Si todos dejáramos lo mejor para los demás, todos tendríamos lo mejor.
Viernes 26 de julio de 2019 20:06
Cuando era chica, mi padre me enseñó que cuando hubiera algo en un plato para convidar o cuando yo fuera invitada a un lugar, nunca me agarrara la factura más grande o la masita más rica sino la factura más quemadita y una masita que no fuese la única en su especie. Tampoco tenía que tomar lo último que quedara en un plato, a menos que me insistieran. Él lo hacía. Siempre dejaba lo mejor para los demás, fuésemos los de la familia o un extraño, así que no me costó adquirir la costumbre.
Para ejemplificar con un fenómeno que suele suceder a nivel social, ya no personal: cuando un grupo de trabajadores o estudiantes corta una calle o varias, hay que pensar en el bien mayor y no en nuestra comodidad. El bien mayor es defender fuentes de trabajo dejando que se manifiesten, aunque nuestra llegada a un lugar esté siendo obstaculizada. ¿Qué es más importante? Si llego tarde un día a un lugar no es tan grave como que familias enteras pierdan un trabajo que aporta un salario que permite comer, pagar las cuentas y vestirse. No está primero mi problema personal sino el bien común. Lo mismo cuando se defiende la educación pública. Es demasiado importante la lucha en las calles, que es en definitiva casi el único escenario de donde provinieron los avances en la educación y la defensa de los puestos de trabajo a lo largo de la historia.
Nada de lo que está fijo, si no funciona, si perjudica, tiene por qué seguir estando como está.
Hay que dar un giro completo a la forma de ver la vida para comprender que, si el otro no es tan importante, entonces mañana podría quitarle su comida, sus zapatos, su abrigo y que se arregle, que se muera… porque primero estoy yo. Y siguiendo esa línea, emerge casi inevitablemente el narcisismo. Al fomentar el narcisismo en una sociedad, el prójimo va desapareciendo hasta volverse invisible. Y eso es peligroso, ya que ahí vemos que las cosas son más importantes que las personas y el dinero en sí, el objetivo final, cuando en realidad tendría que ser simplemente un medio para acceder a los recursos.
Nadie necesita ser millonario para vivir, así como nadie tendría que estar sumido en la pobreza. Los recursos están; sucede que la repartición es injusta.
Según Forbes, los diez hombres más ricos de Argentina suman US$ 35.000 millones. Es obsceno.
Terminar con la desigualdad, ¿pasa por pensar en una mejor “redistribución de los ingresos” o es necesario combatir al capitalismo que es la verdadera fuente de la desigualdad social?
Marx responde a que la distribución de los bienes de consumo es consecuencia del mismo modo de producción capitalista. De manera tal que “Si las condiciones materiales de producción fuesen propiedad colectiva de los propios obreros, esto determinaría, por sí solo, una distribución de los medios de consumo distinta de la actual.” Es decir que sólo terminando con el capitalismo se puede pensar en una justa distribución de la riqueza.