Se hundió el Merval y escaló el dólar. El bono a 100 años. La deuda sin fin. Decepción del establishment local por el estatus de mercado de “frontera”. ¿Qué quiere el capital financiero internacional?
Pablo Anino @PabloAnino
Miércoles 21 de junio de 2017
En términos económicos, el Gobierno de Cambiemos pasó de la euforia del día lunes con la colocación del bono a 100 años a la depresión del martes cuando Morgan Stanley Capital Investment (MSCI, por sus siglas en inglés) decidió mantener a Argentina en el estatus de “mercado de frontera”.
El ministro de Finanzas, Luis Caputo, parece que previó las malas noticias por venir y se apresuró a conseguir financiamiento con el “bono del siglo”.
El veto del capital financiero internacional para subir al país a la categoría de “emergente” hirió la susceptibilidad del equipo económico. Después de tantos esfuerzos por volver al mundo, MSCI trata a Argentina como ¡“frontera”!.
El ascenso de categoría hubiese implicado un aumento del flujo de fondos de inversión hacia estas tierras. De todos modos, las ambiciones oficiales no eran muy elevadas: José Siaba Serrate acertó señalando que "era pasar de la primera C a la primera B".
Los especuladores de la City porteña apostaban a seguir con la fiesta especulativa. Fernando Baer, a cargo de Bconomics, se mostró sorprendido: “nadie esperaba un resultado de este tipo", señaló a El Cronista. "Hasta el lunes pasado, en el mercado circulaban informes muy optimistas”, agregó.
El Merval era imparable, alcanzando niveles históricos en pesos y dólares. Empresas de los amigos del presidente, como Pampa, o las beneficiadas por los tarifazos vieron volar su valorización bursátil. De un día para otro, la “revolución de la alegría” se derrumbó: ayer miércoles la bolsa se hundió un 4,81 %.
Las principales bajas fueron las de Pampa Holding (-8,35 %), Agrometal (-7,95 %) y Petrobras Energía (-7,29 %). Hubo efecto “puerta doce” con especuladores huyendo al dólar que escaló a un nuevo récord: cerró a $ 16,53, pero tocó máximos de $ 16,66 durante la apertura de la jornada cambiaria.
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Martín Redrado, expresidente del Banco Central (hasta que la disputa por el uso de reservas para pagar deuda externa lo eyectó del Gobierno de Cristina Fernández), alertó que los que “hacían carry trade, en este momento están saliendo”. Se terminaron los “dólares baratos y fáciles”, sentenció. Redrado conoce el paño.
El “carry trade” consiste en endeudarse en dólares en las potencias imperialistas pagando tasas cercanas a cero para especular en pesos argentinos gracias a las elevadas tasas que ofrece el Banco Central, ahora conducido por Federico Sturzenegger.
La condición es que el dólar esté estable o no suba demasiado rápido para dar tiempo a que el ciclo del capital financiero se cierre exitosamente. Y, eventualmente, a la huida.
Esa operación especulativa sufrió un primer cimbronazo con el efecto Brasil cuando en unas pocas jornadas de mayo el dólar escaló quitándole rentabilidad al “carry trade”.
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Era un sentido común entre los analistas económicos del establishment que la bola de nieve de endeudamiento que alimenta el actual presidente de la entidad monetaria con la emisión de Lebac (la letra que paga las altas tasas de interés), podría derretirse cuando el viento empezara a soplar en contra.
Previó a la noticia del MSCI se descontaba un corrimiento electoral desde Lebac hacia la moneda dura: el dólar. No está claro que sucederá en las próximas jornadas. Todavía la bola de nieve no se derritió.
Pero a Sturzenegger le está costando mantener la atención de los especuladores: de hecho se desaceleró la inflación, pero las tasas no las movió. El último lunes logró renovar el 77 % de las Lebac que vencen en el mes. No obstante, muchos pesos quedaron en circulación.
En adelante, la evolución de la situación financiera dependerá, aunque sea en parte, de sus decisiones ¿Seguirá estimulando la adicción especulativa al costo de agrandar el monstruo de la deuda en Lebac?
Otro tanto depende de lo que hagan los grandes pulpos exportadores de soja que vienen retrasando la liquidación de dólares esperando sacar una tajada adicional con la suba de la cotización.
No está descartado que en el ámbito bursátil y cambiario haya estabilizaciones parciales, como así también nuevos cimbronazos, pero los desequilibrios estructurales de fondo siguen latentes: alta inflación a pesar de la desaceleración, déficit fiscal y externo, entre los más notorios.
La actividad económica, más allá del empuje de la obra pública para la campaña electoral, está estancada: el Indec informó que el PIB creció sólo 0,3 % en el primer trimestre. El consumo popular sigue en caída libre y la desocupación alcanza a 1,7 millones de trabajadoras y trabajadores.
Es decir, el ajuste, aunque sea considerado “gradual” por el establishment, obviamente, ya pegó sobre las condiciones de vida.
El comunicado emitido por el MSCI valora positivamente que el Gobierno salió del “cepo” cambiario, levantó los controles de capitales, deja flotar libremente el dólar, eliminó las reservas en efectivo y los límites para sacar ganancias del país y el período de inmovilización que afectaba al ingreso de capitales.
El capital financiero valora altamente la enorme libertad de acción que le ofrece el macrismo. Gracias a esa libertad ¡se multiplicaron por diez las remesas de ganancias de las multinacionales imperialistas! La fuga de capitales es otro de los deportes favoritos de la burguesía doméstica y extranjera que actúa en el país.
La escalada de deuda, que ya supera los U$S 100 mil millones de emisiones con el macrismo, no sólo es combustible para el ajuste “gradual”, sino que, en simultáneo, financia la fuga.
Cambiemos deja en manos de los especuladores de todo el mundo la definición de las condiciones centrales de la evolución de la economía. Un botón de muestra: el diario Ámbito Financiero descubrió que el fondo especulativo (¡buitre!) Marathon estuvo involucrado en la compra del bono a 100 años que emitió el Gobierno.
Pero si parte del ajuste avanzó ¿qué quieren los “mercados”? El MSCI lo señaló claramente: “la irreversibilidad de estos cambios que son relativamente recientes aún debe ser evaluada”. Es decir, temen una vuelta atrás.
No sólo eso. La “presión” empresaria para ajustar también se ve en los ataques empresariales como el de PepsiCo con el cierre fraudulento de la planta de Florida.
Envalentonadas por la verborragia oficialista contra los elevados "costos" salariales y las "mafias" de los juicios laborales, las patronales avanzan, con o sin acuerdo del Gobierno, con el ajuste por "mano propia".
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La semana pasada en la reunión entre Mauricio Macri y la Unión Industrial Argentina, aunque supuestamente no se habló de eso, dio vueltas el fantasma del retraso cambiario. Por fuera de ese mitin, Eduardo Costantini recordó que una devaluación está en el deseo de muchos empresarios.
Todas las fracciones del capital quieren más ajuste. El macrismo tiene la voluntad de hacerlo, pero no tiene las condiciones políticas. Los análisis en caliente de los economistas de la city ponderan día a día encuestas electorales tanto como el dólar.
En 1925, León Trotsky afirmaba que la estabilización monetaria de Gran Bretaña, entonces el país más rico de Europa, se logró a través de un préstamo de Nueva York. La consecuencia: “la libra esterlina se ha vuelto un juguete en las manos de la Bolsa de Valores norteamericana, la cual en cualquier momento podría debilitarla”, concluía.
¿Cómo “estabilizó” el macrismo la economía? De la mano de los sospechosos de siempre: J.P. Morgan, HSBC, Citibank, Deutsche Bank y otras encumbradas instituciones financieras.
Estos bancos estuvieron involucrados en todas las grandes operaciones de deuda: blindaje, megacanje, reestructuración de Néstor Kirchner y Roberto Lavagna, y la posterior de Amado Boudou.
Es notorio el caso HSBC, uno de los principales impulsores (sino el ideólogo) del “bono del siglo” que emitió Argentina. Su director local, Gabriel Martino, es reconocido en ámbitos financieros como un ministro sin cartera del macrismo.
Ese banco, como los otros, está involucrado en maniobras fraudulentas en todo el mundo por facilitar la evasión impositiva y la fuga de capitales.
La moneda argentina, y el destino de la economía, se transformaron en un juguete en las manos del imperio financiero con sede en Nueva York.
Pero nuestro país es una semi colonia, atrasada y dependiente del centro imperialista. Más vulnerable, por ende, que Gran Bretaña.
Pablo Anino
Nació en la provincia de Buenos Aires en 1974. Es Licenciado en Economía con Maestría en Historia Económica. Es docente en la UBA. Milita en el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Es columnista de economía en el programa de radio El Círculo Rojo y en La Izquierda Diario.