Los despidos por baja laboral, aun estando justificada, se disparan desde la sentencia del 29 de octubre en la que el Tribunal Constitucional reconoce su aplicación.
Miércoles 18 de diciembre de 2019
Sectores como los teleoperadores, mecanizados, trabajadores de edad avanzada, delegados sindicales molestos para la patronal, precarizados en general y todos aquellos que la empresa considere prescindibles, cumplen el perfil para ser despedidos si tienen la mala suerte de contraer algún tipo de enfermedad que les obligue a tener bajas médicas reiteradas.
Ya ni hablar de cuando mayoría del personal son mujeres, quienes sufren en mucha mayor medida que los hombres la carga de la doble jornada, lo que repercute notablemente en su salud y en su actividad laboral dejándolas más expuestas a sufrir bajas por "incapacidad laboral de corta duración” o cuando se tienen que dedicar a los cuidados de sus familiares.
Desde la Reforma Laboral de 2012 este era un aspecto que ya se contemplaba, aunque estaba vinculado al absentismo general de la empresa, es decir que si tenías bajas acumuladas pero el total de la plantilla no superaba el cómputo anual establecido, no había problema.
Esto había llegado incluso a crear malestar y rencillas entre los propios trabajadores, el "divide y vencerás" de toda la vida, y se acusaban unos a otros de ser el problema. Unos por las bajas reiteradas, en muchos casos por malas condiciones de trabajo, como movimientos repetitivos sobre todo en las cadenas de producción y casi nunca reconocidos como enfermedad laboral. Otros por el miedo a represalias de la empresa y acudiendo al puesto de trabajo muchas veces en condiciones de salud deplorables.
Ahora esta sentencia del TC desvincula esta situación y deja las manos libres a la patronal para actuar en cada caso de forma independiente del resto de la plantilla, estableciendo unos límites de absentismo del 20% en los dos últimos meses, el 5% en el cómputo del año o del 25% en 4 meses alternos dentro del año. Es decir si en los dos meses anteriores un trabajador o trabajadora está 10 o 11 días de baja, o los acumula durante el año, es un firme candidato o candidata al despido de forma procedente y con una indemnización mínima.
Quedan excluidas de esta normativa las bajas superiores a 20 días, así como las oncológicas y de carácter grave, aunque deja en el limbo de la interpretación qué se considera grave o muy grave.
Así están las cosas en este momento, imaginemos que con los planes del futuro gobierno entran medidas como la mochila austríaca, y las indemnizaciones por despido además se las estará pagando el trabajador de su propio bolsillo.
Ante esta situación ¿qué podemos hacer?, ¿seguir esperando a que los Sres. Unai Sordo y Pepe Alvarez, líderes sindicales de CCOO y UGT respectivamente, decidan pasar a la acción? No, evidentemente no lo van a hacer como no lo hicieron en su momento cuando se tragaron las reformas laborales tanto del PP como del PSOE. La burocracia sindical forma parte del sistema y la patronal se siente segura con ellos.
Sí, se han comprometido a llevar a los tribunales todos los casos de despidos por enfermedad. Pero luego añaden a modo de advertencia que la decisión es individual, y por lo tanto, el afectado debe aceptar presentar la demanda. Y sostienen vergonzosamente que los casos que se han dado hasta ahora, cumplían las condiciones de absentismo que el TC sentencia.
Es decir, lejos de asumir el papel que deberían, se decantan por presionar de palabra al gobierno de turno pero sin mover ficha, como ya hicieran a principios de 2019. O como ahora, tal como Unai Sordo ha dicho en una entrevista a Ser: "Si en enero no se soluciona la derogación de la Reforma Laboral, los sindicatos mostraremos nuestro descontento y comenzaremos movilizaciones, aunque ya anuncio que la derogación de ésta no será condición para darle apoyo a este gobierno".
Todo esto no deja de formar parte de este teatrillo en el que están instaladas las direcciones de CCOO y UGT. Ante este ejercicio de hipocresía la clase trabajadora debe asumir el papel que nunca debió abandonar y a través de asambleas por empresas primero, por sectores después, tomar la iniciativa hasta bajar del pedestal a estos tipejos cuyo único cometido es dar dos o tres consignas al año que ya nadie se cree y esperar al nuevo ejercicio donde serán reelegidos por su “reconocida labor”.
La clase trabajadora es la única que con su fuerza, su lucha y conquistando su unidad puede decidir democráticamente hasta dónde quiere llegar en la defensa de sus derechos y de los sectores populares, en la reconquista de los que se han perdido por la entrega a los gobiernos de turno de sus dirigentes sindicales vendidos y acabar con este sistema de explotación que no es más que esclavismo del siglo XXI llamado capitalismo.