Hace meses se volvió a escuchar en charlas y actos el planteo del Partido Obrero sobre la necesidad de poner en pie un "movimiento popular con banderas socialistas". Acá debatimos esta propuesta que nos parece equivocada y que puede llevar a plantear alianzas o un programa no socialista, que empuje acuerdos con corrientes que levantan políticas de conciliación de clases.
Jueves 16 de junio de 2022 11:41
El creciente desencanto con las políticas de ajuste del Gobierno nacional de Alberto Fernández que se expresó con fuerza en las elecciones nacionales de 2021, donde el Frente de Todos perdió 5,1 millones de votos respecto al resultado del 2019 que lo había llevado a la presidencia, es un fenómeno que se mantiene y profundiza.
El Frente de Izquierda Unidad, que se posicionó como la tercera fuerza nacional en esas mismas elecciones superando el millón de votos, recibió el apoyo de trabajadores, mujeres y jóvenes que se identificaron con un programa contra el ajuste, los tarifazos y el FMI, por el aumento de las asignaciones sociales, por trabajo genuino y la reducción de la jornada laboral para repartir el trabajo entre ocupadxs y desocupadxs, por los derechos de las mujeres y la diversidad sexual.
Frente a esto, en la izquierda y al interior del FITU, se abre un debate sobre cómo desarrollar el proceso de separación de grandes franjas de trabajadores y trabajadoras precarizadas y desocupadas de las barriadas más populares del Gran Buenos Aires, Jujuy y todo el país con el espacio kirchnerista interno que lidera Cristina Kirchner y con el peronismo en genera, y que se organicen de forma independiente. Para el PTS es un tema central que cruzará las principales discusiones en el marco del XIX Congreso a realizarse este fin de semana. Esos mismos días, el Partido Obrero realizará también un Congreso donde, según señalan en sus propios materiales, ponen en el centro el debate sobre la puesta en pie de un “movimiento popular con nuevas banderas”, una vieja consigna usada en el 2013, en los tiempos en que Jorge Altamira dirigía el partido.
¿La vuelta al sujeto piquetero?
En una entrevista a Gabriel Solano publicada en Prensa Obrera el dirigente del PO sostuvo (en supuesta polémica con el PTS) que “nadie puede imaginarse la revolución en la Argentina sin la presencia del movimiento piquetero. Es difícil. ¿Vos te podías imaginar la revolución en Rusia sin la presencia de los campesinos? No. Por eso había tanto debate sobre los campesinos. Diferentes tesis. Acá pasa lo mismo. Sin el movimiento obrero sindicalizado tampoco”.
Nadie lo duda porque las y los trabajadores precarizados y desocupados son parte de la clase obrera. Con esa analogía histórica, el principal dirigente del PO busca dejar a las claras que, para su organización, quines se organizan en los movimientos sociales como parte del movimiento piquetero conformarían otra clase por fuera del movimiento obrero o serían una subclase popular. Una teoría que vienen profundizando desde la década del 90, más propia de la CTA que de una corriente de izquierda trotskista. Por eso, hacen una comparación arbitraria con el campesinado ruso, una clase pequeño burguesa que es también parte del pueblo en general.
En otro tramo de la entrevista, Solano deslizó que “nosotros (el PO, NdR) tuvimos que hacer una serie de adaptaciones de nuestra propia orientación inicial para meternos en el movimiento que se desarrolló y así hicieron todos los partidos revolucionarios. Lenin tenía un programa agrario, antes de tomar el poder lo cambió. Porque si no conquistaba el campesinado, no tomaba el poder en Rusia. Y tomó el programa de los socialistas revolucionarios de izquierda. ¿Estaba equivocado? Si, sino no lo hubiese cambiado. Pero él tuvo que decidir hacer la revolución y la revolución tenía ciertas condiciones para hacerla, que si no las cumplía no la iba a poder hacer. Priorizó eso. Tenía riesgos el programa agrario que él aceptó porque era una clase propietaria”.
Lo que pasó en abril de 1917, cuando Lenin regresó a Rusia desde el exilio con sus tesis famosas, es que en el marco de la experiencia de la revolución de febrero, con el ingreso de los Socialistas Revolucionarios (partido de base campesina) al Gobierno provisional burgués y el desarrollo de soviets a gran escala, se mostró que el campesinado (como clase propietaria con gran heterogeneidad social interna, entre los sectores campesinos pobres, medios y ricos -kulaks-) no podía organizarse de forma independiente en un partido propio: o estaba con la burguesía rusa o se organizaba con las y los trabajadores. Por eso, la política de Lenin fue dividirlo, separar al campesinado de sus representantes políticos y desarrollar una alianza con los socialistas revolucionarios de izquierda en los soviets tomando su programa agrario. Y el cambio en su programa, no implicó un cambio de estrategia social. Así, Lenin resolvió el problema de hegemonía, en el sentido de qué clase podía dirigir al resto de los sectores oprimidos para llevar adelante la revolución: el movimiento obrero, que organizó tras de sí a las y los campesinos, representantes de una inmensa mayoría social. La clase que dirigió la revolución fue la clase obrera, que podía organizar la sociedad de manera socialista, no un “movimiento popular” que no diferenciara al proletariado de los sectores pequeño burgueses.
Pero la analogía no es válida para el movimiento de desocupados, que es parte de la clase obrera productora que vive de changas y trabajos precarios, con mucha inestabilidad y que con los planes sociales apenas llega a los límites de indigencia o pobreza. Por eso, el programa que levantamos desde el PTS -en sintonía con el Programa de Transición de Trotsky- consiste en el reparto de las horas de trabajo entre ocupadxs y desocupadxs con un salario mínimo igual a la canasta familiar, indexado según la inflación. Una campaña que estamos desarrollando en todo el país con el planteo de las 6 horas, 5 días a la semana como forma de enfrentar la irracionalidad capitalista donde hay millones de desocupados y subocupados que no llegan a fin de mes, mientras otros millones dejan la vida en el trabajo con jornadas interminables. Y para esto es necesaria la más amplia unidad en la lucha entre ocupadxs y desocupadxs para desarrollar una fuerza social que pueda imponer el programa afectando las ganancias capitalistas.
Aunque el Polo Obrero levanta entre sus demandas la pelea por trabajo genuino, en los hechos está lejos de plantear una pelea conjunta real por esa perspectiva. Esto queda muchas veces en evidencia en las acciones separadas que tienen lugar entre el movimiento de desocupados y sindicatos influenciados o dirigidos por la izquierda. No alcanza con algún acto esporádico donde se plantee la unidad o se confluya circunstancialmente sino de plantear una lucha común, con un pliego de reclamos unitario.
Otra vez, a desplegar banderas
En otro de los momentos de su entrevista, Solano explicó “el único camino para un proceso revolucionario en Argentina, la conquista de las masas”, algo que su partido está discutiendo hacia el Congreso.
“¿En Argentina cuál era el movimiento popular histórico?”, se preguntó Solano. “El peronismo. Y su estrategia era la colaboración de clases, era un capitalismo nacional. Una autonomía nacional para un desarrollo capitalista, en la cual la clase obrera participaba 50-50 con los capitalistas. Esta es la estrategia peronista. El peronismo es el que aplica el acuerdo con el FMI (…) Hace falta un movimiento popular distinto y eso es un llamado de atención sobre la crisis histórica del peronismo y sobre la necesidad de un movimiento popular de izquierda. Y es un llamado a la izquierda también que si no lo hace no puede hacer una cosa testimonial. A que se involucre en las masas, las conquiste para esto. Y estamos dando pasos en este sentido (…) Es una lucha política contra el kirchnerismo esta consigna. Nos gustaría que todo el Frente de Izquierda lo haga en común, sería un paso adelante. Pero para el PO tiene que estar muy claro que es el único camino para un proceso revolucionario en Argentina, la conquista de las masas”.
Pero esta política abre la posibilidad de poner en pie todo tipo de frentes políticos y político-electorales bajo el concepto de “movimiento popular”, o de mínima abriendo el FITU a organizaciones o sectores que no defienden la independencia de clase, como ya intentó el PO en 2015 (en el marco de la interna con en el FIT) con su alianza con el dirigente de Jujuy Carlos “Perro” Santillán que siempre buscan reeditar. En las antípodas de lo que representa el Frente de Izquierda en sus 11 años de existencia. Esta propuesta para el electorado del FITU y sectores desencantados con el kirchnerismo en el Gobierno puede terminar en levantar un programa no socialista en función de construir esas alianzas.
Según explica Solano, el camino para conquistar la mayoría y prepararse para una revolución en Argentina pasa por el desarrollo de este tipo de bloque popular sin distinción de clase, pero adornado con banderas socialistas y la disolución del FITU en el mismo. Para nosotros pasa por desarrollar una gran corriente o partido revolucionario de la clase obrera, inserto en las principales fábricas, empresas, escuelas, universidades y barrios, capaz de dirigir a otros sectores oprimidos de la sociedad, en especial las clases medias urbanas y rurales pobres.
Como pasos hacia eso, desde el PTS vemos que tenemos una enorme tarea, y en ese norte caminamos: la recuperación los sindicatos, el impulso de asambleas comunes y diferentes instancias de autoorganización entre trabajadores y trabajadoras ocupados, desocupados y precarizados, apoyados en los más de 1 millón de votos al FITU en todo el país.
Hace 9 años, el PO puso en acción la misma política en la provincia de Salta, algo señalado por el propio Altamira en ese momento y justificado porque “una enorme porción del electorado saltó el cerco del voto tradicional al peronismo hacia el Partido Obrero. Se van reuniendo las condiciones para el surgimiento de un nuevo movimiento popular bajo las banderas del socialismo”. En alusión al casi 20% de los votos que alcanzaron, muchos de los cuales provenían de un sector desencantado con el Gobierno de Urtubey de ese entonces, y las distintas fracciones del peronismo, que lo llevó a la conquista de la banca de Pablo López, diputado nacional entre 2013 y 2017.
La “conquista de las masas” se tradujo en hacer seguidismo a diferentes listas de caudillos peronistas, como en las elecciones del Sindicato del Ingenio San Isidro (SOEASI) en 2018 , cuando apoyaron la lista del candidato a Secretario General Mariano Cuenca (que iba por la reelección), candidato de Urtubey e hijo del por ese entonces intendente peronista de Campo Santo. Desde 2013, lejos de fortalecerse tras la conquista de bancas en el Congreso Nacional, la legislatura y los concejos deliberantes, el PO retrocedió en las principales barriadas de Salta capital, en el movimiento docente y en el estudiantil, llegando a la disolución del Polo Obrero que volvió a emerger hace solo 3 años.
Independencia de clase
El FITU, además de ser un frente electoral de la izquierda clasista y un actor político protagonista en la escena nacional, ha avanzado en transformarse en un polo político nacional referente de la pelea por la independencia de clase y antiimperialista. Por eso, lo necesario desde este frente es fortalecer esta perspectiva, opuesta a la propuesta del PO de impulsar un movimiento popular con banderas socialistas.
En este sentido, desde el PTS en la situación actual estamos combinando en todo el país la actuación en las luchas que surgen y procesos electorales, sindicales y estudiantiles, con el impulso de actividades sociales y culturales y la puesta en pie de asambleas con los sectores que simpatizan con el FITU y nuestrxs referentes del PTS, combatiendo política e ideológicamente contra los proyectos capitalistas de la derecha y el peronismo en todas sus variantes, y los sentidos comunes -como el individualismo, el sálvese quien pueda, vivir para trabajar y no tener tiempo para hacer lo que nos guste- que el neoliberalismo impuso con fuerza y el régimen, por medio de sus instituciones, profundiza y fortalece. Ligando cada banca del PTS–FITU a la lucha de clases, para denunciar las mentiras de los políticos que responden a los poderosos y plantear un programa obrero y socialista.
Esa perspectiva, más globalmente, implica dar una pelea para que la clase trabajadora avance como clase hegemónica en la lucha de clases nacional. Eso supone levantar de manera permanente la pelea por la independencia de clase y la construcción de su propia herramienta política. La clase obrera, por su ubicación en el proceso productivo, es la que puede poner en cuestión al orden capitalista. Es, además, la que puede organizar una nueva sociedad, donde el conjunto de la producción esté planificada democráticamente en función de satisfacer los intereses de la inmensa mayoría de la sociedad.
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Florencia Gasparini
Nació en 1979. Es maestra en escuelas públicas de Salta y militante del Partido de los Trabajadores Socialistas y de la agrupación de mujeres Pan y Rosas. Integra la redacción de La Izquierda Diario Salta.