Intercambios en las aulas de Derecho que hacen preguntarnos cómo poner nuestros conocimientos al servicio de la clase trabajadora.
Jueves 10 de mayo de 2018
“¿Qué cargo les gustaría tener frente a los trabajadores?”
Esta fue una pregunta que surgió por parte del profesor, en un curso de Relaciones Colectivas del Trabajo de la Facultad de Derecho de la UBA, una materia obligatoria de la orientación en derecho laboral. Con esta pregunta, el profesor buscaba abrir una interpelación sobre qué puestos o lugares en el Estado podría ocupar un futuro abogado para buscar “favorecer” a los trabajadores.
La palabra “cargo” hace alusión a los funcionarios. Entre ellos están esencialmente los que cobran un sueldo de $70 u $80 mil pesos siendo que de mínima son 5 veces más altos que el de un docente. De esta forma naturalizamos el problema de una casta política que busca pararse como un sector con privilegios por una cuestión de “status”, como vimos con el escándalo de legisladores como Carrió y Fernando Iglesias que cobran hasta 300 mil pesos en viáticos. Se ubican de esta forma por encima de cientos de miles de trabajadores a los que dicen representar y utilizan ese privilegio para votar medidas completamente antagónicas a sus intereses, como por ejemplo, la reforma jubilatoria o presupuestos acordes a los intereses de los empresarios y organismos imperialistas que plantean condiciones leoninas de los pagos de una deuda externa fraudulenta e ilegítima que es 20, 30 veces más grande que lo destinado a salud y educación.
Esos cargos, según nos enseñan desde la primaria deberían representar un determinado interés de la sociedad. Sin embargo, antes de continuar deberíamos preguntarnos ¿Existe ese interés general?...
Interés general: Realidad o mito
Hace 170 años, un joven Karl Marx planteaba: “La moderna sociedad burguesa que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal no ha abolido los antagonismos de clase. Lo que ha hecho ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha, que han venido a sustituir a las antiguas” en el Manifiesto del Partido Comunista. Esos antagonismos, siguen hoy más vigentes que nunca;¿por qué el 1% de la sociedad concentra más riquezasque el otro 99%? ¿Puede ese “interés general” o “bien común” abolir esos antagonismos? ¿Puede suprimir las condiciones por las cuales una clase social dirige la economía en función de sus ganancias, mientras la gran mayoría de la sociedad está obligada a vender su fuerza de trabajo por condiciones mucho menores a las que lo produce?
Las clases sociales principales en el capitalismo, nuestra modernidad, son patrones y trabajadores. Están marcadas por intereses que son de carácter antagónico e irreconciliable, mientras unos buscan constantemente acrecentar sus ganancias, tienen que degradar para ello las condiciones vida de los trabajadores, con el objetivo de extraer mayores beneficios a partir de un supuesto contrato “libre” donde las dos partes son absolutamente desiguales. Si el patrón tiene la libertad para contratar y despedir, más allá de las indemnizaciones y resarcimientos, el trabajador tiene una supuesta libertad con la que lo único puede hacer es verse obligado a vender su propio trabajo y entregarle al empresario su tiempo a costa de la entrega de un salario.
Es llegando a este punto que nos podemos preguntar, ¿en qué sentido serían libres si este contrato en realidad despoja al trabajador de su libertad e igualdad, por el tiempo que dure su jornada de trabajo y durante este lapso, debe aceptar el mandato absoluto del capitalista sobre todos sus actos, ya sea en una fábrica, empresa, o cualquier establecimiento? En caso de no acatar estas medidas, se verá subsumido en la desocupación y miseria estructural en el que se encuentra inmerso gran parte de la población.
Basándose en esta contradicción entre la libertad en los papeles y los hechos es que “esta relación de dominación y explotación que se puede ver en la producción se reproducirá en el conjunto de la vida social, ya que se generan desigualdades en la participación real como ciudadanos “libres”. Así los trabajadores a pesar de tener formalmente derechos políticos, en la práctica están condenados a dedicarle todas sus energías al trabajo. El tiempo de la participación social está reservado sólo a determinadas porciones de la población, como los capitalistas y algunos estratos de las capas medias. La desigualdad económica genera una desigualdad sustancial en la participación activa en la política, el arte o el estudio.” (en “Para entender la explotación capitalista”)
Nuestras armas para cuestionar el Derecho
Reflexionando sobre esta doble libertad del trabajador es que el mito que nos inculcan desde educación cívica de una supuesta igualdad ante la ley, y la búsqueda de una “igualdad de oportunidades” se transforma todo en una simple ilusión. La ley no es inmutable y por fuera de la historia, por la tanto esa “supuesta igualdad”, tampoco lo es. ¿Acaso éramos “iguales ante la ley” hace 100 años, cuando los obreros no tenían siquiera garantizada la jornada laboral de 8 horas?¿Lo somos ahora cuando buscan imponer una reforma laboral que retrocede hasta decir que el concepto de trabajo no es favorable para los empresarios? Si todas esas cuestiones fueron cambiando a lo largo de la historia no fue porque los empresarios ni el estado hayan regalado nada, sino que fueron producto de luchas históricas y de la organización de la clase obrera como actor político para enfrentar la explotación capitalista. Hoy, en el marco de un gobierno de y para los empresarios esa discusión vuelva a estar sobre la mesa.
¿De qué lado nos vamos a poner los estudiantes, futuros abogados? ¿Al servicio de quién o qué queremos poner nuestros conocimientos?
Curiosamente, este docente que abría el debate es el mismo que representó legalmente a la empresa Lear cuando la misma echó a 200 trabajadores, reprimidos en la Panamericana por la Gendarmería Nacional en 2014 (bajo el mandato de CFK, con Sergio Berni como Secretario de Seguridad) con gases y balas de goma. Es así que sus antecedentes lo muestran como un gran defensor, un inquebrantable, de las “relaciones colectivas del trabajo”.
Lejos de lo que promueven los abogados patronales de la Facultad de Derecho como Las Heras, que enseñan y utilizan el derecho para criminalizar a los trabajadores que resisten contra todos los ataques de la patronal, desde despidos hasta persecuciones por luchar, no es un “cargo” lo que va a transformar la realidad, sino poner nuestro rol al servicio de los trabajadores para enfrentar el yugo y la miseria del capitalismo como un sistema esclavizador, garantizado por los empresarios y el Estado.
Opuestos por el vértice, están los abogados que acompañan cada reivindicación y experiencia de los trabajadores por sus derechos, en la pulseada constante con la patronal que necesita avanzar sobre ellos, para que en esas experiencias se hagan fuertes como clase, sujetos conscientes de su capacidad para transformar esta sociedad, como hacemos desde el CeProDH. Y que cada lugar parlamentario sea puesto para apoyar esas luchas y denunciar los saqueos y ataques constantes de gobiernos y sus fuerzas represivas sobre los sectores populares, como Myriam Bregman legisladora por el PTS/Frente de Izquierda, y su trayectoria como abogada de trabajadores/as, y contra los genocidas.
Desde La Izquierda en Derecho - Juventud del PTS en el FIT nos proponemos cuestionar toda esa realidad, apostando a la emergencia de un movimiento estudiantil político dispuesto a poner todos los conocimientos en función de esa lucha emancipadora de la explotación de una clase minoritaria sobre las grandes mayorías trabajadoras.