Desde 1987 se estableció el 28 de mayo como el “Día de acción mundial por la salud de las mujeres”. Aunque formalmente la salud es un derecho universal, gran parte de la población no puede acceder a ella. Las mujeres trabajadoras son las principales afectadas.
Viernes 29 de mayo de 2015
Día a día, los ritmos de producción hacen que dejemos nuestra salud en las fábricas y en los lugares de trabajo. A pesar de los dolores de cintura, de cervical o de piernas, y las enfermedades musculares crónicas como la tendinitis, que son moneda corriente, al otro día tenemos volver a trabajar y producir para otros. Para los que viven de nosotras, de nuestra salud y nuestro cuerpo.
Las mujeres somos las más expuestas a sufrir enfermedades que resultan de condiciones laborales precarias, en muchos casos sin cobertura médica y con los peores salarios.
A la vez, somos las que más responsabilidades tenemos en el hogar y, debido a esto, nuestra jornada laboral se extiende el doble, teniendo sólo algunas horas de descanso.
Este 28/5 nos encontró, una vez más, con sistemas de salud colapsados, con mujeres sin ningún tipo de asistencia médica, con más de 300 mujeres muertas por año por abortos clandestinos.
Algunas voces de trabajadoras del plástico
Al consultar a compañeras acerca de estas problemáticas, muchas insisten en la responsabilidad del Estado en la creciente violencia que sufrimos. No sólo es el que garantiza ilegalidad del aborto sino que avala las redes de trata y garantiza las pésimas condiciones laborales que empeoran nuestra salud:
"No sabemos dónde reclamar para que nos escuchen"; "Hacemos denuncias y no nos dan ninguna respuesta"; "Venimos a trabajar enfermas porque nos descuentan"; "Si quedamos embarazadas, estamos prácticamente despedidas".
Estos son algunos testimonios de las trabajadoras de la fábrica que dan cuenta de la situación que se vive a diario. Entonces, ¿qué reclamamos cuando decimos #NiUnaMenos? Decimos basta a todas las formas de violencia que vivimos cotidianamente, siendo doblemente oprimidas como trabajadoras y mujeres. Porque violencia es también dejar nuestra salud y nuestra vida en los lugares de trabajo. Así como percibir un salario más bajo por ser mujeres; y recibir comentarios machistas cuando estamos trabajando. Que nuestros reclamos no sean escuchados es violencia.
Por todo esto, es nuestro deber como mujeres organizarnos, salir a la calle y luchar. No ser sólo víctimas de la violencia machista sino ser protagonistas de la lucha por enfrentarla. Desde nuestros lugares de trabajo y estudio, así como desde nuestros barrios exigimos:
¡Basta de femicidios, ni una mujer menos!