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Debates en el sindicalismo combativo: reflexiones sobre la clase obrera y la extrema derecha

Asier Guerrero

Debates en el sindicalismo combativo: reflexiones sobre la clase obrera y la extrema derecha

Asier Guerrero

Ideas de Izquierda

Las elecciones pasaron ya hace meses, pero el debate de la investidura, y la discusión sobre la formación de gobierno, sigue en el aire. Aprovechando este marco cambiante (en estas semanas la crisis internacional escaló con el objetivo de Israel de invadir Gaza), es que se escribe este artículo que no pretende ser de coyuntura, sino que permita pensar los debates estratégicos que se tiene dentro de la izquierda sindical. Y aunque aquí abordamos el debate sobre el cierre del ciclo iniciado con el 15M, que en realidad abre la discusión sobre cómo pensar un nuevo sindicalismo revolucionario en el siglo XXI.

En ese sentido, resultó interesante el artículo que publicó Miguel Fadrique (Secretario General de la CGT) en el periódico Rojo y Negro número 380 de julio-agosto, que tenía el título “¡Que viene el lobo!” en torno al debate de las elecciones generales y el voto al mal menor. Y también el comunicado del Secretariado Permanente (SP) del Comité Confederal publicado en la web el día siguiente a las elecciones de mayo con el título “¿Continuismo socialdemócrata?”. Los dos muy parecidos en lo esencial, y muy interesantes para poder abrir una reflexión sobre cómo poder enfrentar el posible avance de la extrema derecha, el papel del gobierno y el rol que podría jugar el sindicalismo combativo, y los límites de su estrategias.

En su artículo Fadrique hace una denuncia a la campaña de los medios y de la “izquierda” a favor del voto útil al Gobierno que esta “utilizando la política del miedo a la llegada de la extrema derecha pretendiendo que caiga en el olvido todo aquello que han ido aplicando”, o lo que dejó como la Reforma Laboral del PP-PSOE, la ley mordaza, de extranjería y un largo etc. Es decir, algunas de las muchas razones por las que “muchas personas podrían decidir no acudir a las urnas” o no votar a partidos que han formado parte del “Gobierno más progresista de la historia”.

Fadrique sostiene que desde los 90 este bloque de las derechas siempre saca los mismos resultados, planteando políticas derechistas contra el aborto, la eutanasia, los matrimonios LGTBI, etc…Y plantea que el peligro es que aunque no formen gobierno no quiere decir que se haya conseguido frenar el mensaje de odio.

Para Fadrique, estos mensajes solo se erradican “construyendo espacios abiertos y participativos en donde la cultura, la educación y el activismo crezcan en participación […]”. En ese mismo sentido, se pronunciaba después de las elecciones el Comunicado del SP Confederal diciendo que desde “CGT tenemos aún más clara la necesidad de construir espacios de auto organización como modelo de presión para forzar cambios legislativos”, y en el que el papel de los sindicatos de clase y combativos, “apoyados por los movimientos sociales, sea fundamental para seguir combatiendo a la extrema derecha y construir el camino hacia una sociedad más justa y más feminista”. Por eso, “la ciudadanía no puede ni debe conformarse con votar cada cuatro años [...] la clase trabajadora tiene que entender que sin una movilización social contundente, quien esté en el gobierno hará las políticas a su antojo y al dictado de los poderes económicos”.

La "política del miedo" malmenorista

En general, estamos totalmente de acuerdo con el espíritu de denuncia de las dos publicaciones. Hay una campaña brutal, una “política del miedo” para justificar el supuesto voto útil al Gobierno. Y desgraciadamente, no hay apenas agrupamientos de la izquierda radical – la CRT es una de las pocas excepciones - que no haya sucumbido a pedir el voto para PSOE-Podemos. Un Gobierno que, como se dice, mantuvo e impulso todas las políticas propias del bipartidismo de siempre, justificando que supuestamente “vendría el fascismo”.

Ciertamente, lo que se viene no es el supuesto fascismo. Ni lo es, ni hay vistas a que tome el poder. Sin embargo, aunque muchas políticas de VOX son iguales que las que las del viejo PP como dice Fadrique, es obvio que hay un intento por darle una salida más reaccionaria y bonapartista a la crisis de representación. Y en un contexto de mayor crisis social es posible que estos partidos transmuten a ser más abiertamente fascistas, si la clase obrera se radicaliza. Sin infravalorar la subida electoral de estos grupos es un error pensar que se ha conseguido frenar a la extrema derecha solo porque no pudieran formar gobierno, como dicen estos compañerxs.

Ahora bien, aunque compartimos muchos de los elementos que se plantean, la lógica y la estrategia que transmite Fadrique y el SP tienen enormes límites y debilidades para proponerse como enfrentarla.

Para empezar, resulta excesivo plantear que la abstención tradicional de diez millones de votos que hubo en las elecciones “hacen más fuerte la posición que desde CGT y desde el anarcosindicalismo venimos expresando desde hace décadas”. Tener esa caracterización del voto es exagerar no solo las fuerzas reales del sindicato, así como las del propio anarcosindicalismo sino también infravalorar el peligro de que en realidad tarde o temprano esta abstención también pueda tener su expresión perfectamente en la extrema derecha, aunque no se vote. Bien lejos de la realidad, la radicalización por izquierda tampoco se expresó en la izquierda sindical. A esta “política del miedo” como muy bien se denuncia, también acabó sucumbiendo la propia izquierda sindical (y la propia CGT). No solo porque en estas elecciones no se ha hecho ninguna campaña pública llamando a la abstención. Sino porque es muy difícil encontrar en el activismo sindical a algún compañero o compañera que no se haya decantado por el voto al “mal menor” aunque sea con la “nariz tapada”. Pero no se trata solo del voto, la mayoría de la militancia albergó siempre enormes ilusiones en todos estos proyectos neoreformistas y municipalistas que surgieron después del 15M y no hizo falta la extrema derecha para que optaran por este voto. Obviamente es difícil que en este contexto salga algún tipo de campaña por la abstención, pero no se puede negar la realidad. Un hecho que demuestra, por un lado, que la militancia ve la necesidad de tener una representación política y de que el sindicato está creciendo y agrupando diversas sensibilidades políticas.

Por otro lado, siendo estrictos, ni el SP ni Fadrique, han llamado abiertamente a la militancia a decantarse por la abstención contra los partidos del Gobierno, más bien acaban planteando ambiguamente que “nada sirve que el próximo 23 de julio vayas a votar si después tu aportación a construir un mundo nuevo, en el que este tipo de mensajes no tienen cabida, es nulo”, decía Fadrique, o que “la ciudadanía no puede ni debe conformarse con votar cada cuatro años”, repetía el comunicado del SP. Es decir, sin discutir el problema de votar por el mal menor, simplemente deja planteado que se debe dar más jerarquía a la movilización, y no solo “conformarse con votar”.

Los límites de una estrategia sindicalista y los responsables políticos del cierre de ciclo de lucha de clases

Pero abordando ya los elementos más débiles del planteo de los dos textos. Un primer elemento es que, aunque estamos de acuerdo, por un lado, de la alerta de los mensajes de derecha. Y, por otro lado, de que uno de los elementos clave para frenarla es la “movilización contundente”. El elemento débil del planteo de Fadrique y el SP es que no acaban de señalar cuáles han sido los actores políticos y sociales responsables de fortalecer los mensajes de derecha después de que viviéramos en el estado español años de movilización y de 15M. Y en ese sentido, es difícil pensar en cómo desarrollar la “movilización contundente” si no se tiene una estrategia que se proponga combatir el rol de estos actores precisamente. Un balance necesario para no acabar quitándole responsabilidad al Gobierno y al neo reformismo. Sobre todo, para ayudar a responder a aquellxs compañerxs del activismo sindical que consideran que hay que desarrollar la “movilización contundente”, pero no quieren cuestionar precisamente los proyectos políticos que han permitido pasivizar y desviar el ciclo de lucha de clases anterior. Quitarle peso al avance de la extrema derecha e infravalorar la vuelta al fortalecimiento de la casta política (“PP-PSOE, la misma mierda es” coreábamos en 2011), rebaja el rol que jugaron estos proyectos políticos en todo esto.

Además, si se fortaleció la extrema derecha es, entre otras cosas, porque al Gobierno progre viene del asesinato de inmigrantes en la valla de Melilla, de aplicar el Artículo 155 en Cataluña y la represión contra cientos de luchadores, así como de salvar la Corona y no cuestionar a la Iglesia machista y patriarcal. Es decir viene de fortalecer la autoridad política y la base social de la extrema derecha (curas, monárquicos, militares y nacionalistas españoles).

Y en segundo lugar, porque la pasivización de las calles y el de fin de ciclo de “movilizaciones contundentes” iniciado por el 15M y las Mareas, y que siguió con las huelgas generales de 2012 y las históricas del movimiento feminista es responsabilidad de las políticas social liberales y de derecha del PSOE y el rol de Podemos-IU-PCE. Y no solo de ellos, esto no hubiera sido posible sin el apoyo incondicional de la burocracia sindical, que uso toda su maquinaria para frenar todos las oportunidades que permitían desarrollar la movilización y los espacios de autoorganización desde la Gran Recesión de 2008, ya sea dividiendo y aislando las luchas obreras (entre ellas el proceso asambleario de las Mareas que surgió entre los mineros, los sanitarios o los profesores) o luchas emblemáticas como la de Coca-Cola y Panrico, así como aislando a la clase obrera de todos los movimientos sociales que surgieron, desde el movimiento de los Indignados, hasta el movimiento feminista, pasando por las protestas democráticas por el derecho a decidir.

La burocracia sindical, al calor de una mayor pauperización de la población, profundizo la división de los sectores populares con los que ahora no por casualidad la extrema derecha se apoya para profundizar esa división y su demagogia machista, racista, y nacionalista. Son estos actores sociales y políticos los que hay que denunciar.

Las dos peores caras de la "ilusión de lo social" y la "ilusión de lo político"

Pero uno de los límites más importantes de lxs compañerxs es el elemento estratégico. Ya que consideran que el avance de la derecha se enfrenta planteando “la necesidad de construir espacios de auto organización como modelo de presión para forzar cambios legislativos”. Según ellos, la clase trabajadora “tiene que entender que sin una movilización social contundente, quien esté en el gobierno hará las políticas a su antojo y al dictado de los poderes económicos”.

El problema de todo esto es que son precisamente estas estrategias las que se han demostrado un fracaso y las que nos han llevado a una institucionalización y pasivización de las protestas con el consiguiente sobreoxigeno para el régimen y sus derechas. El paso del 15M al nacimiento de Podemos, fue el paso de la “ilusión de lo social” a la “ilusión de lo político”. Es decir, de caer en la ilusión de que era suficiente construir “espacios de autoorganización” autónomos sin enfrentar los poderes del Estado burgués, sus maniobras y los desvíos institucionales de sus agentes sociales, a pasar a creer que se puede reformar la sociedad desde las mismas instituciones del régimen. Es decir, la “autoorganización” acaba siendo vista como simple “modelo de presión”, y la “movilización contundente” para forzar cambios legislativos o forzar a que “quien esté en el gobierno” no haga políticas a su antojo.

En realidad, lo que plantean los autores es una forma ambigua que recoge en parte los peores rasgos de las dos ilusiones. Que son las dos caras de la misma moneda.

La estrategia de Podemos (“hipótesis populista”) de reformar las instituciones del régimen y que no se planteaba una alternativa en clave rupturista y mucho menos en cuestionar los intereses de los grandes capitalistas, justamente conllevo a rebajar constantemente el programa para adaptarlo a este mismo régimen y sus partidos patronales. La progresiva denuncia a la “casta política” quedo en fraseología desde su nacimiento y con su intención de formar gobierno con la casta progre del régimen.

En ese sentido, si la estrategia es relegar al sindicalismo a actuar como mera presión sobre estos proyectos electoralistas que tienen como objetivo gestionar el capitalismo dejándoles en sus manos las demandas de los movimientos, incluso las más pequeñas ¿qué diferencia hay con estos proyectos reformistas, más que la de seguir parte de una simple división de tareas?

Es más, para verlo más en concreto ¿Qué es lo que nos diferencia entonces de la lógica que adopta la burocracia sindical que precisamente quiere actuar como un simple lobby de presión sobre el gobierno?

De conjunto, esto fomenta una lógica pasivizadora, yaque si todo proyecto de reforma permite avanzar inexorablemente hacia “una sociedad más justa”, ¿qué necesidad hay de lucha de clases? Y lógicamente así lo pensó el activismo y grandes sectores de la clase obrera, ¿para qué necesidad de luchar si precisamente la clave es fortalecer con el voto a los aliados que permiten supuestamente reformas legislativas? Precisamente de aquí a plantear que la movilización que ponga en cuestión estos gobiernos, son contraproducentes para nuevos cambios legislativos, es una idea que se acaba imponiendo. Se acaba imponiendo la idea de que hay que “esperar” y darle un “voto de confianza” al gobierno para que haga políticas de izquierda. Y llamar a la movilización solo fortalece a la derecha. Es esta “ilusión en lo político” una impresionante fuerza pasivizadora. Que tanto en lo momentos de lucha como de pasividad, el voto en el parlamento actúa para la burguesía como la mejor manera de atomizar la fuerza de la clase obrera, y que sin partidos que se propongan una salida rupturista y anticapitalista, sirve para que se subordine a los partidos parlamentarios de la patronal.

En cuanto a la otra cara, las estrategias de “autonomía”, que tiene como norte recluirse en “espacios de autoorganización” o gestión autónoma como vía hacia un tránsito pacífico y gradual del capitalismo hacia “otra sociedad más justa” o como “modelo de presión” hacia ella, es la misma lógica de los proyectos reformistas pero puestos hacia abajo. El problema de todo esto, como se vio en el 15M es que además de no pensar como desarrollar los “espacios de autoorganización” no se plantean una alternativa realmente autónoma a los Estados y mucho menos a sus maniobras políticas, y terminan siendo, o bien liquidados o reprimidos por el Estado, o bien son fácilmente cooptados por desvíos institucionales. Desde este punto de vista, el sindicalismo clásico se recluye a esta misión. Por eso la estrategia de Fadrique y el SP, inevitablemente, acaban reivindicando los peores rasgos del balance del ciclo de luchas de esta última década. Precisamente, construir espacios de autoorganización que tengan como norte estratégico forzar reformas legislativas, es acabar subordinándose a estos mismos proyectos neoreformistas, que usan a los movimientos de lucha y las demandas sociales y políticas como base de maniobra o presión para negociar reformas con el régimen político o simplemente mejores puestos gubernamentales. De esta manera, lo que debería unirse por abajo en los espacios de autoorganización, el sistema parlamentario y la estrategia de estos proyectos son consustanciales a las maniobras de cooptación de los regímenes que actúan dividiendo las demandas de los movimientos y las distintas capas de trabajadores y los sectores populares, para darles a unos y quitarles a otros durante la negociación. Un mercadeo político que cocinando a espaldas de los movimientos para conseguir mejores puestos gubernamentales, a la vez que los Estados aplican una política de “cesión” y represión, en tiempos y sobre capas de población distintas y permitiendo que se desvíen institucionalmente las luchas.

En este sentido, volviendo a la misma pregunta ¿qué es lo que diferencia esta estrategia reformista, de la estrategia de la burocracia sindical? Estamos de acuerdo en que los compañerxs plantean a diferencia de esta burocracia infame (que no llamo a la huelga en una década) que hay que poner peso en la movilización social y que, junto a la izquierda sindical, vienen siendo los únicos que han denunciado las medidas anti obreras del gobierno. El problema es que aunque haya grandes diferencias y no hayan hecho una campaña a favor del voto malmenorista al PSOE y Podemos-Sumar (que sí hizo UGT y CCOO con su “Manifiesto” con artistas e intelectuales), hay que tener muy en cuenta que también la burocracia sindical tiene como estrategia “forzar cambios legislativos” desde el sindicalismo para resolver los grandes problemas de la clase obrera. Es por eso, que el simple sindicalismo como "modelo de presión" puede ser consustancial con estos proyectos neoreformistas y con las estrategias de la burocracia sindical. Hoy vemos como mientras la burocracia sindical negocia los recortes salariales con la patronal en los centros de trabajo, el otro, negocia los recortes de las demandas de los movimientos con los partidos de la patronal en los parlamentos. O directamente la burocracia sindical y estos proyectos neoreformistas negocien juntos los recortes con la patronal. Por eso, la estrategia de Fadrique no señala lo incoherente de la posición general del activismo sindical de izquierda, que mientras puede pelear en las fábricas en contra de las negociaciones de la burocracia sindical con la patronal, considera que estos proyectos neoreformistas tienen q negociar con la patronal, del lado de la burocracia sindical.

Es esta división de las tareas políticas de las sindicales que le permite al Estado no solo trocear las demandas en los parlamentos, sino impedir que la clase obrera no haga suya las demandas del resto de movimientos y sectores populares. En lugar de eso se le confía la resolución de las demandas populares a las reformas de las instituciones legislativas. Una división de las tareas sindicales y políticas que el sindicalismo reproduce cuando hace gala de su corporativismo antipopular.

La “ilusión política” acaba por reproducir el método de la burocracia sindical, pero esta vez en el terreno parlamentario. Dejarles la lucha por las demandas obreras y populares a estos partidos complementarios de la burocracia sindical, es echar por tierra el duro trabajo de denuncia que hacemos la izquierda sindical contra el rol pernicioso que juegan las direcciones de UGT y CCOO contra el movimiento obrero.

La burocracia sindical, el bloqueo para desarrollar el potencial de la “movilización”

Ahora bien, esto no significa que haya que negar la movilización. [1] Al contrario, lo que se plantea es que hay que desarrollar todo su potencial movilizador y no quedarse en la mera “presión extrema”.

La pregunta, entonces, es cómo hacemos para quebrar este círculo vicioso (movilización-institucionalización) y poder desarrollar una política realmente autónoma (independiente) de estas estrategias y fracciones que lo que se proponen es administrar la gestión del capitalismo. El problema ya no es solo cómo poder hacer este tránsito, sino cómo hacer para romper con la resistencia de la burocracia sindical que es el principal actor social que impide que se desarrolle incluso cualquier “movilización contundente”. La respuesta es la misma a los dos problemas.

Esto solo es posible con una política y exigencia de frente único desarrollando nuevas instituciones de unificación y coordinación de los sectores en lucha, que permita quebrar la resistencia de los aparatos burocráticos y desplegar una estrategia de autoorganización que haga articular no solo a los diferentes sectores de la clase obrera que ha sido dividida durante décadas (fijos, temporales, parados, precarios, inmigrantes, etc....) sino también junto a los movimientos sociales (de mujeres, estudiantil, medio ambiental, antirracista,....). Que permita ser la base de un poder alternativo capaz de derrotar al Estado capitalista, y abrir la posibilidad real de una “sociedad más justa y feminista”. En lugar de esperar ilusamente a que la presión haga cambiar el carácter y los intereses de clase de estas instituciones y sus partidos patronales.

Esta idea confusa acerca de una “movilización contundente” sin definir sus vías, no son suficientes para frenar los desvíos institucionales y pasivizadores. Pero además habría que añadir dos elementos problemáticos que no queda claro cómo se resuelven para los autores: Los límites de una especie de “movilización” masiva aclasista y por otro, el de los “espacios de autoorganización”.

Por un lado, la idea de una “movilización” general resulta aún más confusa y ambigua, bajo los criterios de esta estrategia reformista. Justamente la gran debilidad del último ciclo de lucha de clases, fue que al no aparecer la clase obrera con sus propios métodos de lucha (la huelga general, etc.), los sectores movilizados aparecían totalmente atomizados en las manifestaciones. Es decir, como meros ciudadanos. A pesar de que precisamente estos movimientos eran parte del descontento de un sector de la clase obrera, y sectores populares pauperizados que vivieron y fueron mucho más golpeados desde la Gran Recesión.

Y el problema es que esta idea confusa de “movilización” se tome como una virtud antes que como una de sus debilidades. Si en estos años las movilizaciones contundentes y de “presión extrema” sobre los estados fueron canalizados en las instituciones, fue precisamente gracias al papel de la burocracia sindical que durante décadas ayudo al capitalismo a fragmentar a la clase obrera y a crear multitud de categorías artificiales (precarizados, externalizados, desocupados, temporales, inmigrantes, etc...) que a su vez, la burocracia sindical trata de aislar y dividir cuando aparecen movilizados, negándose a apoyarles con los métodos de la lucha de clase. Y lo mismo pasa con el resto de movimientos sociales. Este rol que jugo la burocracia ya lo vimos con la juventud sin futuro del 15M y las mareas, o los chalecos amarillos en Francia, o la juventud en Chile.

Además, esta idea de “movilización” a secas, tiene el problema de que, sin plantearse una alternativa a los desvíos, no acaba de verse el peligro de que estas explosiones de lucha, no solo pueden ser canalizados por izquierda, sino que también pueden ser canalizados por derecha (como intento Le Pen con los Chalecos Amarillos).

Cómo desarrollar los "espacios de autoorganización". Romper con el sectarismo y el corporativismo y desarrollar el frente único.

Entonces, es por esto mismo, que para romper con la resistencia de la burocracia sindical y desatar la potencialidad de la movilización pasa por romper con el sindicalismo tradicional y corporativo que sigue arrastrando la izquierda sindical, y luchar porque que ante todo movimiento, la clase obrera se proponga su propia hegemonía política y sus propios métodos de lucha, en lugar de dejar la política en manos de las instituciones. Es esta división entre sindicalismo y política, lo que permite al Estado maniobrar para impedir una posición independiente de los trabajadores.

Y por otro lado, esto está ligado a cómo desarrollar nuevas instituciones de unificación que permitan desarrollar una política independiente a la clase obrera frente a los desvíos institucionales que paralizan la movilización. En ese sentido, estamos de acuerdo con el SP en la “necesidad de construir espacios de autoorganización”, pero no como “modelos de presión” para ser la base de maniobra del régimen, sino como una vía necesaria para unificar a las distintos sectores de la clase obrera en sus luchas y conflictos (en asambleas democráticas que unifiquen a la plantilla y también junto a otras empresas, etc...), así como crear los espacios que permita coordinar a éstos con el resto de movimientos sociales de mujeres, estudiantes, LGTBI, etc... Porque el otro problema de llamar simplemente a “espacios de autoorganización como modelo de presión” en general, es justamente caer también en el juego de la burocracia de los movimientos sociales que también plantean una multitud de “espacios de autoorganización” pero negándose a la coordinación y como una movilización aislada del resto de la clase obrera y con la idea de presionar por hacer algunos cambios legislativos en sus respectivos ámbitos. Cuando precisamente de lo que se trata es de crear espacios comunes de auto-organización junto a la clase obrera que es desde donde se puede paralizar el capitalismo. Sin esta perspectiva se abre la posibilidad de que los mensajes de la derecha avancen en la clase obrera.

Es con esta perspectiva que hay que luchar en los movimientos sociales para revolucionar la conciencia de los sectores conservadores de la clase obrera. La historia real en la que se basa la película PRIDE, donde el movimiento LGTBI totalmente estigmatizado, fuera apoyado por los mineros ingleses gracias a su apoyo a la huelga, es un ejemplo de eso. Pero también es clave para romper el cerco de pasividad de la burocracia de los sindicatos, como por ejemplo demostró el 8M, que a escala pequeña demostró que la unidad y coordinación entre jóvenes, madres trabajadoras, estudiantes y mujeres sindicalistas, unido a la exigencia de huelga general a la burocracia sindical de UGT y CCOO permitió imponerles de hecho una huelga general parcial. Una lección muy importante que poco se ha reivindicado. Es por esta perspectiva de hegemonía obrera independiente del régimen que se puede construir los batallones que enfrenten al capital y la extrema a derecha, a la vez que trata de revolucionar la conciencia conservadora de la clase obrera [2], en la que se quiere basar la extrema derecha.

Por otro lado, aquí llegamos al otro elemento más débil de la estrategia sindical que se proponen los autores, y que venimos discutiendo en otra nota en dialogo con Miguel Fadrique. El problema que surge aquí es que no se pueden crear “espacios de autoorganización” (desde los que proponerse, por ejemplo, alianzas con los movimientos sociales), sin una lucha decidida por un frente único, es decir, por unir a la clase obrera fragmentada.

Cuando la clase obrera sale a la lucha, la burocracia sindical siempre usa el mismo modus operandi en todos los conflictos. Por presión de las plantillas, las direcciones sindicales se ven obligadas a convocar huelgas a golpe de corneta. Pero sin preparación ni plan de acción alguno, y tratando de dividir a las plantillas entre afiliados y no afiliados, entre fijos y temporales, entre la vanguardia y la retaguardia, o entre plantillas de diferentes empresas o polígonos. Esto es lo que pasó en Cádiz y Cantabria, donde UGT y CCOO se negaron a movilizar a las grandes empresas del ramo hacia la huelga con la excusa de tener convenios propios. Y mientras sucedía esto, negociaban a la baja a puerta cerrada con la patronal, desmoralizando y desgastando a los huelguistas. Es decir, para bloquear todo su potencial de movilización. Esto también lo hemos visto en la última “amenaza” de huelga de UGT, CCOO y OSTA en el último convenio de hostelería en Zaragoza.

Es en ese sentido que la izquierda sindical a pesar de sus fuerzas puede jugar un rol central luchando por unir aquello que la burocracia divide. El problema es que para hacerlo, la izquierda sindical (empezando por CGT) tiene que romper con el sectarismo hacia las bases de UGT y CCOO, incluso hacia otros sindicatos de la izquierda sindical. Y sobre todo, el sectarismo cuando estos trabajadores salen a luchar. Y por otro lado, hay que romper con el corporativismo que solo se preocupa de sus centros de trabajo, mientras la burocracia se dedica a aislar los conflictos. Solo así es posible que pequeñas huelgas o luchas, puedan convertirse en grandes hitos de la lucha de clases, o ejemplos de lucha que tenga un efecto irradiador sobre el conjunto de la clase obrera.

Por eso frente a las maniobras de la burocracia sindical se le tiene que oponer una decidida lucha por el frente único. En el caso del ejemplo de la huelga de Cádiz que contamos en una nota anterior, el desarrollo de asambleas democráticas y el frente único entre las grandes empresas y entre las plantillas de fijos-subcontratados y con el resto de trabajadores de la provincia se imponía no sólo para evitar las negociaciones y desvíos que preparaban UGT y CCOO sino para desarrollar una movilización verdaderamente contundente. Además, no solo asambleas para unir y auto organizar a las plantillas del sector, también desarrollar organismos de coordinación con otras empresas en conflicto, ya sean afiliados o no, u otros sectores, y también para buscar que se sumen la juventud precaria, los estudiantes, el movimiento de mujeres, de colectivos inmigrantes y personas racializadas o de diversidad sexual.

Es decir, sin este tipo de medidas fundamentales que luchen y le impongan a la burocracia el frente único es imposible que nazcan estos “espacios de autoorganización” con los que poder desarrollar todo el potencial de la movilización.

Por último, y acabando aquí, todos estos debates son necesarios per se, para generar una conciencia crítica, pero en sí mismo, hacer un giro para construir un activismo sindical que sea una alternativa frente a la derecha y el capitalismo devorador, es la única manera de poder ganar para los sindicatos una nueva generación obrera, que se proponga renovar la militancia sindical, y enfrentar los ataques que nos vienen.

Pensar un programa que unifique a la clase obrera. Contra la ilusión reformista del capitalismo

Si volvemos al nudo de la estrategia que plantean lxs compañerxs. No se está diciendo ni mucho menos que este mal pelear por reformas u otras medidas mínimas o que no se puedan forzar o imponer algunas reformas (además, no todas las reformas o medidas valen lo mismo). Lo que se está diciendo es que apelar a esto como estrategia mientras se "espera" que llegue esa "nueva sociedad" libre de explotadores y opresiones, significa que lo que se acaba imponiendo es el reformismo como estrategia, lisa y llanamente, o en este caso, como simple sindicalismo tradicional. Al contrario, lo que hay q dejar bien claro siempre es que aunque hay que luchar por toda reforma que sea progresiva o contra todo ataque, este sistema no se puede reformar de ningún modo. Lo que te da la burguesía por un lado, te lo quita por otro. Y si no es así, cualquier reforma que dio en algún momento, las crisis, el paro, la inflación, la crisis financiera y la pauperización acaban liquidando lo que se conquistó. Es un trabajo de Sísifo desgastante y desmoralizante. Es de esta desmoralización que además se nutre la extrema derecha y el fascismo. Este círculo vicioso solo se le puede frenar si la clase obrera se apropia de todos los recursos de la economía para ponerlo a disposición de la población. Seguramente los autores estarán de acuerdo con esto pero el problema es cómo resolver esta aparente dicotomía entre reivindicar la lucha por reformas y reivindicaciones mínimas y una salida antisistema, ya que lo que plantean acaba siendo puro reformismo sindical.

Esto nos lleva a la discusión acerca del programa y como nos sirve para enfrentar los mensajes de la derecha. Para empezar, no todas las “reformas legislativas” valen y sobre todo si todas esconden “gato por liebre”. No se puede enfrentar a la extrema derecha y mucho menos unificar a la clase obrera contra las tendencias más podridas del régimen del 78 si no es con un programa que cuestione los intereses de los capitalistas. Porque un programa que no tenga este objetivo significa que alguna capa de la clase obrera o algún sector social o todos juntos acabaran pagando esas políticas y que en realidad acabara fortaleciendo a la derecha.

Precisamente la política social del Gobierno (que también aplico la derecha en toda Europa) tiene esa doble cara que ayuda a dividir a lxs distintos sectores de trabajadorxs. Por ejemplo, da ayudas al alquiler mientras permite que los grandes tenedores sigan subiendo los alquileres. Sube el SMI un ridículo 8% que no cubre el coste real de la vida a la vez que impone una reforma laboral brutal contra el conjunto de la clase obrera. Desembolsa millones de euros a los grandes empresarios y alguna limosna que no resuelve la precariedad, para luego pagarlos con recortes públicos. Te ofrece una limosna en una mano, para cortarte los brazos y piernas de la otra parte. Una política que fue la clave del capitalismo español, que permitió una brutal precarización de amplias capas de trabajadores. ¿Que pasara cuando se profundice la crisis internacional y/o el gobierno tenga que pagar la deuda? Los trabajadores que sufrirán los recortes, y se echaran en contra de las “políticas sociales” de los “progres” y también contra los que recibieron la “paguita” como dice Fadrique.

Por eso, no todo programa social es suficiente o aceptable. Se puede estar a favor del tal o cual reforma o medida o reivindicación progresiva. Y sobre todo se tienen que luchar por las reivindicaciones más mínimas que tenga la clase obrera. Ahora bien, aunque la mayoría de la clase obrera no acaba de ver o entender que es necesario una sociedad que ponga los recursos sobre sus manos, como mínimo hay que plantear un programa que defienda y conserve nuestras fuerzas físicas a la vez que no divida a la clase obrera. Que haga responsable de la desorganización, la irracionalidad y el caos económico del capitalismo a la propia burguesía.

Un ejemplo de este programa está en empezar a cuestionar la estructura de precariedad que nos han impuesto y que están en la base de estas políticas "sociales" o "progres". Y es que el capitalismo ha profundizado una dualidad del mercado laboral en la que mientras a una parte de los trabajadores nos hacen trabajar jornadas extenuantes que ni siquiera llegan a cubrir el coste de vida, el resto de trabajadores seguimos con salarios miserables y sufrimos el paro, la temporalidad, los contratos basura, etc… por eso hay que luchar por la reducción de la jornada de trabajo entre las manos disponibles sin reducción salarial para "poder trabajar menos, para poder trabajar todos".

Es decir, un ejemplo de programa que cuestione hasta el fondo los intereses de los capitalistas, a la vez que unifique a la clase obrera (fijos-contratados, nativos-extranjeros, indefinidos-temporales, sector privado público, etc..) en lugar de reformas o programas que la dividan y que ayudan a la derecha a explotar demagógicamente a unos contra otros.


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NOTAS AL PIE

[1Fadrique y el SP a diferencia de las direcciones sindicales mayoritarias plantean correctamente que es necesaria la “movilización contundente” para evitar que gobiernos y poderes económicos hagan las políticas a su antojo. Pero, ¿Esto es así? ¿Es suficiente la “movilización contundente” o la presión extrema para evitar que el Estado, sus gobiernos y la burguesía hagan políticas a su antojo? En realidad, lo que demuestra el último ciclo de la lucha de clases a nivel internacional (cuya rasgo común fue la utilización de métodos más violentos de movilización y de “presión extrema”) es que no es suficiente la mera “movilización”. Esto se vio en las protestas de la juventud en Cataluña, los chalecos amarillos en Francia, o el movimiento de lucha en Chile, entre otros ejemplos. Son en estos momentos donde el rol de los partidos y la burocracia sindical son centrales para la recomposición de la credibilidad de los regímenes políticos. Por ejemplo, la revuelta de 2019 en Chile permitió imponer la Convención (una cesión por miedo a que apareciera la clase obrera con la Huelga General), pero eso no evito que la derecha y la concentración, con el neo reformismo permitiera subordinar la Convención a los poderes constituidos. Después de estas impresionantes movilizaciones, nada fue más nocivo para la organización sindical y social que el llamado a “esperar” lo que salga de la institucionalidad. Primero llamaron a esperar a lo que saliera de la Convención tras la negociación del gobierno con la burocracia sindical y los partidos, luego esperar a que la nueva constitución fuera un triunfo del pueblo, luego llamaron a esperar a confiar en el gobierno de Boric y a que se cumplieran sus promesas, y luego dijeron que movilizarse favorecería a la derecha. Hoy en día nos encontramos con el avance de la derecha en Chile y la pérdida de apoyo a Boric que se propuso negociar con la derecha. Todo esto en el marco de que el Estado intento siempre dividir a los manifestantes del resto de la población (dividendo a los sectores precarizados golpeados por la crisis del resto de capas obreras, para que se pudieran llevar negociaciones tranquilas). Es decir, gracias a la acción de estos actores políticos las protestas finalmente se acabaron canalizando por vía de las instituciones, entrando en un círculo vicioso de movilización-institucionalización, como plantea Matias Maiello en su libro “De la movilización a la revolución”. Por eso, no se puede apelar a la movilización a la vez que se confía en las estrategias reformistas que al fin y al cabo su propósito es gestionar el capitalismo, porque en realidad reproduce e incuba este círculo vicioso que permite que la movilización sea constantemente bloqueada, y que conviertan en los movimientos en base de maniobra de sus cocinas parlamentarias.

[2Es en lucha contra estas burocracias sindicales y sociales y sus representantes políticos que se puede conquistar una autoridad política contra las derechas. La ministra de igualdad que aplica los planes sociales y punitivistas de la patronal sobre la clase obrera, no puede convencer del feminismo a ningún obrero y no tiene ni puede conquistar ninguna autoridad política desde el feminismo neoliberal y neoreformista. Al contrario, junto a los aparatos burocráticos pervierte y bloquea está interseccionalidad revolucionaria entre la clase obrera y los movimientos sociales. Y echan a la clase obrera pauperizada en manos de la extrema derecha.
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Asier Guerrero

Zaragoza
Delegado sindical de CGT Telepizza y militante de CRT