Un contundente relato de integrantes de la Comunidad Pu Lof fue publicado por la Revista Cítrica. Demuestra que a Santiago se lo llevó esa fuerza represiva.
Martes 15 de agosto de 2017
Foto: Revista Cítrica
“No estamos haciendo entrevistas, queremos preservarnos”. Es una de las primeras frase que pueden leerse en el testimonio publicado en la Revista Cítrica.
Allí hablan integrantes de la comunidad Pu Lof en Resistencia. El relato, más que contundente, puede leerse completo en su sitio.
Allí, de la entrevista realizada a quienes sufrieron la brutal represión estatal, se puede leer, entre otras cosas, que “hicimos un corte de ruta aquí para denunciar la prisión política de Facundo, las detenciones y violencia que habían sufrido los peñi y las lamien en Bariloche”.
Los peñi son los hermanos y las lamien las hermanas, aclarará la nota desde el inicio.
“Alrededor de las cinco de la tarde, se hizo presente Gendarmería, con un (camión) Unimog y tres camionetas llenas de efectivos. Se bajan fuertemente armados en el cruce y empiezan a descender para donde nosotros nos encontrábamos. Cuando están a una distancia de cuarenta metros, empiezan a disparar”.
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En relato también señalan que les leyeron una orden de desalojo, firmada por el juez Otranto. “La leyeron por altoparlante. Nosotros hasta el día de hoy desconocemos si existió realmente”.
En la nota se informa además que un periodista de canal 4 intentó ver la orden pero desde las Gendarmería se negaron a mostrársela.
Los integrantes de la comunidad también denuncian que las fuerzas represivas liberaron la zona “para que no entrara nadie, como pasó en la represión de enero. Despejaron la ruta y quedó tierra de nadie”.
Agregan que “alrededor de las cuatro y media de la mañana aparece un contingente muy grande de Gendarmería. Llegamos a contar 21 vehículos. Sacaron un pino que habíamos dejado en la ruta y se apuestan ahí, donde están ahora. Y a las seis y cuarto se acercaron unas camionetas de Gendarmería con las luces apagadas. Nosotros escuchamos los motores desde el sector de guardia y cuando alumbramos, inmediatamente empiezan a disparar”.
Lo ocurrido esa noche continuó al día siguiente. El relato muestra la represión abierta.
“Formaron una línea a lo ancho de la ruta. Los del medio con escopetas y a los costados, dos o tres gendarmes tirando con nueve milímetros. Nos replegamos al territorio. Pensamos que sólo venían a desalojar la ruta y que entonces iba a cesar el fuego. Pero siguieron tiroteando para adentro. Se vinieron para el alambrado. No los dejábamos entrar hasta que nos atraviesan un Unimog acá al costado, se apuestan cinco tiradores atrás y empiezan a tirar”.
La brutalidad del operativo queda en evidencia. “Entraron a punta de pistola disparando y disparando. Aguantamos todo lo que pudimos hasta que en un momento hicieron un ingreso todos los efectivos. Y ahí nos corren hasta el río, unos setenta metros. Donde nos tirábamos por diferentes partes, por donde podíamos, porque la lluvia de balas no cesaba. Ahí es donde el compañero Santiago no logra cruzar. Porque mientras nosotros íbamos nadando por el río, la Gendarmería igual nos seguía tirando adentro del agua. Nos tiraban con nueve milímetros, con escopetas y con piedras algunos. No les importaba nuestra vida a la Gendarmería. Ellos vinieron a matar a uno acá. El compañero nadó hasta una parte y al ver que las piedras llovían de arriba y los tiros no cesaban, decidió volverse para la orilla. Y ahí es donde hay otro peñi que lo ve al compañero Santiago agarrado de una rama, con el agua hasta las rodillas y los gendarmes arriba. Y después hay otro peñi más que también ve a tres efectivos de la Gendarmería que están golpeando a alguien que no logra reconocer”.
“Ahí sale el Unimog cargado. Sube hasta el cruce de allá. Y vemos cómo se atraviesa una camioneta blanca junto al Unimog. Varios gendarmes hacen una pantalla para que no se vea lo que están haciendo. Y la camioneta blanca de Gendarmería sale para allá, como rumbo a Esquel. Por eso no hay la menor duda de que se lo llevó la Gendarmería. Que ellos lo tienen y que ellos son los responsables de que el compañero no aparezca”.
En la entrevista, los integrantes de la Comunidad Pu Lof recuerdan que a Santiago le decían “el Brujo y también El Vikingo. Tenía la barba así, y nosotros en joda le decíamos que se la tenía que cortar porque iba a asustar a cualquiera”.
El testimonio pone en evidencia, una vez más, la responsabilidad del Estado nacional en la represión y en la posterior desaparición de Santiago Maldonado. Hasta el día de hoy el Gobierno nacional sigue negando esa responsabilidad.
El viernes pasado, una masiva concentración en Plaza de Mayo volvió a exigir la aparición con vida del joven y volvió a denunciar el hecho como desaparición forzada.
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