El Dragón logró el ascenso en una final épica e infartante, aunque para que eso ocurriese el humilde club de Núñez debió cicatrizar la herida de dos noches tristes: la de la muerte del hincha Fernando Blanco a manos de la policía en 2005 y la del polémico descenso a la C en 2014.
Juan Ignacio Provéndola @juaniprovendola
Miércoles 30 de mayo de 2018
Defensores de Belgrano volvió al Nacional B después de trece años tras ganar una final de cuento,de esas pocas que la Historia elige para que sean recordadas por siempre. El estadio Juan Pasquale se llenó de hinchas de Defe como nunca (por única vez desde su inauguración en 1910 se habilito la tribuna visitante para locales), rodeando de rojo y negro un partido que arrancó desfavorable muy temprano y cerca estuvo de terminar en la tristeza de la derrota. Pero el relato epopéyico le guardaría un lugar de privilegio a Albano Anconetani, el arquero de 42 años que le asistió al delantero Pablo Miranda el empate con un elegante cabezazo en el agónico córner. Forzados los penales, el Tano volvió a vestirse de héroe conteniendo dos penales decisivos en lo que –luego se supo- fue el último partido de su extensa trayectoria por el duro pero hermoso fútbol de ascenso.
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— Juan I. Provéndola (@juaniprovendola) 27 de mayo de 2018
El primer ascenso había sido para un viejo conocido de Defe: Platense (fundados ambos a pocas cuadras de distancia). El Calamar, que es originario de Saavedra pero hoy juega en Vicente López, se consagró campeón de la B Metropolitana al cabo de un partido desempate con Estudiantes de Caseros. Ambos elencos predominaron una pelea en la que Defensores estuvo cerca pero nunca a tiro. De todos modos la buena cosecha de puntos le permitió al Dragón clasificar al reducido por el segundo ascenso, aunque con expectativas moderadas: por encima suyo habían quedado Acasusso y el propio Estudiantes, los principales candidatos.
En voz baja y sin hacer tanto estruendo, Defe fue avanzando en su segunda oportunidad. Primero empató con Barracas Central -pasó por ventaja deportiva-, luego superó por la mínima a Tristán Suárez en formato ida y vuelta y, así, llegó a una inesperada final frente a la UAI Urquiza, que venía dejar en fila justamente a Susso y al Pincha de Caseros. Un duro contendiente al que Defensores enfrentó en total cuatro veces en la temporada, sin poder nunca ganarle en los 90 minutos. Y al que sólo pudo marcarle un gol en todo el año: aquel emocionante tanto en la agonía de una final que entonces tuvo que desempardarse desde los doce pasos.
Pero para que Defensores de Belgrano viviera su noche del gloria el último sábado fueron necesarias otras dos lo mismo inolvidables, aunque en esos casos por la tristeza y amargura que dejaron tras su paso.
La primera fue el 25 de junio de 2005. Al igual que este sábado, el Dragón también tuvo que definir su categoría por penales, solo que aquella vez no era para subir, sino para evitar bajar. Fue un desempate en cancha de Huracán para determinar quién permanecía jugando en B Nacional, beneficio del que terminaría gozando Chacarita, ganador en la tanda decisiva. Al término del partido hubo una violenta represión de la Policía Federal a la salida de la tribuna de Defensores y esa misma noche se conoció la noticia de la muerte deFernando Blanco, hincha de 17 años abatido en el marco del sanguinario operativo liderado por Carlos Arturo Kevorkian, luego premiado por el macrismo con distintos ascensos en la posterior fuerza de seguridad porteña. Al actual Jefe de la Metropolitana todavía se lo puede ver orgulloso del inhumano azote infringido a pibes, mujeres y viejos en un video que entonces registró el programa Cámara Testigo.
Ese episodio le dio al evento deportivo una narrativa trágica en la que ya no importaba tanto el descenso como el terror y la brutalidad vivida en Parque Patricios, donde ningún hincha olvidará jamás la angustiante sensación de sentirse en peligro tan sólo por haber ido a ver un partido de fútbol. El desquicio vivido esa vez fue tal que hinchas de otros clubes se solidarizaron y compartieron varias marchas en reclamo de justicia. Pocas veces en la historia se vieron en un mismo espacio a tantas camisetas que el folclore insiste en enemistar. La violencia institucional lo había logrado. Todavía hoy la familia de Fernando sigue esperando justicia, mientras el recuerdo de su hijo perdura en las tribunas del Juan Pasquale y también en un mural de la cercana escuela técnica Raggio, donde Blanco estaba terminando el secundario.
La otra noche triste es más cercana en el tiempo y también atravesada por un descenso, aunque sin consecuencias trágicas pero lo mismo fundante de una épica clave para que hoy Defensores de Belgrano reivindique su éxito y se enorgullezca de él más allá de los avatares de una pelota.
Ocurrió el 25 de mayo de 2014, aniversario de su fundación (fechada en 1906). Aquel día el Dragón descendió a la Primera C sin jugar porque había quedado libre en la última fecha de un campeonato muy bueno (acabó quinto), aunque condenado por las dos flojas temporadas previas. Su suerte quedó atada a lo que hicieran Morón y Villa Dálmine, sus contendientes en la zona baja de los promedios, quienes se terminaron salvando -en detrimento de Defe-con sendos empates ante rivales que presentaron equipos llenos de juveniles y en desenlaces llenos de irregularidades (el descendido Flandria, oponente de Morón, despidió a su entrenador dos días antes, mientras que los hinchas de Dálmine forzaron el final de su partido contra Colegiales invadiendo la cancha cuando aun quedaban minutos de juego).
Es común en cualquier liga del mundo que un plantel se desintegre una vez que pierde la categoría porque el club dispondrá de menos presupuesto para sostener a jugadores que naturalmente buscarán mejores horizontes. Al Defensores de esa gran campaña de 2014 que no pudo evitar el descenso habían llegado experimentados valores con objetivos más ambiciosos que el de entreverarse en las duras canchas de la C. Sin embargo, a pesar de no poder evitar la pérdida de la categoría, aquel grupo humano enhebró a lo largo de ese año una química interna que no es frecuente en esta era: la de un plantel que se identifica con un club, con su organización institucional y con sus hinchas, alentadores motivos para quedarse por años luciendo la misma camiseta.
La Izquierda Diario contó la historia de estos muchachos en ocasión del 24 de marzo último. “Desaparecidos, huelga y cooperativismo: la conciencia social del primer club que cantó contra Macri” fue su título, y allí se describe la importancia de que tipos como el capitán Luciano Goux, el volante Fernando Enrique, el ex Huracán Juan Sosa y el propio Anconetani (además de protagonistas que ya no están, como el surgido en Boca Nahuel Fioretto o el entrenador Rodolfo Della Picca, más el regreso de hijos pródigos como Iván Nadal o Leandro Martínez Montagnoli) decidieran quedarse en Defensores a pesar del descenso a la C. Hoy todos ellos suman cientos de partidos en Defe, jugaron otras posibilidades de ascenso y ahora festejan esta alegría genuina que encuentra explicaciones no sólo en lo que indica una pizarra con nombres escritos al aire, sino sobre todo en la certeza de que el fútbol también puede enaltecer los nobles valores de la sana competencia y la solidaridad entre colegas de trabajo.
#DDHH
La gente de @izquierdadiario realizo esta hermosa nota, sobre el permanente compromiso del Dragón y los ddhh, te la dejamos para que la disfrutes.
Cc @juaniprovendola
👉 https://t.co/VUBsbLldHJ— Defensores de Belgrano (@defeweb) 25 de marzo de 2018
Defensores de Belgrano es un club humilde de Núñez arrinconado por los coquetos edificios de Avenida del Libertador y la predominante simpatía que el barrio siente por River (a diez cuadras de distancia), además de la constante rapiña de emprendedores inmobiliarios que en alguna época quisieron aprovecharse de la débil situación económica del Dragón para comprarle el estadio a precio vil. Sólo la tenacidad de sus hinchas y una joven comisión directiva impidieron tamaño despojo. Aquellos muchachos, como los actuales, son los que todavía persisten en continuar el sueño de los amigos del barrio de Belgrano que fundaron a Defe el 25 de mayo de 1906 en el fondo de una carnicería sobre la calle O’Higgins, casi Monroe.
Se sabe que el acceso a la B Nacional -la antesala de la A- es un difícil desafío que demandará incorporaciones de categoría sin poner en riesgo el modesto presupuesto del club. Además, claro, habrá que reemplazar la huella gigante que dejarán estos héroes de trajinada experiencia que hoy evalúan su retiro después de tantos años de reñidas batallas en el ascenso. Aunque para todo eso conviene tomarse un tiempo prudente: todo aquel que sea posible para festejar esta gesta de resurrección que, con justicia, está viviendo el querido Defensores de Belgrano.