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Red Internacional
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Hong Kong. Desmantelan campamento de protesta en Hong Kong y arrestan a más dirigentes

La policía de Hong Kong arrestó el jueves a activistas pro democracia y desmanteló casi todos los sitios de protesta, poniendo fin a más de dos meses de desobediencia civil que paralizó partes de la ciudad. Sin embargo los manifestantes se fueron al grito de "Volveremos".

Viernes 12 de diciembre de 2014

La mayoría de los activistas eligió dejar el sitio Almirantazgo, cerca del distrito financiero, de manera pacífica, pese a que sus demandas para que haya una votación libre no han sido cumplidas. Pero el clima general seguía siendo desafiante.

Un ejército de policías se dedicaba a desmantelar los campamentos junto a grupos de trabajadores contratados por el gobierno que usaron cortadores de alambres para remover barricadas y andamios de bambú. Las autoridades también usaron alrededor de 20 camiones con grúas para remover montañas de basura y un portavoz del Gobierno dijo que las calles serían reabiertas al tráfico lo antes posible.

Cientos de policías se dispersaron por el Almirantazgo, revisando tiendas de campaña antes de removerlas junto con barreras de metal, láminas de plástico y sombrillas, que los activistas utilizaron durante enfrentamientos para protegerse del gas pimienta y los golpes de porras.

Los derroteros de una lucha histórica

Martin Lee, uno de los fundadores del principal grupo opositor Partido Democrático, el líder estudiantil Nathan Law, el magnate de medios Jimmy Lai y legisladores estaban entre los arrestados.
Lai dijo que 75 días de protestas nunca serían suficientes para conseguir sus demandas. "No somos tan ingenuos", dijo a la CNN antes de ser detenido. "Sabemos que habrá muchas batallas antes de que ganemos esta guerra", agregó. El joven Joshua Wong, cabeza visible de la agrupación de estudiantes de secundaria Scholarism, insistió también en que continuarán con las manifestaciones.

Las protestas en gran parte pacíficas para exigir elecciones libres atrajeron más de 100.000 personas en su momento más álgido, cuando los estudiantes expresaron su enojo por la negativa de Pekín a ceder en las reformas electorales y otorgar una mayor democracia al centro financiero de Asia. Se transformó así en “La Revolución de los Paraguas”, uno de los desafíos más serios a la autoridad de China desde las manifestaciones pro democracia y la sangrienta represión ocurrida en 1989 en los alrededores de la Plaza Tiananmen de Pekín.

Mientras una figura de cartón decapitada del presidente de China, Xi Jinping, yacía erguida frente a una línea de policías, un joven manifestante expresaba: "El movimiento ha sido surrealista. Nadie sabía que podría durar más de dos meses (...) en un lugar donde el tiempo y el dinero son lo más importante".
Ahora, los líderes estudiantiles han dicho que considerarán otras formas de desobediencia civil, teniendo en cuenta la continua negativa de Pekín a otorgarles cualquier concesión. "Bloquear al Gobierno podría ser incluso más poderoso que bloquear las calles", dijo Benny Tai, uno de los líderes del movimiento. "La negativa a pagar impuestos, demorar los pagos a la renta (...) y realizar obstrucciones en el Consejo Legislativo, junto con otros actos de no cooperación, podrían hacer que gobernar sea más inconveniente", agregó.

Divisiones en el movimiento

En la recta final de la ocupación callejera, las diferencias entre los líderes del movimiento comenzaron a ser cada vez más evidentes, entre los más radicales, que comenzaron una huelga de hambre a la que pusieron fin a los cuatro días, y los más moderados, entregándose a las autoridades.
"El movimiento está dividido y puede que hoy hecho trizas. Tiene que tomar otras formas si quiere sobrevivir", opina Jean-Pierre Cabestan, profesor de la Universidad Baptista de Hong Kong.

Y en ello se debatían hoy los cientos de miles de manifestantes que acudieron por última vez en masa al Almirantazgo. Entre ellos, los más jóvenes apostaban por seguir la lucha en las calles con huelgas estudiantiles, boicots en el Parlamento local o llamando a la gente a saturar zonas comerciales como se ha hecho estos últimos días en el barrio de Mong Kok, el primero en ser desalojado.
No obstante, y a pesar de que se auguren nuevas movilizaciones, expertos como Cabestan destacan que el arma principal en la nueva fase de la revolución será "la política". "Los legisladores democráticos deben estar más unidos que nunca", incide el profesor.

Junto a la Federación de Estudiantes, Occupy Central y Scholarism, los legisladores democráticos también han sido parte propulsora del movimiento, por lo que Cabestan y otros expertos consideran que el Parlamento hongkonés podrá ser un buen lugar de "batalla" futuro.

Fernando Cheung, vicepresidente del Partido Laborista de Hong Kong y parlamentario local, es consciente del protagonismo que ahora tienen: "tenemos que conseguir formar un frente común, dentro y fuera del Parlamento, es nuestro momento", dijo poco antes de ser detenido en el desalojo de las protestas.

La presión ahora en los partidos liberales es más fuerte que nunca, y lo seguirá siendo hasta la próxima primavera, cuando la propuesta de reforma electoral planteada por China que incendió estas protestas pasará a ser debatida y aprobada por el Parlamento hongkonés.

Pekín ya se ha apresurado en advertir que, si no sale adelante la reforma electoral aprobada en agosto -que todos los hongkoneses tengan derecho a votar, si bien a un pequeño número de candidatos preseleccionados por un comité de 1.200 miembros afín al régimen-, los ciudadanos de Hong Kong perderán su voto.

"El guante está ahora en la arena política. El Gobierno tiene en sus manos la posibilidad de suavizar esa polémica reforma electoral (...) Ver, por ejemplo, quiénes pueden formar parte de ese exclusivo comité de 1.200 miembros que elegirán a los candidatos", argumenta Mike Rowse, de la Universidad China de Hong Kong.

Para conseguir hacer presión, el politólogo Willy Lam, de esa misma universidad, considera que todos los bandos "tendrán que crear una plataforma multisectorial", y se muestra seguro de que el Gobierno central cederá en algún punto.

Redacción ID / Agencias