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CRÍTICA CULTURAL. ¿De papel o de naipes?: formatos feministas para todos los gustos

La Casa de Papel y House of Cards: dos series, dos “formatos feministas” para contar una historia que no lo es. Contiene spoilers.

Cecilia Rodríguez

Cecilia Rodríguez @cecilia.laura.r

Domingo 4 de marzo de 2018 13:20

En los últimos años, las series y las películas han tenido que dar cuenta del persistente movimiento de mujeres que gana las calles a nivel internacional y que configura nuevas audiencias. La Casa de Papel y House of Cards parecen ser dos ejemplos de ello. Independientemente de los gustos personales, el objetivo de esta nota es analizar críticamente como se tratan a nivel explícito e implícito esas nuevas temáticas feministas que irrumpen en la cultura de masas. Para este análisis no vamos a tomar en cuenta la intencionalidad de los guionistas o productores sino únicamente la obra en sí, que no necesariamente expresa de forma trasparente la postura de sus creadores. Advertimos que la nota contiene spoilers.

Feminismo de papel

La Casa de Papel es una serie de acción que relata un extraordinario robo con toma de rehenes a la casa de la Moneda del Estado Español. Los personajes femeninos se presentan a sí mismos como mujeres empoderadas, que combaten la opresión que sufren por parte de los hombres de su vida y tratan o hablan de temas feministas, critican al patriarcado, etc.

Casi todo el feminismo de La Casa de Papel existe en el recurso explícito de la historia, en lo que dicen abiertamente los personajes, que siempre es lo menos interesante: la intriga es lo que no se dice, es el registro implícito que se construye a partir de las acciones de los personajes.

Mirando este registro, vemos que las mujeres de la serie definen sus lealtades y toman sus decisiones centrales en relación a su amor por un hombre (uno solo). Una rehén se hace del bando secuestrador y decide mantener a un cigoto que hace instantes quería abortar porque se enamora de un secuestrador; una secuestradora desata y cruza una balacera que produce la muerte de un compañero con tal de reencontrarse con su novio; la Jefa de la policía abandona su rol de gendarme del Estado “por amor” (¡si tan solo fuera tan fácil!); y la única mujer que está soltera justifica su accionar sobre la base de recuperar a un hijo (varón) y la culpa que siente por haber sido “mala madre”.

Desde esta focalización, las mujeres nunca son responsables por el avance de los acontecimientos de la historia salvo cuando son demasiado emocionales y cometen errores o protagonizan aventuras que desatan consecuencias.

A esto hay que sumar el personaje de Berlín, que es definido en el registro explícito de la serie como violador. Lejos de condenar moralmente la inclusión de personajes de este tipo -las condenas morales solo sirven a los censores- la cuestión es examinar cómo se desarrolla el tema de la violación en la serie.

La inclusión de Berlín hubiera sido fiel a los planteos feministas de La Casa de Papel si finalmente era derrocado como dirección práctica del robo, cosa que en un momento ocurre con el ascenso de Nairobi y lo que es definido como “su matriarcado”. Sin embargo, Berlín vuelve a la conducción de los asuntos, porque Nairobi no puede tolerar la presión de dirigir y estalla emocionalmente (en la escena que relata este fracaso, Nairobi se retira llorando).

Con la vuelta del “patriarcado”, Berlín vuelve a violar a la chica que ya había violado. Esta situación se prolonga incluso luego de que la serie la torna evidente al mostrar a la víctima diciendo: me violó. Más explícito imposible. La confesión de la víctima es oída por dos personajes que se definen a sí mismas desde el feminismo y que están armadas, pero no toman ninguna acción para detener la situación. Más bien la historia continúa como si nada hubiera pasado.

Esa violación -evidente y ya explicitada por su víctima- sigue entonces aconteciendo en la pantalla, en el registro implícito, hasta el final mismo de la serie. Entendamos el mecanismo: se coloca el foco un instante en la víctima de la violación, en su confesión, para inmediatamente correrlo hacia otro lado. Tan hacia otro lado se corre el foco que el final de Berlín es heroico y arrastra con él a su víctima -sin que nadie lo detenga-, a quien tortura hasta el último minuto. De ella, se muestra apenas que respira: su supervivencia solo tiene sentido para la historia como testimonio del final heroico de Berlín. El foco nunca está en ella sino en él. Con los mismos personajes y los mismos acontecimientos, se podría haber focalizado el relato de otra manera, con resultados completamente diferentes. Hay una decisión de poner en foco en determinado lugar.

El formato feminista de la serie, su utilización de palabras como matriarcado y patriarcado, o el planteo explícito de temas como el aborto y la violación, se convierte en una apariencia frente al contenido que realmente se desarrolla en la pantalla. Desde este foco, las mujeres solo pueden jugar un rol subordinado en el desarrollo de los acontecimientos, sean “empoderadas emocionales” que comenten errores y desatan consecuencias, o víctimas cuyo rol en la historia es revelar por contraste la personalidad de su victimario, pero no la suya propia.

Empoderamiento de naipes

En otras series, como House of Cards, la construcción de este formato feminista es mucho más sutil, más inteligente, e infinitamente más interesante. Pero no es sino la contracara de la misma cosa.

El relato mismo de House Of Cards produce el corrimiento del foco desde Frank hasta Claire. Este corrimiento es tal que Claire destrona a Frank como el único narrador de la historia y se dirige por fin a la cámara (y a nosotros). El corrimiento del foco retrata el empoderamiento de Claire. ¿Pero a partir de qué acciones, de qué registro implícito se produce este empoderamiento? Pensemos un caso: el capítulo en el que Claire brinda una genial entrevista donde no solo afirma haber abortado sino que denuncia públicamente a su violador, un General del ejército. ¿Cómo continúa esta historia? Aparece otra víctima del mismo violador al aire, una soldada joven. ¿Qué hace Claire? La arrastra, aunque sabe que emocionalmente la chica no está en condiciones, ante todas las cámaras, la obliga a exponerse defendiendo un proyecto de ley sobre abusos sexuales en el ejército. Claire finalmente cajonea el proyecto por conveniencia política. La chica, que es foco de ataques permanentes debido a su exposición mediática, trata de suicidarse y termina destruida moralmente. El resultado de la acción de Claire no es su retroceso sino su avance, la captura del foco hacia ella, su empoderamiento a costa de la destrucción de una semejante. No hay solidaridad en el feminismo de House of Cards.

Claire solo puede empoderarse imitando a Frank, siendo más parecida a Frank. Claire primero mata a su amante (al igual que Frank mató a la suya) y luego es presidenta. El empoderamiento no se produce por un pasaje de la opresión a la libertad, sino por un viraje desde sufrir la opresión a ejercerla. Como mujer, Claire es oprimida. Como mujer empoderada, es opresora. No hay forma de salir del entuerto. Es lo que ocurre cuando se reemplaza la palabra libertad por empoderamiento. La misma palabra lo dice: poder. En esta lógica, la única libertad posible es ejercer el poder contra los que tienen menos. Por lo tanto, solo se pueden empoderar unas pocas mujeres, las que ya tienen el poder o el suficiente capital como para obtenerlo. Las secuestradoras y rehenes de La Casa de Papel son muchas, pero Claire Underwood hay una sola.

Me temo que estos “formatos feministas empoderados” se están volviendo muy comunes y que vamos a tener que pensar nuevas formas de contar nuestras historias.


Cecilia Rodríguez

Militante del PTS-Frente de Izquierda. Escritora y parte del staff de La Izquierda Diario desde su fundación. Es autora de la novela "El triángulo" (El salmón, 2018) y de Los cuentos de la abuela loba (Hexágono, 2020)

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