La fecha fue impuesta por las Naciones Unidas para hablar hipócritamente de la “toma de conciencia” respecto al tema. En Argentina el de los adultos mayores es uno de los sectores más atacados por el Estado.
Viernes 15 de junio de 2018 19:29
La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) designó el 15 de junio como Día Mundial de Toma de Conciencia de Abuso y Maltrato en la Vejez, con el supuesto objetivo de visibilizar una problemática que va en aumento con el correr de los años.
Uno de los fundamentos de la resolución del organismo, que se lava la cara con la implementación de estos “días internacionales de concientización” mientras algunos de sus estados miembros arrasan con la vida de millones, destaca la preocupación “por que en muchas partes del mundo la situación de las personas de edad se ha visto afectada negativamente por la crisis financiera y económica mundial”.
Formalmente la ONU alienta “a los gobiernos a que presten mayor atención a la creación de capacidad para erradicar la pobreza entre las personas de edad, en particular las mujeres, incorporando las cuestiones relacionadas con el envejecimiento en las estrategias de erradicación de la pobreza y los planes nacionales de desarrollo, y a que incluyan políticas específicas en materia de envejecimiento e iniciativas de integración de la cuestión del envejecimiento en sus estrategias nacionales”.
Bien saben las y los adultos mayores de argentina sobre abuso y maltrato. Víctimas de golpes, indiferencia, abuso económico y abandono. Víctimas directas de la crisis y del ajuste que pide el FMI y el gobierno de la alianza Cambiemos implementa sin chistar.
La gran mayoría de las personas que forman el universo de la vejez en Argentina no pueden pensar en un futuro cuando su presente es cada vez más devastador: cobrar una jubilación de $ 8.096, mientras la canasta básica se ubica en $19.290, según la última medición de la Defensoría de la Tercera Edad, conducida por Eugenio Semino. Para llegar a fin de mes con un nivel de vida básico deberían gastar casi dos veces y media más de lo que cobran.
Un salario cada vez más reducido, frente a una inflación imparable, y la necesidad de solicitar créditos para poder comer o pagar los servicios; buitres del bolsillo, que los convierten en deudores eternos.
Una obra social cada vez más desangrada, que complejiza cada vez más la atención, sumando más requisitos para justificar la miseria de la escasez y así acceder al beneficio y no morir en el intento.
No bastó con que en diciembre pasado hayan saqueado $100 mil millones a los jubilados, con los cambios en la movilidad jubilatoria. A días de haberse conocido el acuerdo con el FMI se anuncia, entre otras medidas, un mayor vaciamiento del sistema previsional a través de otra reforma. Un nuevo ajuste a la vida de los que menos tienen.
Medidas pergeñadas contra la vida de las jubiladas y los jubilados y contra toda la clase trabajadora que, con suerte, llegará a jubilarse.
Cuerpos rotos, cansados y corroídos, frágiles. Sumidos en la indiferencia de quienes los gobiernan desde sus cómodas vidas de abundancia.
¿Qué mayor maltrato y abuso de un gobierno que castiga diariamente a sus adultos mayores cuando les recorta la posibilidad de apenas sobrevivir?
La ONU le pide a los estados que la integran “que desarrollen su capacidad nacional de supervisar y garantizar el ejercicio de los derechos de las personas de edad, en consulta con todos los sectores de la sociedad, incluidas las organizaciones de personas de edad, por ejemplo, mediante instituciones nacionales de promoción y protección de los derechos humanos, según corresponda”.
“Yo estoy acá como Presidente con el único fin de ayudarlos a crecer. Mi absoluta prioridad es que se me juzgue por si ayudé o no a reducir la pobreza”, dijo Macri en diciembre mientras recortaba ingresos a nuestras viejas y nuestros viejos.
Quizás, en un próximo retiro empresarial (perdón, espiritual) reflexionen en las consecuencias de sus actos para que mamá Christine Lagarde no los rete.