El 29 de marzo, el ministro de desarrollo productivo presentó el plan “Argentina Productiva 2030” basado en 10 puntos para generar crecimiento a base de impulsar principalmente las exportaciones y así generar empleo y reducir la pobreza. ¿Será posible con el FMI adentro? ¿Qué pasa con los recursos naturales y las condiciones de trabajo de las mayorías? ¿Cómo se reparte la riqueza?
El plan “Argentina Productiva 2030” presentado por Matías Kulfas promete “crear más de 2 millones de puestos de trabajo asalariados formales en el sector privado, sacar a 9 millones de argentinas y argentinos de la pobreza y crear más de 100.000 empresas”. El ministro afirmó que “para lograr este objetivo necesitamos que la economía crezca, producir más”, puntualizando que “para que el crecimiento se pueda sostener en el tiempo y sea irreversible y duradero tenemos que transformar la estructura productiva y tecnológica del país”.
Matias Kulfas, economista y docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, es uno de los abanderados en requerir “cambios estructurales” para el desarrollo en la economía argentina. ¿Pero desde donde parte el ministro para proponer este plan?
En 2016 había presentado su libro “Los tres kirchnerismos. Una historia de la economía argentina 2003-2015”, en el cual afirmaba a modo de conclusión de dicho período que “En definitiva, los gobiernos kirchneristas fueron más hábiles en el cuestionamiento y la puesta en crisis de los preceptos del viejo régimen que en la formulación de las pautas de un sistema alternativo” (pág 219). El ministro intenta mostrar lo que faltó en los gobiernos de los cuales él fue uno de sus protagonistas directos en la gestión (2006-2013), desempeñándose sucesivamente en la subsecretaría de Pequeña y Mediana Industria y Desarrollo Regional, en el Banco Nación y en el Banco Central.
Más claramente en una entrevista en la izquierda diario a propósito de su libro, Kulfas señalaba que “La principal falencia del kirchnerismo es que no hubo cambio estructural. Durante estos años el país volvió a industrializarse (...) pero esto ocurre sobre la base de la estructura productiva previa.”
Lo que plantea Kulfas es una verdad compartida por varios analistas. La estructura económica argentina está estancada desde hace décadas.
Actualmente al frente de un ministerio en el gobierno del Frente de Todos, presenta un plan de desarrollo a 2030 a base de motorizar ciertos sectores ¿Será posible un verdadero desarrollo tecnológico e industrial sorteando el peso de la deuda que decidieron pagar junto a las revisiones trimestrales del FMI?
Lo que que queda soslayado en el análisis de Kulfas es la responsabilidad de los “dueños” del país, los grandes empresarios, banqueros y terratenientes que son quienes definen qué, cómo y para quién se produce la riqueza y qué destino tiene el excedente económico, como también el rol de los distintos gobiernos que facilitan sus negocios
Según el sociólogo Martin Schorr, el “El 50 % del poder económico está en manos extranjeras”. Según los economistas Emiliano Trodler y Gastón Remy, apenas “10 multinacionales realizan el 80 % de las exportaciones agrícolas. Los primeros 50 millonarios de Argentina acumulan una riqueza superior a las reservas del Banco Central. De los cuales un tercio de esos recursos está en manos de apenas 3 grupos económicos”. No es posible pensar en modificar la estructura productiva del país sin revertir las condiciones que configuran al capitalismo dependiente argentino, es decir, sin tocar los intereses de sus dueños que no han demostrado ningún interés en cortar los lazos de la dependencia y el atraso.
En esta nota nos proponemos ver algunos de los elementos que condicionan y caracterizan a la estructura económica argentina, como también los alcances y límites del plan del Ministerio de Desarrollo Productivo.
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FMI, cuentas que no cierran
Apenas unos días antes de que Kulfas presentara su proyecto, el gobierno nacional aprobaba el Acuerdo de Facilidades Extendidas con el FMI en el Congreso. Las revisiones trimestrales antes mencionadas están vinculadas a un desembolso para pagar la deuda fraudulenta tomada por el Gobierno de Mauricio Macri. Cada desembolso dependerá de cada revisión. En primer lugar esto puede tener como consecuencia potencial un default provocado por la falta del visto bueno del Fondo en alguna revisión.
En segundo lugar según el memorando hacia 2024 se proyecta un crecimiento de entre el 2,5% y el 3%. En la propia letra del acuerdo se señala que se espera que la economía “converja a un crecimiento potencial en torno a 1¾% - 2¼% a mediano plazo”. Como señala el economista Pablo Anino, “si las tasas máximas de crecimiento económico que están en los memorandos se cumplieran, el país en 2024 alcanzaría un nivel de producción que se ubicaría apenas un 6 % por encima del nivel de 2015. O, visto de otro modo, habría crecido un 0,6 % anual promedio entre 2015 y 2024. Bajo estos parámetros, la economía sostendría la situación de estancamiento que experimenta (con subas y bajas) desde hace una década.”
Por último según el cronograma que presentó Martín Guzmán el 5 de enero, desde 2026 hasta 2034 los vencimientos de deuda (sumados los del FMI, los de acreedores privados y otros compromisos) promedian los U$S 10 mil millones anuales con años, como el 2028 y 2029, donde los pagos llegan a máximos de U$S 20 mil millones. Este cronograma es inviable para el país, por lo cual nuevas reestructuraciones de deuda están presentes en el panorama de mediano plazo.
En el plan presentado por Kulfas se omite la sigla FMI. Lo cierto es que el acuerdo con el Fondo y el peso de la deuda condicionarán el crecimiento y las políticas que se lleven adelante.
Crecimiento para algunos...
El 26 de abril, en radio La Red con Gustavo Silvestre, el ministro festejaba el crecimiento de 2021 del 10,3%. Declaraba que “La reactivación no se detiene, no es un rebote de nada, es crecimiento, por la nueva política industrial que hemos implementado.” Si bien no cambia las tendencias más profundas al estancamiento del Producto Bruto Interno (PBI) desde hace una década, exhibe resultados que alegran los bolsillos y las cuentas bancarias de las grandes empresas. Se trata de un crecimiento que profundiza la desigualdad preexistente entre asalariados y empresarios.
Como muestra un informe del INDEC sobre el sector privado, del total de la riqueza generada en el país por los trabajadores, cada vez los empresarios se quedan con una parte más grande de la torta. Mientras que en 2016 se quedaban con el 48% de ese total, hoy se quedan con el 54%. Por su lado, los trabajadores pasaron de quedarse con el 42% en 2016, al 34% en 2021.
Los salarios experimentaron su cuarto año de caída consecutiva. La alta inflación, sobre todo en alimentos sigue pegando a los sectores de más bajos ingresos y hace cada vez más extendido el fenómeno de que aún trabajando, se es pobre.
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Volviendo a su libro “Los tres kirchnerismos” Kulfas caracterizaba al primer período, el de Nestor (el más elogiado en el libro), por la búsqueda de la “normalidad”. Los puntos de apoyo para ésta estaban dados por algunas de las medidas tomadas por Duhalde: “La fuerte devaluación en un contexto recesivo y de alto desempleo había generado una nueva paridad cambiaria real muy elevada. El resultado inicial fue un verdadero shock positivo en la actividad productiva: los márgenes de ganancia crecieron muchísimo debido a los salarios bajos… (p. 109).”
Se nota a Kulfas apurado por pasar rápido por este detalle de la economía política kirchnerista: entre las “medidas de política” que contribuyeron al crecimiento junto al viento de cola del precio de las commodities, pocas más importantes que la formidable transferencia de ingresos que permitió la devaluación, golpeando sobre los ingresos de la clase trabajadora para mejorar los márgenes. Obviamente no resulta simpático reconocer esto muy explícitamente si de defender un “modelo de crecimiento con inclusión” se trata.
En una reciente entrevista en Perfil, Jorge Fontevecchia le preguntaba a Kulfas en el mismo sentido: “¿cuánto de la caída del 20% que sufrió el sector asalariado formal es parte del motor inicial de volver a crecer?” Obviamente el ministro decidió eludir la pregunta, acusando a la gestión macrista de hacer caer la capacidad adquisitiva de los trabajadores. Lo cuál es cierto, el macrismo empezó el trabajo sucio, sin embargo las condiciones siguen empeorando. Como reconoce Kulfas en la propia entrevista, los salarios siguen por debajo del nivel de 2017. Con salarios bajos ¿Cómo puede dinamizarse el consumo interno?
El Plan Neodesarrollista
Según el ministro, para elaborar los 10 puntos del Plan Argentina Productiva se inspiró en la economista italo-norteamericana Mariana Mazzucato. No es un detalle su mención, ya que es una de las economistas afamadas del momento, reconocida defensora del modelo exportador de Corea del Sur. Basta con ver algunas de las producciones audiovisuales del país asiatico como la ganadora del Oscar “Parasite” o la reconocida serie “El Juego del Calamar” para ver la crítica a las condiciones de explotación y marginación social que se expone a las mayorías en el país.
Volviendo al plan, los 10 puntos que plantea son:
1.- Desarrollar la economía verde para una transición ambiental justa.
2.- Producir más bienes y servicios ligados a la salud para garantizar el acceso equitativo al sistema sanitario nacional.
3.- Impulsar la movilidad del futuro con productos y tecnologías nacionales.
4.- Equipar a las fuerzas armadas y de seguridad con mayor producción nacional de alta tecnología.
5.- Adaptar la producción de alimentos a los desafíos del siglo XXI.
6.- Digitalizar empresas y hogares para aumentar las capacidades tecnológicas del país.
7.- Desarrollar el potencial minero argentino con un estricto cuidado del ambiente.
8.- Modernizar y crear empleos de calidad en los sectores industriales tradicionales.
9.- Potenciar encadenamientos productivos a partir del sector primario para generar más trabajo y más desarrollo.
10.- Duplicar las exportaciones [el año pasado fueron US$ 78.000 millones] para hacer sostenibles las mejoras sociales y económicas“
Además del polémico y repudiable punto 4 de producir para armar a las fuerzas armadas y de seguridad, después del rol que han jugado los últimos años, (que no es el objetivo de esta nota, ver acá) el plan se basa en puntos para dinamizar el consumo interno pero sobre todo potenciar las exportaciones.
Como veíamos antes para desarrollar el consumo interno se necesita de poder adquisitivo de las mayorías. El atraso también se explica que en Argentina les trabajadores no aumentaron su poder de consumo en casi 50 años, como indica el economista Juan Graña.
El gobierno de Alberto Fernández suele ser presentado por sectores de la oposición de JxC o desde algunos ámbitos empresariales como hostil al desarrollo de las exportaciones. Por el contrario, desde que asumió viene mostrando un afán por aumentar los dólares logrados con el comercio exterior a como dé lugar. Los caminos para lograrlo, al igual que en el gobierno de Macri que lo precedió o en los de Cristina Fernández y Néstor Kirchner (en esto no hay grieta) pasaron ante todo por estimular el aprovechamiento de los recursos naturales para exportar commodities, ya sea ampliando el agronegocio (lo que incluye la novedosa incursión en los trigos transgénicos), nuevos proyectos de megaminería, aumentar los estímulos fiscales para el fracking, favorecer la extracción de litio, y apostar a las megagranjas porcinas. Si bien el agropower avanza sin barreras a pesar de todos los daños, bien documentados, que produce el uso indiscriminado de herbicidas, y también ocurre lo mismo con la extracción de hidrocarburos, otras iniciativas se toparon con resistencia popular y en algunos casos debieron ser archivadas.
No resulta llamativo entonces que el primer punto sea el referido al “cuidado del ambiente”, ya que el gobierno viene de tener que retroceder en los intentos extractivistas en país después de grandes movilizaciones sociales, como la pelea por el agua en Mendoza, la lucha contra la megaminería en Chubut, o contra la exploración petrolera en Mar del Plata. Sin embargo, algunos ítems después, en el punto 7, vuelve a la minería. Hay una gran contradicción en hablar de cuidado ambiental, mientras los principales proyectos son de extractivismo y en el mismo plan, puntos después, se lo menciona. Actividades que provocaron daños ambientales, desde los impactos sobre ríos o ecosistemas hasta la contribución a agravar problemas globales como el calentamiento global, y además también pasan por encima de las comunidades locales, son actividades que no tienen licencia social.
Los gobiernos buscan una legitimación política e ideológica que aseguren cierto consenso social para avanzar en los proyectos extractivistas, tomando como eje la generación de puestos de trabajo, en una situación de aumento de la pobreza y desocupación, producto de la aplicación de políticas de ajuste que implementan los mismos gobiernos. Pero en donde sí pudieron avanzar, no resisten la experiencia. En Bajo La Alumbrera, Catamarca, el gobierno había prometido en 1993 que, cuando la mina comenzará a funcionar, se crearían 10.000 puestos directos de trabajo. Sin embargo, la plantilla laboral de Bajo La Alumbrera asciende a 1.429 operarios. Estos datos son congruentes con muchos estudios que plantean que, por cada millón de dólares invertido en el sector, se crean apenas entre 0,5 y 2 empleos directos.
En Andalgalá, segunda ciudad más importante de Catamarca, y sede de las operaciones de una de las más importantes minas de cobre y oro de América Latina, la desocupación alcanzaba en 2006 al 25% de la PEA. Seis años más tarde, esta problemática afectaba a la tercera parte de la PEA local, registrándose casi 5.000 desempleados sobre una población total de 18.000 habitantes.
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Vaca Muerta es uno de las grandes apuestas del gobierno, recientemente inaugurado el gasoducto “Nestor Kirchner” por Alberto Fernandez, que a pesar de los reclamos de las comunidades mapuches, el presidente declaró ““es esencial seguir investigando, buscando petróleo y extrayendo”. Lo cierto es que lejos de generar divisas, durante los 6 primeros años de fracking, el balance cambiario del sector hidrocarburífero indica que salieron del país USD 8.679 millones de dólares más de los que ingresaron.
Como denuncia Esteban Martine, las petroleras están entre las más grandes fugadoras de dólares del país. Lo que ingresa como inversión extranjera directa se va con creces en el corto plazo, acrecentado por subsidios. Además de la remisión de utilidades a sus casas matrices, las empresas aprovechan para sacar sus dólares con mecanismos como el pago de deudas privadas, incluyendo los créditos intrafirmas.
En el punto 2, se habla de producir más bienes ligados a la salud. Pero ¿cuál fue el trato del gobierno a les trabajadores de la salud? Como denuncian les propios trabajadores los salarios estan atrasados, se recorta personal y faltan insumos, e incluso el ministro Guzman recortó el presupuesto el año pasado en plena pandemia. Lo que vimos de “innovación” fue el acuerdo secreto del gobierno con el empresario amigo Hugo Sigman para la fabricación de vacunas donde se le adelantó millones de dolares y las vacunas llegaron muy tarde incumpliendo el contrato.
En el punto 5 se habla de “Adaptar la producción de alimentos a los desafíos del siglo XXI”, resulta raro en un gobierno que ha dado vía libre a la sojización y a las megagranjas. También de los bolsones de comida que entrega el gobierno de mala calidad, carente de nutrientes, mientras las alimenticias no paran de remarcar precios, amasando fortuna. Como es el caso de Arcor, de Luis Pagani, uno de los empresarios preferidos de Cristina Kirchner y el gobierno que aumento un 142% sus ganancias el año pasado.
Aumentar las exportaciones en un país atrasado y dependiente como Argentina con carencias de dólares parece una obviedad en pos de generar desarrollo pero, ¿a dónde van los dólares de las exportaciones?
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Como señala el economista Esteban Mercatante, durante la última década la insuficiencia de dólares, no se debió a un saldo comercial deficitario; excepto en los años 2015, 2017 y 2018, las exportaciones superaron a las importaciones. Las primeras medidas de restricción cambiaria durante el último mandato de CFK se dieron en dos años, 2011 y 2012, durante los cuales el país registró el mayor nivel de exportaciones de su historia, amasando un superávit comercial de USD 9.000 millones y 12.000 millones, respectivamente. Entre 2003 y 2014, el país amasó por superávit comercial la friolera de USD 165.000 millones, lo que equivalía a casi un tercio del tamaño de la economía cuando terminó el gobierno de CFK en 2015. Así y todo, no alcanzaron para solventar la sangría de divisas.
El problema, como se ve, no es solamente conseguir dólares, sino que estos no se escurran de las manos del Banco Central. Ningún cambio significativo vendrá en materia de desarrollo si se lograra aumentar el peso de las exportaciones como porcentaje del PBI, si en igual medida aumenta la pérdida de divisas por distintas vías, que es lo que ocurrió durante la “década ganada”.
El mandato exportador, tensiona con llevarse puesto montañas, ríos y comunidades con el argumento de dólares para el desarrollo. Sin embargo las estafas de las deudas que generan la sangría, hay que “honrarlas’’. De igual forma las remesas de utilidades de las multinacionales que se ubican en los sectores estratégicos de la economía.
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Por una salida de las mayorías
Resulta llamativo pretender discutir el cambio estructural sin posar la mirada sobre la dinámica que tuvieron los grandes grupos capitalistas durante estos años. Los grandes fugadores de divisas, y los que hoy se benefician de los bajos salarios. Es que el plan de Kulfas, lejos está de querer modificar las bases del neoliberalismo que profundiza el atraso y la dependencia del país. Incluso muchas de las seguridades jurídicas y beneficios impuestas en los 90 para los capitales multinacionales se siguen manteniendo: exenciones impositivas, subsidios, beneficios de exportación, etc.
Desde el PTS en el Frente de Izquierda peleamos por rechazar la estafa de la deuda que genera una sangría de recursos, como también reducir la jornada laboral a 6 horas, para repartir el trabajo entre ocupados y desocupados, atacando la ganancia capitalista para garantizar salarios de mínima que igualen a la canasta básica familiar.
Kulfas en su programa promete generar 2 millones de puestos de trabajo de acá a 2030. Con la jornada de 6 horas y 5 dias a la semana, como demostró el economista Pablo Anino, se podría crear en lo inmediato más de un millón de puestos de trabajo, sólo afectando a las 12 mil “grandes empresas” que son catalogadas por el Ministerio de Trabajo del total de las 600 mil empresas privadas.
Es decir que su aplicación en aquellas empresas que detentan el control sobre los recursos estratégicos para la producción y circulación de mercancías en el país exhibe un enorme potencial.
La aplicación de la reducción de la jornada laboral y el reparto de horas en el resto de las empresas más pequeñas, pero también en el empleo público, permitiría absorber toda la desocupación, es decir garantizar trabajo genuino a quienes hoy no tienen más alternativa que recurrir a los planes sociales para mal sobrevivir en la miseria.
La propuesta va de la mano de otras medidas, como el control del monopolio exterior, contra el puñado de multinacionales que hoy manejan los puertos del país, o la nacionalización de los bancos para conformar una banca estatal única, entre otras medidas. Sin enfrentar a los sectores que manejan los resortes de la economía es difícil pensar en verdaderos cambios.
La unidad de los distintos sectores de trabajadores ocupados y desocupados, estudiantes junto al movimiento de mujeres y los movimientos ambientales es un punto de apoyo para pelear por medidas propias, de las grandes mayorías, para terminar con la marginación social, el atraso y la dependencia, y en armonía con la naturaleza hoy afectada con la crisis climática que genera la producción capitalista.
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