz de derrotar al Estado capitalista [4]
Otras de las elaboraciones teóricas de nuestra corriente internacional al respecto, parte de recrear las premisas de Trotsky cuando se preguntaba, frente a la fortaleza relativa de los aparatos reformistas y la debilidad de los revolucionarios, ¿cómo puede desplegarse la potencia de la clase obrera como sujeto revolucionario? Esta será la pregunta que Trotsky va a poner en el centro de su reflexión en su libro ¿Adónde va Francia? y en este marco es que desarrollará el debate sobre la creación de “comités de acción”, pensando en Instituciones de unificación y coordinación de las luchas para quebrar la resistencia burocrática.
Estas premisas tienen mucha actualidad. Considerando a la burocracia obrera como el destacamento de avanzada para “organizar” la hegemonía burguesa en las organizaciones del proletariado, Trotsky señala que “la burocracia reformista y la aristocracia obrera, que picotean las migajas que caen de su mesa, se transformen en su policía política a los ojos de la clase obrera”. La tarea de los revolucionarios, decía Trotsky, es “no dejar pasar ni una sola de esas ocasiones”, no perder ninguna oportunidad de organizar a la vanguardia y los sectores de masas que salen a la lucha en instituciones permanentes del tipo “comités de acción”. Contra el enorme peligro que planteaba que los conflictos parciales queden aislados y que la energía de las masas sea desgastada en explosiones aisladas y terminen generando apatía. De allí que señale que frente a las huelgas, las manifestaciones, los enfrentamientos callejeros o los alzamientos directos, que son inevitables en una situación que se va haciendo revolucionaria, la tarea clave de los revolucionarios consiste “en unificarlos y darles una fuerza mayor”.
Y a la vez ligarlos a un programa transicional que pueda constituir un puente entre las ilusiones reformistas del movimiento de masas y la necesidad de luchar por el poder. Por supuesto, esto dependerá del desarrollo de la lucha de clases, de la vanguardia y de las posibilidades o no de intervenir que tengamos los revolucionarios.
Otro importante ejemplo es nuestra intervención en Argentina, donde nuestra corriente hermana, el PTS (Partido de los Trabajadores Socialista) tiene una mayor acumulación militante. Con decenas de iniciativa se busca coordinar las luchas, desarrollar la hegemonía de la clase trabajadora. Y junto a cientos de luchadores y luchadoras se está forjando una corriente de independencia de clase que pueda agrupar a aquellos que van haciendo una experiencia con el gobierno reformista de Fernández.
Y también, en esta perspectiva, el propio desarrollo de la CCR (Corriente Comunista Revolucionaria) Révolution Permanente, estuvo ligado a la vanguardia obrera que ha emergido de los procesos de la lucha de clases. Pero también al combate con la política conciliadora con el reformismo de la dirección mayoritaria mandelista del NPA (Nuevo Partido Anticapitalista), que dio un salto en el último período por sus alianzas con el partido de Mélenchon (Francia Insumisa). Lo que permitió el surgimiento de una organización revolucionaria en el escenario de la izquierda francesa de tradición trotskista, con impacto internacional. En nuestra escuela de verano contamos con la destacada presencia de Gaetan Gracia, militante de RP y dirigente obrero aeronáutico, que ha explicado todo este proceso [5]
La lucha por organizaciones revolucionarias internacionalistas para vencer
En síntesis, nuestra intervención en la lucha de clases, desarrollando la democracia obrera, la autoorganización y la coordinación. Nuestra lucha por una perspectiva de independencia de clases en combate con las direcciones reformistas, populistas y las burocracias sindicales y de los movimientos sociales. Un combate también en el terreno teórico e ideológico. Y la construcción de partidos revolucionarios son las tareas preparatorias de los grupos de nuestra corriente internacional. Por ello, en la tarea de construir un partido mundial de la revolución, nuestro internacionalismo asume las batallas políticas como propias y las “traduce” a cada realidad particular [6]
Así, nuestros partidos hermanos de Francia, Chile o Argentina, nos muestran que, no sólo que es necesario, sino que es posible construir una izquierda que no apueste a ser furgón de cola de diferentes reformismos, sino que responda a la emergencia de la clase trabajadora como sujeto hegemónico en el siglo XXI.
En la jornada del sábado, que puedes seguir aquí [7], y aquí [8], un joven preguntaba cómo combatir el conformismo. Otra joven trabajadora precaria: “El 1-O lo dimos todo, estábamos dispuestas a todo. Pero nos traicionaron, y ahora qué?. Estas pequeñas derrotas nos abren un mundo de reflexiones.
La juventud sigue siendo hoy, junto a las mujeres y migrantes, parte de los batallones más explotados y oprimidos de la clase trabajadora a nivel global. Es una juventud que no le debe nada a este sistema: que vive peor que sus padres y que sus abuelos. Pero por eso mismo, es una juventud que puede renovar las fuerzas de la clase trabajadora, adormecidas por la acción consciente de las burocracias sindicales y políticas. Que puede sacudir a las organizaciones rutinizadas por el sindicalismo, las burocracias y los partidos capitalistas.
Quería rescatar uno de los documentos de la Conferencia Internacional de la Juventud que sesionó casi en paralelo con el Congreso fundacional de la IV, titulado: “Plataforma de lucha de la juventud trabajadora”, un texto poco conocido. En ella, definió que el capitalismo en crisis “se demuestra incapaz de aportar la menor solución a la miseria y angustia de la juventud trabajadora. (...) Los jóvenes quieren crear un nuevo mundo y sólo se les permite mantener o consolidar un mundo descompuesto que se derrumba. Los jóvenes quieren saber cómo será el mañana y la única respuesta que les da el capitalismo es esta: ‘Hoy hay que apretarse más el cinturón, mañana se verá… Por otro lado, quizás para vosotros, no haya mañana”.
La plataforma además, postulaba la irrenunciable pelea por el derecho al ocio, la distracción y la cultura: “¡Queremos nuestro derecho a divertirnos!”, “acceso gratuito para los jóvenes desocupados y para los jóvenes trabajadores, al deporte, estadios, museos, bibliotecas, teatros, cines”. “¡Queremos nuestro derecho a la vida!” Pero ni aún frente a la más grande de las adversidades Trotsky planteaba a la juventud resignar su lucha por el conjunto de las condiciones de vida de las clases explotadas y oprimidas, a la pelea consciente por el triunfo del proletariado mundial en la toma del poder y el desarrollo del socialismo. Hoy es más necesario que nunca dedicar su energía y su tiempo en la construcción de un Partido Mundial de la Revolución.
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