Este artículo recorre varios debates entre diferentes organizaciones que se reivindicaban de la tradición trotskista, en medio del ascenso revolucionario en Portugal.
La revolución en Portugal de 1974 es parte del ascenso obrero y popular a nivel mundial que se da a partir de 1968. La combinación de lucha de clases, crisis mundial y la pérdida de hegemonía imperialista de EEUU pondrá en jaque el “equilibro” capitalista impuesto tras la segunda guerra mundial. Portugal será el primer país de Europa occidental que vivirá una revolución obrera “clásica” desde la segunda guerra mundial. Tras el golpe de estado del 25 de abril del 74´, promovido por el movimiento de los capitanes, florecen en las empresas, en los barrios o en los cuarteles multitud de debates sobre cómo encarar el proceso revolucionario. La idea de socialismo estará presente en cada rincón del territorio luso. Esta nueva atmosfera propicia un rico y variado debate en el seno de la izquierda que se referenciaba con las ideas de León Trotsky.
La mayoría de las corrientes trotskistas a nivel internacional aparecen, al inicio del proceso luso, reunificadas (tras el congreso de 1963) en torno al triunfo de la revolución cubana. Bajo la posición correcta de defensa de la revolución cubana, pero con el error de dar un apoyo político al gobierno de la burocracia castrista, sin plantear el carácter burocratizado del Estado obrero y de la necesidad de la revolución política. En el congreso mundial de 1969 se profundiza esta orientación oportunista, ya que se adoptará como propia la estrategia guerrillera para América Latina. Se dará en poco tiempo una división en forma de tendencias en el seno de la IV internacional, que más tarde en 1973 se constituirán en fracciones públicas. Por un lado, la Tendencia Mayoritaria Internacional (TMI) de Mandel, Alan Krivine, Pierre Frank o Livio Maitan, y la Fracción Leninista Trotskista (FLT) de Jack Barnes, Joseph Hansen o Gus Horowitz del Socialist Workers Party (SWP), y Mahuel Moreno del PST argentino.
Entre la multitud de partidos de la izquierda que eclosionan en el proceso luso, las corrientes trotskistas llegan como pequeños grupos de propaganda. Por un lado, estará el Grupo Marxista Revolucionario (GMR), un núcleo morenista de estudiantes de secundaria dirigido por Aldo Casas [1], qué en 1974 se transformará en el “Partido Revolucionario de los Trabajadores” (PRT) cuyo periódico mensual era “Combate Socialista”. Por otro lado, estuvo el grupo mandelista “Liga Comunista Internacionalista” (LCI) fundada en 1973 siendo uno de los dirigentes João Cabral Fernandes cuyo periódico mensual fue “Lucha Proletaria”. Tras la fusión con el PRT formarán el Partido Socialista Revolucionario (PSR). El proceso revolucionario abierto en Portugal abre numerosos debates en los grupos que se referencian con la tradición de la IV internacional, que no podemos abordar aquí en su totalidad –como la revolución en las colonias-, pero sí mencionar algunos: en torno al carácter de vanguardia o no del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), sobre la asamblea constituyente de 1975 y por último algunos debates sobre la posición de los trotskistas respecto a los gobiernos provisionales y la concepción de la revolución en la metrópoli.
Movimiento de las Fuerzas Armadas ¿vanguardia revolucionaria?
El 25 de abril abrió de par en par un proceso revolucionario. La crisis ya venía incubándose tras años de ascenso paulatino de luchas obreras y una crisis del régimen que se expresó de forma más notoria por su franco más débil, el ejército. El movimiento de capitanes (tras el 25 de abril se denominó “Movimiento de las Fuerzas Armadas”, incluyendo a todos los sectores del ejército) surgió como consecuencia de una guerra difícil de ganar, de una crisis del régimen y de un ascenso de la lucha de clases. Una creciente crisis de sectores sociales que veía que la dictadura no satisfacía sus necesidades sociales y políticas, y en particular los sectores (sobre todo más jóvenes) de las clases medias que se enrolaron a las milicias universitarias y en el ejército [2], empezaron a expresar a través de estas instituciones burguesas problemas más generales.
Esta intervención política del ejército generó intensos debates en la izquierda, y en particular en el seno del trotskismo. Por un lado, el mandelismo, definió al MFA como un movimiento heterogéneo bonapartista de composición predominante pequeñoburguesa “condenaba tarde o temprano a dividirse” [3]. Planteando que el sujeto revolucionario podría ser esa “vanguardia” de oficiales comprometidos, minoritarios en el conjunto de la oficialidad portuguesa” [4] que dirigía el “Proceso Revolucionario en Curso”. Bajo su concepción, los militantes revolucionarios debían “ayudar a la progresión” del ala izquierda del MFA (referenciados por el coronel y primer ministro Vasco Gonçalves [5]) para que “se organice como tendencia” para llevar adelante un “frente común político” entre los sectores militares de la izquierda y los “moderados” o “una alternativa de golpe de estado a cargo de las fuerzas revolucionarias.” [6]
De esta manera, el mandelismo prosigue su adaptación a direcciones políticas ajenas a la clase obrera. Ya no era necesario, como teorizó tras la salida de la Segunda Guerra Mundial, que la clase trabajadora acaudillase la revolución, sino que podían ser partidos estalinistas, pequeñoburgueses o en este caso “sectores de izquierda” del ejército imperialista y colonialista portugués quienes podían llevar adelante revoluciones aunque fuera con un carácter “deformado”. Esta revisión de la teoría-programa de la revolución permanente de León Trotsky suponía por un lado liquidar a la clase obrera como sujeto revolucionario y subvaluaba el rol de construir partidos obreros revolucionarios independientes de las distintas alas burguesas y estalinistas, justificando que podían surgir direcciones “revolucionarias” no proletarias sin necesariamente seguir “el modelo clásico” de los bolcheviques.
Nahuel Moreno, por su parte, planteó en este punto una posición más correcta. No dio ningún apoyo al MFA y a sus distintas alas y afirmaba que era una herramienta política (con un carácter pequeño burgués) propia de una institución bonapartista como el ejército de la burguesía imperialista portuguesa. Así pues, y como planteó Moreno [7], era necesario acelerar la crisis del ejército imperialista en la metrópoli y en sus colonias, crear y extender comités de soldados a la vez que se armaba al proletariado portugués formando un ejército de milicias de obreros y soldados. Uniendo estos organismos militares a los 4000 [8] comités de trabajadoras y trabajadores y de vecinos que representaban embriones de doble poder frente a los capitalistas, unificando a todos en un “congreso nacional de las comisiones y comités”.
El Comité Coordinador de la Fracción Leninista Trotskysta de la IV Internacional, planteó en su documento [9] que el MFA era un instrumento burgués como brazo político de la jerarquía militar e instrumento político de la burguesía imperialista portuguesa. Pero bajo la idea que era necesaria “una verdadera democracia en las fuerzas armadas”. Es decir una línea de democratizar un organismo político ad hoc del ejército (MFA) que es el principal sostén del Estado burgués. En escritos posteriores Nahuel Moreno [10] planteará algunas críticas al documento, que según él salió así porque les llegó tarde el documento de la FLT para su revisión, y que debido a esto no pudieron hacer las enmiendas pertinentes. Esta concepción “democratista”, que profundiza posteriormente el SWP de EEUU, liquidaba la idea de organismos militares revolucionarios independientes del ejército, unidos a los órganos de auto organización obrera.
Debates en torno a la asamblea constituyente
Las potencias mundiales, como EEUU y la URSS, esperaban que fuera una transición no revolucionaria y el General Spínola se preparaba para ocupar, en clave “demócrata”, el viejo puesto de Bonaparte de Caetano. La nueva clase obrera emergió de forma explosiva después de años de dictadura y bajos salarios, abriendo paso a una situación revolucionaria. El entusiasmo obrero se desbordó en las empresas, se expulsaba a los patrones de turno, los sindicatos fueron ocupados y se expulsó a la burocracia sindical del viejo régimen. En los barrios los y las vecinas reorganizaban el barrio democráticamente o se llegaba a crear coordinadoras de comisiones de vecinos, de trabajadores y soldados trataban de coordinarse. Después de 48 años, la población trabajadora quería llevar adelante con sus propias fuerzas la ruptura con la dictadura.
El Estado Mayor del Ejército imperialista portugués (que dirigía el MFA) convocó el 11 de abril de 1975 al Partido Socialista, el Partido Comunista Portugués, el Partido Popular Democrático, el Centro Social Democrático, el Movimiento Democrático/Comisión Electoral Portuguesa y al Frente Popular Socialista entre otros para la primera “Plataforma para el pacto” [11]. Un pacto encaminado a tratar de vertebrar a todos los partidos bajo el objetivo de convocar la Asamblea Constituyente, elaborar y aprobar la nueva constitución e imponer un parlamento lo antes posible.
De esta manera, la asamblea se convocó para el 25 de abril de 1975, y dadas las condiciones de efervescencia política y social expresó una alta participación (un 93% del censo electoral). Mostrando la enorme energía que aún disponían los y las trabajadoras, pero también los resultados aceleraron la crisis del IV gobierno provisional. El Partido Socialista obtuvo el 38% (con una extensión del voto a nivel nacional), el Partido Popular Democrático con el 26% de los votos (concentrados en el centro y norte), el PC con el 12,5% de los votos (que concentra su voto en Lisboa y el sur del país), el CDS con un 7% de los votos y el MDP un 4%. A la izquierda del PC solo habrá un pequeño partido maoísta que consigue un diputado en Lisboa, pero el resto de partidos no consigue ninguna representación. Uno de los grupos que se presentará en cuatro ciudades (Lisboa, Oporto, Leiria y Setúbal) será la Liga Comunista Internacionalista (LCI) que obtendrá 10.835 (0,19%) de votos. El otro grupo trotskista, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), no se presentó a las elecciones, pero apoyó abiertamente la candidatura de la LCI.
La nueva asamblea nacional se dio bajo la Ley electoral y de elecciones Nº 3/74. Aprobada el 14 de mayo de 1974 por la comisión creada por el Consejo de Ministros del cual el PC y el PS eran miembros. Una ley antidemocrática y no proporcional que estaba hecha para favorecer al PS y al PPD. Según cuenta en su tesis doctoral Juan Carlos González Hernández [12], si el sistema electoral “adoptado hubiera sido absolutamente proporcional, la distribución de los escaños en la Asamblea se hubiera realizado” de forma que hubiera perjudicado a estos dos partidos, pasando de: 115 diputados que obtuvo a 94 diputados, y 80 diputados que obtuvo el PPD pasaría obtener 65 diputados. El PCP hubiera aumentado sus resultados pasando de 30 a 31 diputados y su aliado M.D.P. / C.D.E. de 5 a 10.
Además de no ser proporcional, se impedía a los jóvenes de 16 años votar (el mínimo era 18), a las personas sin papeles y aunque las colonias estaban en un proceso revolucionario por su independencia no se contemplaba su derecho (si así lo querían ejercer) a votar una representación proporcional para la asamblea. Por otra parte, la Junta Electoral del MFA y el gobierno prohibió también a partidos maoístas (contrarios al PC, pero que apoyaban al PS) su participación electoral, como al Movimiento Reorganizativo del Partido del Proletariado (actual Partido Comunista dos Trabajadores Portugueses) y a la Alianza Obrera y Campesina (fututo Partido de Trabajo).
La asamblea constituyente y que rol que cumplía en la revolución será uno de los debates en el trotskismo. El X congreso de la IV internacional (Secretariado Unificado) se realizó en febrero de 1974 y a lo largo de ese año y durante 1975 las discusiones sobre Portugal fueron generando distintos debates y fueron los que acabaron por constatar nuevamente las divisiones entre las dos principales fracciones. En relación al problema de la asamblea constituyente, Mandel y la LCI tendió a subvaluar el rol de esa consigna democrático radical.
Para contextualizar la coyuntura política, hay que tener en cuenta que tras la victoria del PS en las elecciones, junto con la derecha y la iglesia católica, pasaron a una ofensiva contra el PC para tratar de controlar todos los resortes del estado, al igual que lo quería hacer el PC. Será en el verano del 75´ cuando la crisis aumenta debido a la caída del IV gobierno provisional por la retirada del PS y el PPD (partido de la burguesía liberal). Es en este momento que el PC calienta el ambiente contra la asamblea constituyente contra la ofensiva del PS y la iglesia, y en este marco de crispación, la LCI se alinea con la posición del PC y apoya las diversas manifestaciones de este contra la asamblea constituyente. La lógica era apoyar el supuesto “campo revolucionario” que ocupaba el PC contra el “campo burgués” del PS, los partidos de la burguesía tradicional y la iglesia católica.
Ahora bien, Mandel y la LCI tenía razones en criticar la asamblea constituyente, una institución con mayoría del PS y el PC. Pero tendió a subvaluar la importancia del rol de la consigna de luchar una asamblea constituyente verdaderamente libre y soberana para decidir el conjunto de problemas sociales y políticos del país. Además, como una forma de desenmascarar a los partidos contrarrevolucionarios y acelerar la experiencia de las masas. De esta manera se desechaba cualquier clase de dialogo con las aspiraciones democráticas de millones de trabajadores. Ni tan si quiera denunció profundamente esta institución como antidemocrática, ni advirtiendo de antemano que era un intento de desvío del proceso desde el PS y el PC y el resto de partidos.
Trotsky en su carta a la oposición china titulada “La consigna de asamblea nacional en China” de 1930 plantea varias hipótesis en este sentido realmente interesantes, para pensar la dialéctica de las consignas democráticas con el objetivo estratégico de la toma del poder. Se planteó la pregunta de si los comunistas entrarían en una “asamblea nacional” que estuviese “restringida y manipulada” en China. A la cual se responde que sí, porque si los revolucionarios “carecemos de las fuerzas suficientes para reemplazarla, es decir, para tomar el poder, es obvio que entraríamos”. Al mismo tiempo que plantea que precisamente aun siendo una asamblea antidemocrática “nos ayudaría a reunir y desarrollar las fuerzas de la vanguardia proletaria” y “desarrollaríamos nuestra agitación por una nueva asamblea más democrática”.
Así pues, en el caso portugués los revolucionarios tenían una enorme variedad de elementos para criticar y desenmascarar los mecanismos antidemocráticos de la constituyente avalados por todos los partidos. Por ejemplo, el parlamento eligió comisiones conformadas por 4 diputados del PS, 3 del PPD, 2 del PCP, 1 del CDS y 1 del MDP/CDE. La finalidad del parlamento era redactar el borrador de la constitución, cuyas sesiones de las comisiones eran secretas y no abiertas al público y quedó prohibida la redacción de actas de cada sesión. Además, de las casi 500 horas de las 132 sesiones plenarias que tuvo durante toda su existencia, 108 fueron para el debate y votación de los artículos que las comisiones. Las 23 sesiones restantes para la sesión inaugural; 2 sesiones de verificación de credenciales; 1 sesión para elegir la Mesa y nombrar un comité para elaborar una propuesta de Reglamento; 7 sesiones para discutir y aprobar este Reglamento; 1 sesión para establecer un comité para preparar una propuesta para la sistematización de la Constitución; 1 sesión para presentar la opinión del comité mencionado; 9 sesiones para discutir esta opinión y el proyecto de Constitución preparado y propuesto por cada una de las seis partes representadas en la Asamblea; 1 sesión de clausura, donde el decreto de promulgación de la Constitución fue firmado por el Presidente de la República Costa Gomes.
En ninguna de sus sesiones parlamentarias ni de sus comisiones, ningún partido propuso ni votó una sola ley favorable a la clase obrera. Ni tan si quiera la población trabajadora disponía del elemental derecho a la revocabilidad de los diputados elegidos. Un derecho que sí ejercían diariamente en todas las comisiones obreras y de vecinos. Ni si quiera se planteó una subida salarial, ni juicio y castigo a todos los jueces, altos cargos y militares fascistas, ni el derecho inmediato a la independencia de las colonias, ni de expropiación de las grandes fortunas (ni tan si quiera de los empresarios que se habían enriquecido durante la dictadura), nacionalización de la industria y del comercio exterior, control obrero en todas las empresas, prohibición de todos los despidos y de las rebajas salariales, ni un solo plan de obras públicas e infraestructuras para los barrios o garantía del derecho a la vivienda. Ni una sola reivindicación mínima de las comisiones obreras, vecinales y de los movimientos sociales fue aprobada en las sesiones parlamentarias.
Desde el inicio, el objetivo de la MFA, la Junta de Salvación Nacional (posteriormente Junta de la revolución) y todos los partidos de los gobierno provisionales (PCP, PSP, PPD o MDP) buscaban el “mejor momento” para imponer una asamblea constituyente, que no fuera ejecutiva ni legislativa, que permitiera dar tiempo para elaborar la nueva constitución y para frenar el ascenso de masas imponiendo un régimen democrático burgués que protegiera la sacrosanta propiedad privada capitalista. La burguesía utilizó para su provecho la asamblea y la bandera de la “democracia” para desviar el proceso revolucionario.
Había muchas razones para criticar a la constituyente, pero Mandel nunca denunció claramente estos aspectos, acabó por supeditar su programa de “asamblea nacional de los trabajadores” a su consigna de luchar por un gobierno del PC, PS y de la burocracia de la Intersindical. Incluso en aquellas regiones donde la LCI no se presentó para las elecciones (es decir, en la amplia mayoría) llamaron a votar o bien a partidos reformistas de corte “socialdemócrata” como el Movimiento de Izquierda Socialista (MIS) y el Frente Socialista Popular (FSP), o llamaban a votar nada más y nada menos que al Partido Comunista de Portugal (cuyos 8 puntos de su programa electoral no tenían ni uno anticapitalista [13]. Es decir, el partido que precisamente trabajó incansablemente en hacer derrotar el proceso junto con el PS.
Por otro lado, la Fracción Leninista-Trotskysta, contrariamente a Mandel, tendió a sobrevalorar la constituyente. Al mismo tiempo que vieron como necesarias la utilización de consignas democráticas radicales para el proceso revolucionario, tendieron a una política democratizante transformando en estrategia la política táctica de Asamblea Constituyente. En el documento contra la tendencia de Mandel, plantean la defensa de la asamblea constituyente “contra los intentos del Partido Comunista, la junta militar y los dirigentes del PS de socavar su autoridad y limitar o destruir su soberanía”. Dentro de este bloque, pareciera que el sector del SWP a la vez que apoyaba acríticamente la constituyente tendió a minusvalorar la importancia de los organismos de autoorganización. Moreno, por su parte resaltará la necesidad de construir organizaciones de tipo soviético como comités de trabajadores y vecinos.
Mientras el mandelismo se apoyaba en el PC y se posicionaba acríticamente a la constituyente, la FLT tendía apoyarse en el PS y la defendía acríticamente porque es el “el único organismo nacional políticamente representativo elegido por los trabajadores y las masas en Portugal” contra la dictadura que quería imponer el PC. Esta lógica los lleva, por un lado a menospreciar (en el caso del SWP) el papel clave de los comités como organismo democráticos de base, y por otro lado a no dejar claro los límites entre la estrategia de los revolucionarios por la lucha de un gobierno obrero y la táctica de la asamblea constituyente. Esta se acabará convirtiendo en un fin en sí mismo donde “la lucha por el gobierno obrero y campesino se centra en este momento alrededor de la Asamblea Constituyente”. Al mismo tiempo que llama al PC y PS a “establecer un nuevo gobierno ejerciendo su mayoría en la Asamblea Constituyente y apelando a las masas y a las bases de las fuerzas armadas a movilizarse en su favor” [14].
Siguiendo con el ejemplo de Trotsky y sus recomendaciones a la Oposición china, éste plantea el caso hipotético de que los partidos pequeñoburgueses convocasen una asamblea nacional más democrática “que sirva de dique de contención frente a los soviets”. En ese caso los comunistas deberían participar de dicha asamblea, “sólo si careciéramos de fuerzas suficientes como para remplazarla con un tipo más elevado de gobierno, es decir, con soviets. Sin embargo, esa posibilidad surge solamente en la cumbre del ascenso revolucionario”. De esta manera Trotsky, incluso para la asamblea nacional china que era más antidemocrática que la portuguesa, ve la enorme utilidad de participar en dicha asamblea. Pero con el objetivo de que estas consignas democráticas tengan el objetivo de desenmascarar a esta institución y sus partidos, para fortalecer al partido revolucionario, desarrollar organismo de autoorganización y acelerar la conquista del poder político.
Así pues, los revolucionarios lejos de subvaluar o sobrevalorar la asamblea constituyente, así como las consignas democrático-radicales en general, las recogemos y demostramos que somos los más consecuentes en llevar hasta el final dichas reivindicaciones que la propia burguesía no quiere llevar adelante (como parte de tantas tareas no resueltas en su revolución), o como mucho lo que hará será una farsa de “asamblea” para frenar el proceso. Es decir, luchar por una asamblea constituyente realmente libre y soberana, que sea legislativa y ejecutiva al mismo tiempo, con representantes elegidos democráticamente por cada determinado número de habitantes, que sean revocables y tengan el salario de un trabajador cualificado, como instituyó la Comuna de París de 1871, para que decida la mayoría del pueblo y no un una “casta” privilegiada de diputados, senadores y jueces. Una asamblea así no era posible en los marcos establecidos por los 6 gobiernos provisionales de “frente popular” en la revolución portuguesa.
Lo novedoso que introduce Trotsky, no solo es la imposibilidad histórica de la burguesía y sus regímenes en llevar adelante tareas democrático-radicales no resueltas, sino también la articulación de estas consignas, cuando son adecuadas a la situación concreta, dentro de un programa transicional por un gobierno obrero y acelerar la comprensión de los y las trabajadoras de la necesidad de un gobierno obrero que convoque una asamblea de este tipo.
Sobre la revolución y los gobiernos provisionales
El imperialismo norteamericano fue parte de la táctica global desde los 70´ de intervenir en los principales acontecimientos de la lucha de clases desde una posición “defensiva” bajo la bandera de la "defensa" de la democracia y las libertades civiles para desde esa posición tratar de desactivarlos. La revolución portuguesa del 74´ fue el gran laboratorio de “contrarrevolución democrática” que trataba de mostrar al ejército imperialista portugués como el garante de la democracia. Frente a esta “reacción democrática” del imperialismo de EEUU (pero también alemán, que a través del partido socialdemocracia) surgieron algunos debates interesantes.
Por ejemplo, en torno a la revisión de la teoría de la revolución permanente por parte de Nahuel Moreno en los años 80´ con su “teoría de la revolución democrática”. Un giro teórico oportunista del morenismo con innumerables consecuencias prácticas y que fue parte de una adaptación más general de gran parte del centrismo trotskista a la estrategia de “reacción democrática” de comienzos de los ’80”. Pero ya en la revolución de Portugal de 1974, empieza a plantear una concepción semi-etapista y mecanicista. Moreno planteará en “Revolución y contrarrevolución en Portugal” que si el proceso revolucionario (en forma de vía férrea) gira a la derecha eso quiere decir que tiende hacia el bonapartismo (como decía que iba el PC en Portugal), pero si el tren va en dirección “kerenskista-demócrata” habrá que “apretar el acelerador” hacia la revolución socialista para que las masas hagan una experiencia con ese frente popular y que se acelere la revolución. Es por ello que tiende a apoyarse en el Partido Socialista de Portugal (PSP) contra el Partido Comunista de Portugal (PCP) porque el primero tendía al bonapartismo y el otro a las “libertades democráticas” y eso sitúa a los revolucionarios, según Moreno, más cerca de la revolución. Por ello llega a plantear que para “desenmascarar” al PSP hay que exigirle que gobierne en solitario. Aunque al mismo tiempo Moreno, sorprendentemente, ve poco probable una contrarrevolución de tipo parlamentaria, al contrario que Mandel que no la descartaba. Los sucesos del golpe de estado del 25 de noviembre de los militares confirman la contrarrevolución democrática, y el PSP será el partido que lleve adelante las contrarreformas neoliberales de los años posteriores y el que lleve adelante las leyes para recuperar las fábricas ocupadas por los obreros y las empresas nacionalizadas.
Por su parte, Mandel planteará que Portugal se inscribe en una nueva etapa de las revoluciones surgidas tras la segunda guerra mundial. Su caracterización se basaba en que habían surgido “revoluciones sociales populares deformadas” triunfantes en Europa del este, Yugoslavia, China, Vietnam y Cuba dirigidas por sectores pequeño burgueses y estalinistas, es decir, no proletarios. Es decir, lo que Trotsky en el programa de transición advirtió como algo totalmente excepcional, Mandel lo convirtió en una norma y lo hizo pasar como parte de las tesis de la revolución permanente. Planteando que se abría una nueva etapa de las revoluciones comandadas por el estalinismo, y que en algún momento futuro cuando la crisis del sistema imperialista mundial se hubiera profundizado y la “correlación de fuerzas a escala mundial continuase desplazándose contra la burguesía”, cuando la revolución mundial volviera de nuevo a los países imperialistas, el proceso revolucionario mundial volverá a “su modelo “clásico”, el modelo de la autoorganización de las masas trabajadoras y bajo una dirección marxista revolucionaria.
Para Mandel y compañía, la revolución portuguesa se inscribe en una posible vuelta “al modelo clásico”. Para ello plantea semejanzas y diferencias entre la revolución cubana y la portuguesa, siendo “más probable que la revolución portuguesa siga el modelo clásico y que triunfe solo con la conquista del poder por un proletariado organizado en soviets y dirigido por marxistas revolucionarios”, pero deja totalmente abierta la posibilidad del modelo cubano que nunca acabó por aclarar. La trayectoria posterior del mandelismo confirma que siguió profundizando su concepción revisada de las tesis de la revolución permanente, adaptándose a todo tipo de direcciones no proletarias.
Todas las fracciones del Secretariado Unificado utilizarán de forma revisada y oportunista la consigna de “gobierno obrero y campesino” para justificar la consigna de “gobierno del partido socialista y comunista”. Desde el inicio de la revolución el PS y PC (partidos con el objetivo estratégico de derrotar la revolución) formaron parte de los 6 gobiernos provisiones “frentepopulistas”, todos presididos y controlados por el alto mando militar de la vieja dictadura de Salazar y Caetano. Es más, el PS gobernó en todos menos en el V gobierno del verano del 75´ cuando dejan solo al PC en el gobierno. Radicalmente distinto era el planteamiento de Trotsky y los bolcheviques sobre esta consigna durante la revolución rusa:
La principal acusación que lanza la Cuarta Internacional contra las organizaciones tradicionales del proletariado es la de no querer desvincularse del semicadáver político de la burguesía. En estas condiciones, la exigencia dirigida sistemáticamente a la vieja dirección, "Romped con la burguesía, tomad el poder", es un arma extremadamente importante para poner al descubierto el carácter traidor de las Internacionales Segunda, Tercera y de Amsterdam. Así pues, la consigna de ‘gobierno obrero y campesino’ solo es aceptable para nosotros en el mismo sentido que tenía para los bolcheviques en 1917, es decir, como consigna antiburguesa y anticapitalista, pero de ninguna manera con el sentido democrático que después le han dado los epígonos, transformándola de un puente hacia la revolución socialista en el principal impedimento en su camino. [15]
Con el “verano caliente” del 75´ la crisis política se acelera y cae el IV gobierno tras la salida del PS (que se sentía fuerte tras sus resultados en la constituyente) y se conformará el V gobierno dejando solo al PCP. Se constituye el Frente de Unidad Popular con el PCP, el MDP/CDE, MES, FSP, LUAR, PRP/BR, Organização 1º de Maio y la LCI. Cuyo objetivo era apoyar al gobierno contra la “ofensiva” de la derecha, sin ninguna clase de crítica. Pocos días después el mismo PC (aun pudiendo copar todo el gobierno gracias a su influencia en la “izquierda militar” del MFA) dice que “no hay fuerzas” y que hay que seguir con los gobiernos de coalición con los militares, el PS y el partido de la burguesía liberal el PPD de la vieja dictadura. Pactando un nuevo gobierno, el VI, y abandonando la FUP. El frente cambiará de nombre a Frente de Unidad Revolucionaria (FUR) del cual seguirá siendo parte la LCI dando cobertura al PC y planteando el objetivo de gobierno PC y PS. En este caso, el PRT morenista no formará parte del FUR pero comparte la misma consigna de gobierno. Pocos años después las dos corrientes, tanto el mandelismo como el morenismo, plantearán a su manera, en escenarios y países distintos, la orientación del FUR como una “táctica para construir partidos revolucionarios” con estalinistas, maoístas o guerrilleristas.
La revolución en Portugal dejó enormes debates y lecciones que no podemos contemplar aquí en su totalidad. Mostró que son posibles procesos revolucionarios donde la clase obrera es la vanguardia en Europa occidental. Otra lección clave es la necesidad de forjar partidos revolucionarios que luchen por la absoluta independencia de clase, contra todas las variantes frentepopulistas, articulando el conjunto de consignas, especialmente las democráticas, con el objetivo estratégico de la toma del poder por las comisiones obreras, vecinales y de soldados.
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