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Red Internacional
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Elecciones 28a. Debate electoral: Podemos detrás del PSOE y bajo la Constitución del 78

El primer debate a cuatro deja un cínico intercambio de reproches sobre quien ha sido más “ajustador”, mientras Vox dicta la política territorial y Podemos se muestra como adalid de la Constitución del 78.

Santiago Lupe

Santiago Lupe @SantiagoLupeBCN

Martes 23 de abril de 2019

El primer debate a cuatro de esta campaña electoral concluyó anoche con casi nada nuevo bajo el sol. Los cuatro candidatos sintetizaron en las breves intervenciones los mensajes y argumentarios que venimos escuchando en las últimas semanas desde la convocatoria anticipada de elecciones.

Iglesias saludó desde su entrada a los trabajadores de RTVE y se refirió al debate como un ejercicio útil para que los ciudadanos puedan votar con criterio el próximo 28A. Sin embargo, el propio debate ha confirmado que ese día ninguna de las papeletas entre las que escoger representará una salida a los grandes problemas sociales y las demandas democráticas que se han venido expresando en las calles desde el 15M.

Iglesias dejó claro en su intervención que Podemos, en estos cinco años de vida, se ha convertido en el mayor defensor de la Constitución del 78 y el socio incondicional del brazo “izquierdo” del viejo bipartidismo, el PSOE. La carta Magna y los ejemplos fiscales de los países de la UE -la misma institución que ahogó al pueblo griego e impuso los planes de ajuste desde 2010- fueron los referentes que Iglesias enarboló para explicar su proyecto de “gobierno de izquierdas” junto a los social-liberales del PSOE.

Los dos primeros bloques del debate versaron sobre las políticas fiscales, económicas y sociales de cada uno de los candidatos. Se vivió un intercambio de acusaciones, a cada cual más cínica, entre el PSOE y el PP sobre quién había aplicado los peores ajustes. Cs por su parte reprochaba a ambos no haber ido a por más en las “reformas”, es decir en el ajuste neoliberal. Podemos, como aspirante a socio de Sánchez, optó por perdonarle al PSOE haber sido el responsable de la reforma laboral del 2010, el pensionazo de 2011 y el primer plan de ajuste contra los funcionarios, sobre los que no dijo ni una palabra.

En materia fiscal, PP y Cs propusieron sus recetas de rebaja de impuestos a las rentas más altas y las empresas, aboliendo impuestos como el del patrimonio –que grava a las grandes fortunas- y sucesiones. En materia económica se contuvieron bastante en exponer al detalle su programa de nuevas reformas laborales, contrato único y privatización de servicios públicos. Se ve que ese programa no vende mucho.

El PSOE por su parte quiso rentabilizar las mínimas concesiones del breve gobierno Sánchez, una buena cortina de humo para tampoco explicar que no tiene la más mínima intención de revertir los ajustes de Zapatero y Rajoy en materia laboral, de pensiones y recortes. Tampoco parece que sincerarse en este punto fuera la mejor vía de sumar votos.

Podemos jugó el papel de socio “exigente”, aunque con poca credibilidad. Reprochó al PSOE no haber aceptado algunas de sus propuestas en materia de control del mercado de la vivienda o imponer impuestos a la banca hasta recuperar los 60.000 millones del rescate. Sin embargo, en ningún momento planteó estas propuestas -con las que está tratando de hacer una campaña más a la izquierda que lo que ha sido su performance parlamentaria desde 2015- ni siquiera como condición mínima para volver a apoyar un nuevo gobierno del PSOE. Como pasara con los Presupuestos, todo apunta a que estas exigencias quedarán de nuevo en el cajón tras el 28A hasta la siguiente campaña electoral.

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En la cuestión territorial Vox marcó tendencia. A pesar de que del partido de Abascal casi no fue nombrado por los candidatos, las políticas de Casado y Rivera bien las podría haber defendido el partido de extrema derecha. Más 155, intervención de la educación catalana, Ley de Partidos… fueron la tónica, así como la acusación a su tercer socio en esta materia -el PSOE que apoyó sin fisuras a Rajoy tras el 1-O y que hoy es parte de la acusación en el juicio del Supremo- de tramar algún indulto para los dirigentes independentistas.

Sánchez se mantuvo en una posición de oposición al independentismo, pero sin reproducir el discurso ultra. Respecto a los indultos no quiso pronunciarse. Desconocemos que pasará, pero lejos de cualquier ilusión en que el PSOE destensará o se abrirá a una salida menos represiva, más bien parece que no quiere cerrarse las puertas a un posible apoyo necesario de los diputados catalanistas. Si la situación lo vuelve a ameritar, es decir si el movimiento democrático catalán vuelve a poner contra las cuerdas al Régimen, el PSOE volverá a estar en primera línea de la reacción monárquica como en 2017.

En este punto, Iglesias evidenció más claramente su conversión en un partido del orden constitucionalista. Se negó en todo momento a realizar la más mínima condena a la represión contra el movimiento democrático catalán y le echó un cable a Sánchez en apuros en el tema del indulto. Apoyó su negativa a pronunciarse sobre el indulto y bendijo el juicio del Supremo, diciendo que había que dejar actuar a la justicia, una posición increíble frente a un juicio orquestado por el régimen con el único fin de disciplinar al movimiento catalán, mediante el encarcelamiento de los políticos independentistas.

El punto de “regeneración democrática” pasó sin pena ni gloria. Que el PP, Cs y el PSOE no entraran a cuestionar el Régimen del 78 era de esperar. Podemos se sumó a esta defensa del estatus quo enarbolando la Constitución como estandarte y afirmando que ya no se trataba de reformarla sino simplemente de hacerla cumplir.

Por último, llegó el tema de los pactos. Cs mantuvo su propuesta al PP de gobierno de coalición y Podemos hizo lo propio hacia el PSOE. Dos incógnitas quedaron sin responder. La primera es qué hará el PSOE si suma con Cs, la opción preferida del establishment y a la que Sánchez no quiso cerrar la puerta.

Iglesias se quejó de que el actual presidente del gobierno no quisiera responderle, pero al mismo tiempo, é no aclaró algo que cabría preguntarse ¿Apoyará un nuevo gobierno del PSOE a pesar de que éste se niegue a asumir ni tan siquiera las reformas parciales con las que Podemos está haciendo una campaña? Todo apunta a que volverá a ser un nuevo socio incondicional, la muleta que necesitará la pata izquierda del Régimen para una sobrevida.

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Santiago Lupe

Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.

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