Las nociones de “defensa” y “ofensiva”, ¿son contrapuestas en términos absolutos para el marxismo revolucionario? Todavía es posible encontrar a quienes caricaturizan la teoría de la revolución permanente –desarrollada en el siglo XX por el revolucionario L. Trotsky- como una teoría de la ofensiva permanente. ¿Pero, es cierto que para Trotsky y su tradición, la revolución permanente equivale a una ofensiva constante? No, no es cierto.

Juan Valenzuela Profesor de filosofía. PTR.
Domingo 26 de julio de 2015
En la historia del marxismo revolucionario, los debates a propósito de esta problemática, son sumamente fructíferos. Es conocida la discusión que desarrolla Lenin en “La enfermedad infantil del izquierdismo, el comunismo” contra los sectores que en el seno de la III Internacional sostenían que la estrategia debía concentrarse exclusivamente en desarrollar una ofensiva contra el poder burgués. Estos sectores, intentaban darle soporte a este tipo de argumentos, a partir de un diagnóstico del momento político, en el cual cualquier lucha de la clase obrera era vista como una lucha decisiva que empujaba al choque directo con el Estado.
Por aquellos años se publicaba una revista, Komunismus, avalada por Thalheimer, Frohlich, Lukács y otras figuras de la III Internacional que constituían su ala extrema izquierda. Trotsky se refiere a la idea central de esta publicación: “El rasgo principal del actual periodo revolucionario es que debemos, en los combates parciales, hasta puramente económicos, tales como las huelgas, luchar con las armas en la mano.” “La característica principal del actual periodo de la revolución reside en que estamos obligados a llevar a cabo incluso batallas parciales, incluyendo las económicas, con las mediaciones de la batalla final”, sobre todo “la insurrección armada.”
A esta visión, Trotsky contraponía una estrategia que articulaba lo defensivo y lo ofensivo. Estas concepciones fueron predominantes en el Partido Comunista alemán durante la acción de marzo de 1921. La “ofensiva permanente” hizo caso omiso de un problema crucial, la unidad de la vanguardia y la masa del proletariado. Siguiendo un curso inverso al conjunto de la clase obrera que había padecido las derrotas de 1919 y 1920, en Alemania central el proletariado minero e industrial se insubordinó “manifestándose enérgicamente, realizando huelgas y tumultos, sacando a los capataces de los talleres en carretillas, organizando reuniones durante las horas de trabajo.” La respuesta de la Socialdemocracia en el Gobierno fue la represión a través del agente policial Hoersing, de militancia SD.
Trotsky criticó que el PC llamara a la huelga general sin un trabajo serio de preparación: “El Comité Central del Partido Comunista alemán pensó, precisamente en esta época (mitad de marzo), que era preciso hacer una política revolucionaria más activa [...] Pero ¿cómo habría que llevarla a la práctica? Al mismo tiempo que se publicaba la orden del policial socialdemócrata Hoersing pidiendo a los obreros [...] no organizar reuniones en las horas de trabajo, considerar la propiedad de las fábricas como sagrada, etc.; el Comité Central del PC lanzó un llamamiento a la huelga general para sostener a los obreros de Centroalemania. Una huelga general no es cosa que la clase obrera emprende a la ligera, a la primera indicación del Partido, sobre todo cuando ha sufrido anteriormente una serie de derrotas, y tanto más en un país donde hay, junto al Partido Comunista otros dos Partidos socialdemócratas, y en donde la organización sindical está en contra nuestra [...] Una seria acción de masa hubiera debido ser precedida evidentemente de larga agitación enérgica, con palabras de orden definidas hacia el mismo fin; tal agitación hubiese podido llevar llamamientos definitivos para la acción sólo en el caso en que se hubiera podido averiguar hasta qué grado estaban preparadas y dispuestas las masas [...] Las masas, sencillamente, no comprendieron el llamamiento.”
Trotsky es tajante en su conclusión: “Era preciso explotar el elemento moral de la defensa, y llamar al proletariado del país entero en socorro de los obreros centroalemanes.” Sólo de ese modo “se podía romper políticamente la resistencia de la burocracia obrera y asegurar, de este modo, el carácter general de la huelga, como base posible para el desarrollo ulterior de la lucha revolucionaria.”
Este modo de articular lo defensivo y lo ofensivo, varía en la estrategia acorde a la situación política objetiva. Pero, podemos decir que siempre constituye un error contraponer mecánicamente ambos conceptos. Quien propugna una ofensiva permanente, se aísla, queda expuesto a los golpes del enemigo y a través de esa vía le abre las puertas a una ofensiva del poder burgués. Quien, por el contrario, sólo ve la necesidad de organizar la defensa, posponiendo para un futuro indeterminado el momento de choque directo con el poder burgués, se constriñe en las coordenadas de este poder y está imposibilitado de arrebatarle algo y consolidar sus conquistas.
Una estrategia revolucionaria, a diferencia de los “iluminados” de la ofensiva permanente y los adaptados de la “defensa pura”, no le teme al choque con el poder burgués ni al objetivo de destruirlo. Prepara constantemente al “ejército” que conducirá esa tarea: el partido y los organismos de la clase obrera. Pero, tampoco actúa separado de las masas obreras y oprimidas. Es parte de ellas. Será el mejor organizador de la defensa cada vez que la patronal deje caer sus ataques con despidos o balas.
(1) Trotsky, León; “Una escuela de estrategia revolucionaria”, en Bolchevismo y stalinismo, editorial El Yunque.
(2) Citado en Anderson, Perry; Las antinomias de Antonio Gramsci.
(3) Trotsky, León; op. Cit.
(4) Trotsky, León; op. Cit.

Juan Valenzuela
Santiago de Chile