¿Hay una relación de la depresión y el capitalismo? ¿Qué sucedió después de la crisis de 2008?
Lunes 23 de octubre de 2017
Estadísticas
De 2008 a 2017, según las últimas estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 300 millones de personas viven con depresión, un incremento de más del 18% entre 2005 y 2015.
En la sede de la crisis: cerca de 50 millones de personas vivían con depresión en 2015, alrededor del 5% de la población total. En dicho país casi el 50% de las personas con depresión no reciben tratamiento. En promedio, sólo el 3% de los presupuestos de salud de los países se invierte en salud mental, variando de menos del 1% en los países de bajos ingresos al 5% en los países de altos ingresos.
La OMC declaró que los padecimientos mentales del personal laboral cuestan 2,500 millones de dólares anuales, y se prevé que para 2030 la cifra se eleve a los 6 mil millones.
El sentimiento de tristeza permanente o la pérdida de interés que caracterizan a la depresión es la más importante enfermedad del siglo.
No sólo es una enfermedad mental: es un síntoma de época. Para la OMS los síntomas de “Estado de ánimo irritable o bajo la mayoría de las veces, dificultad para conciliar el sueño o exceso de sueño, cambio grande en el apetito, a menudo con aumento o pérdida de peso, cansancio y falta de energía son tan comunes en el mundo que representa un grave problema de crecimiento, alarmante”.
En México el fenómeno no es menor. Edilberto Peña, Director de Investigación del INCIDE (Instituto de Neurociencias, Investigación y Desarrollo Emocional), aseguró que en México la depresión está presente en el 3.3% de la población mexicana a lo largo de su vida, y su diagnóstico puede tardar hasta 15 años. El mismo neurocirujano estimó que el 9% de la población en México tendrá un episodio el año que viene, siguiendo el ritmo de los diagnósticos.
En Estados Unidos la depresión está asociada al crecimiento del consumo de opiaceos: en especial el fentanillo. En un texto de la revista Jacobin la crisis de fentanilo fue convertida en un gran problema de seguridad nacional 1 de cada 3 ha probado el opio legal y las empresas farmacéuticas no están haciéndose cargos de los efectos nocivos de la adicción.
Esquizoanálisis
Fue Félix Guattari el creador del concepto esquizoanálisis. Surgió del agenciamiento colectivo de enunciación con Deleuze en Anti Edipo. Su texto, poco comprendido, es claramente una crítica a la escuela psicoanálitica francesa. Para el análisis tradicional y con el peso de la clínica psiquiátrica las enfermedades mentales no podían entenderse sólo por medio de la terapia.
Guattari insistió que la terapia psicoanalítica tradicional era la droga de mayor lujo en el capitalismo. La esperanza de resolver los problemas al análisis tradicional (vínculo familiar, edípico o otros) y de individualizar los trastornos obligaban a pensar que los responsables de las patologías eran los individuos y no la sociedad que los produce.
La ansiedad, la depresión, la propia esquizofrenia no eran padecimientos individuales que pueden resolverse de modo singular: decía en Revolución Molecular “el complejo de Edipo es distinto a como se vive en un barrio francés de la periferia o en París” hay pues una relación de las enfermedades mentales y el capitalismo pues además de ser fuerza de trabajo individual somos seres de carne y hueso sujetos a las emociones.
Por lo tanto vivimos múltiples cadenas de opresión: el trabajo asalariado y también la impotencia de no cumplir con el "mandato" de vivir feliz en un mundo que se nos presenta adverso. Aunque no podemos decir que el capitalismo genera de forma mecánica las enfermedades mentales podemos decir que las instituciones del capitalismo contemporáneo las fortalecen y las alimentan, las aceleran o las potencian: la escuela, la familia, la moda, la fábrica, los partidos, la televisión, los medios masivos.
Capitalismo en crisis
El capitalismo arribó con el nuevo siglo XXI, que recién comenzamos a vivir, con una fuerte crisis. La caída de los bancos de inversión en 2008 generó una gran depresión económica internacional. Menos radical que la crisis de 1929 pero más intensa que las crisis concurrenciales del siglo XIX la actual crisis es la más importante de este nuevo milenio.
Al calor de la crisis emergieron varios fenómenos de la lucha de clases (de la “Primavera Árabe” como la caída de Ben Alí a Mubarak, fuertes movimiento juveniles como el 15M, el #YoSoy132 y otros más como el movimiento estudiantil chileno) así como fenómenos políticos neorreformistas (PODEMOS) y o nacionalismos reaccionarios (como Donald Trump el Brexit).
Las repercusiones de la crisis mundial en la psicología de masas aún es discutible. Por lo menos existen dos teorías con mucha repercusión en la academia occidental. En primer lugar lo elaborado por Bull Chun Han en La sociedad del cansancio que sostiene que la nueva enfermedad que emergió con la crisis del neoliberalismo es la: sociedad del “burnout” o síndrome de estrés, el trastorno de bipolaridad, personalidad limítrofe y depresión. Pero con la construcción del ideal de que todo es posible con esfuerzo la depresión surge de la impotencia de que sea verdad.
Es el deseo del rendimiento absoluto, que generó que las enfermedades más comunes entre la juventud, la clase media y los trabajadores sea la depresión y la sensación al fracaso. Con la crisis de 2008 los patrones han aumentado la extracción de plusvalía de la clase trabajadores aumentado los niveles de explotación redoblada de la fuerza de trabajo.
Los bajos salarios, la incertidumbre de la precariedad, la tristeza de que no alcanza para el futuro, la mala alimentación, los bajos niveles de sindicalización, la falta de pensión, jubilación, de una vida digna potencia los trastornos.
El caso emblemático es China con la restauración económica del capitalismo en el país de Asia: “cerca de 100 millones de chinos padecen patologías psiquiátricas. 54 millones sufren depresión. Solo hay 1,7 psiquiatras por cada 100.000 ciudadanos.” Recordemos los suicidas obreros en la Apple.
La depresión de los tiempos actuales está asociada a la sociedad en su conjunto, es un síntoma de época, del nuevo siglo que arranca y que nos deja ante los contornos de un futuro incierto.