Para acercarnos a la realidad que se vive en Puerto Rico, entrevistamos a César Camacho Aubert, puertorriqueño asentado en Granada e historiador que ha profundizado en el colonialismo en Puerto Rico durante el siglo XX.
Lunes 13 de noviembre de 2017
Foto: Maestros, padres y estudiantes se manifiestan frente a las oficinas del Departamento de Educación de Puerto Rico el 9 de noviembre, en San Juan (Puerto Rico), para reclamar la reapertura de varias escuelas tras el paso del huracán María. EFE/Jorge Muñiz
A casi dos meses del paso del huracán María por Puerto Rico, el país sigue en estado de emergencia. Una inmensa parte de la población sigue sin luz; la mitad sin agua y sin acceso a otros bienes de primera necesidad, y Washington sigue sin dar una respuesta rotunda al sufrimiento en la isla. Según el Gobierno local la cifra de muertos directos por el huracán era de 55. No obstante, el Senado baraja otras cantidades, y pone en tela de juicio la honestidad del Gobierno de la isla. Por un lado, acusan al presidente Donald Trump de condicionar la ayuda al número de víctimas; por otro, exigen un análisis de los daños objetivos, o no medidos por las autoridades de Puerto Rico.
Además, según datos que han difundido medios de comunicación, desde entonces el número de muertes en la isla ha ascendido un 43% respecto a la situación antes del huracán, lo que puede estar midiendo el impacto del mismo.
El huracán ha sido, a sus ojos, cualquier cosa menos un desastre natural: «Existen distintos focos de destrucción en Puerto Rico. Está claro que hay unas zonas que tienen menos daños. Son las zonas de la capital, zonas que tienen una estructura más fuerte por razones económicas. Los barrios más afectados son los barrios marginales». Además, apunta a cómo la situación se ha convertido en una mina de oro para los oportunistas.
Un ejemplo es el caso de la empresa WhiteFish: una empresa sin apenas pasado, que había ayudado cuantiosamente a la financiación del Partido Republicano y a la campaña de Donald Trump; empresa que el Departamento de Interior no conocía y cuyo único vínculo con la administración era que su director es amigo personal del Ryan Zinke, secretario de tal Departamento, firmó un contrato de 300 millones de dólares por la reparación de la red eléctrica de Puerto Rico. Los objetivos de reparación están lejos de haberse cumplido y el Gobierno de la isla no ha aclarado como se adjudicó dicho contrato.
Por otro lado, el Departamento de Asuntos del Consumidor (DACO) tuvo que advertir de los precios desorbitados que imponen ciertas empresas dentro de la isla. A su vez, el empleo de las ayudas ha sido fraudulento por parte de un gobierno corrupto, más interesado en promover a las empresas que a ayudar a su pueblo. Esto ha servido a los Estados Unidos de excusa para mandar al FBI, en una operación que tiene dos movimientos: gestionar el dinero enviado y socavar la confianza que pudieran tener los puertorriqueños de emplear los recursos por sí mismos.
Para César esto es una prueba sintomática de una crisis humanitaria que ha servido para afianzar aún más el imperialismo en la isla. «El hecho de que venga el FBI no me agrada. Si viene el FBI es que hay que poner la casa en orden. Esto es legitimar la colonia. Es legitimar que tenga venir el que manda a decirme cómo me debo portar». Por si no fuera poco, se incide todavía más en esta complacencia hacia Puerto Rico con la creación de una Junta de Control Fiscal. Para Estados Unidos la crisis económica en Puerto Rico no se debe a que el presupuesto otorgado a la isla sea en forma de préstamo, ni que haya una patente malversación de fondos en pos de las élites burguesas del país y su colonia. La solución de Estados Unidos es tachar a los puertorriqueños de derrochadores incapaces de hacer buen uso de sus recursos.
La respuesta política tampoco deja indiferente. Trump tardó diez días en pisar Puerto Rico y, cuando lo hizo, fue para hacer una aparición jocosa, lanzando papel higiénico como quien marca triples. En lugar de ayudas, una lamentable limosna endulzada con humor. El gobernador de Puerto Rico, Ricardo Roselló, permaneció callado y complaciente ante la visita del presidente.
El cinismo del que ha hecho gala el Gobierno estadounidense y puertorriqueño se manifiesta en la lentitud del auxilio. A pesar de haber sido incluido Puerto Rico en el Plan de Desastres tras el paso de María, las ayudas no se caracterizan por su celeridad y, como suele ocurrir, tiene carácter temporal. En un comunicado bochornoso, Donald Trump afirmó que las ayudas «no serán eternas» y que las instalaciones de suministros de Puerto Rico eran precarias antes del huracán. A los pocos días de este comunicado, evaluó la actuación estadounidense en Puerto Rico con un 10 sobre 10.
La situación política y económica no ha hecho si no empeorar, a la par que enterrar a Puerto Rico en la desesperación, sacar a la luz las podridas entrañas del gobierno federal y de un imperialismo casi decimonónico. Para comprender mejor la importancia de esta situación política de Puerto Rico, no es suficiente con recurrir a una visión psicologista, acusando de corrupción a tal o cual político. Hay que remitirse a los inicios del colonialismo en Puerto Rico:
«Puerto Rico pasa a ser un territorio de EE.UU. en 1898. Una posesión. Luego, pasa a un gobierno militar. Y con los años se convierte en un Estado Libre Asociado, que es, a mi modo de entender, una colonia. Puerto Rico no tiene autonomía de los puertos, no tiene autonomía del poder político. EE.UU. ejerce un dominio completo sobre él. Nosotros no podemos recibir ayuda de Venezuela, por ejemplo, que nos ofreció gasolina. No podemos recibir ayuda de otros países como Cuba que ofrecieron su ayuda. Estados Unidos es el dueño de nuestro destino.»
Para César el colonialismo en Puerto Rico no sólo se ha dado en el terreno económico y político, con una economía secuestrada y una representación política manipulada y endeble. El colonialismo también es cultural. A partir de la Ley Jones los puertorriqueños fueron considerados ciudadanos de los Estados Unidos. Sin embargo, se da la contradicción de que no poseen los mismos derechos que un ciudadano norteamericano medio. Por ejemplo, no pueden votar en las elecciones generales a no ser que se tenga una propiedad en territorio norteamericano. Tampoco tienen representación en el Congreso. «Esto hace un poco compleja la definición de lo que es ser puertorriqueño, porque a nivel cultural tenemos nuestra identidad, pero a nivel político tenemos un pasaporte estadounidense. Esto ha creado una dependencia al colonizador». Se puede afirmar entonces que el puertorriqueño no sólo está desposeído de sus propios medios económicos, tampoco tiene posesión política y social de sí mismo, incapaces de comerciar, presos de una isla que es como un hueso en la boca del voraz mercado de Estados Unidos. Su identidad ha sido soterrada bajo el yugo político y toneladas de Big Mac.
¿Cuáles son las expectativas políticas para Puerto Rico y qué efecto podría tener el huracán? Según César, el desastre ha descubierto al puertorriqueño medio que no es más que «un ciudadano de segunda» y que, en toda la crudeza del desastre, «sólo se tiene a sí mismo». Esto ha conducido a un movimiento alternativo al Estado. «Lo que ha demostrado el huracán es que, aquí, o te salvas tú, o no te salva nadie. Las comunidades han comenzado a ayudarse entre ellas para poder rescatarse, porque el Estado no está funcionando». Dado el abandono a Puerto Rico y, a la vez, el tutelaje político estadounidense, que parece dispuesto a impedir la recuperación de la isla, la única salida, en su opinión, sólo puede venir de la independencia.
«Espero que haya indignación, y que esa indignación lleve a una conciencia de clase y que se busque esa igualdad social que Estados Unidos no puede ofrecernos. […] Mi visión es que Puerto Rico puede salir de esta situación mediante una independencia radical respecto de los Estados Unidos. El colonialismo ha sido la semilla que ha conducido a Puerto Rico a la situación de hoy en día.»
César Camacho ha realizado distintos actos y conciertos benéficos en Granada y otras localidades cercanas para enviar ayuda a la isla. Quizás podáis verlo en solitario, o con su grupo de salsa caribeña, y colaborar con la recuperación de la isla.