Se volvió tendencia nacional esta semana la respuesta de la industria refresquera a las declaraciones del subsecretario de Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, respecto a lo dañino de sus productos para la infancia y juventud en México
Jueves 23 de julio de 2020
¿Por qué estas declaraciones de la Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas A. C. (ANPRAC) ? ¿Qué se ha hecho al respecto para frenar esta “pandemia silenciosa”?
Es bien sabido que México ocupa el primer lugar del mundo en obesidad y en padecimientos de diabetes mellitus [1], durante esta pandemia dicho padecimiento que ya es estructural y casi histórico en el pueblo mexicano, se ha hecho más evidente y en gran medida la cantidad de muertos por coronavirus se deben a las complicaciones que traen esas enfermedades crónicas para el cuerpo humano.
La polémica entre Gatell y las empresas productoras de “comida chatarra” no es nueva, pero resurgió a raíz de la visita que el subsecretario tenía programada en Chiapas desde la semana pasada por la presentación de la estrategia comunitaria para el combate contra el Covid-19 a nivel regional. En esta visita fue duramente increpado por las y los trabajadores de la salud, quienes exigían que no fuera solamente a cubrir el número real de contagios y muertos por esta enfermedad.
Durante esta presentación fue que el subsecretario volvió a arremeter contra las Industrias refresqueras declarando que "¿Para qué necesitamos veneno embotellado de los refrescos? ¿Para qué necesitamos comer donas, pastelitos y papitas, que además traen la alimentación tóxica y la contaminación ambiental como los plásticos que acaban en los riachuelos, van al Cañón del Sumidero, contaminan el mar"
Del dicho al hecho y del ataque a la contradicción
No es la primera vez que el subsecretario arremete o hace declaraciones relacionadas con la mala alimentación de la población y en relación particular a las Industrias que producen comida chatarra. Según sus propias cifras, el 75% de los mexicanos padecen alguna enfermedad relacionada con la alimentación, ya sea diabetes, hipertensión o enfermedades cardiovasculares.
La respuesta de las grandes empresas y sus asociaciones, así como de representantes de las cámaras empresariales, no se han hecho esperar; aducen que no es culpa suya esta situación y aseguran que trabajan en sus productos para reducir el contenido calórico de éstos, ya sea para bebidas sin azúcar o bajas en calorías.
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Ambas posturas tienen algo en común: ni el subsecretario ni las organizaciones empresariales pasan de las simples declaraciones o la demagogia: la gran industria refresquera y embotelladora no sólo envenena los cuerpos de sus consumidores sino que se apropia de los recursos naturales de las zonas con alto índice de marginación, tal es el caso de Chiapas, donde vienen manifestándose desde hace más de 3 años los pobladores de Los Altos contra la refresquera por la expoliación de cientos de miles de litros diarios de agua de manantiales.
Por otro lado, la Secretaría de Salud está muy lejos de tener un plan serio y eficaz, no sólo para la alimentación saludable y acceso al agua potable, sino de medidas contundentes contra las grandes empresas que se apropian de estos recursos y han sido corresponsables de la alta vulnerabilidad de la población ante esta pandemia.
Coca Cola, Chiapas y la individualización de la mala alimentación
Ya varios medios de comunicación han dado cuenta de lo alarmante que es el consumo de Coca Cola en Chiapas, una entidad históricamente atrasada y víctima de la expoliación de los recursos, que llevó a los marginados de la montaña a sumarse al movimiento zapatista como una respuesta defensiva ante tal saqueo.
Según estas cifras la entidad posee el primer lugar en Consumo de este producto a nivel mundial pues la población consume entre 2.2 y 2.3 litros diarios de esta bebida. A esto se suman las altas cifras de marginación y pobreza que se padecen en todas las regiones de Chiapas, estado que tiene el PIB per cápita más pequeño del país.
Aunque las declaraciones de Gatell sean acertadas formalmente, tanto el gobierno como las asociaciones empresariales buscan individualizar el problema culpando a los consumidores de su mala alimentación, misma receta que usan ahora para quienes no usan cubrebocas o por su situación precaria no pudieron acatar la cuarentena o han tenido que reanudar sus actividades.
Tanto el problema de la salud como el de la alimentación son padecimientos estructurales, que tienen muchas causas históricas, fundamentalmente en el abandono al campo, la pérdida de la independencia alimentaria establecida mediante el TLCAN, el cambio de los ritmos de vida de la población, que se ha transformado en precarización no sólo laboral sino inclusive en los hábitos alimenticios.
Las y los trabajadores podemos pensar una alternativa
Las y los trabajadores que colaboramos con La izquierda Diario México, nos hacemos parte también de la iniciativa del movimiento Nacional Contra la Precarización y los Despidos. Esta pandemia nos plantea la necesidad impulsar, junto a los trabajadores del campo y la ciudad que ya están enfrentando los estragos de la doble crisis, económica y sanitaria, una organización capaz de plantear una salida independiente.
Una organización que sirva para plantear las demandas más acuciantes de los de abajo: que es necesaria la centralización del sistema de salud, la nacionalización bajo control obrero de la industria alimentaria para ponerla al servicio de las necesidades sociales y así contribuir a la transformación de los hábitos alimenticios; luchar por un programa Nacional de comedores en las escuelas y en los barrios marginales así como un plan de Obras Públicas para llevar vivienda y agua potable a las comunidades más alejadas y dentro de Ciudad de México donde también escasea el vital líquido.
[1] En México, las enfermedades cardiovasculares provocan el deceso del 54 por ciento de la población nacional, según la Asociación Nacional de Cardiólogos al Servicio de los Trabajadores del Estado; mientras que el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) México, señala que el país ocupa el primer lugar a nivel mundial en obesidad infantil y el segundo en adultos