“Tenemos que tener un dólar alto” y buscar una salida la crisis “como la de 2003” fueron las frases más repetidas por Alberto Fernández en los últimos días. Una salida devaluacionista donde los que ganan son los empresarios y el campo; a costa del poder de compra del salario y un ajuste mayor.
Martes 6 de agosto de 2019 00:21
Pasaron apenas dos meses desde la publicación del video que anunciara la fórmula presidencial “elegida” por Cristina Kirchner. Fue Alberto Fernández, el hombre de la moderación, el elegido para conseguir los votos necesarios para el cambio, que en ese breve tiempo terminó defendiendo una campaña que pide a gritos una mayor devaluación, que no es otra cosa que un ataque al salario.
Los asesores económicos de Fernández comenzaron a hacer declaraciones que marcaban el sentido de sus medidas, como el sinceramiento de Guillermo Nielsen cuando sostuvo “tenemos FMI para ocho años más”. O la propuesta de Matías Kulfas para bajar la inflación con un pacto social de salarios y precios. Pero, conforme pasaron los días, fue el candidato presidencial del Frente de Todos quien, sin pelos en la lengua, pidió por un dólar más alto.
“El precio del dólar es una ficción. Afecta mucho a la producción y a nuestras exportaciones. El día que termine nos va a costar carísimo a los argentinos”.
En un claro guiño al agropower, Fernández justificó que, a pesar de la cosecha récord, no están liquidando divisas porque esperan que el dólar “se sincere”. En vez de cuestionar el accionar especulativo de estos sectores devaluacionistas, el candidato del Frente de Todos se alinea a ellos pidiendo un dólar más alto. Es decir, más devaluación, un deseo compartido con las patronales agrarias, con el FMI y con los empresarios que ataca al salario de los trabajadores.
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El Plan Devaluar: un ataque al salario
Hace ya dos semanas Fernández pegó un volantazo en su campaña. Primero optó por una vía más demagógica, anunciado que volvería la gratuidad de los medicamentos o que aumentaría (apenas en un 20 %, no es para emocionarse) las jubilaciones a partir de bajar las tasas de intereses de las Leliq, que son altísimas. Estos anuncios generaron malestar en la banca, sector que viene realizando un negocio muy rentable y prefieren que así se mantenga.
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Sin embargo, como venimos explicando desde este diario, bajar la tasa de interés sin modificar nada más, sólo deja el camino libre para que los especuladores se vayan al dólar (como activo seguro), es decir, da vía libre al deseo eterno de Alberto Fernández: una devaluación.
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En definitiva, esta idea de Alberto Fernández va muy alineada a renegociar la deuda con el FMI, y no con las falsas promesas de sus spot donde habla de priorizar las necesidades de las mayorías.
Es preciso no perder de vista lo que destacó la investigadora Noemí Brenta en Historia de las relaciones entre Argentina y el FMI: bajar el salario en dólares (y el poder de compra del salario) es una pieza estándar en los programas de estabilización del FMI. Esto es clave para bajar la demanda de dólares de la economía (menos poder adquisitivo se traduce en menos consumo y eso contribuye a disminuir las importaciones). En esto, no hay grieta entre oficialismo y oposición.
Desde el Frente de Todos se presenta como "salida" lo actuado en 2003. Sin embargo, aquel crecimiento vino precedido por una brutal devaluación en 2002. Ese golpe, hecho por Duhalde, significó una caída del 30 % en el salario real del 30 %, garantizando un salto en la ganancia capitalista.
Esta opción tiene que ser rechazada. Que el costo de la crisis lo paguen quienes la generaron. La única fuerza que en estas elecciones propone invertir las prioridades por más plata para salud, educación y empleo, diciendo No al FMI, es la del Frente de Izquierda Unidad.
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