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El Bolsón. Desde Lof Quemquemtrew: cómo se vive en el territorio detrás del cerco policial

La comunidad mapuche que recupera territorio en Río Negro está cercada por la Policía hace un mes y medio. El Estado no permite que organizaciones solidarias les lleven comida, agua ni otros víveres. Los acusan sin pruebas de “terrorismo” para justificar la represión. En esta colaboración especial, dos cronistas recolectan testimonios desde Cuesta del Ternero, el territorio en conflicto.

Domingo 7 de noviembre de 2021 12:00

Fotos y video Denali DeGraf y Ada Augello

Colaboración especial para La Izquierda Diario

“Nosotros dormimos en la intemperie. A veces tenemos que acomodarnos entre todos los que somos, juntarnos para darnos un poco de calor. Hay noches que no se puede dormir, del frío que hace en sí, de la humedad”.

Quien habla es un kona de la Lof Quemquemtrew, comunidad mapuche sitiada por la Policía rionegrina en el paraje Cuesta del Ternero. “Tampoco es una queja, es para que nuestra gente sepa, que la gente consciente sepa lo que estamos viviendo adentro del territorio”. Desde el 26 de septiembre, las fuerzas especiales de la Policía rionegrina impiden el paso público sobre el único camino vehicular del paraje ubicado 15 km al noreste de El Bolsón.

El kona, quien se mantiene anónimo para evitar ser judicializado, continúa su relato, con los ojos llorosos de humo, viento y ceniza: “Los que realmente están cortando la ruta son ellos, no nosotros. Nosotros no estamos generando ese conflicto, son ellos. Desde ese día no hemos podido ver a nuestra gente, se hace muy difícil sobrellevar esto adentro del territorio. Nuestra gente no puede subir”.

Desde que se impuso el bloqueo, esa gente que no puede subir sostiene un acampe humanitario en apoyo a la lof. Hay gente mapuche y no mapuche. En estos días mucho se ha visto de ese acampe. Pero montaña adentro, surcando un río, se encuentran pu peñi ka pu lamien resistiendo al aislamiento y hostigamiento constante de las fuerzas. Mucho se escucha hablar de “la situación con los mapuche,” pero no se vienen escuchado las voces de quienes viven detrás del retén, en este rincón de la Patagonia adonde el Estado no permite el ingreso.

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Continúa la conversación entre las fuertes ráfagas del viento patagónico. “A veces sabemos quedar bajoneados, idos. Hay días que no podes parar de pensar, no podes parar de pensar cómo seguir adelante. Cómo hacer para que esto avance. Con la comida se hace muy difícil. Las pocas cosas que hemos conseguido la tenemos que estar racionando, hemos aprendido a racionar la comida... Mucha de nuestra gente acá adentro están enfermos, por falta de lawén (medicina mapuche), por el frío que hemos vivido y seguimos padeciendo. Tenemos que vivir escondidos en el monte. Tenemos que seguir resguardándonos. Hay noches que no podemos ni dormir. Estamos a la expectativa de lo que está pasando allá afuera.”

Mientras un kona se ocupa de alimentar el fuego, otro se ocupa de la palabra. Cuenta del frío, del hambre, y de la fuerza: “[Esta] resistencia nos la dejaron nuestros antiguos, nuestros abuelos, nuestra gente mayor. Se tiene que entender eso hacia afuera. Acá adentro estamos en una resistencia. No es de hace un mes, es de hace muchísimos años. Hay muchas veces que estuvo muy callado y ahora esto se está volviendo a regenerar. Nuestra gente está volviendo a salir a hablar.”

Escuchá fragmentos del testimonio en voz propia

De eso se trata, de salir a hablar a pesar del aislamiento impuesto. Los funcionarios siempre tienen micrófonos disponibles. Y aunque dista mucho de la realidad que se vive en el territorio, lo que sucede en las oficinas estatales y los estudios televisivos tiene consecuencias directas en lo que vive la comunidad.

“Escuchamos a la gobernadora Arabela Carreras diciendo que está dispuesta al diálogo. ¿Qué diálogo quieren si tienen a toda la Policía acá abajo?... Y lo que están haciendo, el hostigamiento, cada dos días te suben un dron, te están alumbrando con las luces allá abajo... En un principio dijimos ’ustedes quieren conversar, vamos a conversar’. Pero vamos a conversar realmente lo que está sucediendo... Es todo muy ilegal, una ilegalidad terrible. Se llevaron gente detenida. Se llevaron más de la mitad de las cosas que había en la comunidad. Desarmaron los toldos, se llevaron los nylons, herramientas, todo. Fue todo muy ilegal, no había orden de nada. No tenían orden de desalojar o entrar a los tiros como hicieron”.

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El discurso de supuestos atentados se esparce desde la esfera político gubernamental. En conferencia de prensa horas después del incendio en el Club Andino Piltriquitrón (C.A.P.), la gobernadora Arabela Carreras enmarcó el hecho como delito federal por terrorismo, lo relacionó con “otros hechos similares” y con el reclamo territorial de la Lof Quemquemtrew. En su cuenta de Twitter publicó “No vamos a avalar ningún tipo de violencia en Río Negro que ponga en peligro la vida de las personas”. No se refirió a la privación de alimento o abrigo a la comunidad. Como si aquello no pusiera en peligro la vida. Ni las balas de plomo disparadas por la policía el 25 de septiembre pasado.

Sobre el incendio del C.A.P. el kona reflexiona que aislados no tienen mucha información, pero que “puede haber sido parapoliciales, por ahí es lo más seguro, por todo el contexto, porque creo que si se va a prender fuego algo en el medio del centro cómo no va a haber nadie mirándote, cómo no te van a captar con una cámara. Entonces es una jugada que están haciendo hace mucho tiempo igual”.

El estado de sitio no atrajo a la prensa hegemónica, pero sí lo hizo el incendio del C.A.P. Llegaron los corresponsales al acampe preguntando no por su razón de ser, sino por el fuego sucedido tres semanas después de su comienzo. Vinculan en sus titulares las palabras “incendio” y “mapuche” mientras las investigaciones al respecto recién comienzan.

En el territorio el viento sopla fuerte sobre los restos del bosque incendiado en el verano y vuela la ceniza por el aire. “Nosotros sí venimos y recuperamos territorio, recuperamos el lugar con todas sus cosas que tiene, pero antes de nosotros hay vida acá adentro, hay vida que está, y que nosotros nos tenemos que amoldar a esa vida, a ese newén, a esos nien que viven en el lugar. Entonces nosotros somos los que nos amoldamos a eso, no que los nien ni, como se diría, la vida silvestre que hay aquí dentro del territorio se tendría que amoldar a nosotros”.

En las últimas décadas la forma de amoldar el lugar ha sido el monocultivo de pino. Aunque el terreno es fiscal, lo reclama Rolando Rocco, quien sustenta su acusación contra la comunidad mapuche por haber recibido una concesión forestal. Es decir, el Estado lo subsidió para hacer tala rasa del bosque nativo e implantar pinos. El verano pasado, los pinares abandonados potenciaron el incendio que arrasó gran parte del valle.

Las infancias en el conflicto

Durante la primera represión en el territorio, un niño de ocho años fue tirado al piso con la rodilla de un agente en su espalda. Relata el kona, “hay algo que quedó muy en mi mente ese primer día de la represión. En un momento que tuvimos que retroceder, ver la imagen de él, encapuchado, corriendo para el monte, a esconderse. Ésa es una imagen que a mí me quedó muy grabada. Por eso también le puse el nombre del pichiweichafe (pequeño guerrero.) Porque él solo, ponerse el trailonko y saber que tenía que rajar para el monte, que tenía que rajar a esconderse, que no lo tenían que agarrar, es algo que a mí me quedó muy grabado y yo creo que en el reencuentro que yo tenga con él, con su familia, va a ser un reecuentro muy bonito. Hermoso va a ser ese reencuentro”. Las miradas se enternecen; el cariño que se le tiene es palpable.

Escuchá fragmentos del testimonio en voz propia

No es el único niño afectado. La escuela 211 queda entre el retén y el territorio en conflicto y perdió una semana de clases por el operativo policial. Al reanudarse, quienes viajan en transporte escolar denunciaron que al cruzar los retenes subían policías con armas largas a revisar la Trafic. Denuncian que hay agentes armados en la puerta de la escuela y que a veces andan filmando. Sólo ingresan docentes y estudiantes. Las familias no pueden llegar hasta la escuela, tampoco representantes del sindicato docente.

El pichiweichafe sí es el único obligado a vivir en el acampe. No puede volver al territorio. La comunidad lo cuida desde lo alto de la montaña.

“Hoy en día el pichiweichafe está yendo a la escuela acá en la Cuesta del Ternero... Teniendo su territorio, teniendo su lugar, teniendo su mapu, él tiene que estar ahí en el acampe viviendo, y sufriendo el hostigamiento de la Policía igual. Que él cuando entra a la escuela lo sigue un patrullero... Y a la tarde, al mediodía cuando lo van a buscar también lo mismo, la Policía lo lleva, lo trae, como que lo está siguiendo contínuamente. ¿Y qué niño va a querer ir a la escuela si la Policía lo está siguiendo, le está haciendo una custodia personal? Y nosotros desde aquí desde el territorio igual, tenemos ese control, del pichi cuando va a la escuela, porque ahora ya sabemos a que hora entra y a que hora sale. Nosotros le hacemos su custodia particular, como se diría. Porque es nuestro peñi, es de aquí de la comunidad, es una personita que muchos de nosotros lo queremos un montón”.

La perspectiva del vecino

Ese reencuentro familiar prohibido es algo que comparte la comunidad mapuche con otros pobladores que viven detrás del retén. Carlos Fuentes, poblador que vive frente al territorio en conflicto, cuenta: “Tenemos que cruzar por lo menos dos retenes ahi y justificar adonde vamos. Eso y la presencia policial todo el tiempo, en la ruta, de a pie, en la escuela... La gente que viene de El Bolsón para este lado, si traés alimento o madera no te dejan pasar. Ya le pasó a un hermano mío que venía de Bariloche, traía madera para su casa, y no lo dejaron pasar... Y después si alguien viene de visita, también le pasa lo mismo. Al no ser poblador de acá, aunque no traiga nada, no puede pasar, no puede tener acceso. Es casi como una especie de sitiamiento. Nosotros mismos tenemos que justificar adonde vamos y que hacemos, y el que viene, si no es de acá no puede pasar”.

Militarizaron toda la Comarca Andina, con controles en las rutas que a veces llegan a provocar media hora de espera. La explicación que se da es “por los mapuche.” Pero Fuentes, quien vive en el ojo de la tormenta, tiene claro el por qué de lo que sucede a su alrededor. Y coincide con su vecino en la necesidad de hablar.

“Se produce como un aislamiento de la gente... Está bueno salir a decir, a denunciar, porque quedarnos callados no nos da... Lo que sucedió en El Bolsón recientemente le da pie para justificar más represión y traer más Gendarmería, Policía. Para el ciudadano común, nadie quiere que le quemen algo simbólico, ¿no? ¿Pero se investigó quién hizo eso? Todo se asocia al pueblo mapuche pero hay que ver de dónde viene, ése es el tema. Cualquier cosa que haya, un incendio o lo que sea, se va a volcar al hecho en sí de la recuperación porque se necesita tirar odio a lo que sea. ¿Cómo justificar la presencia policial? Y eso es lo que asusta un poco, que la sociedad se acostumbre a eso. Me parece que no nos tenemos que acostumbrar”.

Dice que la Policía anda sembrando rumores entre la población. “Eso de encontrar a algún poblador y decirle ’¿Usted tiene arma? Ármese porque esta se viene pesada’. La Policía decía así a un poblador. Pero todos los que he visto que han venido a la recuperación o que estaban en el acampe, ninguno tenía arma. Un cuchillo, lo único que tiene. Pero del otro lado, ahí sí que hay armas. La Policía sí que tiene armas”.

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Del territorio a la nación

En el pequeño refugio de guardia en la Lof Quemquemtrew se asoma un perro con un pañuelo azul de estrella blanca colgando del cuello. Es la bandera wiliche, de la gente del sur. Un kona calienta agua en una lata doblada con forma de pico para cebar mate. El otro reflexiona, “ellos piensan que es una comunidad y es solamente esa comunidad. Ellos tienen que entender que en realidad no somos una comunidad, somos una nación. Una nación que se está despertando, se está levantando, es la conciencia de nuestro pueblo... En una recuperación, más que una recuperación territorial es una recuperación cultural que se está dando... Es una recuperación cultural que los winka quisieron exterminar, que quisieron matar, que dijeron “esto no tendría que existir más,” y no pudieron. No pudieron y no van a poder. Por nosotros por lo menos no van a poder. No van a poder porque hoy en día hay muchos niños que están naciendo en territorios recuperados, que están naciendo ahí y que están teniendo una vida digna”