Como parte de su campaña electoral, el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Alfredo Del Mazo Maza ha declarado que “las mujeres tienen la mayor prioridad” y que busca trabajar para que “vivan una vida libre de violencia”.
Jueves 20 de abril de 2017
La propuesta del candidato priista a la gubernatura del Estado de México, el “salario rosa”, busca ser, según él, un “reconocimiento a las mujeres por el trabajo que hacen como amas de casa, por la dedicación que tienen en el hogar, se trata de reconocerlo como un trabajo remunerado”.
Sin embargo, muy lejos de plantear derechos de organización para las trabajadoras del hogar –como su sindicalización- y de reconocer la alarmante situación de violencia que enfrentan las mexiquenses, alardeó del glorioso rol que cumplimos las mujeres al imponérsenos –y asumirlo nosotras- como natural el hacernos cargo del trabajo doméstico y reproductivo de manera gratuita y sin remuneración alguna.
Incluso tuvo el cinismo de “reconocer” los múltiples “avances” de gobiernos anteriores en el tema de los derechos de las mujeres.
Por supuesto empezó con la reivindicación de la Alerta de Género, que no sólo se ha mostrado impotente para frenar el feminicidio –que sigue en aumento- sino que vulnera doblemente los derechos y vida de las mujeres, sobre todo las trabajadoras y de pocos recursos, al plantear la salida del ejército a las calles como medida de “seguridad”.
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Es muy claro que las propuestas de Del Mazo Maza giran en torno a un modelo de aumento de la vigilancia y presencia de efectivos militares y policíacos, así como del aparato represivo del gobierno y de sus mecanismos de espionaje, como cámaras y más centros de mando. Según él, las diez mil cámaras que existen en diversas zonas de la entidad tiene que duplicarse, y el patrullaje de policías y militares redoblarse.
Resulta cínico que ante los diversos casos de asociación y vínculos entre integrantes del PRI y otros partidos patronales con el narco, así como de integrantes de la policía, el ejército y funcionarios públicos, se plantee como propuesta la “depuración” de las policías para “recuperar la confianza en esas corporaciones e incrementar y fortalecer los ministerios públicos”.
Pero la confianza no se reconstruye fácilmente cuando en nuestro imaginario siguen vivos los 43 normalistas de Ayotzinapa, desaparecidos por el ejército. O los múltiple casos de violaciones a derechos humanos y ejecuciones extrajudiciales como fue en Tlatlaya o Tanhuato.
¿Es imposible acabar con la esclavitud doméstica?
Quienes militamos en la Agrupación Internacional de Mujeres Pan y Rosas consideramos que pelear por mejores condiciones de vida y trabajo para el conjunto de la clase trabajadora del campo y la ciudad, así como demás sectores populares es indispensable. Por eso defendemos el derecho de las trabajadoras del hogar a organizarse políticamente en sindicatos y otras agrupaciones políticas.
Pero no nos detenemos ahí. Somos orgullosas herederas de las lecciones que hace un siglo las mujeres, trabajadores y campesinos rusos impusieron, con la movilización independiente de las masas y confiando sólo en sus propias fuerzas, para acabar con las penurias de la mayoría de la población, entre ellas el desgastante trabajo doméstico, que es en realidad esclavitud doméstica, para millones de mujeres en todo el mundo.
Consideramos que la reproducción de nuestra especie, la comida, la vestimenta y la crianza, así como el cuidado y crianza afectiva de niños, enfermos y adultos mayores no tendría que recaer sobre nosotras. Consideramos también que repartir “equitativamente” entre ambos sexos o todos los integrantes de un núcleo familiar deja caer la responsabilidad sobre nosotros y nosotras, eximiendo a los grandes capitalistas, a los gobiernos e instituciones que legislan en beneficio de sus fortunas y ganancias de la responsabilidad de mantener la esclavitud doméstica.
Esto porque la remuneración que las mujeres no recibimos por hacer el trabajo reproductivo (las “labores del hogar”) van directo a sus bolsillos, permitiéndoles mantener salarios de miseria –de dónde no tiene que salir para pagar el trabajo de quiénes realizan esta labor.
Por eso consideramos que el Estado tendría que hacerse cargo de garantizar lavanderías, guarderías y comedores comunitarios, de calidad y gratuitos en todo el país para que hombres y mujeres tuvieran más tiempo libre para el ocio y la recreación cultural.
Sabemos que, como bien demuestra la campaña de Del Mazo Maza o las propuestas presentadas por el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), los partidos pro-patronales no van a enfrentar a los capitalistas. Muy por el contrario, los reciclan en sus partidos y los promueven como candidatos para “representar a los y las de abajo”.
Por eso consideramos que sólo organizadas junto a nuestros compañeros de clase en un gran movimiento nacional de mujeres que tome las calles, podremos luchar por nuestros derechos a nivel nacional y en todos los centros de trabajo y estudio.
Debemos luchar por lavanderías, guarderías y comedores subsidiados, en la perspectiva de acabar con todo tipo de explotación, asalariada o no, como lo es la esclavitud doméstica.
Te invitamos a poner en pie comités de Pan y Rosas en tu centro de trabajo y estudio para luchar por estos derechos, por trabajo e igual salario para todas y todos, por jornadas de 6 horas; en solidaridad con las mujeres migrantes y contra las deportaciones y el muro; y contra todo tipo de violencia machista como el acoso sexual y laboral o el feminicidio.