Martes 29 de marzo de 2022
El 29 de marzo de 1985, en la comuna de Estación Central, en el centro de la capital, los hermanos Rafael (18) y Eduardo (20) Vergara Toledo -ambos militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria- fueron ejecutados por una patrulla de Carabineros. Comandada por el subteniente Alex Ambler Hinojosa al mando de los carabineros Nelson Toledo Puente, Marcelo Muñoz Cifuentes y Jorge Marín Jiménez.
Inicialmente se declaró oficialmente -al igual que todas las ejecuciones durante la dictadura- que los hermanos habían muerto tras un enfrentamiento producto de un intento de asalto a un supermercado. Sin embargo, el Informe Rettig determinó en 1991 que habían sido ejecutados y en 2008 los policías responsables fueron condenados por homicidio, aunque quedaron en libertad bajo fianza.
Ese mismo día fue ejecutada en la comuna de Lo Barnechea, en el sector oriente de la capital, la también militante del MIR Paulina Aguirre (19), a manos de la Central Nacional de Informaciones, policía política de la dictadura. Su caso fue cerrado en 2004 con las confesiones de los agentes involucrados, aunque también quedaron en libertad.
Por último, en la mañana de ese 29 de marzo, fueron detenidos los dos profesores del Partido Comunista Manuel Guerrero y José Manuel Parada, quienes junto a Santiago Nattino -también profesor comunista, detenido el día anterior- serán degollados el día 30 a manos de Carabineros.
Por la brutalidad de los casos y la juventud de la víctimas, este día ha representado para las fuerzas políticas de izquierda de todas las variantes, para luchadores y activistas, un punto indispensable del calendario, casi una “efeméride” como las de la historiografía burguesa, inicialmente como ícono de la lucha contra la dictadura, pero hoy enfocada principalmente en una defensa de la militancia política y social revolucionaria de la juventud trabajadora contra un sistema que nada bueno tiene que ofrecer a las y los jóvenes.
Una fecha polémica: apuntes para un debate sobre la juventud revolucionaria
Más allá de los discursos reaccionarios, que instalan la derecha y sectores de la ex Concertación, que hablan del Día del Joven Combatiente como un día de delincuencia desatada, lo cual solo expresa el terror que le genera a los partidos empresariales la acción de la juventud, también nos invita a pensar profundamente qué lecciones sacar de esta fecha.
En un momento en que la izquierda reformista, ahora en el Gobierno, hace todo lo que puede para reforzar la ilusiones pacifistas, de que a través de las reformas en los marcos de la legalidad burguesa se pueden producir los grandes y necesarios cambios, romper el aislamiento de las organizaciones de izquierda revolucionaria, que cuestionan su estrategia de pactar con los guardianes del régimen heredado de la dictadura militar, empresarios y sus partidos, que velan por que nadie cuestione la repartición de la riqueza en el país es ineludible para pensar cómo responder y financiar las necesidades de la juventud y el pueblo trabajador.
Luisa Toledo en la frase que recordaba del anarquista Mauricio Morales sobre ser “hermosamente violento” dejaba un mensaje marcado en sus jóvenes oyentes: la violencia también puede ser revolucionaria.
Criticando una dudosa transición a la democracia, revelaba en sus discursos el terrorismo del Estado en sus diversos formatos: tanto la dictadura como los periodos democráticos de turno usan la violencia organizada, para gobernar tranquilamente y acallar a sus opositores.
Esta gran luchadora nos muestra cómo la violencia tiene un carácter de clase: en dictadura mostraba su cara más cruda, siendo usada en forma de torturas, asesinatos y desapariciones para desarticular al movimiento obrero, estudiantil, de mujeres, disidencias que luchaban contra la miseria capitalista. Decía que este terrorismo de Estado no había terminado sino que había sido validado en las urnas en la transición pactada; llevaba en sus hombros no sólo el asesinato de sus hijos por los aparatos represivos del estado, sino el de decenas de luchadores ambientales, mapuche, estudiantes y obrerxs assesinados en “democracia”.
Angela González Aros, assesinada el 29-03-2021
Estas reflexiones de Toledo tienen un valor histórico y moral incalculable, considerando que representó una posición muy minoritaria cuando el Partido Socialista -a la cabeza de la Concertación- y el Partido Comunista -que de manera muy expresiva liquidó su aparato armado- decidieron utilizar todo su peso político, ideológico y cultural para repudiar la violencia política, entrando de lleno en el proyecto político-institucional de la burguesía que significó la transición pactada. Esto en un escenario mundial marcado por el ánimo victorioso del capitalismo mundial tras la caída de la URSS.
Sin embargo, en un Chile post revuelta, con una profunda crisis de legitimidad del sistema capitalista frente a la juventud a nivel global, es indispensable plantear políticamente este problema.
Desde la revuelta, el debate de los métodos y la “violencia” ha sido ampliamente comentado por los grandes partidos, al nivel de que pareciera ser que la ubicación política depende de la capacidad de condenar la violencia ”venga de donde venga”. Esto porque -nos dicen- la única manera democrática de expresarse es a través de las instituciones del Estado.
En el campo de la izquierda encontramos dos tendencias bastante extendidas entre la juventud combativa. A partir del balance de la revuelta, se encuentra un sector que afirma que faltó más rebelión, métodos más violentos, más de guerra civil, decididos a boicotear de todas las formas posibles a los detentadores del poder.
Por otro lado, otro sector que plantea que el resultado de la revuelta en gobierno reformista, era inevitable por la debilidad de las “reales” organizaciones de izquierda, asegurando que, mientras más personas agrupen estas organizaciones (en lógica de partido-ejército), se pueden ir formando golpes de efecto y guerras de guerrillas que disputen abiertamente el poder al Estado burgués.
¿Son estas reflexiones suficientes para cambiar el orden establecido?
Es posible hacer una larga exposición sobre las cuestiones técnicas, puramente militares, de cómo pasar de la revuelta a la insurrección, pero estaríamos perdiendo el tiempo.
Sostenemos en cambio, que el problema principal -y que omiten o ignoran ambas posiciones- es la política, es decir, la construcción de un programa que científicamente entregue una alternativa al sistema de explotación capitalista y el convencimiento del conjunto de la clase trabajadora que tal programa -que descargue sobre las ganancias de los capitalistas los costos de las crisis que aumentan las necesidades de las grandes mayorías- sólo puede conseguirse mediante la expulsión violenta de la burguesía del control del Estado.
En este sentido es útil la distinción entre estrategia y táctica: el objetivo estratégico de conquistar un programa revolucionario, mediante métodos revolucionarios, es inseparable de la militancia activa, paciente y cotidiana en ganar la confianza de las masas para tal programa.
De ahí la necesidad de debatir con las corrientes reformistas, no sólo por los métodos, sino, y especialmente, por su política de conciliación entre las ganancias del gran empresariado y las necesidades del pueblo trabajador, objetivamente incompatibles, porque su justificación se centra en que si la conciliación es posible, entonces la violencia debe ser condenada.
Separar el método o las tácticas de la estrategia puede llevar a igualar los contextos políticos, respondiendo de la misma forma a dictaduras, democracias burguesas, situaciones de revuelta, pre revolucionarias, reaccionarias. Pero tal como discutían los revolucionarios hace cien años, no prestar atención a los acontecimientos históricos y las expectativas de las grandes mayorías, es un error fatal, que solo puede aislar a las corrientes revolucionarias de la acción de masas.
Las nuevas dinámicas del movimiento estudiantil: que viva la juventud combatiente.
Finalizando marzo vemos la reactivación del principal fenómeno de movilización de la juventud en estos momentos: el movimiento estudiantil. Secundarias y universitaries confluyeron sus demandas en la movilización del 25, luchando por la educación y contra la violencia machista.
La represión no se hizo esperar y trató de ahogar las expectativas de la juventud combatiente, un carabinero disparó a un estudiante hiriendolo severamente y la represión policial se desplegó en Estación Central para frenar la marcha y organismos estudiantiles como la CONFECH, débiles por años de dirección reformista, se plegaron rápidamente al discurso del gobierno, normalizando la represión.
El repudio del estudiantado de base fue generalizado: así como no normalizamos la violencia machista en las calles y colegios, no normalizamos que nuestrxs compañeros sean baleados por manifestarse, la impunidad de carabineros o el amedrentamiento a la movilización. Es por esto que desde vencer decimos: el legado de la juventud combatiente tiene que ser un movimiento estudiantil y de la juventud trabajadora independiente al gobierno, necesitamos recuperar los organismos de masas de la juventud (como CONFECH o los sindicatos) para conquistar nuestras demandas históricas como educación gratuita, no sexista, el fin a la represión y persecución política del estado.
En este nuevo 29 de Marzo, reivindicamos la lucha contra la impunidad en las violaciones a los derechos humanos, por la libertad de lxs presos políticos de la revuelta, mapuche y la disolución de Carabineros. Peleamos por educación gratuita, por el derecho a la alimentación con un aumento y extensión de la BAES, por la implementación de una educación sexual e integral para cortar de raíz la violencia machista y apostamos a la autoorganización de les jóvenes y estudiantes, en sus lugares de estudio y de trabajo para ser nosotres quienes decidamos nuestro futuro.
Hermanos Vergara Toledo, Paulina Aguirre, Compañera Luisa Toledo,
Manuel Guerrero, José Manuel Parada, Santiago Nattino y Angela González; ¡Presente!
Juicio y castigo a los responsables materiales y políticos de las violaciones a los derechos humanos.